¿Qué es ser patriota?

El amor a la Patria es una de aquellas innumerables cosas que se dicen sin entenderse. Por eso todos quieren llamarse Patriotas, cuando son muy pocos los que en el discurso de setenta siglos han merecido este renombre glorioso. A la verdad, cuando oigo a algún necio que se jacta de merecer este titulo, me parece que en su concepto el nombre de Patriota es tan genérico como el de animal, o cuando no, tanto como el de hombre; pero este error produce males infinitos en la Sociedad ; y yo he creído que es un deber mío el combatir esta ignorancia, definiendo el amor de la Patria como lo han entendido los sabios, y como lo debe entender el que aspire al renombre de Patriota verdadero.
Por Patria entienden algunos, ó los mas, aquella área de tierra en que nacieron; pero como esta idea solo cabe en un talento muy inculto y limitado, es preciso decir a estos hombres: que la Patria no es el suelo que pisan, ni son los cerros, ni los ríos, ni los árboles, ni las casas: que es otra cosa mas digna; la mas excelente que salio de las manos del Autor Universal ; los hombres reunidos bajo un gobierno y unas leyes que a todos favorecen igualmente. Esta es la Patria según las ideas de la razón y de la Sabiduría; de manera que en todo el rigor de la palabra, solo entenderemos por amor a la Patria, el amor a los hombres: pues el Gobierno y las leyes en tanto se deben amar, ó aborrecer, en cuanto sean útiles o perjudiciales a la Sociedad. De aquí se deriva aquel principio tan sabido como demostrado de que solo en los pueblos reside la soberanía, y con ella la facultad de instituir y revocar las instituciones cuando se juzgue conveniente. Salus populi suprema lex et.
Ahora pues, teniendo ya una idea exacta de la Patria es necesario que advirtamos las obligaciones reciprocas de los hombres que la componen. Nadie debe ser gravoso a otro, ni al común, por que entonces seria como los Zánganos de la colmena, que viven a expensas del trabajo ajeno; y las sociedades es este caso vendrían a ser útiles solamente para el vicioso, y muy perjudiciales para el hombre de bien. En los pueblos todos se auxilian mutuamente, pues de lo contrario seria imposible que cada cual diese por sus manos el debido cumplimiento a sus necesidades. El Pastor depende del ganadero, este del Agricultor, y este ultimo del Sabio que observa la naturaleza. El Comerciante de todos los Artistas, de todos los Agricultores, de los Sabios y de todos los consumidores; todos estos necesitan del Comerciante, sin el Gual no tuvieran en sus casas las medicinas, los regalos, y las demás producciones de las tierras mas remotas. En una palabra, todo hombre que siente necesidad de alguna cosa depende del trabajo de aquel que se emplea en lo que necesita; todo el que trabaja en alguna cosa útil o necesaria, da provecho a la Sociedad. De aquí podremos deducir, que según la naturaleza de la Patria y lo que ella exige, la primera calidad del Patriota debe ser el amor al trabajo, a que somos condenados en cualquiera circunstancia de la vida. El ocioso, el que vive encenagado en los vicios, no es hijo, sino ladrón asesino de la Patria; es indigno de la Sociedad, y acreedor al vituperio de los sensatos.
Los hombres tenemos en nuestra constitución el principio del bien y del mal, que son las pasiones. Ellas en el bueno son la causa inmediata de las virtudes, y en el malo son el origen de sus vicios; de manera que solo la razón cultivada del hombre, es la que hace que las pasiones sean útiles o perjudiciales en la Sociedad. Son lo mismo estas en el cuerpo político que la cicuta, el sublimado, el opio, y los demás venenos en el cuerpo físico: el modo de prepararlos, su actividad y la constitución de paciente son quienes hacen que produzcan estrago o provecho. El deseo de engrandecerse y de ser feliz es la pasión que en el corazón humano, sofocando las demás pasiones, las debilita y dirige según las ideas de engrandecimiento y felicidad que hubiese concebido. Giges que mato a su Rey Candaules, cometió el asesinato por engrandecerse y ser feliz; Solon, que renunció mil veces la corona de Atenas, que le daban sus conciudadanos, no lo hizo sino por engrandecerse también y ser feliz; pero si este se engrandeció efectivamente, y si este se hizo tan dichoso, que vive aun amado en el mundo; el otro jamás mereció el afecto de un solo hombre, siempre será mirado como un monstruo de inmoralidad. Washington fue el héroe de la guerra en Norte America, por dar la libertad a sus paisanos. El héroe Americano siempre fue cubierto de gloria, y sus alabanzas se oyeron en boca de sus mismos enemigos; y se oirán por todos los siglos en la tierra. Por esta razón, el que quiera llamarse Patriota debe tomar por modelos a Washington y a Salón: debe tener un gran amor a la gloria; unas ideas exquisitas de generosidad, desinterés, heroísmo, y solo debe aspirar a que su nombre se oiga con alabanzas de los buenos, cuando en el mundo ya no quede memoria de sus contemporáneos. Esta es la noble ambición de los espíritus sublimes; estas deben ser sus ideas de engrandecimiento, y este el objeto de la felicidad a que aspire. Así se hacen los héroes, los hombres inmortales, los amigos de la humanidad y de la patria; por la senda opuesta se camina al despotismo, a la tiranía, a las bajezas, y a todos los excesos que afligen al género humano.
La religión es el resorte poderoso de las pasiones, que sabe sacar provecho de donde solo pudieran producirse males. Las ideas de un Ser Eterno, justo y vengador, las de esperanza del premio y de temor del castigo, son las mas a propósito para retirar al hombre del vicio è inclinarlo a la virtud. Por esto, y por todo lo demás que llevo expuesto, se conocerá que no hay cosa mas cierta que la sentencia de Focion, aquel celebre Orador y famoso General de Atenas. No puede haber amor a la Patria donde no hay Religión, templanza, y amor al trabajo y a la gloria. Reflexiónese sobre la multitud de cosas que encierra esta sentencia; y convengamos en que el amor a la Patria que se cacarea por esas calles, mejor llamado estaría amor a los bienes de la Patria. Yo entiendo por Patriota un hombre ilustrado y virtuoso; y por tanto formo muy mal concepto de aquel que se precta de merecer este titulo de gloria, pues en ello acredita su orgulloso è ignorancia. Menos despreciable se haría viviendo en medio de sus excesos, sin osar a una pretensión tan injusta.
Los compatriotas son los únicos jueces que deben decidir si se merece ó no el titulo de amante de la Patria; pero sobre todo, el corazón de cada uno es la mejor información de meritos para saber si se podrá conseguir este inmarcesible laurel. Examine cada cual sus acciones : si halla que puede compararlas sin rubor con las de un Washington de un Solon, de un Arístides, de un Sócrates, y otros como estos, que son el honor de su especie, gloríese en secreto, de que las generaciones venideras oirán su nombre con el mismo respeto y amor, que ahora oímos nosotros los de aquellos héroes; pero si en vez de hallar algunas virtudes, solo se descubre una parte de interés personal mal disfrazado, tenga entendido que su nombre ni pasará del sepulcro, ni se extenderá mucho por la tierra : le sucederá lo mismo que a los Asnos, que su existencia en el mundo acaba con su vida.
Feliz seria Chile si sus hijos se hallasen penetrados de estas verdades tan sencillas como claras ; y felices mil veces de nosotros si persuadidos de nuestro verdadero interés, no atendiéremos mas que al provecho universal de los conciudadanos; pero desgraciados todos, y cada uno en particular, si se fomentan entre nosotros las disensiones, los enconos, las envidias, las desconfianzas, el interés bajo individual, y todo el cúmulo de causas, que precipitan a los Estados en el abismo de su ruina, mas cierta cuanto parece mas distante.
Si los americanos tenemos enemigos que nos incomoden, tenemos también los medios de vencerlos. Las armas con que, debemos vencerlos son nuestras virtudes; los brillantes ejemplos de un espíritu publico, generoso, humano y desinteresado; los bienes reales con que les brindemos, y las demostraciones mas claras de su conveniencia. El corazón del hombre no es de diamante ni de acero, sus membranas son la obra mas exquisita y delicada de la naturaleza: en ellas se graban las impresiones del bien dulce y claramente; las del mal entran con violencia y jamás quedan bien grabadas, ó a lo menos, del modo conveniente. La experiencia de las desgracias del genero humano nos ha demostrado ya bastantemente lo inútil y dañoso del terrorismo, y nos ha convencido de la necesidad de la dulzura para manejar a los hombres.
¿Mas como podremos no tener enemigos dentro y fuera de nuestra Patria, si dejamos de ser virtuosos, y si acaso damos pruebas de que nuestro patriotismo no es mas que un velo negro y espantoso, con que cubrimos el feo aspecto de nuestras pasiones? ¡Ah! Es preciso entonces que todo ente racional nos abomine, nos aborrezca, nos deteste y nos maldiga: es preciso que confundan la idea que formen de nosotros con la que anteriormente hayan formado de los espíritus infernales; y a fe que tendrán razón de hacerlo.
Muchos hay que vinculan el patriotismo en solicitarlos empleos de la Patria: otros se quejan de que no les den a ellos las plazas que ocupan otros, que dicen no ser de este sistema: otros cometen mil bajezas por poner enemistados a aquellos de cuya desgracia esperan su propio provecho. ¿Y quieren estos hombres que les llamemos Patriotas? Entonces también seria patriotismo la rapiña de las águilas en el aire, la ferocidad carnicera de los tigres en los bosques, y la voracidad monstruosa de los tiburones en los mares. Llamemos de una vez patriotismo a todo horrendo y despreciable y no profanemos la virtud dándola el mismo nombre que al vicio. Seamos malos sin que preciemos de ignorantes.
Dispensad, hermanos míos, este fogoso deseo de vuestro bien: mirad que no pudierais corregiros sin que hubiese uno que os desagradase con la critica de vuestros vicios; advertid que si en todas partes ha habido hombres viciosos, tampoco han faltado espíritus fuertes que combatan los errores. El bien de mis semejantes, y la gloria de Chile dirigen esta pluma, que en algo se parece a la de Tácito; aun que no en lo sublime de los pensamientos, si en el motivo de sus rasgos. Los buenos encontraran aquí sus elogios; y los malos, los medios de no serlo. Amor a la virtud, y odio eterno a la inmoralidad: este es mi mote, y debe ser lo de todo el que quiera merecer el titulo de buen Patriota, de amigo de los hombres.