JOSÉ ESTEBAN MUCIENTES
Ya ha acabado (es un decir) la segunda campaña electoral en seis meses. Y ha sido una campaña extraña, rara, difícil, dura y, sobre todo, marcada por la acción en las redes sociales. Si es que las anteriores (autonómicas, locales, etc.), no podían haber sido calificadas como el súmmum del ridículo.
He participado en activismo político, lo reconozco, incluso de manera salvaje. En muchos casos insultando a la (falta de) inteligencia de los adversarios políticos. Atrás quedan momentos como los vividos con el infiltrado humorista del PP que lanzaba mensajes de gran jocosidad hasta que la corrupción lo enfangó todo. Atrás quedan mensajes hacia el papel de una IU reducida a la nada, salvo porque Alberto Garzón (aka El Dipucuqui) nos ha dado momentos de gloria. Atrás quedan incluso esos momentos que nos ha dado (y seguirá dando) el PSOE de luchas internas en las que pierde más tiempo que en preocuparse de los que han sido sus votantes. Incluso más atrás quedan esos momentos en los que Pombo se nos emocionaba gritando sobre conjunciones copulativas en lugar de disyuntivas, quizá anticipando un posible momento en el que a la ciudadanía nos garantizarían una cópula sin ganas.
Todo lo anterior tiene un punto en común: las redes (o la Red) no eran tan importantes como hoy en día, quizá porque vivíamos en un mundo en el que lo que importaba era la acción y no la postura; donde el lenguaje era importante, pero no había tanta gente en Facebook; en el que se tomaban las redes como una simple estadística más en la que los partidos no estaban representados.
Pero, ah amigos, llegó el 15M. Sí, he de reconocer que seguí muy de cerca el 15M, lo que ello significaba: personas ocupando unas calles públicas por las que pagan impuestos, personas debatiendo, personas buscando puntos en común… hasta que llegaron la psicodanza, el reiki y otras mandangas. Lo típico de la izquierda, que se cree anticapitalista pero que abraza cualquier mierda infumable. Y todo eso lo seguí a través de las redes. De hecho, el 15M trajo una cosa que sí es buena: nos podíamos enterar de primera mano de lo que pasaba. Los periodistas (gracias, Carmela Ríos, por ese estupendo libro) informaban de primera mano sin tener en cuenta filtros o líneas editoriales, dejando incluso de lado filias y fobias. El periodismo ciudadano podía florecer en España.
Sin embargo, como Spain is different, todo lo que traemos de fuera o vamos a exportar (ocupando lo que haiga falta) se convierte en tumulto, revolución y techos de cristal. Y de ahí surge Podemos. El que podría haber sido el famoso partido red que tanta falta nos hacía en nuestro sistema político: descentralizado, facilitando la toma de decisiones horizontal y usando Internet como base para poder realizar su trabajo, al final se ha convertido en el estratega necesario para que Internet se haya convertido en la piedra filosofal con la que obviar el mundo real.
El 26J y todos sus errores
Esta campaña del 26J, además de ser la más aburrida y tediosa de los últimos años, nos ha dado varios de los momentos más extraños que yo recuerde. Voy a narrar mis sensaciones e intentaremos sacar alguna conclusión.
Empecemos por el principio: el presidente del Gobierno (como institución del Estado) aspira a revalidar su posición. Para ello, lanza una estrategia de perfil bajo: no hay eventos gigantescos como en otras ocasiones (¿ya no hay dinero que blanquear?) y se dedica a hacer algo que funciona, estar con la gente. Sí, también con las vacas y las alcachofas, pero al final ha estado rondando por el que es su granero de votos: el mundo rural. Para la gente de ciudad el PP lanzó un vídeo con gatitos. Aunque no salió ninguno, quizá por el hecho de que cada vez que se habla de gatitos fuera de Internet, muere un gatito. Un gatito venezolano desnutrido, de los que nos trajo Tintori en su última visita.
PDRO SNCHZ se ha dedicado a hacer lo suyo: es decir, menos aún que Mariano. El PSOE vive anquilosado en la nada de su ombliguismo. Cierto es que la perfecta imitadora de María Teresa Campos que tiene en Andalucía cada vez que habla sube el pan y da más miedo que un nublao (cosa más que ratificable si os tomáis unas cañas con alguien del PSOE-A), pero el esfuerzo de hacer campaña contra la derecha y aún-más-a-la-izquierda acaba desgastando. Sobre todo si has pactado anteriormente con Ciudadanos. Cosas veredes, Sancho.
Sobre Ciudadanos y su estrategia sólo puedo decir que me parece un acierto su fórmula elegida para el suicidio. Un pacto con el causante de la ruina de España (porque son de los que compran el argumento de la herencia recibida) a la vez que montas un pifostio considerable para ver un partido de la selección en Barcelona se me antoja una de las más molonas fórmulas posible. Y eso que había varias, pero al menos no han decidido que Girauta posara en bolas.
Y ahora vamos a la gran esperanza blanca. Pablemos, perdón, Podemos ha hecho de su estrategia en red el mejor reclamo para alejarse de la sociedad. Primero, fagocitando a la coalición política anteriormente conocida como Izquierda Unida para que ésta obtuviera los mejores resultados posibles, pero, por otro lado, sin hacer un esfuerzo por contrarrestar los ataques que recibía. Podemos ha sido el punching ball de la campaña. Ha hecho lo posible para contrarrestar los ataques de Clubber Lang y de Iván Drago, pero, al contrario que Rocky Balboa, no ha sabido hacer un contraataque demoledor que le diera la victoria en terreno contrario. O lo ha intentado, pero le ha salido mal la jugada.
No hay nada más imperdonable que la renuncia a los principios (que se lo digan al PSOE o al PP) y hoy ser socialdemócratas y tras ser anteayer comunistas, pero a la vez renunciar al comunismo mientras reclamas un postcomunismo molón venezolano no es una de las mejores fórmulas posibles de seducir a la gente para que te vote. Utilizando la jerga Pokémon de la que tanto se habla hoy día, Podemos usó confusión, Podemos está confuso, Podemos está tan confuso que se hirió a sí mismo.
Y, por último, los poderes fácticos. Hemos tenido grandes invitados a esta campaña. La prensa ha ejercido de contrapeso a un lado y a otro. Venezuela, casos de corrupción, informaciones sobre conspiraciones en las más altas esferas… Eso ha convencido a unos sí y a otros no (al estilo de Kang y Kodos haciendo promesas electorales), pero también ha dejado a más de un tercio de la población hastiada de la política, de los políticos y con un mensaje muy peligroso: que todos los políticos son iguales. Y qué decir de la Justicia (con mayúsculas); pues que mientras unos hacen su trabajo (con las sospechas del Gobierno por los plazos, casualidad que sea necesario acortar los plazos de instrucción).
La conclusión es que tenemos los políticos que nos merecemos. España sigue siendo una sociedad cainita en la que el chiste de Pues sí, hombre, pues sí. Pues no, y el carro es mío así que te bajas sigue siendo más que aplicable.
Y los políticos que nos merecemos siguen sin hacer esfuerzos por ver la realidad completa. Se dejan asesorar por los de fuera porque en casa seguro que no sabemos usar la segmentación avanzada de Facebook en connivencia con la prensa que no compra casos de éxito de casa si no hay publicidad de por medio o miran con ojos tiernos lo que pasa en Twitter sin darse cuenta que es una muestra muy mínima y polarizada de la población. Casi me hacen añorar esos tiempos con Llamazares en Second Life, todo un éxito de crítica y público.
Quizá el término “mayoría silenciosa”, que tanto gusta de usar a Sáenz de Santamaría, otrora vicepresidenta y hoy haciendo la competencia a David Guetta, sea verdad. Y por eso deberíamos dejar de pensar en las partes. O al menos dejar de confundirlas con el todo.
José Esteban Mucientes es director de Finanzas en @somoscuchillo, presidente de @aerco_comunidad (@mediotic).
Publicado en Beerderberg
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