Chilenas y chilenos:
He sido elegido por ustedes, el pueblo de Chile, para dirigir los destinos de la Nación. Responderé a ese mandato que me han entregado con el estilo de siempre: con trabajo, con transparencia y con austeridad. Mi compromiso es con el bien de Chile y a esa tarea, que es tarea de todos, los convoco en esta tarde hermosa.
Estoy aquí, como corresponde a la mejor de nuestras tradiciones, para ser el Presidente de todos los chilenos, de los chilenos que están aquí y también de los chilenos que están en el extranjero y son parte nuestra; de los chilenos que son de centro, de izquierda o de derecha; de los que se interesan por la política y de los que no les interesa; de hombres y mujeres; de ancianos y adultos; de jóvenes y niños; de los que habitan en los extremos del territorio, de campesinos y obreros, empresarios y profesionales, mapuches y otros pueblos originarios, de nortinos y sureños, de los capitalinos.
Seré Presidente de todos. De civiles y militares. De ricos y de pobres. De todos los que hemos recibido de herencia dos siglos de vida independiente, de todos los que formamos una sola gran familia chilena, una familia en la que no sobra ni uno solo de sus miembros. Un Chile que se esfuerza y trabaja, un Chile que quiere soñar y un Chile que se compromete ahora, en las puertas de este nuevo milenio, a que habrá una oportunidad para cada uno de sus hijos. A eso me comprometo.
Amigas y amigos:
Estoy aquí para invitarlos a trabajar desde esta vieja y noble casa, desde estos añosos balcones por donde han pasado los mejores sueños de Chile. Aquí han estado las esperanzas de muchos; y también, por qué no decirlo, aquí han estado nuestros dolores, incluyendo la mayor tragedia política del siglo XX.
Estoy consciente que desde estos balcones muchos se han dirigido al pueblo. Aquí, en esta casa, uno de ellos dejó su vida y merece nuestro respeto. Pero, si la imagen de la destrucción de este Palacio quedó grabada en la conciencia humana como un símbolo de la intolerancia, esta tarde los invito a trabajar para que esta casa sea, en el siglo que nace, un símbolo universal de la capacidad del hombre de sobrevivir, respetando los derechos de otro hombre. Ese es nuestro compromiso, que queremos que lleven en su recuerdo los ilustres visitantes extranjeros que nos acompañan en esta fiesta. Ellos irán a decir al mundo que aquí los chilenos fuimos capaces de reencontrarnos en la verdad, en la justicia y en el respeto a los derechos humanos.
El destino ha querido que sea el primer Presidente de este siglo. Tomo esta circunstancia con el peso que ella tiene y también con serenidad, porque sé, al igual que ustedes, que Chile está consciente de las deudas que tiene con cada uno de sus hijos.
No nos engañemos. Podemos discutir todavía sobre cómo vamos a reparar nuestras heridas, pero todos sabemos cuáles son esas heridas y cuánto nos duelen. Todos sabemos que esa es una deuda pendiente. Así lo escuchamos y así tenemos que abordar entre todos, con decisión, las tareas pendientes de la transición.
Pero también digo que no vengo a esta casa a administrar las nostalgias ni a mirar atrás. Me propongo incentivar la imaginación, la creatividad, la inteligencia de nuestros jóvenes y de nuestros niños; voy a poner en el centro los temas que nos unen y que no nos dividen. Como la inmensa mayoría de los chilenos, yo también tengo el sueño de un país desarrollado, honesto y ese sueño me acompaña esta tarde: es el mismo de otros hombres que entraron a esta casa para hacer avanzar este Chile que vamos construyendo paso a paso, con los sueños de cada uno de los nuestros.
Mi tarea hoy es cultivar y enriquecer nuestra convivencia, no promover la confrontación. Pretendo ser, eso sí, un Presidente identificado con la verdad, con la transparencia y con la justicia. No con los eufemismos ni con las componendas. Ustedes me conocen. No tengo temor a las discrepancias, tampoco a las discusiones, pero mi objetivo como Presidente es buscar el entendimiento de todos nuestros hijos.
Voy a ejercer sin vacilación mi autoridad constitucional, la autoridad que ustedes, pueblo de Chile, me han conferido. Pero ejerceré esa autoridad escuchando a mis compatriotas, a los más humildes, que son los que más esperan y que esta tarde, al igual que en los largos meses de campaña, me dijeron, en Valparaíso, en Concepción y aquí, «no nos defraude, Presidente». Trabajaré para no defraudar y para poder cumplir las tareas que tenemos que acometer.
Aspiro a que el Gobierno que hoy se inicia sea el Gobierno de la imaginación y de la audacia, de la confianza y la solidaridad. A lo mejor vamos a equivocarnos, pero nadie nos va a acusar, ni a mí ni a mis colaboradores, de no ser capaces de enfrentar los problemas. Nadie será acusado de pasividad o de indolencia. Ahí están los problemas, los afrontaremos diciendo la verdad.
Como la mayoría de ustedes, estoy convencido que si nos lo proponemos, el futuro será mejor que el pasado. Mi optimismo no nace de la nada. Creo en Chile y en esta Patria, amo a Chile, y me entusiasma el tiempo que estamos viviendo. De nosotros depende ahora dar un gran tranco para iniciar este siglo y que Chile llegue a ser una estrella entre las naciones del nuevo milenio.
Tenemos la posibilidad cierta de crecer, de alcanzar el desarrollo económico. Vamos a derrotar el desempleo, vamos a tomar las tareas de la educación, de la salud y de la vivienda, y las pondremos en el centro de las preocupaciones. Haremos de la cultura y de la inteligencia la gran tarea de este Gobierno. Por eso, y como un símbolo, en un rato más escucharemos a los jóvenes de Curanilahue dar un concierto al alma profunda de Chile, desde el alma de Chile, que está allá en esa ciudad difícil, donde tenemos deudas pendientes como con tantas otras ciudades de Chile.
Tomo mi responsabilidad como Presidente, lleno de pasión, con el legítimo orgullo de haber sido elegido Presidente de todos ustedes; y con humildad, para encabezar esta nueva etapa de nuestra historia.
Pondré mi capacidad y mi liderazgo para crear los espacios de participación a todos y cada uno de ustedes. Mi invitación es a limpiar el aire, abrir los horizontes, descubrir oportunidades, entregar apoyo a aquellos que menos lo tienen, aquellos que miran con esperanza que llega un nuevo Presidente; y a ellos les quiero decir, sí, hemos llegado aquí para servir a Chile, con pasión y con amor, porque ahora de nosotros depende tomar el destino de la Patria en nuestras propias manos.
Los invito, jóvenes y mujeres de este siglo XXI, a recorrer el largo camino. Un nuevo siglo nos espera, un nuevo país ahora nos convoca. Aquí nace el futuro, ese futuro lo construiremos todos juntos.
Gracias amigos, por este recibimiento; gracias por esta tarde maravillosa. Los convoco a trabajar y a las fiestas de mañana, y tengan la seguridad que aquí estará el Presidente de ustedes, para servir a todos ustedes. Muchas gracias.