De la “calle” a la política… Asesorando a nuevas candidatas

JULEN ORBEGOZO

– ¿Cómo te sientes?

– Como si estuviera al borde de un precipicio…

– ¿Y por qué no empezamos por ahí?

Esa, quizás, debería ser la primera conversación. Comenzar con una pregunta sobre un estado de ánimo. Disertar, después, en torno a los objetivos, sentimientos y visiones personales de quien asesora y de quien es asesorada. Esa podría ser una forma ideal para romper el hielo entre un asesor de comunicación con experiencias electorales y una nueva candidata que viene de la “calle” (sin experiencia institucional ni partidista) que recién se conocen. De forma pausada, meditada, intercambiando reflexiones.

«Si sabemos cómo es la personalidad de los votantes sabremos cómo llegar a él» , dice Daniel Eskivel, en una de las abundantes y buenas reflexiones académicas en torno a la necesidad de diseccionar la psicología del votante para llegar de forma eficaz a él. La realidad es que sabemos más de quien emite el voto, de por qué motivaciones lo hace y el mecanismo que activa para tomar su decisión… que sobre quien lo pide en una campaña electoral: de aquellas personas que, en muchos casos y sobre todo, en ciertas tradiciones políticas, llegan de la «calle» sin experiencia previa a ser candidatas.

En ese sentido, no sabemos tanto de sus motivaciones íntimas para aceptar el reto, de sus miedos inconfesables, de sus afectos. Y todo ello, quizás, sea imprescindible para quien diseña estrategias de comunicación política con el objetivo de ayudar a las personas que vehiculizan los valores de su marca, sigla política o institución.

De hecho, cada nuevo candidato o nueva candidata es un libro abierto, una experiencia profesional y vital para un asesor de comunicación. Y por ello, cada página en blanco del libro ha de ser reescrita bajo un nuevo título. Mi propuesta pasa porque la organización política ponga los medios y la colección del libro, pero sea la candidata quien decida el título, los capítulos y las frases de su historia. Es decir, que sea la persona quien moldee su propio sujeto político, y la organización le proporcione un marco donde desarrollarlo.

Por ello, propongo unas pautas en ese principio que bebe de la práctica personal y profesional, que conjuga experiencias con candidatas que atraviesan las dermis del espacio privado para exponerse en esta democracia monitorizada, como diría el profesor y ensayista Daniel Innerarity.

Ocho frases para un buen asesoramiento de nuevas candidatas (o nuevos candidatos):

Ni yo (asesor), ni el partido… simplemente, la candidata.

Lo primero, siempre, debe ser la candidata y sus necesidades comunicativas, vitales y personales. Sus logros serán suyos; y sus derrotas, colectivas. Por eso, es fundamental ayudarle a buscar lo que le guía para desarrollar su nueva misión y visión, así como definir los valores que le mueven.

Es la fase de introspección, de conocerse a si misma, para desarrollar a posteriori una identidad narrativa personal. Podríamos compararlo como un respetuoso acompañamiento en la búsqueda de la mismidad o lo que el psicólogo Carl Jung denominó proceso de individuación (el llegar a se uno mismo).

Crecer, crecemos juntos.

¿Y si cambiamos la perspectiva tradicional de «el partido pide esto a la candidata», por un esquema alternativo tipo «la candidata ha decidido que es esto lo que quiere aportar”? Seguro que de esta forma, organización política, profesionales que asesoran y las candidatas se enriquecen de la experiencia.

La mejor forma para que la nueva portavoz aporte algo nuevo y bueno al proyecto es respetar sus tiempos, sus necesidades, y otorgarle formas de adaptar su experiencia vital, sus circunstancias, al proyecto colectivo. De hecho, la progresión de una nueva candidata es su progresión, solo su progresión… y no la que al partido o a la persona asesora le hubiera gustado.

¿Críticas? Sí, pero…

Una de las funciones principales del asesoramiento es filtrar las críticas: seleccionar las que son constructivas y sirven para mejorar, descartar las hechas por egos insatisfechos de terceros, etc. Y sobre todo, saber transmitirlas a la candidata en el momento adecuado. Y los comentarios sobre puestas en escena, discursos u otros aspectos deben aportar a un crecimiento en su liderazgo. La función de la persona que asesora pasa por filtrar las críticas o comentarios, agruparlos, escoger momentos para comentarlos, definir una metodología para implementar cambios, etc.

¡Focos fuera! (de vez en cuando)

El ritmo de aprendizaje y evolución de la candidata debe ser, en la medida de lo posible, respetado. El escrutinio público incesante y descontrolado puede tener consecuencias nefastas para la progresión de la candidata, de su relato político y el del partido.

Lo óptimo para que una candidata refuerce su liderazgo y se desarrolle personal y profesionalmente es intercalar diferentes momentos: momentos de protagonismo absoluto (práctica intensa), momentos de protagonismo secundario (práctica consciente) y momentos, aunque sea breves, de absoluta oscuridad (reflexión, descanso).

Alabanza de los nervios

Los nervios no son el enemigo: pertenecen al mundo de las emociones que todo el mundo tiene. Pretender despojar a nuestra candidata de una emoción tan básica es, sencillamente, inhumano. Mejor hablamos de ellos y los ponemos en valor.

«Se le notaba en la voz que estaba nerviosa»; «mientras hablaba ha tartamudeado, porque estaba nerviosa»… Sin querer, con estos comentarios, es habitual que crucifiquemos con un veredicto letal desde el público a muchas portavoces: «ha estado nerviosa»; y quien asesora, además, tiende a rematar con un: “mujer, no te pongas nerviosa”.

Apología de los afectos

Los afectos se convierten en emociones; y las emociones se contagian y mueven el mundo. De hecho, todo el mundo siente y manifiesta sus afectos… aunque hayan estado proscritos en el espacio público masculinizado. Si como asesores facilitamos la exposición sincera y real de los afectos estaremos dando pasos para conectar con la gente, mostrarse normal, y romper con el arquetipo tradicional hiperracionalizado de la políica.

Las emociones y los afectos, igual que las mujeres, son un elemento transgresor y emancipador en el espacio público tradicionalmente masculinizado.

La esencia, el disfrute

La única forma de hacer sostenible en condiciones dignas la vida política de alguien es hacer que disfrute de la misma. La ecuación es sencilla: si disfruta la candidata, disfrutamos todos.

La «escena» debe estar al servicio de la candidata, y no la candidata al servicio de la «escena». Facilitarle la vida para que goze y le vea sentido a su decisión de pasar a primer plano político es función de todo el equipo.

Defensa de la «política situada»

Avanzar hacia la «política situada» debe ser una reivindicación de los nuevos sistemas políticos: las perspectivas personales, parciales, subjetivas de los temas políticos es una forma de humanizar y mejorar la política. Si Haraway popularizó el conocimiento situado, no estaría de más reivindicar una poítica situada, con miles de encuadres particulares de lo político en el siglo XXI. Porque, aunque muchos seamos lo mismo y votemos por los mismos, no somos idénticos.

 

  • Me limito a hablar, en la mayoría de los casos, de «el asesor» y «la candidata», sin que este uso gramatical pretenda esconder una discriminación sexista. Se me cuestionará, entonces, por qué no he empleado ambos géneros. Los motivos son los siguientes: a) relato en función de experiencias y recuerdos personales ; b) se pretende hacer alusión a un fenómeno cada día más habitual (que las mujeres participen más en política); c) se busca que el término «candidata» sirva para englogar, también, a los nuevos candidatos.

Julen Orbegozo Terradillos es Periodista y profesor de Comunicación Política (UPV-EHU) (@julenor)

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