Discurso en el Parlamento Europeo

Señoras y señores:

Hace 15 años vine ante ustedes a conversar con sus jefes de bancada, como uno de los líderes de la oposición a la dictadura en Chile. Hoy me presento como Presidente de la República de un país democrático, después de 15 años de exitoso ejercicio de una amplia coalición política y social en el gobierno.

Chile ha cambiado mucho desde aquellos años oscuros. Hemos logrado recuperar nuestra vida ciudadana y nuestras instituciones democráticas. Hemos doblado el producto, globalizado nuestra economía. Al mismo tiempo, disminuimos la pobreza a la mitad, reformamos la educación, la salud y la justicia, y hemos emprendido, con recursos públicos y privados, el más ambicioso plan de infraestructura y de vivienda. Hoy, una de cuatro viviendas en Chile son viviendas construidas en estos 15 años. Y creo que por haber realizado estos cambios al mismo tiempo es que hoy tenemos una alta cohesión social y nuestra inserción en la sociedad mundial es también apoyada por nuestra población.

Siempre hemos mirado la experiencia de Europa, que durante más de medio siglo ustedes han logrado combinar democracia con economía de mercado y con una alta cohesión social, compatible con equilibrios macroeconómicos y con un estado de bienestar, o mejor, con una red de protección social.

Tenemos un patrimonio cultural común y vínculos históricos que nos unen.
Los chilenos tenemos vivo el recuerdo en nuestra memoria del apoyo que esta asamblea prestó a la recuperación democrática en Chile. En momentos duros para nuestra patria, miembros de este Parlamento en aquel entonces viajaron a Chile, participaron en nuestras asambleas, apoyaron a nuestra sociedad civil y demostraron su solidaridad en la causa democrática. Sólo nos cabe gratitud al recordar estos hechos.

Les pedimos que valoren la significación de lo que se ha obtenido. El papel de Europa fue, es y será siempre, inestimable. La historia, nuestra historia, sería distinta sin ustedes.

La verdad sobre las violaciones a los derechos humanos es hoy pública y reconocida. Una trayectoria luminosa para encontrar la verdad se inició con el Informe Rettig, primero, sobre detenidos desaparecidos, y ha continuado hasta el día de hoy con el Informe Valech, sobre prisión y tortura en estos años oscuros.

No conozco otro país del mundo que se haya atrevido a formar una comisión para escuchar la declaración de 35 mil personas que fueron detenidas y torturadas, de las cuales la comisión reconoció el carácter de tales a 29 mil.

Hemos sido capaces de ir reconociendo la conciencia moral de nuestra sociedad, hemos enfrentado la tarea de hacer verdad y justicia respecto a violaciones de derechos humanos. Chile goza hoy, como decía el presidente Borrell, de una democracia firme y robusta. La Constitución autoritaria ha sido modificada.

Los trabajadores han recuperado sus derechos. Chile cuenta hoy con seguro de desempleo, reformas laborales y una nueva justicia laboral más eficaz. El papel de la mujer es crecientemente reconocido, hay una importante y completa legislación sobre deberes y derechos familiares.

La protección del medio ambiente forma parte de la imaginación colectiva. Se han plasmado importantes políticas públicas que fueron recientemente analizadas por la OECD.

Hoy en Chile nuevas generaciones, crecidas y formadas en democracia, amplían los límites recibidos, y despliegan su creatividad en todos los ámbitos.

Hoy, siete de cada 10 jóvenes en educación superior, son primera generación universitaria en sus familias. Esa es la magnitud del cambio que hemos introducido en Chile.

Es un país más libertario, más solidario, más progresista, más abierto a un mundo en el cual también queremos dejar nuestra impronta.

Es cierto, bajamos la pobreza de un 40% a un 18, y la indigencia de un 12.9 a un 4 por ciento. Tenemos una economía competitiva, bajos índices de corrupción, indicadores de desarrollo humano satisfactorios. Sin embargo, no estamos satisfechos, queda mucho por hacer. Tenemos que modificar la previsión social para hacerla más justa y equitativa. Tenemos todavía una crónica desigualdad en la distribución de los ingresos provenientes del trabajo. La diferencia de ingresos entre el 20 por ciento más rico y el 20 por ciento más pobre, en promedio es catorce veces. Pero si introducimos los elementos de las políticas sociales, esta diferencia se reduce a siete veces.

Hay que encontrar el equilibrio virtuoso entre protección social y condiciones para mantener competitividad. Y aquí, entonces, miramos a Europa de una manera distinta a cómo lo ven ustedes. El debate europeo a ratos es nuestro debate.

Estoy consciente del momento en que hablo en este Parlamento, y no quiero entrar en temas que son propios del debate de ustedes, pero sí quisiera señalar hoy aquí que en Chile, muchas veces presentado como modelo neoliberal, nada más lejos de la realidad. Es cierto, entendemos que el Consenso de Washington, así denominado, que habla de liberalizar mercados, que habla de privatizar determinadas empresas, que habla de desregular y que habla de tener presupuestos equilibrados, es algo que Chile ha hecho, y en buena hora. Pero, al mismo tiempo, lo que no está en el Consenso de Washington es la necesidad de tener, con ese crecimiento, políticas públicas concretas, dirigidas a los sectores más desfavorecidos, políticas públicas concretas para crear una red de protección social, sin la cual ningún país es capaz de competir en el mundo.

Los países que no son capaces de tener un mínimo de cohesión social al interior de sus sociedades, en el largo plazo es un conflicto interno en la sociedad, que impide la competencia hacia afuera.

Lo que hemos hecho es un tremendo esfuerzo por crecer, y hemos crecido, pero ese crecimiento se ha plasmado en políticas sociales, en educación, hemos hecho la más profunda reforma a la salud. Y déjenme decirles, por Dios que es difícil, porque reformar la salud es un conjunto de intereses creados.

Le dije a los amigos médicos que tenemos en Chile: «ustedes, mis amigos, son todos socialistas durante la mañana, cuando trabajan en un hospital público, pero son todos capitalistas en la tarde, cuando atienden su clientela privada». Y cuando me amenazaron hacer una huelga, dije «conforme, pero se van a la huelga en la mañana y en la tarde». Se entiende ¿no?

Es difícil una reforma de salud, porque los únicos que no están organizados son los pacientes de los hospitales y los únicos con quienes uno tiene que tener la voz de ellos, es hablar por ellos.

Y la reforma implica un tremendo cambio a favor de la salud primaria y hoy en Chile podemos garantizar tres cosas respecto de 25 patologías, serán después 56 patologías que dan cuenta del 80% de las intervenciones médicas en los hospitales: podemos garantizar una institución de calidad; un plazo para ser atendido; y si la persona no tiene recursos, los recursos los ponen los 15 millones de chilenos.

Hacer esta reforma fue un largo proceso, pero eso es ser parte de la cohesión social, que es esencial.

Entendemos el debate de ustedes en materia de salud, en materia de previsión, quiero señalar que la edad promedio en Chile es muy similar a la edad promedio que tienen ustedes en Europa, hay unos pocos meses de diferencia solamente. Y, por lo tanto, tener que lidiar con una previsión social de una población que se envejece, es un tema para nosotros muy importante.

Al mismo tiempo, hemos podido tener un buen manejo macroeconómico, y quisiere señalar que en los requerimientos de Maastrich que ustedes tenían, Chile califica en la totalidad respecto de esos requerimientos.

En otras palabras, el debate de ustedes a ratos es también nuestro debate. Y por eso lo seguimos con atención, por eso queremos aprender también de lo que ustedes han hecho.

¿Por qué no decirlo? Europa representa, en muchos aspectos, un paradigma importante hoy en el mundo. Y a ratos ustedes, inmersos en su debate, no se dan cuenta que son también un ejemplo del tipo de sociedad que se quiere crear hoy en el mundo.

Es cierto, sabemos que para seguir creciendo con equidad en el futuro y no quedar presos en un esquema exportador de materias primas y baja creación de empleo-bienestar, tenemos que hacer una fuerte inversión en innovación, ciencia y tecnología.

Hemos cuadruplicado los esfuerzos, pero estamos creando un fondo para la innovación, financiado con una parte muy pequeña de la renta que produce el cobre. El cobre es un recurso no renovable, que genera grandes ingresos para Chile. Esos grandes ingresos extraordinarios serán un fondo para el futuro, a través de ciencia y tecnología.

Y aquí contamos con la cooperación europea. El acuerdo que tenemos con Europa es un acuerdo que nos permite acceder también a las disposiciones que ustedes tienen en este ámbito.

También queremos perfeccionar nuestra integración a la economía mundial. Estamos convencidos que los países progresan cuando asumen como planeta esta posibilidad. La globalización no debe asustarnos. En el caso nuestro, la globalización ha abierto nuevas posibilidades, incluso para economías pequeñas y alejadas de los grandes centros internacionales.

Por cierto, ningún mecanismo automático va a reducir las desigualdades, la inestabilidad y las crisis que trae consigo la globalización. Pero tenemos que tener normas e instituciones capaces de darle cauce al proceso globalizador. Si queremos llegar a ellas, debemos afirmar la capacidad de una política global hoy emergente para dar conducción a la sociedad.

Quiero decirlo francamente aquí: nos preocupa una globalización que avanza a pasos agigantados, sin que avancen con la misma rapidez las instituciones multilaterales que tienen que establecer las reglas del proceso globalizador.

En Europa vemos a un actor imprescindible para hacer más justas las reglas del comercio, la creación de bienes públicos globales, la reorganización de los organismos internacionales y una coordinación macroeconómica entre los poderes económicos más importantes del planeta.

¿Ante quién recurro yo cuando en el sur-sur de Chile la capa de ozono disminuye, los rayos solares son más fuertes como resultado de las emisiones de gases en el Hemisferio Norte?

A algunos no le gustan los Acuerdos de Kyoto. Le he dicho a los líderes de esos países «me parece bien, pero dígame, entonces, ¿a dónde recurro yo a reclamar de lo que está ocurriendo en el mundo, porque lo que ocurre en mi país es un problema externo a mi país».

Y aquí, entonces, quiero compartir con ustedes algo que nos parece central: para un país como Chile, lo multilateral termina siendo política local.

Por eso creemos en Naciones Unidas, de la cual somos miembro fundador; por eso creemos que el Consejo de Seguridad es el único órgano que tiene legitimidad para usar la fuerza en nombre de la humanidad; por ello, en un momento que nuestro país formaba parte del Consejo de Seguridad, dijimos «no» a una invasión en Irak, si la decisión se tomaba fuera del Consejo de Seguridad. Y porque fuimos coherentes, dijimos «sí», y en 72 horas hicimos un esfuerzo y desplegamos nuestras fuerzas armadas en Haití, porque nos parecía que como latinoamericanos teníamos la obligación de asumir nuestras responsabilidades cuando el Consejo de Seguridad así lo decía, en un país con tremendas dificultades, que está en América Latina y el Caribe.

Soy un convencido que los problemas de Europa y los del mundo subdesarrollado se van a resolver conjuntamente. Como señalara un catedrático europeo «si nos empeñamos en encerrarnos tras los muros, pereceremos a manos de los asaltantes de dentro y de fuera».

Estos valores y objetivos compartidos constituyen la base del Acuerdo de Asociación que firmó Chile con la Unión Europea el 18 de noviembre del 2002. El Parlamento Europeo aprobó este acuerdo por la unanimidad de sus miembros, en un gesto político que Chile reconoce y agradece.

Por ello es que hoy están acá conmigo, presentes en esta solemne ocasión, los presidentes del Senado y de la Cámara de Diputados de Chile, uno de los cuales es un distinguido miembro de la oposición de Chile, a mi gobierno, pero en estas materias hay una política de Estado que nos interpreta a todos los chilenos.

Este acuerdo es el más amplio y comprensivo de los que Chile ha suscrito hasta ahora, y también posiblemente el más ambicioso de la Unión Europea.

Estamos construyendo nuestra asociación, estamos fortaleciendo los vínculos en todas las áreas y ámbitos contenidos en el Acuerdo de Asociación. Hay un dinamismo creciente, como ha recordado el presidente Borrell, en nuestro intercambio. La Unión Europea ha aumentado su importancia como el mayor inversionista externo en nuestra economía, representando ahora el 42% del total de las inversiones extranjeras en Chile. Nuestro comercio, geográficamente es muy equilibrado, 30% Europa, 25% Asia, 18% Estados Unidos. El resto es América Latina.

Hemos suscrito un Acuerdo Horizontal de Transporte Aéreo, el que esperamos convertir pronto en un Acuerdo de Cielos Abiertos entre Chile y Europa. En el marco del Acuerdo hemos mantenido un diálogo político franco e intenso con Europa, un diálogo de verdaderos aliados, en que a veces podemos diferir sobre algunas políticas, no quiero hablar de subsidios agrícolas aquí, por cierto, pero que tenemos visiones comunes.

En ese marco, estamos participando en la operación ALTHEA de la Unión Europea en Bosnia-Herzegovina. Tropas chilenas hacen su contribución a la paz en un país europeo.

Porque somos conscientes de estas responsabilidades, es por lo cual participamos, como ya dije, en Haití, y aspiramos a colaborar más estrechamente con la Unión Europea en la nueva etapa que se inicia en ese país después de sus elecciones.

Estamos cooperando activamente en la modernización de nuestras instituciones públicas, queremos profundizar nuestra colaboración en temas medioambientales, aspiramos a intercambiar experiencias y buenas prácticas para fortalecer más la cohesión social en Chile.

Estimados amigos y amigas:

Los latinoamericanos no somos ajenos a la nueva diversidad que se observa hoy en Europa. Algunos de nuestros hermanos están recorriendo el camino inverso que abrió hace siglos la fuerte migración europea hacia nuestro continente, no sólo españoles. A mediados del XIX, muchos de los países que aquí tenían dolores de crecimiento, exportaron mucha, mucha mano de obra a América. Ahora algunos están haciendo el camino inverso hacia acá.

Tenemos un fuerte compromiso con la consolidación de una asociación estratégica entre Europa y América Latina y el Caribe. Queremos una mayor presencia de Europa allá. Vemos a nuestro Acuerdo de Asociación como un paso significativo.

Seguimos con interés y esperanza las negociaciones de la Unión Europea con nuestros hermanos de MERCOSUR. Esperamos pronto hacer negociaciones de asociación más profunda. Y desearía que la próxima Cumbre euro-latinoamericana, que va a tener lugar en Viena el próximo año, se concrete en una asociación estratégica interregional, con tareas y medidas concretas. A ratos los latinoamericanos ponemos demasiada retórica. Queremos concreción en estos acuerdos.

Más de una vez he expresado a los distintos líderes europeos la necesidad de entender el proceso de Colombia, los esfuerzos que allí se hacen por encontrar la paz. Todos debemos estar atentos en apoyar a Colombia en el presente esfuerzo de convivencia nacional.

Porque nos une nuestro pasado, lo que somos y lo que aspiramos a ser, es que queremos mucho más con Europa, con una Europa fuerte, unida en su acción externa, decidida a desempeñar el papel que a Europa le corresponde en el mundo, una Europa comprometida con el libre comercio que contribuya al éxito de la ronda de Doha, una Europa que busque la cohesión social interna y también a nivel global, una Europa que apueste por el multilateralismo y busque darle un rostro humano a la globalización, una Europa que impulsa el diálogo y concertación entre diversas tradiciones culturales, religiosas y laicas, en el marco de lo que se ha denominado una «alianza de civilizaciones».

Señoras y señores parlamentarios:

Hace 3.500 años un europeo dijo en La Odisea: «Cántame Musa del hombre de ingenio multiforme, que fuera desviado una y otra vez de su camino… (Que) Vio muchas ciudades y entendió el pensamiento de los hombres… Esta es la historia que te pido, Musa, que cuentes para nosotros…»

Hoy llego a este Parlamento pidiendo que nos narren esta historia, porque este viaje de 3.500 años es también el nuestro. Hemos sido a veces desviados de nuestro camino, muchas veces; no es imposible que otra vez seamos desviados en el futuro. Pero entender el pensamiento de los demás y captar la variedad de sus ciudades, nos tiene que llevar a un exitoso destino común.

Tuvimos vuestro apoyo en años difíciles. En la actualidad nos enorgullece reencontrarnos como socios, y siempre nos seguiremos reconociendo como amigos, unidos no sólo por intereses, sino también por ideales comunes e identidades que compartimos. Ese es el signo importante que queremos seguir preservando y por esa razón me he permitido dirigirme a ustedes.

Muchas gracias por haberme invitado. Muchas gracias.