Lecciones del proceso constituyente chileno: entre el miedo y la utopía

JORDI SARRIÓN I CARBONELL

Capítulo I: El origen y las causas. De las protestas estudiantiles al sueño frustrado de Bachelet

La ola de protestas que experimentó Chile desde octubre de 2019 no se corresponde con un caso aislado. Desde 2006 el país ha vivido toda una serie de protestas en las que las diferentes luchas sociales y sectoriales han ido confluyendo paulatinamente y alterando el sentido común de la sociedad chilena. Al llegar al 2019, el cuestionamiento del régimen político en las calles fue tal que Chile parecía un país diferente al que fue antaño, pese a que, como analizaremos a lo largo de la presente disertación, en la actualidad existen voces que cuestionan este planteamiento. Y es que, si podemos encontrar una explicación a la situación en que se encontraba Chile en 2019 está en estas palabras de Antonio Gramsci (La Trivial, 2015):

«En los momentos de crisis orgánica ya nadie dispone de la capacidad indiscutible de definir el sentido común».

Hace apenas un año me reuní virtualmente con el constituyente chileno por el Partido Socialista Tomás Laibe para una entrevista que publicamos en la revista de análisis político y social Contexto y Acción (CTXT). Preguntado al respecto de cómo llega Chile a la situación de 2019, Laibe pone encima de la mesa dos factores. Por un lado, la ola de protestas que vivió el país, que comenzó con las protestas estudiantiles de los Pingüinos en 2006 y que fue caldeando el ambiente hasta 2011, momento en que las movilizaciones se convierten en masivas, y la generación de líderes estudiantiles que representan figuras como la de Gabriel Boric, en protagonista (Sarrión-Carbonell, 2022).

A las luchas que buscaban blindar la educación y convertirla en un derecho (frente a la concepción mercantilista de la Constitución de Pinochet) debemos sumar otras protestas de carácter medioambiental (contra las represas, por ejemplo), en defensa de las pensiones, de las disidencias sexuales, el movimiento feminista o las reivindicaciones regionales en zonas como la Patagonia —que, si bien comenzaron por cuestiones como el elevado precio del gas, pronto adquirieron un carácter más transversal y comenzaron a incorporar otras demandas, como las que hemos mencionado anteriormente. Al final, algunas de las demandas (especialmente las de los estudiantes) fueron resueltas durante los gobiernos de la coalición de centroizquierda (Concertación).

En este sentido, es necesario mencionar la figura de Michelle Bachelet, quien fue presidenta de Chile en los períodos 2006-2010 y 2014-2018. Como comenta Laibe (en Sarrión-Carbonell, 2022), Bachelet consiguió implementar importantes reformas, como una reforma tributaria más progresiva, la legalización del aborto, reformas en el ámbito de la salud y las reformas educativas ya mencionadas anteriormente. No obstante, la presidenta se encontró con numerosas resistencias, incluso dentro de sus propias filas. Las tensiones constantes en el seno de la coalición a la hora de profundizar las reformas que necesitaba el país y de plantear debates como la redacción de una nueva Constitución fueron dejando muchas demandas insatisfechas en el país. La coalición contaba, pues, en sus filas, con sectores situados más cerca del establishment económico chileno que de los más desfavorecidos, como expone Laibe (Sarrión-Carbonell, 2022).

Capítulo II: El estallido social. No fueron 30 pesos, fueron 30 años

“Es la indignación por el abismo que separa a la gente de a pie de sus representantes y las instituciones”. Así sintetizaba en octubre de 2019 el periodista Juan Cristóbal Peña lo que estaba acaeciendo en Chile, apenas un mes después del estallido social que se originó por la subida de los precios del metro en Santiago y la indignación de miles de estudiantes, lo que numerosos analistas consideran la gota que colmó el vaso tras años de protestas. Se produjo una revuelta sin precedentes en Chile que tiene que ver con un estado de hartazgo generalizado. En palabras de Fernández Droguett (2022):

“Como señalan George Didi Huberman y Judith Butler, toda revuelta supone un levantamiento de los cuerpos que se erigen y se sublevan, hastiados de un estado de cosas que ya ha pasado a vivirse como insoportable”

Por aquel entonces, el balance ya resultaba escalofriante: 15 muertos, casi 100 heridos por arma de fuego y cerca de 1.500 detenidos (Peña, 2019). El sentido común estaba cambiando en el país, y la Plaza Italia de Santiago se llenaba de miles de personas que, con diferentes demandas, se aglutinaban en torno a frases y lemas comunes, que representaban diferentes anhelos para cada uno de los presentes, esto es, se convertían en significantes vacíos. En palabras de Jiménez y Patarroyo (2019), “el significante vacío debe ser entendido como aquel que organiza el campo discursivo, donde gracias a un proceso de articulación se establece hegemónicamente un significado propio que va a impregnar el sentido común”.

Así, palabras como “libertad” y “justicia”, frases como “no fueron 30 pesos, fueron 30 años” o “hasta que la dignidad se haga costumbre” ocuparon las calles, universidades y, paulatinamente, los espacios mediáticos. Si bien unas semanas antes un triunfante presidente Piñera proclamaba que Chile constituía un oasis de estabilidad y prosperidad económica en América Latina, semanas después llegaría a afirmar que Chile se encontraba en una guerra. El apoyo a las protestas fue tal que, incluso figuras mediáticas como el futbolista Gary Medel mostraron su apoyo a las protestas. El futbolista, como recuerda Peña (2019) llegó a afirmar en su cuenta de Twitter que “una guerra necesita 2 bandos y acá somos 1 solo pueblo que quiere igualdad”, al tiempo que acusaba a los dirigentes políticos del país de estigmatizar las protestas en lugar de buscar soluciones frente a los problemas de fondo que aquejaban a los chilenos.

En el mismo sentido se muestra Laibe (en Sarrión-Carbonell, 2022), para quien las protestas supusieron un quiebre de la institucionalidad y el sistema de partidos chileno, constituyendo el mayor hito de movilización de la democracia y consiguiendo incluso que se decretara el estado de sitio. Asimismo, señala Laibe (2022) que también es muy importante tener en cuenta la rápida descentralización de las protestas. Personalmente, recuerdo aquel noviembre de 2019 visitando un Santiago totalmente patas arriba, y un Valparaíso donde el arte urbano lleno de color había dado paso a nuevas manifestaciones artísticas con un tono mucho más duro, reivindicativo y crítico. En Chile caían las estatuas y el Pueblo comenzaba a cuestionar la Historia oficial. A esta fase, según el planteamiento de Laibe (2022), podemos llamarla proceso destituyente, ya que se caracterizó por un cuestionamiento de las bases que sustentaban el régimen político chileno y por una impugnación casi total de este.

Capítulo III: Del proceso destituyente al proceso constituyente. La inclusión de los nadies en la vida política chilena

En noviembre del año 2019 se firma el Acuerdo por la Paz, según el cual se estipula la redacción de una nueva Constitución política para Chile. A pesar de que algunos partidos políticos se muestran en contra de institucionalizar la protesta, actores fundamentales como el presidente Gabriel Boric (que va incluso en contra de los postulados de su propio partido) deciden continuar transitando esta senda. Este anhelo queda sintetizado a la perfección por Laibe (2022), cuando afirma que era el momento de pasar de las palabras a los hechos porque “nuestro pueblo no puede darse el lujo de vivir constantemente en revolución y con las calles en llamas”. La elección de la nueva Asamblea Constituyente está marcada, como recuerda el constituyente (2022) por cuatro características: la reserva de escaños para los Pueblos originarios, el carácter paritario de la Asamblea y sus órganos adjuntos, la creación de reglas especiales para favorecer la participación de los independientes y la pérdida de peso de los partidos políticos, que habían sido el principal objeto de impugnación por parte de los manifestantes.

De hecho, recuerda Bordel (2023) que las dos grandes coaliciones de centroderecha y centroizquierda apenas sumaban 60 de los 154 escaños de la Convención Constituyente en el año 2021. Asimismo, la derecha no contaba con el tercio necesario de los escaños para poder tener poder de veto sobre las decisiones que se tomaban en la Cámara. Se abría un nuevo panorama político en el país, donde los jóvenes, los representantes de los Pueblos originarios, LGTBI, el colectivo feminista y numerosos outsiders políticos y figuras independientes pasaban a ser los encargados de dirigir el muevo rumbo que debe tomar el país.

Como explica Laibe (2022), el momentum político se encuentra marcado por un tejido social que entra en bloque dentro de un órgano decisorio con tanto poder como una Asamblea Constituyente, un “Chile real que sale de la alfombra donde había pasado años encerrado”. No obstante, la inclusión de tantos actores nuevos y tantos independientes supuso una dificultad añadida, ya que “todo el mundo celebraba tanta diversidad pero nadie sabía cómo crestas íbamos a hacerlo” (Laibe, 2022), y además no contaba con suficientes estructuras para catalizar y comunicar toda la energía del momento. También deviene importante remarcar que una parte muy importante de los esfuerzos estratégicos y comunicacionales de los partidos y organizaciones progresistas fueron volcados en la larga  campaña para convertir a Boric en presidente, hecho que dio espacio y tiempo a las fuerzas de la bancada de la derecha para reorganizarse.

Tres años después de aquel 2019 en que se puso en marcha la hoja de ruta de la Constituyente, el panorama resultaba desalentador, tras un plebiscito en que el 61.89% de quienes votaron decidieron decir ‘no’ a la nueva Constitución. Como expone Fernández Droguett (2022), la coyuntura política y social cambió diametralmente en el país. Para él, una de las claves para comprender lo que acaeció pasa por partir de que la paciencia de los Pueblos frente a los procesos de cambio es limitada. Por otro lado, el autor, plantea que el miedo a un cambio demasiado profundo y a perder las pocas certezas materiales y económicas existentes, unidas al rápido desgaste que experimentó la imagen de los constituyentes posibilitaron el avance del ‘no’, la reorganización de las fuerzas de derecha y la construcción de una nueva hegemonía restauradora, que propugnaba hacer del ‘no’ en el plebiscito un nuevo pretexto para el olvido, como ocurrió en los años 80 (Fernández Droguett, 2022).

Antes de proseguir con los nuevos rumbos que tomó el proceso huelga que paremos un momento y nos preguntemos: ¿Qué es lo que pasó para que un Pueblo que votó mayoritariamente a favor de iniciar un proceso para una nueva Constitución la rechazara? Los argumentos son muchos y de tipologías muy variopintas, pero señalaremos tres cuestiones que apunta Fernández Droguett (2022) y que nos parecen importantes. En primer lugar, existe la posibilidad de que aquella nueva hegemonía cultural y política que se vivió durante las protestas no fuera tal, y hubiese un porcentaje no desdeñable de la población simpatizante con las revueltas que, a la vista de los numerosos errores de los constituyentes, decidiera tomar una cierta distancia.

En este contexto, es posible que existiese una mayoría silenciosa en el país que, si bien no era reticente a las protestas, no anhelaba un cambio profundo y radical en la sociedad chilena, sino una serie de reformas que, sustancialmente, no alterasen el statu quo. Lo que parece cierto es que 1) el fracaso del proceso constituyente favoreció un estado de desánimo generalizado en los sectores más transformadores y 2) abrió la puerta para la emergencia de una ola tecnocrática en el país, consistente de la búsqueda de una solución técnica y desideologizada ante los problemas de los chilenos, como expone Bordel (2023).

Capítulo IV: La restauración. El retorno de los partidos políticos

Tras el fracaso del ‘sí’ en el plebiscito constituyente, ante un estado de apatía y desánimo generalizados, las encuestas de opinión pública comenzaron a mostrar una tendencia creciente hacia la preferencia por perfiles técnicos y la vuelta de los partidos políticos, así como por un proceso constituyente menos líquido y voluble. En este contexto, plantea Bordel (2023), se decidió que el nuevo impulso constituyente debía contar con tres fases. La primera de ellas está marcada por un grupo de 24 expertos, elegidos por el Congreso y Senado para asentar las bases de una nueva Constitución Chilena. Una vez redactado el documento base sobre el cual trabajar, la ciudadanía debe elegir a un Consejo Constitucional formado por 50 personas, encargadas de realizar las modificaciones pertinentes sobre la base previamente redactada por los expertos. Por último, un nuevo plebiscito previsto para el 23 de noviembre de 2023.

La clave para comprender el retorno de la influencia y el peso de los partidos políticos se encuentra en las normas y los procedimientos que se dan durante la nueva intentona constituyente. En este sentido cabe interpretar un dato: las dos grandes coaliciones tradicionales del sistema de partidos de Chile tienen 90 de 155 escaños en el Congreso y 42 de 50 escaños en el Senado (que cuenta con una menor proporcionalidad). Esto les permite controlar la presidencia del comité de expertos y de las 4 comisiones adjuntas que este tiene.

Asimismo, el sistema electoral escogido para elegir a los miembros del consejo constitucional es el del Senado, un sistema que, como plantea Bordel (2023) toma como base las circunscripciones regionales, sobrevalorando las zonas rurales y más conservadoras e infravalorando el voto de las grandes urbes (como el área metropolitana de Santiago o Valparaíso, que representan más del 50% del censo y sólo podrán escoger a 10 de 50 diputados), consideradas feudos de la izquierda. Por poner un ejemplo, “las cinco regiones en las que el derechista radical Kast ganó en segunda vuelta tendrán 17 de los 50 escaños, un 34% de los asientos de la cámara, cuando únicamente representan el 24% de la población”. Lo que parece claro es que la necesidad de una nueva Constitución cada vez preocupa menos a los chilenos, en detrimento de otras cuestiones como la seguridad o la economía, donde la derecha puede encontrar marcos en los que sentirse más cómoda.

Capítulo V: El devenir político de Chile. Algunas lecciones importantes que nos deja el proceso chileno

Lo que pasará en Chile durante los próximos meses es incierto, especialmente por la cantidad de flecos e incógnitas que todavía quedan por resolver. Lo que sí parece cierto es que hay una nueva hegemonía de corte tecnocrático y más conservador que será difícil de disputar para las fuerzas rupturistas con el statu quo neoliberal, como plantea Bordel (2023). Esta tiene lugar tras un cierto descrédito y hartazgo de la población hacia los nuevos cuadros políticos plagados de independientes que debían redactar la nueva propuesta constitucional. Además, también se apuntala una tendencia clara, la restauración de los partidos tradicionales, que parecían condenados a su desaparición (observamos un caso similar en Grecia, donde el advenimiento de partidos como Syriza hizo prever la desaparición del socialdemócrata PASOK, que acabó recuperando cierta influencia años más tarde; también puede observarse esta tendencia con el bipartidismo en España tras el 15M, que se ha recuperado y vuelve a estar cerca del umbral del 50% de los votos).

 Por otro lado, habrá que ver hasta qué punto están dispuestos a ceder los diferentes actores participantes en el nuevo proceso. Así, debemos estar atentos hacia las dos coaliciones chilenas tradicionales, el centroizquierda y el centroderecha: ¿Serán capaces de incorporar y de de absorber una parte de las demandas que se planteaban en las plazas de Chile aquel lejano 2019? Esto será fundamental para comprender si las fracturas existentes en la sociedad de Chile (especialmente en lo que atañe a las enormes desigualdades existentes que no han hecho más que aumentar con la pandemia) consiguen cerrarse y empezar a suturar. Al tiempo, habrá que ver si actores de incorporación más reciente al sistema político como el Frente Amplio de Gabriel Boric se incorporan a la alianza bacheletista o prefieren tejer alianzas paralelas. En este contexto, será clave la capacidad de las izquierdas para plantear un nuevo proyecto integral de país. Como explica Barroso (2018):

La tarea fundamental de las fuerzas progresistas es dotarse de las herramientas teóricas necesarias para lograr subvertir la ya desmejorada hegemonía neoliberal y construir una propia sabiendo conjugar y articular la pluralidad de demandas democráticas que se enfrentan al orden neoliberal y proponiendo un nuevo proyecto integral de país

Nada desdeñable tampoco es la incertidumbre por saber cuál será el rol que desempeñarán actores como el derechista radical José Antonio Kast y su Partido Republicano, que consiguieron disputarle la presidencia a Gabriel Boric en el ballotage y que se muestran en contra de una nueva Constitución para Chile (La Tercera, 2022). A este respecto, es importante remarcar, como explica Bordel (2023) que la nueva Constitución es cada vez menos prioritaria para los chilenos, en un contexto de crisis y de inseguridad creciente. Esta cuestión está relacionada con la de la legitimidad, y aquí nos encontramos ante una paradoja: si la nueva Constitución es menos ambiciosa (como parece que va a ser el caso) generará un mayor consenso social, pero, al tiempo, no construirá una nueva legitimidad democrática. Porque…¿Qué sentido tiene redactar una nueva Constitución para que nada cambie?

A modo de conclusión, me gustaría señalar algunas reflexiones que me dejan este proceso y el seminario ‘El proceso constituyente chileno en el horizonte latinoamericano’ con el profesor Gonzalo Delamaza, que creo que son extensibles a muchas otras realidades políticas. En primer lugar, pienso que, como aconteció en España con la reforma agraria de la Segunda República o en muchas otras experiencias de transformación, una vez se impugna el statu quo el nivel de exigencia aumenta considerablemente, y el grado de paciencia de los actores implicados disminuye. Por ello, nunca podemos dar por sentado un cambio político como puede que ocurriera a algunos de los constituyentes, y tampoco echar a caminar un proceso de estas dimensiones sin mostrar antes avances materiales y tangibles que hagan ver a la población lo que está consiguiendo desde el momento en que estos nuevos ciclos políticos echan a caminar. Llegados a este punto, la principal cuestión que se encuentra encima de la mesa es si los movimientos transformadores serán capaces de comenzar a revertir el aumento exponencial de las desigualdades que venimos experimentando desde los años 70 y América Latina y el mundo son capaces de garantizar un futuro en el que, nazca donde nazca una persona, la dignidad se haga costumbre.

 

 

Jordi Sarrión-Carbonell es periodista, politólogo y @mastercompolin por la UPF. Fundó y dirigió Mirall València y actualmente cursa el máster en Estudios Latinoamericanos del Instituto de Iberoamérica de Salamanca (USAL). Colabora en medios como Contexto y Acción, El País o TVN24 (@jsarrion_)

 

Bibliografía

Barroso, A. (2018, September 3). Devolver al populismo su dignidad teórica. La Trivial. https://latrivial.org/devolver-al-populismo-su-dignidad-teorica/

Bordel, J. (2023). Los partidos tradicionales se adueñan del proceso constituyente en Chile. www.elsaltodiario.com. https://www.elsaltodiario.com/america-latina/expertos-partidos-tradicionales-boric-aduenan-proceso-constituyente-chile

Fernández Droguett, R. (2022, October 26). Las mayorías eran otras. Revista Anfibia. https://www.revistaanfibia.com/las-mayorias-eran-otras/

Jiménez, Jenny Alexandra, & Patarroyo, Santiago. (2019). El populismo en contextos democráticos en América Latina: revisión a los significantes vacíos en el discurso de tres líderes populistas, un estudio desde el análisis político del discurso. Revista mexicana de ciencias políticas y sociales, 64(235), 255-287. https://doi.org/10.22201/fcpys.2448492xe.2019.235.64566

La Tercera. (2022, December 11). José Antonio Kast: “No necesitamos una nueva Constitución.” https://www.latercera.com/la-tercera-domingo/noticia/jose-antonio-kast-no-necesitamos-una-nueva-constitucion/WZEZITGFNND4JNMDAJY4IINXE4/

La Trivial. (2018, August 26). Gramsci se independiza. https://latrivial.org/gramsci-se-independiza/

Peña, J. C. (2022, September 1). La dignidad de los que vienen. Revista Anfibia. https://www.revistaanfibia.com/la-dignidad-de-los-que-vienen/

Sarrión-Carbonell, J. (2022). Tomás Laibe: “Nuestro pueblo no puede darse el lujo de vivir constantemente en revolución y con las calles en llamas.” ctxt.es | Contexto Y Acción. https://ctxt.es/es/20220301/Politica/39049/Tomas-Laibe-Chile-Boric-politica-Convencion-Constituyente.htm