ANGEL ARCE
Mark Thompson, actual presidente y consejero del New York Times y ex director general de la BBC, en su libro «Sin palabras: ¿Qué pasa con el lenguaje de la política?”, establece una hipótesis y reflexión a través de un recorrido histórico desde el origen filosófico del discurso y la retórica, pasando por una revisión de momentos mediáticos y políticos relevantes para el lenguaje público como el debate del Obamacare, la administración de Margaret Tatcher y la Guerra de Irak, hasta la primera llegada al poder de Donald Trump y su impacto en la era de la opinión inmediata gracias a la hiperconectividad que ofrece el Internet y las Tecnologías de la Información y la Comunicación (Tics), en dónde afirma que hemos llegado al fin del consenso político, institucional y discursivo alcanzado a nivel global principalmente después del fin de la Segunda Guerra Mundial.
El fin del consenso podemos distinguirlo especialmente en el intercambio de mensajes en el entorno digital que se da a través de las plataformas sociales que lo componen como canales en donde las personas —4,888 millones de usuarios que representan el 60.6% de la población mundial— se convierten en sujetos comunicativos y emisores de contenidos propios e inmediatos que son creados a partir de las percepciones personales, juicios morales, de valores sociales, prejuicios culturales y de la influencia del lenguaje público en donde el discurso auntenticista domina hoy el escenario en detrimento de la episteme. En la arena política y electoral que tiene un impacto profundo en la opinión pública, en el imaginario colectivo y en el ánimo social debido a su naturaleza emocional, cultural y retórica, es en donde se presenta con mayor acentuación la descomposición del lenguaje y del discurso político y por ende, del discurso público; se profundiza tras cada elección, tras cada gobierno y candidatura a una velocidad impresionante principalmente en las democracias liberales de Occidente.
En los medios masivos, en los actores políticos y en la opinión pública que en conjunto componen el trípode de influencia de la comunicación política, de gobierno y legislativa, la contraposición de ideas, de argumentos, de propuestas, de causas y de palabras construidas desde un discurso racionalista o lógico, han sido sustituídas por el intercambio de acusaciones, de ataques personales, de adjetivos calificativos y de otros actos verbales y no verbales que en lugar de hechos comunicacionales estratégicos o creativos, podrían catalogarse como una serie de esfuerzos de un concurso de popularidad o de polientertainment destructivo y nocivo, que ha generado como consecuencia una profunda polarización política alrededor del mundo.
La política es un oficio y una actividad humana que tiene el poder de transformar la vida de millones de personas al igual que lo tienen las palabras como parte de la construcción de los signos y los símbolos que integran los diferentes tipos de lenguajes en los que nos comunicamos y que al mismo tiempo, constituyen las realidades sociopolíticas y culturales en las que nos desarrollamos como individuos. La descomposición y la degradación del lenguaje público es un asunto que debería no solo generar consternación en quienes por cuestión profesional, política o personal, nos impacta directamente, pues la vida pública, política y sus lenguajes son concernientes a todos los miembros que componen una comunidad, una calle, una colonia, un estado o un país; es a partir del pathos que movimientos políticos de extrema derecha o de izquierda, agrupaciones radicales y populistas se han adueñado de la narrativa para popularizar su agenda, su ideología y su percepción de la realidad haciendo que el ethos se desprenda totalmente del logos para legitimar en las audiencias ideas como la xenofobia, el racismo, el conspiracionismo, y en general la desconfianza en lo público y en la verdad enalteciendo como banderas y causas políticas todo aquello que represente el desprestigio y avasallamiento del otro, del diferente y del contrincante llegando a los espacios de poder y decisión afectando no solo a las minorías étnicas y sociales, sino también, al conjunto de la sociedad y con ello al conjunto de los derechos y las libertades que componen a las democracias avanzadas y en desarrollo.
¿Cómo contrarrestar la descomposición del lenguaje público y político?
¡Con creatividad! Las palabras importan y estas, son producto de las ideas y de la creatividad y el conocimiento que las inspiran dentro de nuestras cabezas. Dave Trott director creativo publicitario, autor y conferencista a lo largo de su obra compuesta de historias y anécdotas de la vida real- recopiladas en seis excelentes libros – han motivado la reflexión de cómo a partir de la creatividad viva y la creatividad interconectada, se puede potenciar la inspiración para crear cambiando constantemente el paradigma no solo de la comunicación comercial o política, sino también la manera en cómo podemos afrontar la adversidad, las situaciones inesperadas y el desastre de manera creativa pero también, de manera individual colectiva y comunicativa con claridad siguiendo tres simples reglas: impactar, comunicar en el lenguaje del público objetivo o audiencia meta, de las personas pues y persuadir de manera emotiva desde la razón, la lógica y el sentido común, no con productos comunicativos prefabricados, copiados o de “tendencia” que solo gustan y alegran el día a quienes los diseñan, los producen y los presentan. La creatividad viva nos rodea, está en las calles, en las conversaciones de las personas desconocidas de todas las ciudades, está en sus historias y sus acciones diarias. Es ahí en donde podremos encontrar también, la materia prima para recuperar la razón, las ideas, los argumentos, las causas, el entusiasmo y las palabras necesarias para reconstruir el consenso, nuestro lenguaje público y político y por ende, el deterioro de nuestra vida democrática, cultural y social.
Las palabras y la creatividad en la política importan y por ello es fundamental que en los mensajes, los contenidos, las estrategias y las acciones tierra – aire que se implementen en la comunicación política, de gobierno y legislativa estén siempre presentes tanto el discurso autenticista como el racionalista pero también, los elementos populares y culturales que hacen de la comunicación humana el elemento fundamental del funcionamiento de nuestra vida en sociedad: Escuchar, comprender y empatizar con las y los demás.
Ángel Arce Ortiz es Director creativo, consultor político y fundador de Luciérnaga 360º, agencia de comunicación y creatividad política, publicidad y boutique de diseño. (@AngelArceOrtiz)