SERGIO PÉREZ DIAÑEZ
Pocas series de televisión españolas han alcanzado los niveles de popularidad y éxito de ‘Aquí no hay quien viva’, la ficción sobre las desventuras de una comunidad de vecinos situada en la calle Desengaño.
La mítica serie de Antena 3 finalizó hace más diez años, pero aún hoy sigue muy presente en el imaginario colectivo, ya sea por los memes de las redes sociales o por su constante reposición en algunas cadenas de la TDT.
Pese a ser una serie coral, con un protagonismo muy repartido entre los diferentes vecinos que habitan en la finca, es indiscutible la preeminencia de dos personajes para el recuerdo: Emilio Delgado, el sufrido portero de la comunidad, y Juan Cuesta, el Presidente de la misma (interpretados por Fernando Tejero y José Luis Gil, respectivamente).
Juan Cuesta tenía problemas conyugales, sus hijos le salieron rebeldes y su ascenso a jefe de estudios nunca llegó, pero se consideraba poseedor de un gran honor: haber sido durante más de 10 años el Presidente de Desengaño 21.
Durante su largo mandato ejerció el poder de forma honrada y con una clara veta progresista, declarándose firme defensor del talante y de los gais (sus vecinos del 1ºB), además de creer en la necesidad de “pensar en verde” de cara a su próxima campaña electoral.
¿Les suena? Por aquel entonces, España vivía el primer gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, quien apostó por políticas y/o iniciativas similares. Puede que sólo sea una coincidencia, pero el señor Cuesta (como Zapatero) hubo de hacer frente a un plan secesionista: el de la mitad de los rellanos del edificio, pese a implorar a los vecinos de los rellanos B no emprender una suerte de “Plan Ibarretxe”.
Esta fue, sin lugar a dudas, una de las grandes crisis a las que tuvo que hacer frente durante su dilatada Presidencia, que también podría recordarnos a la de Felipe González. Cuesta, como González, estuvo varios mandatos en el poder y tuvo que hacer frente a las acusaciones de corrupción de la oposición.
“Váyase, señor Cuesta”, le espetaba Doña Concha durante las juntas, haciendo referencia a Aznar durante su oposición al último gobierno de González.
Pese a su honradez, Cuesta tuvo una Presidencia de luces y sombras, pues siempre se le achacó la “crisis del ascensor” y hasta tuvo escándalos sexuales que pudieron costarle el cargo.
En primer lugar, su sonado affaire con Isabel Ruíz (más conocida como “La Hierbas”) tras el accidente y entrada en coma de su esposa.
Y, en segundo lugar, el conocimiento por parte de la comunidad de algunas de sus prácticas sexuales con dicha vecina.
La crisis fue de tal magnitud que Cuesta hubo de difundir un video en el que juraba (con solemne escenografía y elegante vestimenta) no haber cometido los hechos que se le atribuían. A las señoras del 1º nunca llegó a convencerlas, pues su lenguaje corporal le había delatado a través del temblor de una ceja. Con ello, los guionistas de la serie parodiaban a un Bill Clinton acorralado por el caso Lewinsky, demostrando que también se atrevían con políticos al otro lado del charco.
Otras polémicas del ‘cuestismo’ fueron la prohibición del consumo de tabaco en la comunidad (por aquel entonces se aprobaba la conocida como “Ley Antitabaco” del gobierno de Zapatero), así como el intento de estafa a la compañía de seguros junto con parte de los vecinos tras la compra de unas puertas blindadas. Cuesta, finalmente, confesó, pero llegó a proponerse “tirar de la manta y negar cualquier vínculo, como Felipe con los GAL”.
Es posible pensar que la carga política de ‘Aquí no hay quien viva’ se resume a la Presidencia progresista de Juan Cuesta, pero si viste la serie también recordarás la ideología conservadora (cuando no franquista) del personaje de Doña Concha. La anciana se había hecho fotos en el Valle de los Caídos, achacaba la existencia de “antros de vicio” como los clubs de striptease a la entrada de España en la UE y siempre mostró un ferviente rechazo desde Radio Patio al matrimonio y la adopción por parte de las parejas gais.
A lo largo de la serie, Concha siempre consideró ser más útil para la defensa de los intereses de la comunidad permaneciendo en la oposición, pero igualmente llegó a ejercer el poder a través del chantaje a su alquilada Belén López, quien fue nombrada Presidenta por sorpresa en la recta final de la serie.
“Somos un lobby y tenemos una presidenta títere, como PRISA con Zapatero”, llegó a congratularse el trío de señoras.
En conclusión, todos recordamos la serie, pero quizás aún no somos conscientes que se trata de un producto televisivo muy singular: una gran parodia de la política española. Nuestra propia ‘Veep’.
Sergio Pérez Diáñez es politólogo por la Universidad Pablo de Olavide (Sevilla). (@spdianez)