El amor político y literario de Maria-Mercè Marçal

IVET ZWATRZKO

Creo fervorosamente que cuando relees o, mejor dicho, cuando decides releer, al texto se le añade una especie de “pre-escritura”, de violencia creadora que nos impulsa, quizás inconscientemente, a volver con otros ojos a unas mismas páginas, escenarios, convicciones, pasajes. Algo parecido dice Nabokov en su lectura del Quijote y matiza Pennac, cuando, en Comme un roman (1992), afirma que “no somos lo que leemos sino lo que releemos”. La totalidad de motivos que nos conducen a releer más a un autor y no a otro es imposible de definir. En primer lugar, porque tiene que ver con la subjetividad y todo lo que en ella influye; incluso cuando se trata de dos autores que se posicionan en el mismo escalón de nuestra jerarquía intelectual y emocional. Y, en segundo lugar, —y dejando de lado los macro-intereses económicos, políticos y culturales de márqueting de ciertos nombres en ciertos momentos determinados—, porque quizás hay algo de azar en el advenimiento de las cosas. Sin embargo, quiero pensar que hay algo objetivo, sólido y argumentado, completamente lúcido y racionado en el hecho que Maria-Mercè Marçal (1952-1998) sea una de las voces más releídas de la literatura catalana contemporánea. 

Marçal nació en Barcelona el 13 de noviembre de 1952, pero vivió y creció en Ivars d’Urgell (Pla d’Urgell, Lleida) hasta los diez años, cuando empezó el instituto y sus primeras tentativas poéticas. La dictadura imponía el español en la escuela y en los ámbitos intelectuales oficiales, de manera que sus primeros referentes escriben en esta lengua y, consecuentemente, también ella lo hace. Es en este preciso momento, cuando el auge de la Nova Cançó y el contacto con un profesor de instituto que les introduce al mundo de la literatura catalana, donde empieza el proceso de presa de consciencia lingüística y nacional de la pequeña Marçal. En menos de diez años, la autora ganará el Premi Carles Riba con su primer libro de poesía, Cau de llunes (1976), y quedará iniciada así su breve pero intensa y sumamente prolífica etapa de producción poética, con una pequeña pausa entre 1988 y 1998, en la cual la escritora dedicó el tiempo a redactar su única novela, La passió de Renée Vivien (1994), y a la lucha más bien política y sociológica de “trabajar a favor de una mayor visibilidad de las mujeres escritoras, así como de investigar y denunciar las relaciones de poder de la sociedad patriarcal” [1]. El 5 de julio de 1998, la injusticia de la muerte —y, sobre todo, la de las muertes prematuras— le arrebata el cuerpo y deja, al lado del dolor irremediable e indiscutible de esta “fin del mundo” [2], recuperando Derrida, el manuscrito de los treinta poemas que configuran su último poemario, publicado póstumamente, Raó del cos (2000).  

Su “Divisa” [3] más conocida, incluida ya en Cau de llunes y cuya triple reivindicación hace patente los ejes que vertebrarán toda su producción poética e intelectual, anticipa perfectamente la posición política que Marçal escogió en todos y cualquier de los ámbitos profesionales y vitales con los que topó: la de la complejidad y la crítica frente la superficialidad y el “debate relámpago”; la de la revuelta paradójica pero reconciliable contra la inercia de la comodidad y el dogma; la de “la simultaneidad de luchas —el trinomio feminismo, independencia y socialismo— y el hurgar necesario en sus contradicciones” [4] que le permitía no convertir a sus “tres dones —haber nacido mujer,  de clase baja y nación oprimida” [5]— en tres banderas coloridas sin sentido ni finalidad. Así mismo, también forman parte de este complejo entramado de “contradicciones y esperanzas” [6] los procesos creativos y sus respectivos imaginarios que Marçal crea y recrea al largo de sus años de producción literaria y periodística, en los que la cuestión de género va ganando terreno y centralidad en sus experiencias, solo comparable con la “pertenencia estrictamente lingüística” [7], en palabras de la autora en las Jornades Catalanes de Berlín del 25 de abril de 1995. Sin embargo, su militancia política en términos nacionales y socialistas, desde su ingreso al PSAN en 1976, no queda nunca olvidada completamente. 

Así es como leyendo sus textos pasamos de la construcción de una “habitación” literaria propia, llena de brujas, lunas, símbolos de la feminidad y del imaginario popular catalán y catalanista, en sus primeras compilaciones de poesía, hasta al deseo imparable y violento de re-equilibrar el pasado dando voz a todas las mujeres que, igual que la “mujer de Lot” bíblica, no tuvieron ni nombre propio, ni voz propia y quedaron reducidas a sal en desobedecer el orden de la sociedad patriarcal y misógina. Esta tarea de la reconstitución de una “genealogía femenina” a partir de cercar y visibilizar las “madres literarias” de la mujer escritora es la que Marçal desarrolla incansablemente en Sal oberta (1982) y La germana, l’estrangera (1985).  En los versos de ambos poemarios, recupera, homenajea, discute y dialoga con aquellas que le permitirán hacerse a sí misma, es decir, “escribirse” en la historia, emanciparse de los relatos, los roles y los estereotipos que les han impuesto sus homólogos masculinos. Y afirmarse, así, como un sujeto político y poético activo.

A esta brega feminista y literaria, con motivaciones únicamente de justicia fraternal y reconciliadora, se añade la exploración poética del amor lésbico de Terra de Mai (1982) y Desglaç (1988). El amor que impera en ellos, en primer lugar, tiene que emanciparse de la figura paterna y, por lo tanto, no puede desligarse de la política y del mismo acto de (re)creación que esta muerte simbólica y real que es la estructura dominante patriarcal —del latín patriarchês; patria (familia) y archô (acto de mandar). Así pues, igualmente como la mujer escritora, este amor ha sido un amor silenciado, sin representación ni espacio en los discursos oficiales, y que, en consecuencia, debe “hacerse un nombre”, como diría Sylvia Plath, a través de las palabras y la escritura. Y finalmente Raó del cos, gestado durante el último año de vida, que consolida las obsesiones literarias de la poeta. En sus versos, el cuerpo agónico y enfermo se enfrenta a la vitalidad del deseo de la carne y del sujeto enamorado, la muerte se transforma en una suerte de resurrección y de vida —“Morir: tal vez solamente / perder forma y contorno / […]  /desnacer” parafraseando sus versos más famosos—; y, en última instancia, el amor, en todas sus formas, tesituras y expresiones nos conduce por una “espléndida y renovadora tormenta textuales” [8] que es, a la vez, una muestra radical y vitalista de la supremacía del amor.

Es por esta razón que creo ferozmente que releer Marçal no es fruto ni del azar ni de los gustos personales, generacionales o circunstánciales. Que no es ni casualidad ni moda que sus divisas poéticas, políticas, sus referentes literarios y sus utopias palpables, violentamente empeñadas a restituir las estructuras del viejo mundo con un mundo nuevo —que tarda en llegar— causen asimismo admiración, escuela, maestría y compromiso, con leer y releer sus textos. Porque releer Marçal es un bálsamo. Quizás porque, desde su obra poética hasta sus textos narrativos, desde sus artículos periodísticos hasta sus intervenciones académicas y sus crónicas reivindicativas, la poeta d’Ivars d’Urgell da sentido y fuerza a la creencia que la literatura y la vida hacen una trenza, para decirlo con sus mismas palabras, y que, por lo tanto, todo acto literario es también un acto político. Y todo acto literario, como nos sugiere constantemente Marçal, no puede ser sino un acto de amor. 

 

Ivet Zwatrzko es Humanista, especializada en Literaturas Románicas. Gestora de la sección de Lengua y Literatura del Ateneu Barcelonès.(@ivetzwatrzko)

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Leer todo el monográfico 17: Pensadoras feministas

 

[1] Adell, Joan-Elies. «Quan el cos dóna la raó», en Reduccions: revista de poesia, núm. 89-90. Vic: Universitat de Vic y Eumogràfic, 2008. p. 262. (Traducción propia)

[2] Derrida, Jacques. Chaque fois unique, la fin du monde. Edición de Pascale-Anne Brault, M. Naas. París: Galilee, 2003 [2001].

[3] Marçal, Maria-Mercè. “Cau de llunes”, en Llengua abolida. Poesia completa 1973-1998. Barcelona: LaButxaca, 2018, p. 19

[4] Fernández, David. “No ens ho creurem…”, en Marçal, Maria-Mercè. Contra la inèrcia. Textos polítics (1979-1980). Barcelona: Editorial Comanegra, 2019, p. 10-12. (Traducción propia) 

[5] Marçal, Maria-Mercè. “Divisa”, en Llengua abolida. Poesia completa 1973-1998. Barcelona: LaButxaca, 2018, p. 19, vv. 1-2. (Traducción propia)

[6] Recupero la cita de Joan Fuster en Consells, proverbis i insolències (1968): “Les meves contradiccions són les meves esperances”

[7] Marçal, Maria-Mercè. Sota el signe del drac. Proses 1985-1997, edición de Mercè Ibarz. Barcelona: Proa, 2004, 2000

[8] Lunati, Montserrat. «El cos entre néixer, desnéixer i morir a Mercè Rodoreda, Maria-Mercè Marçal i Imma Monsó», en Catalan Review núm. 30, vol. 1. Cardiff: ORCA – Cardiff University’s Institutional Repository, 2016. p. 139