ÀLEX COMES
Cada vez que trato con un cliente el diseño la ejecución de diferentes estrategias de movilización y activismo dentro de una campaña, electoral o no, siempre suele aparecer una cierta controversia con la figura clave dentro de estas acciones. ¿A quién me refiero? Al voluntario-activista, sin lugar a dudas.
La política americana y todo el show que se genera alrededor de las diferentes campañas que se realizan en el país de las barras y estrellas son, sin lugar a duda, una luz cegadora para todos aquellos que nos apasiona todo lo relacionado con el mundo político (políticos, consultores, analistas, periodistas… ) y es esta luz que nos afecta, la que nos impide por ver la realidad con la que vamos a tener que preparar las diferentes acciones de campaña.
Por poner dos ejemplos, para los consultores, nuestro candidato no es Barack Obama (adiós y gracias) y para los políticos, su equipo de grassroots no es el que ha tenido el 44 presidente de los Estados Unidos de América en las dos campañas electorales en las que ha competido, que posteriormente se han alargado durante sus 8 años en la presidencia.
Y es en este segundo punto donde me quiero detener (está claro que Obama solo hay uno, para lo bueno y lo malo). Probablemente, el político en cuestión, haya visto la multitud de documentales, reportajes y análisis que se han hecho de las diferentes campañas de Barack Hussein en 2008 y 2012 y, por supuesto, la importancia de la estrategia puerta a puerta con su posterior recogida y ordenación de datos ejecutada por un ejército de voluntarios que a simple vista se desvivían para que Estados Unidos tuviera el primer presidente afroamericano de su breve, pero intensa, historia.
Es entonces cuando vienen las odiosas comparaciones y el candidato gira el cuello y ve lo que tiene detrás para poder prever el éxito (o no) de nuestro canvassing diseñado. Entonces, ahora ¿qué hacemos? ¿Se debe desechar esta acción por pensar que no disponemos del equipo necesario?
Probablemente, no dispongamos de unos recursos humanos idóneos para poder ejecutar nuestras acciones pero, sin lugar a duda, tendremos un grupo de personas que son perfectamente capaces de poder llevarlas a cabo. Durante estos últimos años la política ha ganado protagonismo en nuestros medios y, por tanto, los ciudadanos han ido adquiriendo conceptos políticos que anteriormente no tenían.
¿Dónde está el problema?
Los diferentes cargos políticos (siempre hay excepciones) suelen vivir alejados de la realidad de los diferentes voluntarios-activistas de los partidos, obviándolos durante largas temporadas y buscándolos cuando los necesitan, lo que genera cierto desgaste entre las dos figuras y una pérdida, lógica, del compromiso para luchar por el mismo objetivo. Luego también está el caso de las secciones juveniles que muchas (la mayoría) de las veces son tratados como equipo de fuerza para realizar las funciones más arduas mientras solo reciben condescendencia e indiferencia pensando que es la mili que ellos también han pasado.
Para que una campaña, electoral o no, sea un éxito es absolutamente imprescindible tener un equipo conectado y motivado que se sienta partícipe de tu proyecto y esto solo es posible si se cuenta con ellos desde el minuto uno. Los activistas son los altavoces de nuestro mensaje y son ellos los responsables de que nuestra idea tenga la máxima audiencia entre los ciudadanos.
Yo siempre abogo por tener un equipo de voluntarios-activistas organizado, abierto, que esté estructurado de manera horizontal, en el que el candidato o portavoz político sea parte activa y real de esta organización y que tenga una duración durante toda la campaña. Es imprescindible poder generar un debate abierto en el que las diferentes propuestas emitidas sean escuchadas y estudiadas y , cuando corresponda, llevadas a cabo.
Una campaña electoral no funciona sin voluntarios, sin voluntarios comprometidos y motivados.
Àlex Comes (@alejandrocomes) es politólogo y periodista. Manager de SPQ Consultores.