De indultos, rojipardos y progres

JUAN FERNÁNDEZ

Recuerda Jorge Dezcallar en sus memorias cómo fue la toma de decisiones del ejecutivo de Aznar, con diligencia y robustez, respecto a Perejil. Y es precisamente esta firmeza la que espera el indeciso y el clásico electorado socialista en el actual contexto, a otra escala, en el que la condescendencia con los políticos presos extiende la sensación de impunidad frente a las amenazas a España.

Añejo el esperpento de las mociones de censura en los gobiernos regionales detonados en Murcia, el PSOE sigue jugando al trile y el independentismo acecha la bolita bajo el vaso, mientras VOX y PP se afanan en hurgar en los bolsillos.

El rédito electoral del indulto es exiguo, también en el PSC. ¿Tiene alguna otra salida el PSOE a corto plazo para mantenerse en Moncloa? A decir verdad, no existen grupos con poder dentro de los partidos de izquierda -con representación en la cámara y de carácter nacional- que se opongan a los privilegios concedidos al nacionalismo catalán. Como tampoco, ni a izquierda ni a derecha, uno que apueste de forma sincera por fortalecer al Estado y busque políticas consensuadas en materias de Defensa y diplomacia. La crisis catalana y el conflicto con Marruecos comparten múltiples elementos, son carreras de fondo ineludibles y forzosas.

¿Habrá capacidad de inteligencia y diplomacia, tanto para ahuyentar la pusilanimidad, como para apaciguar el aspaviento neandertal? ¿Se está fortaleciendo al Estado para poder enarbolar una estrategia eficaz a largo plazo? Los porrazos del 1 de Octubre y las tanquetas en el Tarajal antojan una respuesta negativa. Eso sí, Sánchez ha desplegado al Ejército dentro del país (sin contar con las intervenciones de la UME) hasta en tres ocasiones en menos de dos años: por los efectos de DANA, un breve anticipo del futuro próximo, el COVID y ahora Ceuta y Melilla. ¿Seguirán (unos y otros) afanándose en el desprestigio de las FFAA?

VOX hurga en los bolsillos. Es inevitable sonreír y rascarse el pecho con el bien fingido amor de VOX hacia las Fuerzas Armadas. Si de VOX dependiera, reducirían todo aquello que huela a público, común y estatal a huesos y cenizas. Nuestro ejército por Blackwater, nuestros cuerpos de seguridad por Eulen, nuestras ancestrales cañadas y vías pecuarias por la liberalización total del suelo.

Los aspavientos de VOX suenan fuerte (y más que podrían) escondiendo su repugnancia por el Estado, sus náuseas por la riqueza cultural de España, la financiación del partido, la más rancia lucha contra la libertad sexual o su entrelazado con las sectas de niños con pene y niñas con vulva. Y entretanto, la única voz en la ‘izquierda’ que está trascendiendo a los “fascismo”, racismo y demás ‘ismos’, es la de una angosta corriente que empieza a emanciparse de Twitter. Un acuciante sector que denominan como rojipardos, el “azote de posmodernos y globalistas”, vistos por Antonio Maestre como los herederos de aquella Falange embrionaria que pretendía mamar de las tetas de la CNT.

Espoleada en redes por la lucidez neuronal y las plumas ácidas, la transposición fuera de Twitter la ha encarnado Ana Iris Simón con su discurso en el seno del plan ‘España 2050’ sobre Reto Demográfico. Ante una tortilla con pimientos durante una cena familiar, las palabras de la escritora suenan a calidez y determinación, pero a otros les huele al hedor que emerge de la masturbación bajo sotana. El discurso, que ha corrido como la pólvora y con ello las reivindicaciones y tesis del cártel rojipardo, ha traído consigo urticaria y una molestia general.

Una reacción cutánea que se agudiza con la cuestión de los indultos. Quizás en 2019 hubieran sido mejor digeridos, capacitando al ejecutivo para revertir la opinión sobre España del independentista no convencido. Sin embargo, la azuzada sensación de amenaza al país, acrecentada por la crisis diplomática con marruecos no hace sino empujar al borde del desfiladero a un gran número de electores.

Los termómetros en Moncloa funcionan, y saben que el sentimiento de impunidad ante aquellos que no comprenden el indulto y lo valoran como felonía y abandono al resto de zonas de España, crecen como la espuma.

Donde han dejado de funcionar es en Waterloo. Allí Carles Puigdemont agoniza y tilda Ceuta y Melilla como colonias. El martirio hace tiempo que se transformó en ridiculez.

 

Juan Fernández es periodista y consultor de comunicación (@juankojuan)