Analizando un discurso: «Give me liberty or give death», de Patrick Henry

JUAN VIZUETE

A lo largo de la historia hay discursos conmovedores y emocionantes. También los hay acertados en forma, con una estructura clara y precisa. Así como también encontramos disertaciones que logran convencer a los oyentes y cambian el rumbo de la historia. El discurso declamado por Patrick Henry en marzo de 1775 tuvo todos esos elementos: Fondo. Forma. Contexto.

Hacía poco más de un año, unos colonos disfrazados de indios habían lanzado un cargamento de té a las aguas de Boston en protesta por una subida de impuestos y aranceles. Esto supuso la chispa que prendería la pólvora de la revolución. Sin saberlo, esos ciudadanos americanos habían comenzado la guerra de la independencia estadounidense.

Unos meses después de aquel “Boston tea party” (así se llamó a esa revuelta), 13 colonias se sublevaron contra la metrópolis británica. El 23 de marzo de 1775, en la Iglesia episcopal de San Juan, en Richmond, ocurría la “Segunda Convención de Virginia” donde se decidiría si la colonia se sumaba a la contienda. La sociedad y la votación estaban divididas. Un bando abogaba por levantarse en armas contra el imperio británico, mientras que el otro frente defendía seguir negociando con el Rey, a pesar de ser constantemente ignorados. Las acusaciones de traidores y anti-patriotas se arrojaban de un frente a otro. Todo estaba en suspenso antes de la votación, en la que también estaban presentes los futuros presidentes George Washington y Thomas Jefferson.

Tras varias intervenciones de otros asistentes, Henry se levanto de su asiento en la tercera fila. No llevaba notas ni escrito alguno, solo le acompañaba “un fuego sobrenatural ardiendo en sus ojos” (según un pastor bautista presente). Comenzó…

“Señor Presidente. Probablemente no haya hombre que piense más alto que yo del patriotismo, así como del talento de los muy dignos señores a los que me dirijo en esta Convención. Pero los hombres a menudo ven diferentes un mismo tema o con diferentes prismas y, por lo tanto, espero que no consideren una falta de respeto a Uds. si, exaltado como estoy yo, vierto opiniones muy opuestas a las suyas, expresando mis sentimientos libremente y sin reservas. Este no es momento para ceremonias. La cuestión planteada […] es nada menos que como una cuestión de libertad o la esclavitud, y en proporción a la magnitud del tema debe ser la libertad del debate. […] ¿Debería contener mis opiniones en un momento así, por miedo a ofender?

Esta breves frases del Exordium le sirven para construir su ETHOS, la justificación del orador. Primero eleva su patriotismo por encima de lo común, para después elevar junto a él al resto de los presentes, ganándose la simpatía de los contrarios a su causa. En unas escasas frases, ha fijado firmemente su legitimidad para hablar y ha excusado su posible vehemencia. Además, ha presentado la causa como una situación de libertad o esclavitud (¿falacia del falso dilema?), por lo tanto los presentes solo pueden elegir: Ser libres o ser esclavos.

Sigue un discurso cargado de metáforas e imágenes mentales, sigue:

[…] Es natural al hombre entregarse a las ilusiones de la esperanza. Tenemos la tendencia a cerrar los ojos ante una verdad dolorosa, y escuchar el canto de sirena hasta que nos transforma en bestias. ¿Es esta la parte de los hombres sabios, involucrados en una gran y ardua lucha por la libertad? ¿Estamos dispuestos a ser el número de aquellos que, teniendo ojos, no ven, y, teniendo oídos, no oyen, las cosas que tan de cerca afectan a su salvación temporal? Por mi parte, cualquiera que sea la angustia de espíritu lo que cueste, estoy dispuesto a conocer toda la verdad, para saber lo peor, y para proveer para ella.”

Finaliza aquí la construcción del ETHOS y la causa. Henry lanza preguntas retóricas cuya respuesta sirve para apoyar su postura. Advierte que deben luchar contra su propia naturaleza de cerrar los ojos ante la verdad dolorosa, pues los presentes son “hombres sabios” y deben de estar por encima de ese carácter humano. Termina esta parte señalando que, en favor de la verdad, está dispuesto a sufrir cualquier “angustia de espíritu” que esto le suponga.

Sólo tengo una lámpara por la que se guían mis pies, y es la luz de la experiencia. No sé de ninguna forma de juzgar el futuro, que el pasado.

Con esta metáfora comienza la parte central del discurso, aquí el ETHOS deja paso al LOGOS (la razón, la lógica). Según las crónicas, esta parte fue un crescendo cada vez más fuerte y poderoso, como una tormenta que se acerca lenta pero irremediablemente. A partir de este momento comienza una exposición de hechos donde interpela a los presentes sobre el motivo de Gran Bretaña para traer su ejército a América, concluyendo lo siguiente:

[…] Estos son los instrumentos de guerra y el sometimiento, los últimos argumentos que los reyes entienden. Les pido, señores, ¿qué significa esta matriz de guerra, que no sea obligarnos a la sumisión? Señores ¿pueden asignar cualquier otro posible motivo para ello? ¿Gran Bretaña tiene un enemigo, en esta parte del mundo, para llamar a la acumulación de todo esta armada y ejércitos? No, señor, no tiene ninguno. Ellos son para nosotros, ya que no pueden ser destinados a ningún otro.

El silogismo es tan simple como potente: El ejército sirve para someter a los enemigos. Si Gran Bretaña ha traído su ejército es para someternos, pues aquí no hay nadie más que nosotros. Continúa el discurso con una tríada petición-protestas-súplica, para afirmar que han sido ignoradas-insultadas-despreciadas. La elección de palabras crea un mapa mental perfecto:

[…] Hemos solicitado, hemos protestado, hemos suplicado, nos hemos postrado nosotros mismos delante del trono, y hemos implorado su intervención para detener la mano tiránica del ministerio y el Parlamento. Nuestras peticiones han sido menospreciadas, nuestras protestas han generado más violencia y el insulto; nuestras súplicas han sido ignoradas, y se nos ha rechazado, con desprecio, desde el pie del trono.

Expone que se ha hecho todo lo posible para no llegar a esta situación. Está justificando el casus belli, la razón para que haya una guerra. Para ello, hace uso de una potente imagen, del pueblo suplicando mientras son rechazados “con desprecio, desde el pie del trono”. Solo les queda una alternativa posible…

[…]Si queremos ser libres […] ¡tenemos que luchar! Lo repito, señor, ¡tenemos que luchar! ¡Un llamado a las armas y al Dios de los Ejércitos es todo lo que nos queda!”

Patrick Henry sabía que una gran crítica a entablar guerra contra el imperio británico era la diferencia de poder militar. Hubiese sido un gran error hablar únicamente de sentimientos sin poner de relieve la capacidad armamentística propia. Henry sabía cuál era el poder que ellos tenían: la población americana, los colonos.

Se nos dice, señor, que somos débiles, incapaces de hacer frente a adversario tan formidable. Pero, ¿cuándo vamos a ser más fuerte? ¿Será la próxima semana, o el año que viene?[…] Señor, no somos débiles […]. Tres millones de personas, armadas en la sagrada causa de la libertad, y en un país como este que poseemos, resultan invencibles frente a cualquier fuerza que el enemigo despache en nuestra contra.”

Cerrando esta parte central del discurso para comenzar la Peroratio advierte que, aunque no sean lo suficientemente fuertes, ya no tienen otra alternativa posible, reforzando la idea de la guerra como la única solución. Esto sirve de nexo para entrar con fuerza en el final del discurso, declamando en lo mas alto del crescendo.

[…] Además, Señor, no tenemos elección. Aun si fuésemos lo suficientemente fuertes para desearlo, ya es demasiado tarde para retirarse de la contienda. ¡No existe la retractación sino es en la sumisión y en la esclavitud! ¡Nuestras cadenas se han roto! Sus chasquidos se escuchan en las praderas de Boston. La guerra es inevitable. Así pues, ¡dejadla venir! Repito Señor: ¡Dejadla venir!

[…] Resulta vano, Señor, prolongar este asunto. Los hombres podrán gritar: ¡Paz, Paz!, pero la paz ya no existe. La guerra ya ha empezado. El próximo galeón que parta hacia el norte traerá hasta nuestros oídos el retumbar de las armas. ¡Nuestros alientos ya están en el campo de batalla! ¿Por qué permanecemos, entonces, inactivos? ¿Qué es lo que los hombres desean? ¿Qué es lo que quieren? ¿Es la vida tan preciada, o la paz tan dulce, como para ser comprada al precio de las cadenas y de la esclavitud? ¡Prohíbelo, Oh Dios Omnipotente! Ignoro el curso que otros han de tomar; pero en lo que a mí me respecta:”

 Y sujetando un abrecartas de marfil y poniéndolo junto a su pecho, bramó las palabras que darían nombre a este discurso. Vociferó las palabras que estallaron en revolución:

 “¡Dadme libertad o dadme muerte!

 

Juan Manuel Vizuete Calafell es Socio-fundador de Retoria Formadores en Comunicación. Abogado y Asesor en Comunicación y Oratoria. (@juanvizuete)

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Discurso íntegro de Patrick Henry: https://beersandpolitics.com/give-me-liberty-or-give-me-death

Traducción del discurso David Pérez: https://www.ersilias.com/discurso-patrick-henry-la-convencion-virginia-23-marzo-1775/