Claves sobre el comportamiento electoral madrileño

PABLO MARTÍNEZ FREILE

El CIS de abril trajo al debate público un revuelo generalizado con una doble y problemática lectura: El empate entre los bloques de izquierda y derecha y la polémica traducción a escaños que tergiversaba la estimación de voto proporcionada por los encuestados. El director del centro sociológico excusó esa extraña conversión, fuera de los cánones del método D´hondt, teniendo en cuenta los resultados de elecciones anteriores y las tendencias de pasadas encuestas, incurriendo así en una técnica que vagamente respeta los principios metodológicos y científicos que rigen el organismo, ya que no incorporan en la nota metodológica nada acerca de este cambio.

Los resultados de las encuestas arrojaron algunas cuestiones relevantes:

  • Gana el bloque de izquierda según estimación de voto (que recordemos, no es lo mismo que voto directo) pero empata en la conversión de escaños. Esto se puede traducir, respecto a otras encuestas que han tendido a ser más optimistas para el bloque de derechas, en que por lo menos, la izquierda tiene opciones de gobernar. O bien, en términos más críticos, que aun teniendo en cuenta el amplio muestreo (4124 entrevistas) y el bajo error muestral (1,6 %), ha podido haber errores en la técnica de recogida de datos (ahora de forma telefónica) o que como polémicamente se suele afirmar, los datos se “han cocinado”.
  • La movilización electoral favorece con una horquilla aproximada del 15 % a PP y Vox (alrededor del 90 % de sus votantes irán a votar “con total seguridad”) frente a PSOE, y del 10 % respecto a UP y MM. Además, la actual presidenta de la CAM mantiene un perfil de apoyo casi hegemónico entre los tres partidos de derecha. Lo cual adquiere una mayor relevancia si se tienen en cuenta las valoraciones de los votantes de Cs y Vox.
  • La diferencia de popularidad entre los liderazgos es otro elemento a tener en cuenta. Ayuso, Iglesias, o Gabilondo (el que mejor valoración media tiene) son viejos conocidos en la política madrileña, con mayor o menor aceptación, pero todos les conocen. Monasterio, aunque está requiriendo el apoyo y la cara visible de Abascal, por su presencia mediática a nivel nacional también es bien conocida. Sin embargo, Edmundo Bal y más todavía Mónica García, son más desconocidos por la ciudadanía. No obstante, en el caso de la segunda es importante resaltar que entre su potencial electorado no ocurre de esa forma, es más, entre los votantes de PSOE y UP es de sobra conocida y mejor valorada que Iglesias entre sus propios electores.

Uno de los elementos más interesantes por analizar de cara a la cita electoral es, sin duda, el de la participación electoral y cómo esta se reparte a lo largo de la comunidad madrileña, especialmente en el eje urbano. Desde que la presidenta de la Comunidad de Madrid anunció la convocatoria de elecciones para el 4-M este ha sido uno de los debates más populares en artículos, redes sociales y tertulias televisivas. Las razones que subyacen a dicha cuestión son principalmente las siguientes: ¿Qué nivel de abstención tendrá la CAM, atendiendo al contexto de pandemia, en período de vacunación y previsiblemente bajo una temida “cuarta ola”? ¿Cómo reaccionarán los distritos electorales que, históricamente, han sido más proclives a la abstención ante una situación de polarización creciente? Y finalmente, ¿qué estrategias de campaña están adoptando y adoptarán los principales partidos para hacer frente a los anteriores escenarios?

1. Apuntes sobre participación electoral:

Para analizar la cuestión de la participación en términos generales, lo primero que hemos de valorar, es que predecir el comportamiento electoral de los ciudadanos es sumamente complejo y quien se aventure a dar cifras exactas, muy probablemente incurrirá en graves errores que no tienen en cuenta de manera suficiente las causas exógenas y subjetividad del ejercicio del voto, o bien, de la abstención. Del mismo modo, las encuestas jamás son un mecanismo puramente fiable. La Ciencia Política y el Marketing nos enseñan acerca de los efectos “underdog” y “bandwagon”, que hablan acerca de las consecuencias de los estudios de opinión y su influencia para cambiar los resultados electorales a causa de los indecisos que determinan su voto bien por el partido débil/víctima en el primer tipo de efecto, o contrariamente, cambian su voto por el grupo que parte ganador con amplia ventaja.

A pesar de lo anterior, siempre se pueden plantear algunas valoraciones de forma comparativa que pueden darnos una ligera idea de los escenarios que pueden presentarse. Ante un clima político en el que cada día aumenta más la polarización afectiva, tal y como afirma el catedrático Mariano Torcal, y en el que, políticos y medios de comunicación nos señalan un enfrentamiento entre bloques, se presentan las elecciones madrileñas como unas elecciones generales en las que “todos se juegan mucho”, también a nivel nacional. Con eslóganes tan potentes como “comunismo o libertad” o “fascismo o antifascismo”, podemos esperar un escenario de aumento de la participación electoral, como vaticinan algunas de las últimas encuestas. Por ejemplo, GAD3 la sitúa en un 71 %.

No obstante, en el lado opuesto existen motivos suficientes como para pensar que esta participación puede no ser excepcionalmente alta. El primero, sin lugar a dudas, es la pandemia. Aún con un gran período de tiempo para ejercer el voto por correo, la realidad es que la inmensa mayoría de electores sigue optando por la forma presencial y efectivamente, el COVID o el hartazgo político pueden jugar un papel importante en este apartado desincentivando a aquellas personas con menor identidad política a ir a las urnas. Igualmente, la decisión de realizar los comicios en martes laborable puede tener consecuencias negativas en la participación.

Los ejemplos autonómicos de Galicia (48,7 %), País Vasco (50,7 %) en el verano de 2020, recién pasados los primeros y más difíciles meses de pandemia, la participación fue la más baja históricamente. En Cataluña en febrero de este mismo año los niveles de participación bajaron más de un 25 %, del 79,09 % en 2017 al 53,54 %. Sin embargo, si achacáramos esa brusca bajada únicamente al COVID, no sería del todo riguroso. En este caso, es clave atender a un agotamiento del procés y a una excepcional participación en las anteriores citas electorales de 2017 y 2015 (77,44%), en contextos más polarizados.

2. Las divergencias abstencionistas por distritos electorales:

Otro de los debates recurrentes que afecta a las elecciones madrileñas son las diferencias en cuanto a niveles de participación entre los barrios de la capital (norte – sur, rentas altas – rentas bajas) y las consecuencias que ello conlleva en el resultado final de acuerdo con la serie histórica. Para estudiar esta variable es interesante comparar la participación de distritos electorales como Usera y Puente-Vallecas con Salamanca y Retiro. Si tomamos como referencia los dos primeros observamos que la participación en muchas de las calles de los barrios tan solo supera el 40 % y en otras se queda en el 50 %. De hecho, las medias de abstención de los distritos en su conjunto son exactamente de 42,02 % y 40,87% respectivamente. Si hablamos de barrios marginales como la Cañada Real, los datos son aún más pesimistas. Por el otro lado, tomando el barrio de Salamanca vemos que la participación alcanza un 73,62 % y en Retiro un 76,78 %, alcanzando una abstención realmente baja en algunas calles que oscila entre el 10-20 %, siendo la media de participación del municipio de Madrid al completo de un 68,48 %.

Lo anterior nos dirige necesariamente a otra discusión más profunda: ¿Votan más los barrios ricos que los barrios denominados “populares”, es decir, los de rentas bajas? La respuesta según los datos es inequívoca. En los últimos años se han popularizado estudios sobre desigualdad política como los de Guillem Vidal en el Informe sobre la Democracia en España (2019, 102;118) o Trujillo Carmona (2020), que abordan el comportamiento electoral en clave de pertenencia a clase social o localización geográfica (en torno a barrios marginales) y avalan la tesis que explica fundamentalmente que los ciudadanos en situación de exclusión social tienen mayor tendencia al abstencionismo. Esto se debe, en gran parte a sus bajas expectativas acerca de los políticos y el grado en que, mediante su actuación, puedan revertir su situación socioeconómica. Y esto, en buena medida, es un problema que han generado los propios representantes desatendiendo las necesidades de los barrios más pobres.

Otro de los razonamientos clásicos es el coste que existe en torno a la participación electoral: En un modelo de participación deseable, el ciudadano ha de informarse sobre los partidos políticos y sus programas electorales y cabe la posibilidad de que un obrero pueda no tener ni el tiempo, ni el nivel educativo y en síntesis, la capacidad para implicarse del mismo modo que otra persona con menores preocupaciones socioeconómicas y que en este caso, resida en barrios de rentas más elevadas. Esto todavía se puede acentuar más en un contexto como el actual en el que convergen los procesos, no excluyentes entre sí, de sobreinformación (vacunas, restricciones, elecciones y “trifulca política”) y de desinformación.

Desconfianza en el sistema y sentimientos de desafección son al mismo tiempo, causa y consecuencia de esta relación entre rentas bajas y abstencionismo. La solución a esto no parece que pueda ser efectiva en lo que dura una campaña electoral, sino que ha de ser un enfoque que mejore estas percepciones a largo plazo mediante políticas públicas fácticas y no promesas electorales.

Siguiendo esta línea, podríamos relacionar un evidente componente de clase con el voto ejercido, atendiendo a la forma en que éste se reparte por los distritos analizados. En Usera y Vallecas ganó holgadamente el PSOE con un fuerte respaldo también hacia MM principalmente y hacia UP en menor medida. En las generales de noviembre de ese mismo año, UP, por su mayor presencia a nivel nacional y sus aspiraciones gubernamentales más realistas, superó a MP. En Salamanca y Retiro sucede de forma contraria: el PP se impone con ventaja sobre el PSOE y Cs se posicionó como segunda fuerza en ambos distritos, llegando así a alcanzar, junto a Vox como cuarta fuerza casi un 70 % de los votos del barrio Salamanca.

3. Estrategias de (pre)campaña:

  • Bloque de derecha:

En primer lugar, y avalando los datos extraídos en el CIS y otras encuestas, se puede afirmar con rotundidad que la ganadora de las elecciones será Isabel Díaz Ayuso, quien está efectuando una campaña personalista y alejada de la directiva nacional del PP, al estilo Feijóo o Aguirre en su día. Tiene su propia marca. Hasta el momento, su estrategia se basa en proponer una suerte de “plebiscito” sobre su gestión y un constante ensañamiento con el gobierno central que le está valiendo para movilizar el voto de la derecha y situarse como la principal figura opositora a Sánchez. La víctima es principalmente Cs, hoy en plena descomposición en la CAM, ya que las encuestas señalan que más del 50 % de sus votantes en 2019 pueden ir a parar al PP. En este sentido, la radicalización de su discurso y su popularidad en alza la colocan como la mejor valorada tanto para los votantes de Cs como para aquellos de Vox, por encima incluso de sus propios candidatos.

Todo ello deja a sus supuestos aliados en una situación de riesgo, ya que de transferirse el voto en masa hacia los populares estos pueden desaparecer de la Asamblea de Madrid y ello complicaría la formación de un gobierno de derecha en coalición o con apoyos externos, dada el número de votos de Vox y Cs que no se trasladarían a escaños. No obstante, los de ultraderecha, por su trayectoria al alza desde su incursión en el panorama político y a pesar de su difícil situación actual compitiendo contra una candidata tan próxima a su discurso, con bastante probabilidad entrarán en la Asamblea. La cuestión es si como tercera, cuarta o quinta fuerza en su disputa por esos puestos con MM y UP.

De lo acontecido en Vallecas el pasado 7 de abril podemos extraer varios elementos clave que simultáneamente pueden beneficiar o perjudicar a Vox. El primero y más rentable para la formación es la atención mediática, y es que en las últimas semanas y ante la efervescente popularidad de la lideresa del PP, estaban pasando desapercibidos. Con el enfrentamiento provocado en el barrio popular esperan recuperar su voto más identitario en aquellos barrios y municipios donde en las autonómicas y generales de 2019 alcanzaron mayores índices de voto y confrontar con la izquierda en sus supuestos bastiones electorales. El matiz negativo se enmarca en lo drástico de la estrategia, es decir, puede darse un efecto no deseado y que dicho acto incite a que los abstencionistas de Vallecas (recordemos, 40,87 %) se movilicen a votar en su contra el 4-M.

  • Bloque de izquierda:

En el bloque de izquierdas la situación no parece estar tan clara. La mejor estrategia, que de momento parecen estar siguiendo los partidos, es la de “repartirse las tareas”, o mejor dicho, los electorados. El PSOE con Gabilondo a la cabeza y Pedro Sánchez apoyándole desde Moncloa confrontando directamente contra Ayuso. A través de su perfil “soso, serio y formal”, el candidato socialista pretende establecer un discurso moderado. El objetivo es, por lo menos, retener a los votantes de las últimas autonómicas en las que obtuvieron 37 escaños. Puede parecer que lo que busca es asegurarse unos porcentajes, si bien es cierto que bajos, de transferencia de voto de Cs (7,1 % en voto + simpatía según el CIS) y evitar fugas de sus votantes al PP (5 % en voto + simpatía) recalcando la decisión de no subir los impuestos en la CAM. Sin embargo, los datos estadísticos no prevén una amplia fuga de votos de Cs hacia los socialistas como sí pudo ocurrir en Cataluña, ya que su electorado es distinto al de la capital, así como los respectivos candidatos populares en uno y otro sitio también distan en cuanto al liderazgo regional que ejercen.

Los rumores de una candidatura conjunta entre MM y UP quedaron disipados, y ello debe traducirse en una estrategia efectiva por dos razones: La primera es el rechazo que parte de los votantes de MM expresan sobre Pablo Iglesias. La segunda es, que con la candidatura del ahora ex Vicepresidente, UP asegura su entrada en la Asamblea, con lo cual, se salva el peligro de que los votos de izquierdas se queden en el aire.

En síntesis, los dos partidos han relajado sus tensiones iniciales y están prefiriendo una estrategia de menor disputa, reflejada a través de ese supuesto “reparto de tareas” y electorados, en aras de lograr un bien común, la mayoría que garantice echar a Ayuso. En los spots electorales y en los anuncios por redes sociales de los últimos días, vemos cómo ambos partidos dirigen sus mensajes y centran su discurso en diferentes targets electorales. MM está haciendo campaña en distritos abstencionistas donde con Carmena y Errejón obtuvieron buenos resultados. No obstante, además del hándicap de competir contra Iglesias en vez de Isa Serra, la candidata actual puede no llegar a alcanzar el mismo respaldo que su antecesor. La campaña parece estar orientada más hacia los votantes del centro de la capital y basándose en la gestión de Ayuso, apoyándose en la popularidad obtenida gracias a la introducción de cuestiones novedosas en la agenda política española como la salud mental o la jornada laboral de 4 días. Mientras tanto, UP se dirige hacia los distritos y municipios del sur, haciendo uso de eslóganes más potentes que apelan a la “mayoría responsable” que pueden resultar menos concretos, pero interpelan a aquellos votantes que se identifican en mayor medida en la dicotomía del fascismo-antifascismo y respaldan el papel de Iglesias.

 

Pablo Martínez Freile es politólogo por la Universidad de Salamanca. Actualmente está cursando el Máster Internacional de Estudios Contemporáneos de América Latina en la Universidad Complutense de Madrid (@pablomfre95)