Conferencia Mundial contra el Racismo

Excelencias;

Delegados e invitados:

El racismo, la discriminación racial y la xenofobia constituyen un fenómeno

social, cultural y político, no un instinto natural de los seres humanos; son hijos

directos de las guerras, las conquistas militares, la esclavización y la explotación

individual o colectiva de los más débiles por los más poderosos a lo largo de la

historia de las sociedades humanas.

Nadie tiene derecho a sabotear esta Conferencia que trata de aliviar, de alguna

forma, los terribles sufrimientos y la enorme injusticia que estos hechos han significado

y todavía significan para la inmensa mayoría de la humanidad. Ni mucho

menos alguien tiene derecho a poner condiciones, exigir que no se hable siquiera

de responsabilidad histórica e indemnización justa, o sobre la forma en que decidamos

calificar el horrible genocidio que en estos mismos instantes se comete

contra el hermano pueblo palestino (Aplausos) por parte de líderes de la extrema

derecha que, aliados a la superpotencia hegemónica, actúan hoy en nombre de

otro pueblo que a lo largo de casi dos mil años fue víctima de las más grandes

persecuciones, discriminaciones e injusticias cometidas en la historia.

Cuando Cuba habla de compensación, y apoya esta idea como ineludible deber

moral con las víctimas del racismo, contando con un importante precedente

en las indemnizaciones que están siendo recibidas por los descendientes del propio

pueblo hebreo, que en pleno corazón de Europa sufrió un odioso y brutal

holocausto racista, no pretende la imposible búsqueda de los familiares directos o

los países concretos de procedencia de las víctimas por hechos ocurridos durante

siglos. Lo real e irrebatible es que decenas de millones de africanos fueron capturados,

vendidos como mercancía y enviados al otro lado del Atlántico para trabajar

como esclavos, y que 70 millones de aborígenes indios murieron en el hemisferio

occidental como consecuencia de la conquista y la colonización europeas (Aplausos).

La inhumana explotación a que fueron sometidos los pueblos de los tres continentes,

incluida Asia, afectó el destino y la vida actual de más de 4 500 millones

de personas que habitan en los pueblos del Tercer Mundo, cuyos índices de pobreza,

desempleo, analfabetismo, enfermedades, mortalidad infantil, perspectivas de

vida, y otras calamidades imposibles de enumerar en breves palabras, sorprenden

y horrorizan. Estas son las víctimas actuales de aquella barbarie que duró siglos,

y los inconfundibles acreedores a la indemnización por los horrendos crímenes

cometidos con sus antecesores y sus pueblos (Aplausos).

La brutal explotación no concluyó cuando muchos países se hicieron independientes,

y ni siquiera después de la abolición formal de la esclavitud. Los ideólogos

principales de la Unión norteamericana constituida por las 13 colonias que se

liberaron del dominio inglés a fines del siglo XVIII, dieron vida desde los primeros

años de la independencia a concepciones y estrategias de incuestionable carácter

expansionista. En virtud de esas ideas, los antiguos colonos blancos de origen

europeo, en su avance hacia el oeste, arrebataron a sus moradores indios las

tierras que ocupaban desde hacía miles de años y exterminaron a millones de

ellos. No se detuvieron en las fronteras de las que habían sido posesiones españolas,

y México, un país latinoamericano que alcanzó su independencia en 1821, fue

igualmente despojado de millones de kilómetros cuadrados e incalculables recursos

naturales. En la crecientemente poderosa y expansiva nación surgida en

Norteamérica, el odioso e inhumano sistema esclavista fue mantenido hasta casi

un siglo después de la famosa Declaración de Independencia de 1776, en la cual

se había proclamado que todos los hombres nacían libres e iguales.

Tras la abolición meramente formal de la esclavitud, los afronorteamericanos

fueron sometidos durante otros cien años a la más cruel discriminación racial,

muchos de cuyos rasgos y consecuencias han permanecido hasta hoy durante

casi cuatro décadas adicionales, después de sus heroicas luchas y los avances

alcanzados en los años 60, que costaron la vida a Martin Luther King, Malcolm X

y otros destacados luchadores (Aplausos). Por razones puramente racistas, las

peores y las más prolongadas sanciones penales recaen sobre los afronorteamericanos,

y dentro de la rica sociedad norteamericana les corresponden la mayor

pobreza y las más miserables condiciones de vida (Aplausos). Son igualmente terribles,

y aun peores, el desprecio y la discriminación de lo que resta de las poblaciones

aborígenes que ocupaban gran parte del actual territorio de Estados Unidos.

Es innecesario mencionar los datos del estado económico y social de África.

Países enteros, y aun regiones completas del África subsahariana, están en riesgo

de desaparecer por una combinación sumamente compleja de atraso económico,

pobreza extrema y graves enfermedades, viejas y nuevas, que los azotan. No menos

trágica es la situación de numerosos países de Asia. Añádase a esto deudas

fabulosas e impagables, intercambio desigual, precios ruinosos de sus productos

básicos, explosión demográfica, globalización neoliberal y cambios de clima, con

su secuela de sequías prolongadas que alternan con lluvias e inundaciones cada

vez más violentas. Puede demostrarse matemáticamente que tal situación es insostenible

(Aplausos).

Los países desarrollados y sus sociedades de consumo, responsables en la

actualidad de la destrucción acelerada y casi indetenible del medio ambiente, han

sido los grandes beneficiarios de la conquista y la colonización, de la esclavización,

la explotación despiadada y el exterminio de cientos de millones de hijos de los

pueblos que hoy constituyen el Tercer Mundo, del orden económico impuesto a la

humanidad tras dos monstruosas y destructivas guerras por el reparto del mundo

y sus mercados, de los privilegios concedidos a Estados Unidos y sus aliados en

Bretton Woods, del FMI y las instituciones financieras internacionales creadas

exclusivamente por ellos y para ellos (Aplausos).

Ese mundo rico y derrochador posee los recursos técnicos y financieros para

saldar su deuda con la humanidad. La superpotencia hegemónica debe saldar,

además, la deuda particular que tiene con los afronorteamericanos, con los indios

encerrados en las reservaciones, y con las decenas de millones de inmigrantes

latinoamericanos, caribeños y de otros países pobres, de color indio, amarillo,

negro o mestizo, víctimas de la discriminación y el desprecio.

Es hora ya igualmente de poner fin a la dramática situación de las comunidades

indígenas en el resto de nuestro hemisferio. Su despertar, su propia lucha y el

reconocimiento universal del monstruoso crimen cometido contra ellas, lo hacen

impostergable.

Los fondos necesarios para salvar al mundo de la tragedia existen.

Póngase fin verdaderamente a la carrera armamentista y al comercio de armas,

que solo engendrarán desolación y muerte (Aplausos).

Aplíquese al desarrollo una buena parte del millón de millones de dólares que

se dedica cada año a la publicidad comercial, forjadora de ilusiones y hábitos de

consumo imposibles de alcanzar, junto al veneno que destruye las identidades y

las culturas nacionales.

Cúmplase la entrega prometida del modesto 0,7% del Producto Nacional Bruto

como ayuda al desarrollo.

Establézcase de modo razonable y efectivo el impuesto que sugirió el Premio

Nobel James Tobin a las operaciones especulativas (Aplausos) que hoy alcanzan

millones de millones de dólares cada 24 horas, y las Naciones Unidas, que no

pueden seguir dependiendo de míseras, insuficientes y tardías donaciones y limosnas,

dispondrían anualmente de un millón de millones de dólares para salvar

y desarrollar el mundo. !Óigase bien!, un millón de millones de dólares cada año.

No somos pocos los que ya en el mundo sabemos sumar, restar, multiplicar y

dividir. No exagero. Dada la gravedad y urgencia de los problemas actuales, que

amenazan incluso la existencia de la vida de nuestra especie en el planeta, es lo

que realmente se necesitaría antes de que sea demasiado tarde.

Póngase fin cuanto antes al genocidio del pueblo palestino (Aplausos), que

tiene lugar ante los ojos atónitos del mundo. Protéjase el derecho elemental a la

vida de sus ciudadanos, de sus jóvenes y sus niños. Respétese su derecho a la

independencia y a la paz, y nada habrá que temer de los documentos de las Naciones

Unidas.

Conozco bien que, en busca de alivio a la situación terrible en que se encuentran

sus países, muchos amigos africanos y de otras regiones sugieren la prudencia

necesaria para obtener algo en esta Conferencia. Los comprendo, mas no puedo

renunciar a la convicción de que cuanto con más franqueza se digan las verdades,

más posibilidades habrá de que se nos escuche y se nos respete (Aplausos).

Siglos de engaño son más que suficientes.

Me quedarían solo tres breves interrogantes a partir de una verdad que nadie

puede ignorar.

Los países capitalistas desarrollados y ricos hoy participan del sistema imperialista

y del orden económico impuesto al mundo, basados en la filosofía del egoísmo,

la competencia brutal entre los hombres, las naciones y los bloques, que es

ajena por completo a todo sentimiento de solidaridad y sincera cooperación internacional.

Viven bajo la atmósfera engañosa, irresponsable y alucinante de las sociedades

de consumo. Por sinceras que fuesen la fe ciega en tal sistema y las

convicciones de sus más serios estadistas, ¿serán capaces de comprender la gravedad

de los problemas del mundo actual, regido en su desarrollo incoherente y

desigual por leyes ciegas, el poder colosal y los intereses de las empresas

transnacionales, cada vez más grandes, más incontrolables y más independientes?

(Aplausos.) ¿Comprenderán el caos y la rebelión universal que se avecinan?

¿Podrán, aunque lo desearan, poner fin al racismo, la discriminación racial, la

xenofobia y otras formas conexas, que son precisamente todas las demás?

Desde mi punto de vista, estamos ante una gran crisis económica, social y

política de carácter global. Hagamos conciencia de estas realidades. Surgirán alternativas.

La historia ha demostrado que solo de las grandes crisis han salido las

grandes soluciones. De las más variadas formas el derecho de los pueblos a la vida

y la justicia se impondrá inevitablemente.

!Creo en la movilización y la lucha de los pueblos! (Aplausos.)

!Creo en las ideas justas!

!Creo en la verdad!

!Creo en el hombre!

Enviado por Enrique Ibañes