ROGER ROSICH
Desde hace unas semanas centra todo el debate político y mediático francés. Es el nombre del momento, el outsider revelación, alguien que puede hacer girar el ritmo de la campaña electoral. Es Éric Zemmour.
¿Pero quién es este personaje con cara de Gargamel?
Pues es un periodista y escritor, pero sobretodo un polemista y comentarista político televisivo de gran éxito. En nómina de Le Figaro desde el año 1996, es un opinador profesional con discursos contundentes y polémicos que le han hecho muy famoso por dar voz a todo aquello que es políticamente incorrecto, es antifeminista y antinmigración (habla del “gran remplazo” de franceses por inmigrantes), contrario al matrimonio homosexual, defiende la Francia de Vichy, critica la decadencia social y política del país… En su momento dijo que era gaullista-bonapartista, en referencia al general de Gaulle y al emperador corso, para reivindicar la Grandeur verdadera.
El reaccionario Zemmour es el continuador contemporáneo de Maurice Barrès o de Charles Maurras.
Como ensayista ha publicado diferentes libros con títulos tan claros y meridianos como: El primer sexo (una crítica al feminismo), El suicidio francés (sobre la decadencia de su país) o Melancolía francesa (más de lo mismo).
Éric Zemmour es la encarnación absolutamente mediática de la reflexión de ultraderecha y ultranacionalista francesa y, después de rumorearse mucho, finalmente se va a presentar a las elecciones presidenciales francesas de 2022 contando con su gran popularidad, pero sin tener una estructura de partido detrás.
Una candidatura que conlleva un gran nerviosismo político en la derecha postgaullista y en la ultraderecha lepenista.
Marine Le Pen sabe que la candidatura del polemista le puede quitar muchos votos, y ella cree que 2022 es su oportunidad para llegar a la presidencia ante un Macron que ya no es una cara nueva y que está desgastado por la gestión del poder. Quizás es su última oportunidad… Quizás, si pierde, habrá muchos Zemmours opinando que a ella ya no le toca liderar esa corriente política; empezando por la propia sobrina de Madame Le Pen, Marion Maréchal-Le Pen, que no ha dudado en tener buenas palabras para Zemmour. Unas palabras que no debieron gustar mucho a su tía. Como tampoco le gustó mucho que su “socio” europeo Viktor Orban le recibiese en Budapest.
El “efecto Zemmour”, sin embargo, no sólo retumba en el ánimo del Reagrupamiento Nacional lepenista. También molesta en el paisaje político de la derecha francesa.
El partido Los Republicanos, derechizado por el presidente Sarkozy, por el candidato Fillon o por el expresidente de la formación Laurent Wauquiez, convive ahora con ese electrón libre que interesa mucho a una parte de su electorado y que ya ha supuesto que sus precandidatos presidenciales se transformen en una versión ultramontana de ellos mismos. El caso más exagerado (por no decir una caricatura) es el de Michel Barnier, el exministro francés, excomisario europeo y exnegociador jefe del Brexit por parte de la Unión Europea. Barnier, que proviene de una derecha francesa clásica y para nada extremista, ha llegado a hablar como alguno de sus anteriores antagonistas británicos (todo se pega…) y ya sólo le falta hablar de “Frexit”, después de posicionarse en contra de más inmigrantes y de enarbolar la bandera soberanista francesa: Francia para los franceses. Algo muy al gusto de Éric Zemmour. Como también debe deleitarle que todos los candidatos de la derecha respondan mediáticamente a todas sus polémicas, dándole mayor visibilidad.
Y mientras, en el Elíseo, Emmanuel Macron disfruta de una cierta calma, con un final de quinquenio dedicado a hacer promesas económicas en caso de reelección, hablando de recuperación económica post-Covid, con su valoración positiva en aumento y con los sondeos poniéndolo como ganador de las elecciones del año que viene en muchas probabilidades demoscópicas. Sin duda, la candidatura de Zemmour sería para el presidente una gran noticia, porqué divide los votantes de Le Pen y de los Republicanos y le garantiza estar en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales.
El efecto Zemmour existe y que algunos sondeos le sitúen en una intención de voto de alrededor de un 10% avala la inquietud en chez Le Pen y la zemmourización de la derecha tradicional; pero la mayor preocupación es que este fenómeno acabe siendo un factor perjudicial por su propio bando político.
Roger Rosich es asesor en comunicación política e institucional (@rogerosich)