Cómic, arte y política: las amistades peligrosas

ALEXANDRA VALLUGERA

De entrada, suele ser chocante asociar cómic y arte. Pero ¿¿cómo!? ¿El cómic, un arte?? ¿Desde cuándo? ¿Por qué? Desde hace décadas hay batalla para incorporar el comic como una de las bellas artes, junto con la música, la pintura, la danza, la poesía, la escultura, la arquitectura y el cine, este último considerado “bella arte” en 1914, como síntesis de todas las artes anteriores. 

El cómic transmite información no sólo con los textos, sino también con las imágenes, los colores, las formas de las viñetas, el formato de letra, las onomatopeyas… La cantidad de información que se puede dar no es sólo intelectual, es también emocional: la decisión del dibujante sobre cómo representar las ideas transmite también su posicionamiento en relación con la historia que explica el guionista. Ilustración y guion no son siempre obra de la misma persona, lo que aporta diferentes puntos de vista, aun cuando necesitan ir a una. Además, los personajes, si duran en el tiempo, experimentan evoluciones personales e ideológicas de la mano de los guionistas, que reflejan en sus personajes las nuevas percepciones sociales.

La misma síntesis que se argumentó para incluir al cine como bella arte es la que se defiende para con el cómic. Sin estar animado en el sentido de ser audiovisual como el cine, el cómic está “animado” a través, precisamente, del arte que incluye: la composición, la medida, el formato, la secuencia de las viñetas transmiten el movimiento y la animación del cine, acompañadas y apoyadas por las onomatopeyas y los signos de puntuación que acompañan a menudo las viñetas que no tienen texto o, en caso de tenerlo, lo refuerzan y lo resaltan. La literatura está presente en este caso en el registro en que se expresa cada uno de los personajes y el uso de los recuadros de texto, a modo de novela gráfica, en que la narración y los diálogos son ilustrados con dibujos. Por esto muchas veces al cómic se le llama novela gráfica.

Y ahora que ya hemos justificado sobradamente que sí, que el cómic es un arte, más allá que los dibujantes, guionistas, entintadores, rotulistas, se autodefinan como artistas, que lo son, la pregunta es: ¿y qué tiene que ver con la política? ¿Desde cuando los cómics son políticos, si son para el entretenimiento de los niños, los jóvenes y los adultos que no quieren crecer y creen que son Peter Pan? “Bah, si todo son historietas de superhéroes que salvan el mundo” es una frase, habitualmente soltada con desprecio, por alguien que considera el cómic un juguete infantil que se debe abandonar en la edad adulta. Y, precisamente, los superhéroes son uno de los elementos más políticos del cómic. 

El cómic, entendido como lo entendemos ahora, esto es, en álbumes para ser leídos secuencialmente, aparece tan una época tan temprana como el siglo XIX, en Inglaterra. Se considera el primer cómic porque usa los recursos clásicos del cómic: la burbuja de diálogo, las viñetas secuenciales y el cuadro de explicación de situación. Es The Glasgow Looking Glass, en que se hacía sátira política y costumbrismo de la época. Nace, pues, vinculado a la política. Para poder burlarse y decir desde las viñetas y el sarcasmo lo que no se podía publicar desde los editoriales y los artículos de la prensa escrita. 

No es hasta el siglo XX que el cómic se hace mayoritario y orientado a los niños y a los jóvenes. Tintín, de Hergé, es publicado en 1929 por primera vez dentro del semanario Le Pétit Vengtième, el suplemento infantil de Le Vengtième Siècle. Superman, de Siegel y Shuster, nace en 1938. Capitán América en 1941, de la mano de Simon y Kirby. Superman y Capitán América salen directamente como álbumes independientes, sin el apoyo de un suplemento infantil de un diario importante, a diferencia de Tintín.

Y, “casualmente”, el primer cómic de Tintín es Tintín en el país de los Sóviets; el segundo, Tintín en el Congo (1930) y Tintín en América (1932). ¿Casualidad? No, para nada. En 1929 los conservadores europeos estaban absolutamente aterrorizados por una posible extensión del movimiento comunista más allá de las fronteras de la URSS y Tintin en el país de los Sóviets es un manifiesto anticomunista. En Tintín en el Congo se explica la aventura del joven reportero en la colonia belga evangelizando a los pequeños sobre “su patria, Bélgica” refiriéndose a los niños congoleños, en un mensaje en el que se refuerza las bondades del colonialismo en un momento en que se debatía en círculos liberales y comunistas la necesidad de descolonización, especialmente de una colonia como el Congo Belga (hoy día Estado Libre del Congo) que era un territorio privado y particular de un loco genocida como el rey Leopoldo II de Bélgica. En 1946 el mismo Hergé cambio el texto de la viñeta, para cambiar el sentido del mensaje. Pero un par de imágenes nos sirven para ilustrar esta relación tan íntima de cómic y política en Tintín.

En otro registro, Astérix, desde un sentido del humor mucho más agudo y juguetón, es un alegato de la soberanía francesa contra la ocupación romana durante la época de Julio César. 

Superman y el Capitán América nacieron para combatir al enemigo; el comunismo (aunque no se explica tan claramente, se da a entender que el archienemigo de Superman, Lex Luthor, es un comunista) en el caso de Superman y el fascismo y el nazismo en el caso del Capitán América. Los dos luchan por la libertad, por la humanidad, por la paz. Para garantizar un mundo libre en el que triunfen los hombres buenos, encarnados por hombres blancos, fuertes, valientes, dispuestos a luchar por lo que creen.

¿Nacionalismo? Sí, mucho. ¿Racismo? También. ¿Machismo? A espuertas ¿Adoctrinamiento? Depende. Sólo se trataba de transmitir los valores reinantes en el momento. Pero ¿A LOS NIÑOS? Pues sí, pues claro. Porque los niños de hoy son los adultos de mañana y es a quien se debe transmitir los valores para que puedan tenerlos interiorizados y como propios como adultos. Y el cómic ha sido una herramienta de transmisión de prejuicios, valores, conductas e ideas políticas desde su propia aparición, en el siglo XIX. 

¿Es esto un motivo para no leer o para intentar que los niños no lean cómics? No, claro que no, al contrario. Porque son un mecanismo para que se pueda hablar y discutir de política con un niño (y si se tercia, hasta con un adulto) a partir de la lectura que él hace del cómic. Así, ¿es aceptable la actuación de Thanos? Si no sabéis de que hablamos, preguntad a los niños que tengáis en el entorno. Probablemente os llevaréis una sorpresa.

 

Alexandra Vallugera es politóloga y consultora de comunicación (@alexvallbal)

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