Ecuador y su comunicación frente a la crisis del Covid-19

ANDRÉS OBANDO

Durante la primera semana de abril de 2020, la palabra clave o etiqueta #Ecuador ha sido tendencia en casi todas las redes sociales y titular en los principales espacios periodísticos a nivel mundial. El requisito para entrar en las listas de temas con más menciones es la aparición de algún acontecimiento extraordinario, que genere un inusual flujo de información compartida a gran velocidad y por muchas fuentes. Esto es exactamente lo que ocurrió con la palabra Ecuador. ¿Su origen? La situación de tragedia/catástrofe que se vive en todo el país, pero en específico en la ciudad de Guayaquil, durante la actual crisis sanitaria del Covid-19. Imágenes desgarradoras de cuerpos de seres humanos arrojados en las calles, algunos de los cuales se presume habrían perdido su batalla contra esta enfermedad fulminante, provocó un grave problema de gestión gubernamental para su levantamiento y tratamiento acorde a protocolos internacionales. Un escenario apocalíptico, desolador, que nos rompió el corazón a más de uno.

Dentro de este escenario, el gobierno nacional del Ecuador enfrentó una ola de críticas, en especial a nivel internacional. Pero antes de hablar de ello, hagamos un recuento de la situación en el campo de la comunicación, que es el que nos compete. En el caso ecuatoriano no ha existido una estrategia definida, más bien se ha podido ver acciones aisladas entre sí que han sido reactivas acorde a necesidades específicas, incluso encuadradas en estilos de personalidades de autoridades. En honor a la verdad, la crisis actual es sui generis, así que ningún manual o protocolo estaba preparado. Desde el inicio no se ha contado con una vocería única oficial, como en el caso de Canadá, con su primer ministro Justin Trudeau a la cabeza quien, incluso estando en cuarentena por el positivo de su esposa, es la cara en la primera línea de comunicación, la mayoría de veces solo, otras pocas acompañado de sus ministros. En Ecuador la vocería ha ido fluctuando de autoridad en autoridad, en una suerte de adaptabilidad a la situación y, porqué no decirlo, un ejercicio de prueba-error de cada una frente a una comunicación en crisis. Al principio parecía ser el presidente Lenin Moreno quien sería la voz oficial principal, pero se conformó el Comité de Operaciones de Emergencia (COE) donde el representante del presidente sería el vicepresidente, Otto Sonnenholzner, que actuaría como portavoz. Después entró en pantalla la ahora exministra de Salud Pública, Catalina Andramuño, que sería la encargada de comunicar los datos oficiales del estado de situación. Tras algunos días, Alexandra Ocles, secretaria de Gestión de Riesgos y Emergencias, era quien compartía la información en cadenas nacionales (2 al día). El siguiente en la lista fue el nuevo ministro de Salud Pública, Juan Carlos Zevallos. El viceministro de Salud Pública, Ernesto Carrasco, tomó la posta en la comunicación (volviendo a compartir los datos 1 vez al día). Finalmente, desde el 9 de abril de 2020, la ministra de Gobierno, María Paula Romo, es la voz oficial para difundir la actualización de datos del Covid-19 en el país. Parecería ser un trabalenguas, pero solo es un resumen rápido. Complementario a ello, el gobierno ha decidido realizar varias ruedas de prensa virtuales diarias, con ministros, secretarios, entre otros. En suma, un bombardeo constante de información oficial, muchísima, y de un sinnúmero de voceros, incontables. Esto, según han dicho varios ministros de Estado, como respuesta a las noticias falsas que han identificado y para mantener a los ciudadanos al tanto de lo que está pasando, en ese orden.

Ahora, podemos volver al punto inicial. Teniendo en cuenta la forma de gestión de la comunicación que ha tenido el gobierno del Ecuador internamente, retomamos el análisis desde fuera. El 25 de marzo de 2020, Fernando Del Rincón, periodista de CNN En Español, entrevistó a la ministra María Paula Romo. En un atropellado diálogo con episodios de enérgicas expresiones, Del Rincón preguntó a la representante oficial sobre la situación en Guayaquil. Según el periodista, Romo no pudo dar respuestas convincentes. Esto representó un primer golpe a la imagen internacional del Ecuador, a nivel regional. El tema del manejo de la crisis en el país de la mitad del mundo empezó a despertar atención. Hasta que, el 1 de abril de 2020, Matías Zibell publicó en BBC Mundo una noticia con el titular “Coronavirus en Ecuador: el drama de Guayaquil, que tiene más muertos por covid-19 que países enteros y lucha a contrarreloj para darles un entierro digno”. La nota, con un recuento profundo de varios testimonios de guayaquileños que cuentan su historia con los cadáveres de sus familiares en sus hogares, es un texto brutalmente honesto que cae como un balde de agua fría a quien lo lee. Esto hizo estallar las alarmas de la opinión pública mundial. Una avalancha de cuestionamientos de todas partes del globo empezó a hacerse eco frente a las imágenes que Ecuador exportada al mundo (no todas “fake news”). Una crisis de imagen dentro de la emergencia. Incluso el presidente de El Salvador, Nayib Bukele, en dos ocasiones, tomó la realidad ecuatoriana como punto de comparación para enviar un mensaje a sus ciudadanos de ¿quieren que nos pase lo mismo?, para evitar que los salvadoreños salgan de sus casas. La respuesta oficial ha sido al inicio el silencio, después el transparentar la información, una decisión por demás correcta, aunque tardía. Por ejemplo, el 10 de abril se publicaron las cifras oficiales de contagiados, 7 161, 2 466 más que el día anterior, un incremento del 34 %, cuando anteriormente el incremento diario fue de aproximadamente 200 contagios. La transparencia es siempre un camino acertado, no es el más cómodo en términos políticos, pero es el necesario, en especial en circunstancias como las actuales.

Ningún gobierno inicia su período de gobernanza con total desconocimiento de los escenarios que le esperan, de igual manera, ninguno espera tener una “mala” gestión. Si bien la humanidad nunca había sido víctima de una pandemia de las proporciones de la actual, los líderes de sus respectivos países han recurrido a diferentes estrategias para enfrentarla, algunas más efectivas que otras. Lo más importante en estos momentos es salvar vidas, si ese objetivo logra cumplirse lo demás vendrá por añadidura.

 

Andrés Obando es consultor en comunicación política, especializado en estrategia(@ObandoEC)