ROGER ROSICH
Dinamarca está de moda. Dinamarca puesta como ejemplo en todas partes: un excelente estado del bienestar junto con un estado con engranajes que funcionan. Se encuentra en todos los rankings internacionales de países con la mejor calidad de vida. El país funciona: una buena seguridad social y un buen sistema educativo, un sistema hospitalario que va bien, un sistema de transporte público que también, un país bonito que recibe turismo, una sociedad avanzada en el respeto al medio ambiente (con dos partidos políticos “verdes”, uno progresista y otro conservador), una economía saneada y una política ordenada… incluso tienen algunos de los mejores restaurantes del mundo.
En el “barrio europeo” de Bruselas ya se dice que también aportan/importan la mejor política a la Comisión Europea, pues no deja de ser noticia la comisaria de Competencia, Margrethe Vestager, que dejó el gobierno danés, del cual era la mujer fuerte (o la pesadilla de la primera ministra Thorning-Schmidt), aparte de la líder del principal partido socio de gobierno, el socio-liberal. En aquella entidad político-cósmica que llamamos “Europa”, Vestager es noticia por querer sancionar a las empresas gasistas rusas o al Santo Google ni más ni menos…
En definitiva, Dinamarca es la avanzadilla de Europa. Ya en su momento el abanderado de la “Moda Dinamarca” fue el intelectual y académico norteamericano Francis Fukuyama, el intrépido padre de la ya muy erosionada teoría del “fin de la historia”. Con su “Orden político y decadencia política”, que salió a finales del pasado año, planteaba Dinamarca como el modelo político a seguir, el objetivo a conseguir para cualquier nación de bien. Fukuyama cuenta como Dinamarca, con su sistema político vigente, es un estado moderno con una democracia liberal avanzada, redondeada con un estado del bienestar que funciona. Observa que la estructura del estado funciona porque cuenta con un sistema funcionarial competente y concienzudo democráticamente, como la misma sociedad danesa. No hace falta decir que no se llega ahí sin un sistema educativo de calidad.
Paralelamente al libro de Fukuyama, en el Reino Unido el año pasado se publicó Política, de David Runciman, profesor de la Universidad de Cambridge: un libro ligero y breve que se puede resumir en “A pesar de todo, la política es la solución”. O traducible en un rotundo “¡Es la política, estúpido!”, versionando otra vez aquel recordatorio del tío James Carville. Y lo ejemplifica con países destrozados, como Siria, y con Dinamarca como nación óptima. Tanto él, como Fukuyama, cabe decirlo, intentan alejarse de determinismos geográficos, pero la realidad es la que es…
Runciman no se guarda de decir que en Dinamarca incluso se hace de la mejor televisión de Europa, citando, claro, Borgen, la serie que ha descubierto al mundo entero cómo funciona la política en el viejo reino escandinavo. Una visión televisiva, con dosis interesantes del lado oscuro de la fuerza de la política, pero también con dosis de edulcorante candidez.
¿Y cómo es la política en Dinamarca para que todo vaya sobre ruedas en el país? Pues la política danesa es multipartidista (factor muy relevante, con una población de menos de seis millones de habitantes), y hasta ahora tenía dos principales partidos: el socialdemócrata y el liberal-conservador, el resto de partidos se ubican a la izquierda o la derecha en bloques; y así se ganan o se pierden las elecciones, por el mayor peso de representación de un bloque u otro. Lo que cuenta Borgen, sin embargo, quiere ser un poco de variación de lo que acaba pasando realmente en el parlamento danés, para hacerlo más entretenido.
Pero viendo lo que pasó en las últimas elecciones del país, no se descarta ver coaliciones más variopintas, a fin de garantizar un mejor gobierno. Y es que en las elecciones anticipadas del mes de junio, la segunda fuerza más votada fue el Partido del Pueblo Danés, una formación anti-europea y anti-inmigración, que ya quedó primera en las elecciones europeas de 2014. El partido socialdemócrata de la primera ministra saliente, Helle Thorning-Schmidt, quedó primero, pero el bloque de la derecha pesó más y la reina de Dinamarca encomendó formar gobierno a Lars Lokke Rasmussen, líder liberal-conservador (¡tercera fuerza!), que contaba con el apoyo de todo su bloque, aunque ningún otro de los partidos ha entrado en la formación de gobierno; prefieren hacer oposición (oposición populista en el caso del Partido del Pueblo Danés).
Las negociaciones de formación de gobierno fueron rapidísimas, y es que allí suelen serlo (como también en Borgen), pero debe verse este elemento como un factor nada excepcional; y dentro de la normalidad histórica todo es más fácil. De las escuetas negociaciones salió un ejecutivo en minoría que todo el mundo predice como breve y ultraconservador, debido a la presión del principal partido del bloque de la derecha.
El poco carismático Lars Lokke Rasmussen (no confundir con el seductor Anders Fogh Rasmussen, anterior primer ministro liberalconservador danés y después secretario general de la OTAN) sudará para contentar a los radicales y nadie descarta que se vea abocado a convocar un referéndum sobre la pertinencia a la Unión Europea, como el de Reino Unido. Por ahora ya han abierto la caja mal-cerrada de Pandora del espacio Schengen, con la aplicación de controles fronterizos. Y, también, como en el Reino Unido de David Cameron, parece que las políticas del gobierno liberal-conservador conllevarán ciertas reformas estructurales, recortes y ajustes fiscales. This is Europe!
En Borgen no surge ningún extremo político de este tipo, por mucho que se tensione el ambiente. Pero tiene que reconocérsele a la serie su valor premonitorio. Más de tres hechos políticos que aparecen en la serie han acabado siendo realidades en la política danesa reciente. Y ya todo empezó con ver a la protagonista de la serie, Birgitte Nyborg, en la primera ministra ThorningSchmidt (dicen que el perfil de ficción era más parecido al de la comisaria Vestager)… hasta llegar a una elecciones anticipadas que devuelven al gobierno a los liberal-conservadores, con el mismo primer ministro que antes: Rasmussen ya fue primer ministro en sustitución del otro Rasmussen, cuando este se fue a la OTAN.
Por otro lado, ¡vaya derrape al guión propuesto por Mr. Fukuyama! Viendo el resultado electoral, ¿este es el modelo? Seguramente no se lo esperaba, pero, claro, él ya dio la historia por terminada así que esto no debe de ir con él… Recomendación: abstenerse de poner modelos de ejemplaridad cuando todo cuelga de la política. No es oro todo lo que reluce. Y, como bien nos avanzaba el atormentado príncipe danés Hamlet, algo huele a podrido en Dinamarca.
Nadie es perfecto: Dinamarca tampoco.
Roger Rosich es analista político, periodista y humanista. @rogeRosich
Publicado en Beerderberg
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