JORDI SARRIÓN I CARBONELL
En el año 1944 se enfrentaban en la contienda política ecuatoriana el “candidato popular” José María Velasco Ibarra y el liberal Miguel Ángel Albornoz, en una elección que nunca llegó a materializarse por la insurrección popular de 1944 (De la Torre, 1996). En un contexto de descrédito hacia la política, Velasco Ibarra se erigió en caudillo y dictador, llegando a pronunciar una frase que define bien el populismo en el Ecuador: “Dadme un balcón y seré presidente” (Moreano y Donoso, 2007: 126). Cincuenta y dos años más tarde, los candidatos Abdalá Bucaram y Jaime Nebot se enfrentaban entre sí en las elecciones presidenciales con idénticas posiciones, y el populismo seguía más vivo que nunca en el país. En el presente ensayo nos preguntamos por qué el populismo retorna siempre a Ecuador, poniendo énfasis en la figura de Abdalá Bucaram.
Populismo en Ecuador: el eterno retorno
Desde los años 40, Ecuador ha vivido en una tensión constante entre los caudillos populistas (Velasco Ibarra, Assad Bucaram, Abdalá Bucaram o Rafael Correa), ”concebidos como la anti razón” y “la negación de los valores que deberían caracterizar a la política” (Butler, 1995: 40; en De la Torre, 1996) y un proyecto modernizador antipopulista, que ha abarcado a candidatos que van desde la derecha neoliberal a la izquierda política del tablero. Pero…¿Por qué triunfa el populismo? Como apunta Isaacs (1991; en De la Torre, 1996), en el Ecuador se vota más a personalidades que a ideologías, y los partidos son fuerzas débiles, que recurren a prácticas clientelares, paternalistas y de patronazgo, en un contexto de descrédito generalizado. Esto ha llevado a una “esquizofrenia política”, según la cual se desprecian la política y el populismo, pero se sigue votando por ellos. Así, la política es concebida como medio de reparto de recursos públicos y no como solución a los problemas estructurales (Murillo de Carvalho 1995:166; en De la Torre, 1996).
Autores como Laclau (2012) o Mudde y Kaltwasser (2019) han tratado de analizar la cuestión del populismo. Nos centraremos en el planteamiento de Moreano y Donoso (2007) por su claridad y concisión, ya que no es el objeto principal de este artículo la discusión sobre qué es populismo. Los autores señalan 5 características inherentes al populismo como estrategia para hacer política. En primer lugar, destacan un patrón de liderazgo personalista, y no necesariamente carismático. Asimismo, toda praxis populista necesita de una coalición multiclasista y transversal, con apoyo de los sectores populares y clases medias (urbanos o rurales). Por otro lado, apuntan Moreano y Donoso (2007: 120), el populismo emplea una forma de movilización política vertical de arriba hacia abajo (top-down) “que subordina mecanismos convencionales de mediación política” y tiene “una ideología ecléctica y anti-establishment”. Por último, encontramos un uso de los mecanismos redistributivos y clientelares como modo de instrumentalizar el voto.
Así pues, el populismo tiene una concepción iliberal de la política y de las instituciones. A este respecto, señalan Plotke (1997) y Urbinati (1998) en De la Torre (2005: 107) que a diferencia de la democracia liberal, basada en el gobierno de la mayoría pero no en la unanimidad de opiniones e intereses, “en el populismo no existe un campo reconocido para la disensión, pues está basado en la total identificación entre el líder (representante) y los representados”. En muchas ocasiones, la voluntad del líder prevalece sobre las normas, ya que, puesto que se concibe que este tiene una misión divina, no se le piden explicaciones sobre sus actos. El triunfo en Ecuador, como exponen Moreano y Donoso (2007), de la noción de Pueblo sobre la de ciudadanía pivota en torno a este eje, de manera que los líderes populistas apelan al voto como fuente suprema de legitimidad, exaltando las virtudes del Pueblo (De la Torre, 2005).
El populismo de Abdalá Bucaram y el Partido Roldosista Ecuatoriano (PRE)
Corría el 24 de abril de 1982 cuando Abdalá Bucaram Ortiz funda el Partido Roldosista Ecuatoriano, en homenaje al expresidente Juan Roldós y a su esposa Martha Bucaram, fallecidos supuestamente en un accidente aéreo en 1981 (Gachet y Molina, 2013). Aprovechando un contexto de vacío de poder, Abdalá Bucaram decide crear el nuevo partido, supuestamente bajo el precepto de continuar con los ideales del expresidente Roldós (Freidenberg, 2003). En este sentido, Bucaram concibe a la naciente opción política como una fuerza “para acabar con la miseria, la desesperación y la pobreza de las clases populares” y “perennizar ante la historia la ideología del más grande demócrata”, Jaime Roldós, con el objeto de llevar a cabo “una auténtica política nacionalista que no sufra de injerencia de doctrinas extrañas y lesivas a nuestra soberanía” (Entrevista a Bucaram, 2000; en Freidenberg, 2003: 99).
El PRE se constituye, por ende, como una escisión del partido que fundara en su día Roldós: Pueblo, Cambio y Democracia. Desde el inicio, como plantean Gachet y Molina (2013: 9), el partido se configura “como una fuerza política hecha a imagen y semejanza de Bucaram, su líder supremo”, en la que los ámbitos público y privado se desdibujan conforme el PRE llega al poder. No obstante, para dotarse de un corpus ideológico, el partido toma e instrumentaliza (al menos, a nivel discursivo) la doctrina del expresidente Roldós. Esto se aprecia en los elementos de su construcción simbólica; por ejemplo, en el caso de la bandera roldosista se emplean los colores rojo (por la sangre del expresidente Roldós), amarillo (simboliza la riqueza y la esperanza del país) y negro (por la tragedia permanente que vivía el Ecuador). También se refleja a través del eslógan “La Fuerza de los Pobres”. Además, como expone Freidenberg (2003: 99):
Bucaram tomó los principios centrales de Roldós: las posturas de centroizquierda; la posición nacionalista en política exterior; el discurso antiimperialista; la propuesta de no intervención internacional y las incorporó al discurso del nuevo movimiento político.
Algunas de las principales características del nuevo partido se empiezan a dibujar durante sus primeros años de historia. A este respecto, Freidenberg (2003) observa un liderazgo personalista de tipo carismático y autoritario en manos de Abdalá Bucaram, una herencia ideológica y organizativa que deja la impronta de sus líderes en el partido (ya comentada anteriormente) y la necesidad de construir una estructura partidista para todo el territorio nacional pese a que la mayor parte de sus líderes fuesen de la zona de la costa en Guayaquil (en torno a un 90%). Esto se produce con el fin de obtener una estructura para todo el territorio nacional y evitar así la “cantonalización” del partido.
En este sentido, el trabajo de la comisión fundadora, más allá de la aprobación del partido por parte del TSE, fue “conquistar apoyo de aquellos dirigentes locales e intermediarios barriales que ya contaban con sus propias redes de relaciones sociales” (Freidenberg, 2003: 122), especialmente los antiguos líderes roldosistas. Por tanto, no se puede entender el populismo de Bucaram sin tener presente su fuerte componente clientelar (con toda una estructura clientelar articulada a través de la figura de los intermediarios barriales, que conectaban al candidato con los ciudadanos en los barrios y municipios), donde aseguraban su voto “a cambio de recibir obras o ciertas prebendas previamente negociadas” (Menéndez Carrión, 1986: 94-95; en Moreano y Donoso, 2007)
En 1996, tras ser alcalde de Guayaquil y tras su exilio en Panamá después de ser acusado de corrupción, Bucaram se presenta por tercera vez a las elecciones presidenciales. Consigue llegar a la segunda vuelta contra el representante de la derecha, Jaime Nebot (Freidenberg, 2003), a quien gana apelando a la movilización contra la oligarquía, que consigue asociar a la figura del propio Nebot. En uno de sus discursos para la segunda vuelta de las elecciones, Bucaram (1996, 6:50) proclama la unidad de todas las fuerzas progresistas y liberales contra el candidato de la derecha, llegando a afirmar:
“Cuando yo sea presidente la derecha ecuatoriana será la esperma derretida en la gran llama de la pasión democrática de los pobres de mi patria”.
Como ocurre con numerosos líderes populistas, la gestión de Bucaram estuvo marcada por un distanciamiento colosal entre sus palabras y sus actos. Destacó un paquetazo económico, que subió de manera drástica los precios de los servicios de primera necesidad y un plan de convertibilidad similar al de Cavallo en Argentina, con el que un dólar pasaba a ser equivalente a cuatro sucres (Freidenberg, 2003). Además, la actitud autoritaria de Bucaram y su corrupción basada en la patrimonialización de lo público propició una alianza entre políticos de la oposición, elites empresariales, altas esferas de las fuerzas armadas y movimientos sociales (De la Torre, 2005), que consiguió cesar al hasta entonces presidente por una supuesta “incapacidad mental” con el apoyo del Congreso, apenas seis meses después de su elección (Gachet y Molina, 2013).
Abdalá: la construcción discursiva de un líder
Toda construcción de una lógica discursiva de carácter populista, en tanto que presenta un fuerte componente personalista, requiere de la construcción de un liderazgo. En este sentido, como explica en Las campañas conectadas Peytibi (2019: 20), “no solo es necesario parecerse al votante, también ponerse en su lugar, entenderlo y saber comunicarlo”. Abdalá Bucaram tenía muy claros los públicos a los que dirigía su mensaje, las metáforas que repetía constantemente y el tono de exaltación con el que lo enunciaba. Para muestra, este extracto de su discurso “Cuando yo sea presidente” (Bucaram, 1996, 6:26), que enunció en la segunda vuelta de las elecciones de 1996, antes de convertirse en presidente de Ecuador:
Decían que los indios no tenían alma, y hoy han creado leyes injustas porque creen que el negro, el cholo, el indio, el pobre, no tienen alma. Esos, los que te han hecho masticar el hambre y vestir la desnudez, aquí están, en este puño. Y yo te garantizo, hermano, que no los voy a soltar, hasta (…) que llegue al poder de la República.
Almeida (1989) analizó la construcción del liderazgo de Abdalá Bucaram a través de su discurso y de su eficaz utilización de los medios de comunicación, ambos basados en la creación de una épica en torno a su propia vida y figura. Así, el candidato tenía muy presente que la meta de toda campaña era introducirse en las conversaciones del día a día de la ciudadanía (Peytibi, 2019), y hacía todo lo posible por conseguir que su mensaje se multiplicase, con una gran capacidad para la construcción de imágenes potentes, como las de sus viajes en helicóptero.
Abdalá Bucaram no dudaba en explicar que su pasión política le venía desde los 7 años, cuando se enfrentó a la fuerza pública para proteger a su madre, ni tampoco en explotar al máximo su propio sufrimiento y experiencia personal con fines electoralistas, como hace con la metáfora del exilio (Almeida, 1989). Al tiempo, Bucaram proyecta a través de los medios de comunicación masiva su relato, el de una persona ordinaria de supuesto origen humilde con una vida extraordinaria a la que sus seguidores podían aspirar. Al comunicar sus éxitos personales en estos espacios de la cultura de masas, Bucaram representaba los sueños de éxito y de movilidad social de la gente común como jugar al fútbol con estrellas, bailar con modelos teñidas de rubio, o transformarse en animador de un programa de televisión (De la Torre, 2005).
El núcleo del mensaje de Bucaram no se encuentra, pues, en políticas públicas ni propuestas concretas. Él mismo se convierte en su propio mensaje electoral; es un personaje batallador, un mesías que ha entrado en política para salvar a los pobres de las garras de la oligarquía ecuatoriana. Además, como explica Almeida (1989), la construcción de su liderazgo pasa también por asociar su figura a virtudes morales y religiosas, que él, en tanto que líder de los pobres, posee. Como ejemplo, la metáfora en su canción electoral de 1994 de que su partido vencerá a las oligarquías (su sujeto antagónico), pues “nuestra gente” (el nosotros que se articula en torno a su figura) “es cristiana” (Partido Roldosista Ecuatoriano, 1994, 0:44). El nombre de Abdalá actúa como un “significante vacío” y constituye la “totalidad significante”, esto es, la palabra “Abdalá” es capaz de aglutinar todas las demandas en torno a las cuales se construye el eje discursivo pobres vs oligarquías (Laclau, 2012 127). Abdalá consigue mediante esta estrategia discursiva erigirse en único representante de “los pobres y los hambrientos” (De la Torre 2005).
Pero… ¿Cómo podemos entender la estrategia populista de Bucaram? Para De la Torre (1996: 327), “a falta de condiciones de estadista, de definición doctrinaria y de programa concreto recurre a la expresión efectista”. El principal relato político de Abdalá es su propia vida, y lo utiliza como palanca discursiva a través de la cual justificar su oferta política. Se convierte en un defensor de los derechos de los pobres y los descamisados de la sociedad ecuatoriana (Almeida, 1989), y su propaganda se encarga de tratar de vender esta visión. En este sentido, más que lo que dice (y promete), destaca lo que no dice. Y es que nunca alude a políticas públicas ni a canales institucionales específicos con los que se van a resolver los problemas y las demandas. Tampoco se incide en las vías presupuestarias con las que se van a implementar “soluciones como la maternidad gratuita, el banco del zapato, desayuno escolar garantizado, etc.” (Almeida, 1989: 66).
Conclusión
A lo largo de esta breve disertación hemos analizado el fenómeno del populismo en Ecuador, estableciendo una definición mínima y planteando la gran paradoja ecuatoriana: pese a que avancen los tiempos y cambien las formas de transmitir mensajes, el populismo siempre (hasta el momento) termina volviendo. Si bien la llegada de Velasco Ibarra supuso un importante punto de inflexión, la irrupción de los Bucaram fue clave para la continuidad populista.
La de Abdalá Bucaram es una figura realmente significativa para comprender la articulación del populismo en Ecuador. Por un lado, representa la entrada en política de un hijo de la inmigración libanesa, que hablaba y vestía como los humildes. Así, fue un hito para la inclusión de sectores que, hasta aquel entonces, no participaban de la toma de decisiones en la política ecuatoriana. Por otro lado, Bucaram acabó sacralizando la decisión de la ciudadanía en las urnas y, así, apropiándose de la voluntad popular.
En tanto que Bucaram empleó un discurso populista en que su figura representaba a los humildes que se enfrentaban a la oligarquía, él mismo acabó convirtiéndose en el mensaje. Esto imposibilitó, pues, los éxitos electorales del roldosismo tras su huida, ya que el PRE estaba completamente asociado a Bucaram, que actuaba como un líder supremo e indiscutible. Asimismo, imposibilitó el normal funcionamiento de la institucionalidad democrática con su concepción patrimonialista de la política y la dilución de la frontera entre el espacio público y el espacio privado, así como entre el partido y el gobierno.
Jordi Sarrión-Carbonell es periodista, politólogo y @mastercompolin por la UPF. Fundó y dirigió Mirall València y actualmente cursa el máster en Estudios Latinoamericanos del Instituto de Iberoamérica de Salamanca (USAL). Colabora en medios como Contexto y Acción, El País o TVN24 (@jsarrion_)
Bibliografía
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