Documental: “Steve Bannon: el ideólogo de Trump”. Auge y destierro del gran manipulador.

SERGIO PÉREZ-DIÁÑEZ

Con motivo de las elecciones presidenciales del próximo 3 de noviembre, Movistar+ ha decidido (con buen criterio) recuperar un documental de Errol Morris sobre el ex jefe de campaña de Trump y uno de los principales líderes de la alt-right a nivel internacional.

El documental de Morris, de excelente escenografía y que discurre entre pasajes de la trayectoria política y personal de Steve Bannon y el visionado de algunos fragmentos de sus películas favoritas, pretende ser un retrato psicológico de alguien que, antes de ser señalado como el Lucifer del paraíso perdido de Milton, lo ha sido prácticamente todo.

A lo largo de la hora y media de duración de la película, el director pretende poner contra las cuerdas a Bannon, y si bien apenas lo consigue dado lo escurridizo del personaje, sí que logra reflejar sus sombras y mantener en vilo al espectador.

Criado en el seno de una familia demócrata en Richmond (Virginia), Bannon estudió en Harvard, sirvió en el ejército y trabajó en Goldman Sachs. También ha sido (y sigue siendo) parte de la industria de Hollywood, habiendo producido y dirigido documentales de derechas que le granjearon la ovación del tea party y Andrew Breitbart, fundador del ahora archiconocido Breitbart News; la principal plataforma de la alt-right en Internet.

Tal y como narra en el documental, Bannon conoce muy bien a esas élites que tanto desprecia.

En su adolescencia, le afectó profundamente comprobar cómo el hijo de su entrenador murió en la guerra de Vietnam; una guerra que se reveló como un callejón sin salida y se saldó con decenas de miles de estadounidenses muertos en el frente. Una tristeza por aquel padre de familia que se transformó en ira cuando Bannon se topó de manera fortuita con un adhesivo “Made in Vietnam”. En aquellos trágicos momentos, Bannon se negó a tomarlo como una simple denominación de origen, sino como el paradigma del “mal de la globalización”. El mal de la globalización que sufren los hombres de a pie que van a la guerra dirigidos por las élites que habrían traído la destrucción del siglo XX, con ejemplos palmarios como el caso de Robert McNamara.

Tal vez sea por ello que Bannon prefiere que le gobiernen “cien tipos con la gorra de Trump” que el partido de Davos. Porque él se siente parte del barracón populista, el barracón de aquellos a quien Hillary Clinton se refirió como “deplorables”; una candidata que sacó brillo al trono al que Bannon ascendió con su fichaje como jefe de campaña al decir que “la alt-right se había apoderado del Partido Republicano”.

Como relata en el documental, Bannon supo ya por aquel entonces que habían ganado las elecciones, haciendo constante referencia al concepto de “dharma”. Una suerte de combinación entre deber y destino.

El destino condujo a la victoria de Trump, el paradigma del triunfo del populismo de derechas frente a las élites globales, pero no era el final del camino para Bannon, quien ya hemos sabido por la obra “Fuego y furia” de Michael Wolff que tenía una enorme pizarra en su despacho de estratega jefe en la Casa Blanca con todas las promesas que había hecho el presidente.

Durante aquellos meses en palacio, Bannon se dedicó junto al asesor Stephen Miller (también próximo a la alt-right) a lo que él se refiere como la “saturación sensorial”; impulsar numerosas órdenes ejecutivas para marcar la agenda populista provocando el desconcierto y la confusión en los medios de comunicación del establishment, que “no pueden con varias cosas a la vez”, como llega a mofarse en el documental.

Al final, serían aquellas órdenes ejecutivas, que Morris juzga como impregnadas por el racismo y el supremacismo blanco, y las polémicas derivadas de los disturbios raciales en Charlottesville, lo que aceleraron su abrupta salida de la Casa Blanca.

Steve Bannon, quien tras la campaña y durante los primeros meses de presidencia de Trump era representado ante la prensa como “el gran manipulador” (portada en TIME incluída), fue despojado de sus galones por un Trump que admitía tenerle aprecio, pero que no le reconocía como el artífice de sus éxitos. Tal fue así que alegó en rueda de prensa que Bannon llegó a su equipo mucho después de que ganara las primarias republicanas, y, en todo caso, al final de su campaña.

Convenientemente, a Trump se le debió olvidar que, desde que anunció su intención de presentarse a la presidencia, encontró en Breitbart News una máscara de oxígeno durante toda la campaña al no haber otros medios que informaran “a su favor”, sin olvidarnos de que dispuso de la fuerza de choque de la alt-right en las redes sociales para doblegar a sus rivales del Partido Republicano en las primarias.

Hacia el final del documental, Bannon y Morris contemplan el clímax de “Campanadas a medianoche”, el clásico de Orson Welles, donde el ya Rey Enrique V destierra al vendehúmos de Falstaff bajo pena de muerte, como ya hubiera hecho con el resto de sus corruptores.

“No es una traición, es su dharma”, afirma Bannon consciente de que el destierro de quien te acompaña en el camino al poder es el orden lógico de las cosas, como a él le sucediera tras su cese como estratega jefe.

Es el destino de personajes favoritos en el mundo del cine, que siempre sufren una caída que les arrastra a los infiernos. Pero Bannon no quiere ser el pendenciero Falstaff, sino John Wayne en “Centauros del desierto”: un marginado que nunca se rinde.

 

Sergio Pérez Diáñez  es consultor de comunicación política y, actualmente, asesor en el Parlament de Cataluña. Web personal: sergioperezdianez.com (@spdianez) (@spdianez)