ALEIX SANMARTÍN
A todos nos gusta una buena historia. Vivimos en la era del storytelling. De todos es conocido el poder de las narrativas. Mediante historias, nuestros padres nos enseñan cuando somos niños valores como la justicia, la lealtad, el esfuerzo o el respeto. Con historias nos entretienen, pero también a través de ellas, nos socializan. Mediante narrativas y metáforas, nos persuaden para que realicemos acciones como lavarnos los dientes, acostarnos temprano o completar las tareas escolares.
Los científicos cognitivos descubrieron hace algún tiempo que el cerebro humano entiende mejor los conceptos abstractos y complejos, si estos son presentados por medio de una estructura narrativa.
A lo largo de nuestro trabajo en campañas electorales, hemos encontrado numerosos casos de comunicaciones que pretendían enmarcarse en la narratología y que en nuestra humilde opinión no respondían a este modelo. Algunos creen que el storytelling consiste en la realización de spots autobiográficos de candidatos; otros, que la narratología se basa en contar simpáticas anécdotas o incluso en impregnar los discursos con bromas.
Para nosotros, la narratología política nada tiene que ver con esto. Esta técnica de comunicación es la construcción del mensaje político en base a una estructura narrativa que presenta roles de héroes, villanos y víctimas, y que está enmarcada dentro de una estrategia en forma de relato.
Por tanto, estamos hablando de la construcción de un mensaje político. Hacemos referencia a planes, programas, presupuestos, iniciativas, ideas políticas. No se trata de edulcorar o descafeinar el contenido político del mensaje. Se trata de relatar el mensaje político desde un punto de vista narrativo, es decir, con un planteamiento, un nudo y un desenlace. Con una tensión dramática, y unos roles que asignaremos a los actores de nuestro mensaje.
En cualquier narrativa, los roles siempre son los mismos. El héroe, el ayudante del héroe, el villano, el ayudante del villano, la víctima a la que hay que salvar, proteger o vengar; y la misión a la que el héroe convoca a la audiencia.
El héroe es el protagonista de nuestro relato. En él se ven reflejados todos atributos y valores positivos, como la justicia, la bondad, la lealtad… y es el encargado de cumplir la misión de la historia, es decir, el tema central de nuestro drama político. El héroe puede ser un candidato político, una política pública, un movimiento social, un producto o un servicio al que dotaremos de protagonismo en nuestra historia.
Pero el héroe, por el dramatismo de la narrativa, generalmente no puede desempeñar la misión en solitario. Para ello requiere de la colaboración del ayudante del héroe. Este papel, aunque auxiliar, es bien importante, puesto que ayuda o asiste al héroe en el cumplimiento de la misión. Todo Batman requiere de un Robin que le acompañe en la superación de obstáculos, y lo apoye en su lucha contra el mal.
Por su parte, en el otro lado del cuadrilátero narrativo, nos encontramos con el villano, el antagonista del héroe. Y como antagonista que es, representa todos los atributos negativos, tales como la injusticia, la maldad, la oscuridad, la deslealtad, etc. El villano es contra quien se va a establecer la narrativa o misión de la historia. Héroe y villano, lógicamente, presentan junto con sus ayudantes una dialéctica continua simbólica.
El villano también puede ser un problema público o social, una necesidad a la que hay que dar respuesta, un partido político, un líder corrupto, una cultura antagonista a la nuestra o un vicio personal o colectivo.
Finalmente, se encuentra la víctima a la que hay que salvar, proteger o vengar. La víctima representa el fin último por el cual establecemos el conflicto narrativo. Como ciudad Gotham asediada por el mal a la que Batman va a liberar de los villanos. La víctima puede ser la sociedad, puede ser una persona, puede ser un país, un grupo social, consumidores o el propio héroe.
Una vez desarrollados los roles comunicacionales, nos adentraremos en presentar las cuatro estrategias narrativas que utilizamos para el enmarcado político. A partir de los trabajos de George Lakoff y la escuela de Essex, en nuestra firma hemos desarrollado un modelo de cuatro estrategias generales en las que se enmarca el mensaje político. Estas son: la defensa numantina, la buena sociedad, el hombre/mujer hecho a sí mismo y la élite corrupta.
La “élite corrupta” es la historia de una minoría gobernante y despótica que tiene sometido a un pueblo o nación, a través de sus malas artes: la corrupción, impunidad y los malos gobiernos son la característica de estos villanos. El héroe es el encargado de desafiar a esta élite corrupta e invitar a la ciudadanía, que puede ser el ayudante del héroe, a derrocar a este gobierno tiránico. Los lectores más informados habrán percibido que esta narrativa es la que está siendo instrumentada por Iñigo Errejón y Pablo Iglesias en su movimiento Podemos, importada principalmente, aunque no exclusivamente, de la comunicación electoral de Rafael Correa en Ecuador con su revolución ciudadana.
El “hombre o mujer hecho a sí mismo” nos sumerge en un universo narrativo cuyo tema principal es la superación de obstáculos y adversidades. En este modelo generalmente héroe y víctima juegan el mismo papel, puesto que se trata de la superación de dificultades y problemáticas personales. Un ejemplo de este tipo de historia sería la del recordado CEO de Apple, Steve Jobs.
La “buena sociedad” nos presenta una historia mucho más esperanzada y positiva que nos habla de la voluntad de superación colectiva de la comunidad. Estamos todos juntos para mejorar o vencer las adversidades a través de la unidad, la esperanza y el cambio, que plantean una mística de superación colectiva. Los ciudadanos pueden ser el héroe o su ayudante. Esta mística fue la que sometió a referéndum Barack Obama en su campaña primaria contra Hillary Clinton y, posteriormente, en su contienda presidencial.
Para finalizar, la “defensa numantina” propone la superioridad moral de una cultura/etnia con respecto a otras foráneas, e invita a los usuarios del relato a participar en un conflicto por proteger la identidad o la cultura del héroe. Sin duda, esta última es la que legitima los grandes enfrentamientos internacionales.
Así, presentaría a Osama Bin Laden como el héroe, a la yihad islámica internacional como el ayudante del héroe, a los pueblos musulmanes como la víctima, y a Estados Unidos, Israel y el capitalismo global como el villano y los ayudantes del villano. La narrativa desarrollaría la siguiente secuencia: “Durante años Estados Unidos, junto con su aliado Israel, y el capitalismo global, representado en McDonald’s, MTV o Walt Disney, han sometido y vejado al pueblo del Islam. Pero un héroe, un mártir, Osama Bin Laden, ayudado por los muyahidines, van a emprender una guerra santa para destruir a Estados Unidos y liberar al pueblo musulmán”.
En este breve artículo, hemos pretendido transmitirles nuestra visión acerca de la narratología política y nuestras técnicas de construcción de mensaje político. Sin duda un tema fascinante que nos remite a obras que, como la Ilíada, la Odisea y la Biblia, se conforman como herramientas de persuasión y coerción colectivas.
Aleix Sanmartín es consultor político y director general de Sanmartin Politics, firma especializada en la construcción y difusión del mensaje de alta precisión. www.aleixsanmartin.com / @aleixsanmartin
Publicado en Beerderberg
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