Reseña: «Psicopolítica» (o el poder seductor del Big Data)

MIREIA CASTELLÓ

En tiempos complejos, nuestras inquietudes siguen buscando respuestas en los textos de los grandes pensadores. El mantenimiento de las cifras de venta de ensayos filosóficos corroboran la tendencia de que la filosofía sigue siendo el refugio de la mente y del alma, tanto para explicar los pequeños obstáculos de la vida cotidiana, como las grandes preguntas sobre el sentido de la vida.

Entre los éxitos recientes que está cosechando el ensayo filosófico destaca el autor alemán de origen surcoreano Byung-Chul Han, profesor de filosofía y estudios culturales en la Universidad de los Artes en Berlín. Han, nacido el 1959 en Seúl, se formó en metalurgia antes de emigrar a Alemania, donde estudió filosofía, literatura alemana y teología católica y se doctoró con una tesis sobre Heidegger.

Discípulo de Sloterdijk, ideólogo de la famosa metáfora del “Palacio de cristal”, el autor vierte su mirada crítica hacia los grandes temas de la sociedad contemporánea. Su ensayo “La sociedad del cansancio” se convirtió de en un bestseller en Alemania, lo que le valió el apodo de “el nuevo Nietzche”.

En “Psicopolítica”, su último libro traducido al español por la editorial Herder, Han ahonda en el concepto del poder y en como se materializa a nivel psicológico, desde una perspectiva más personal e íntima, contraponiéndolo a una visión más abstracta y global. Esta focalización hacia la dimensión “micro” del poder permite al autor vincular la información que los ciudadanos mostramos en las redes sociales con lo que para él es una de las mayores y peligrosas fuentes de poder: el Big Data.

Con un estilo breve, conciso, seductor e irónico, Han inicia su viaje hacia la psicopolítica con un retrato de lo que él denomina “la crisis de la libertad”. En el sistema neoliberal, los ciudadanos actuamos como empresarios de nosotros mismos, lo que nos conduce a explotarnos de forma ilimitada. En este contexto, se producen nuevas necesidades que, según Han, interpretamos erróneamente, equiparando su satisfacción a un acto de liberación. En el ámbito de la política, uno de los principales problemas que presenta esta “autoexplotación” es la dificultad de articulación de un “nosotros político” con capacidad de movilización y acción común.

Por otra parte, el autor advierte que cuanto mayor es el poder, más silenciosamente actúa. En su forma negativa, se presenta como una fuerza violenta que niega la libertad. En cambio, actualmente el poder adopta una forma permisiva, amable, que depone su negatividad y, por tanto, nos ofrece (y promete) más libertad. Han señala que este “poder inteligente” se presenta tolerante y fascinante y que, en vez de someternos, nos conduce hacia la adicción. En lugar de hacernos sumisos, nos hace dependientes. Seduce, en vez de prohibir. No nos impone silencio, sino nos exige compartir, expresar ideas y emociones, participar; explicar nuestra vida. Por tanto, esta forma de poder es más efectiva por que no niega o somete la libertad, sino que la explota.

Para analizar este contexto, resulta interesante la comparación del “panóptico” de Bentham, que aislaba a los individuos con fines disciplinarios, con el “panóptico digital”, donde los “residentes” se comunican constantemente y se “desnudan” por su propia voluntad, participando de forma activa en su construcción.

Tomando como base al filósofo francés Deleuze y su diagnóstico sobre las crisis de los entornos de reclusión, establece la psicopolítica como la forma de gobierno del régimen neoliberal. En la era digital, las técnicas de dominación neoliberal serían la motivación, el proyecto, la competencia, la optimización y la iniciativa. El tránsito y la mutación que implican estas  técnicas son representadas por el topo y la serpiente. El topo es un trabajador que no puede soportar la presión hacia la apertura y se transforma en una serpiente, moviéndose por espacios abiertos.

Una de los enfoques más controvertidos del autor parte de que el objetivo del sistema neoliberal es la circulación ilimitada de la información. Así, los secretos, la extrañeza o la otredad serían obstáculos para la libre circulación de la información. Por tanto, la reclamada transparencia no sería más que un mero “dispositivo neoliberal”. En este punto, Han dirige su crítica hacia los ciudadanos como votantes-consumidores-espectadores y su escaso interés real por la política, que nunca iría más allá de la vigilancia y la queja, como los consumidores ante servicios o productos que no les gustan, lo que provoca que “la libertad ciudadana ceda ante la pasividad del consumidor”. Por su parte, los líderes y los partidos políticos también se encuentran inmersos en la lógica del consumo, ya que su maquinaria está ideada para “proveer” información procedente de la explotación del Big Data: el “data-mining”, para conocer mejor a los votantes e influenciarlos.

Como ciudadanos nos sentimos libres, tenemos a nuestro alcance todos los medios para expresarnos y poner en valor nuestra individualidad, pero en realidad estamos más controlados que nunca: nuestros patrones de comportamiento son previsibles y cuantificables. Frente al imperio de la información y el control, Han advoca por el ejercicio de una rebeldía personal que nos libre de ser reducidos a datos. Una llamada a la revolución mediante el ejercicio del “idiotismo” de Spinoza, como forma de superar la coacción de la hipercomunicación.

 

Mireia Castelló es politóloga, especialista en comunicación política e institucional.

Publicado en Beerderberg

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