Al frente de la OTAN

ROGER ROSICH

La invasión rusa de Ucrania ha recuperado la presencia mediática de la OTAN. Pero 2022 coge la Organización del Tratado del Atlántico Norte en un momento confuso de su historia. En los últimos tiempos parecían tener que llegar aires de cambio en el seno de la organización. Emmanuel Macron llegó a hablar de una provocadora “muerte cerebral” de la OTAN y Donald Trump, como presidente de Estados Unidos, puso en duda la financiación del organismo.

Y en este momento, sin Merkel liderando de facto la Unión Europea, con Alemania gobernada por un tripartito con los Verdes dentro, y con los socialdemócratas como primer partido entre los jefes de Estado y de gobierno del Consejo Europeo, el gran oso ruso devuelve la guerra a la historia de Europa.

Por si esto fuera poco, el secretario general de la Organización, Jens Stoltenberg, antiguo primer ministro noruego, tiene previsto dejar el cargo en octubre, cuando expira su mandato y porqué además le espera otra responsabilidad más tranquila: gobernador del Norges Bank, el Banco Central de Noruega. Cargo al que se presentó y que ha conseguido a instancias de su buen amigo y antiguo número dos, Jonas Gahr Støre, actual primer ministro noruego.

Con su próxima salida, se abrirá el melón de la sucesión al cargo: un melón de origen y consumo europeo; tema que en las actuales circunstancias ni Joe Biden ni Justin Trudeau pondrán en duda.

El debate sucesorio al liderazgo de la Alianza Atlántica viene de lejos y fue en Italia el lugar donde primero se habló de ello. Los italianos, que se ubican mejor en Bruselas que en Venecia, y confiados en los equilibrios norte-sur, fueron los primeros a pronosticar un próximo secretario general de la OTAN que fuera meridional, para compensar los hasta ahora dirigentes nórdicos. Y es que antes de Stoltenberg hubo un danés (Anders Fogh Rasmussen) y un holandés (Jaap de Hoop-Scheffer). El último meridional a ocupar el cargo fue el español Javier Solana de 1995 a 1999 y el último italiano fue el diplomático Manlio Brosio de 1964 a 1971, contando también con un par de secretarios generales en funciones interinas o una larga época de vicesecretarios generales italianos (¡más de 45 años nada menos!).

Con todo esto, algunos se atrevieron a hacer conjeturas en los ambientes áulicos romanos. Y cuando Mario Draghi dejó el Banco Central Europeo, los corrillos se retomaron al ver que al frente de las principales instituciones supra-nacionales no había ningún italiano: el portugués António Guterres estaba en la ONU y el español Josep Borrell de Alto Representante de la Unión Europea.

En su momento se habló de Franco Frattini, ministro de Exteriores de Berlusconi, antes ministro de la Función Pública, comisario europeo de Justicia en la Comisión Barroso, actual presidente del Consejo de Estado Italiano y quien también sonó como candidato a presidente de la República en el intento fallido de sucesión de Sergio Mattarella. Pero Frattini es un rusófilo con óptimas relaciones con el Kremlin y son malos tiempos para sonreír a Rusia.

Otro que se dejaba querer para el cargo era Matteo Renzi, con sus credenciales de ex primer ministro. Renzi es alguien que se ve capaz de todo, pero hoy es sólo el líder de una formación política menor. En cambio, su antiguo antagonista y antecesor en el gobierno, Enrico Letta, sí sería un perfil adecuado para tal responsabilidad, pero eso supondría perder su fortalecido liderazgo del PD italiano.

Se puede dudar que sea el turno de otro socialdemócrata como Letta y si el cargo pasará a un conservador, o a un liberal. Y pensando en liberales, el país que tampoco ha tenido nunca el liderazgo de la OTAN es Francia, por su histórica mala relación gaulliana con la asociación de defensa. Si Emmanuel Macron consigue la reelección en unas semanas, veremos hasta qué punto marca la agenda del futuro próximo de la Alianza y cuál es su caballo ganador.

Pero la idea que avanza con fuerza es que sea una mujer, por primera vez, la que lidere la Organización. En su momento y como opción conservadora femenina para el cargo se habló de la actual presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen. En aquel entonces era ministra de Defensa de Alemania, y Alemania no ha dirigido la OTAN desde el 1994, en el mandato de Manfred Wörner, que fue justamente el del deshielo de la Guerra Fría.

De aquí a octubre pueden ser muchos los que pidan cita a Angela Merkel para pedirle sea ella quien asuma el nuevo liderazgo de la Alianza. La cuestión será si ella querrá tal responsabilidad; de lo cual tengo muchas dudas.

Entre las exjefas de gobierno que se han planteado o se podrían plantear han estado Theresa May, ya descartada por su relación actual con el premier Johnson y por la niebla del Brexit, o la ex primera ministra de los belgas, Sophie Wilmès; pero el presidente del Consejo Europeo es Charles Michel, su padrino político, y eso la sacaría de la lista.

Otra opción es Dalia Grybauskaitė, durante diez años presidenta de Lituania y comisaria europea con Prodi y Barroso, mujer y representante de los países de la antigua URSS. Grybauskaitė era vista como una opción compleja al ser beligerante con Rusia, pero dado que la beligerancia ahora ya es directa por parte de Putin, ya no es necesario disimular.

Quien fue la primera mujer presidenta de Croacia, Kolinda Grabar-Kitarović, era otra contendiente femenina con opciones, pero en su caso es justamente la cercanía con Putin, pero también su radicalización política a la derecha, lo que la descartaría a día de hoy. Estos dos factores pesan demasiado incluso para un perfil que podría parecer ideal, ya que la croata fue también subsecretaria general de diplomacia pública de la OTAN de 2011 a 2014, ministra de Europa y ministra de Relaciones Exteriores y embajadora del país en los Estados Unidos.

Habrá más nombres posibles, pero en cualquier caso la sucesión de Stoltenberg se tendrá que debatir en Madrid, en la cumbre de la OTAN programada para este junio. Si la situación en Ucrania sigue igual, tendrán algún que otro tema de más importancia para tratar y tendrán menos tiempo para acordar un perfil idóneo. Un perfil para ser una especie de jefe de relaciones institucionales al frente de una agrupación de defensa militar intergubernamental y justo en un contexto de guerra a las fronteras de Europa.

 

Roger Rosich es asesor en comunicación política e institucional (@rogerosich)