Blade Runner. Un título obligado: como lágrimas en la lluvia

SANTI RIERA

Formo parte de esa generación de los años 80 para la que la película Blade Runner significó un punto de inflexión, ya que puso de manifiesto que, a partir de ese momento, nada volvería a ser igual.

La interpretación que del filme hizo una generación anterior a la mía me evidenciaba que estábamos a las puertas de un mundo mental nuevo. Digo esto con cierto conocimiento de causa, porque en aquellos años comenzaba la carrera de historia y mis profesores diseccionaban aquella película en unos términos que no encajaban con la realidad que yo percibía, vivía, observaba y sentía. Blade Runner me hizo entender por primera vez que, en el futuro, ese marco de pensamiento funcional que me intentaban enseñar en las clases de historia en la universidad no sería el mío.

Durante muchos años, me he explicado la película a partir de una única lectura, a pesar de ser consciente del reduccionismo que este planteamiento comportaba: ¿qué nos convierte en humanos? ¿Qué nos hace ser individuos? Esta pregunta, aunque es el tema esencial en la obra, planteada así, de forma aislada, representa una simplificación. Sin embargo, no podemos obviar que la pregunta “qué nos hace humanos” es sin duda el eje temático de la película. Tener consciencia de individuo, con nuestros recuerdos, sentimientos, orígenes, se plantea como la esencia de lo que entendemos por humano, así como también nuestra habilidad de mentir y engañar, pero al mismo tiempo también de empatizar con los demás.

Sin embargo, siempre he intuido que de esta interpretación “individualista” se me escapaba un mensaje más íntimo, que se deslizaba como las lágrimas en la lluvia. Plantear la película en términos de por qué nosotros, individuos, somos humanos, no explicaba la escena más famosa del filme: ¿qué impulsa al replicante Nexus 6 Batty a salvar a su asesino Deckard (Harrison Ford, para entendernos) en el último momento de su vida? Yo había interpretado que, en la inminencia de su muerte, Nexus 6 sentía la necesidad de incorporar un sentimiento que lo convertía definitivamente en un ser humano. Pero entonces, ¿por qué Batty recuerda las naves en llamas más allá de Orión en ese momento tan decisivo, justo antes de morir?

En los últimos meses, dos experiencias, una profesional y una personal, me han hecho entrever una explicación más compleja de esta escena, probablemente más próxima a las reflexiones del director.

En primer lugar, como profesor de Arqueología, he tenido la oportunidad de estudiar la ritualización de la muerte en enterramientos prehistóricos. R. Brettel, una investigadora de las prácticas mortuorias, explicaba en un artículo reciente que, a partir de la experiencia de la muerte de su madre, entendió que el ritual de enterramiento no iba dirigido a la difunta (persona ya desaparecida), sino que estaba destinado a generar significado entre los vivos. Es decir, la ritualización de su muerte generaba “sociedad”, entendida ésta como una red de relaciones entre individuos, y que, de alguna manera, su madre seguía siendo una agente en esta red a pesar de estar muerta. La segunda experiencia de carácter personal ha sido la reciente muerte de mi hermana, la primera muerte emocionalmente cercana que he vivido, y que me ha hecho plantearme cuestiones como la “pervivencia” de los recuerdos y el papel de los muertos como agentes en nuestras vidas.

Con estas experiencias vivas aún, mirando por enésima vez la película Blade Runner, tuve la sensación de que se me hacía visible la pieza del rompecabezas que se me había escapado durante tantos años.

Fue al ver la famosa escena en que Nexus 6 Batty comparte con Deckard unos recuerdos vividos exclusivamente por él y que, por tanto, no habían sido implantados por su creador: “YO (y subrayo este YO que deviene absolutamente central) he visto cosas que VOSOTROS (y este vosotros es relevante) no creeríais: atacar naves en llamas más allá de Orión. He visto rayos C brillar en la oscuridad cerca de la puerta de Tanhäuser”. En el momento que lo transmite, Nexus 6 Batty comparte unos recuerdos personales con otros individuos, y pasa así a crear sociedad, porque sus recuerdos y sus experiencias pervivirán en alguien cuando él haya desaparecido. Se convierte así en un agente activo de una sociedad que ahora sí, definitivamente ha contribuido a crear. Lo que Nexus 6 había estado buscando (ser un individuo, ser humano) sólo lo puede conseguir a través de sus relaciones con los demás, es decir, al hecho de haberse convertido en sociedad a través de los demás, con “vosotros”. Por este motivo, Batty debe salvar al Blade Runner Deckard, porque su asesino se ha convertido de hecho en su vínculo social, haciéndolo humano.

Son las relaciones las que crean el mundo y no unas determinadas materialidades o unas “realidades físicas”. Cuando Nexus 6 ha traspasado sus recuerdos a otro individuo y, por lo tanto, ha creado un vínculo que lo convierte en un agente social, sólo entonces es “la hora de morir”. Esta es la pieza que realmente me faltaba en el rompecabezas: somos humanos porque establecemos vínculos con los otros, compartiendo con ellos nuestros recuerdos, y así, nuestras experiencias pervivirán en ellos, contribuyendo a crear Humanidad. Como humanos, nuestro rol es crear sociedad, porque precisamente, el hecho de crearla es lo que nos hace humanos.

En definitiva, somos humanos básicamente porque somos seres sociales, aunque para ser sociales, antes debemos configurarnos como individuos, creando nuestros propios recuerdos, experiencias y relaciones. Por este motivo, los replicantes buscan su individualidad, porque ésta será la base de la sociabilidad que los convertirá en humanos. Como afirma Batty al morir, él como individuo y sus recuerdos (las lágrimas) se diluirán en la lluvia, es decir, se disolverán en el tejido social.

Sin embargo, hay otra idea de la película que me atrae especialmente por su complejidad y es el hecho de que, para configurarse como individuo, el replicante Batty ha tenido que matar antes a su creador, es decir, a Dios. Cuando Batty asume definitivamente que la muerte es irreversible y que Dios no podrá liberarlo de este final, sólo entonces deja de vivir con el miedo que te hace esclavo y se convierte en un ser libre que entiende que sólo pervivirá a través de los hombres, y así, finalmente, encuentra sentido a su vida y a su propio final.

Bajo esta perspectiva, también entendemos la figura de Rachel, una replicante que desconoce si su naturaleza es humana o es en realidad una replicante con recuerdos implantados. Durante mucho tiempo, me he preguntado si por tener ella conciencia de individuo, podíamos considerarla humana. Pero ahora, bajo la perspectiva con la que veo el filme, esta cuestión carece de sentido. Independientemente de si su cuerpo es “natural” o ha sido creado por la ingeniería genética y sus recuerdos son ficticios e implantados, entiendo que Rachel se convierte plenamente en humana cuando establece una relación afectiva con Deckard, una relación que le hace llorar. Es precisamente a través de esta relación con los demás que deviene totalmente humana, independientemente de su materialidad física o su conciencia de individuo. De hecho, el recuerdo del unicornio blanco introduce dudas sobre la propia naturaleza de Deckard, el Blade Runner, y podemos llegar a sospechar que él mismo es un replicante. Pero ¿qué importancia tiene plantearnos esta pregunta? Ninguna, ya que su naturaleza física no determinará su humanidad, sino las relaciones que él establezca con los demás, especialmente con Rachel. Por este motivo, Ridley Scott no tiene interés en dar respuesta a nuestra duda. Por todos estos motivos, afirmar que ser individuo es condición suficiente para ser humano es una conclusión simplista del mensaje del filme. Ser humano es ser un individuo relacionado con los demás, es decir, ser sociedad.

Blade Runner nos hizo vislumbrar el mundo que se acercaba: una nueva forma de entender nuestro entorno y nuestras relaciones que representaba una ruptura definitiva con los marcos mentales del pasado; un nuevo contexto en el que la naturaleza física dejaba de ser explicativa y en la que nuestra percepción marcaría nuestras relaciones con los demás, la sociedad y el mundo. Muchos pensadores, marcados por el funcionalismo y materialismo, no lo entendieron en su momento, pero a muchos de nosotros nos abrió la ventana a un posmodernismo que se iría imponiendo.

La visión de Ridley Scott fue premonitoria. Al poner de relieve que las realidades las generamos a partir de las relaciones y no estrictamente por la naturaleza de las cosas, avanzaba ya la idea de que la inteligencia artificial constituirá en nuestras vidas una “realidad” en sí misma en un mundo que entonces era futuro pero que ya nos parece tan cercano.

 

Santi Riera es Profesor de Prehistoria y Arqueología de la Universitat de Barcelona (@alventlacara)

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