Míriam Juan-Torres es investigadora sénior global en la organización More in Common (MiC) y colaboradora del Othering & Belonging Institute de la Universidad de Berkeley. También ha trabajado como profesora asociada en derecho internacional público en la Universidad Autónoma de Barcelona. Máster en Relaciones Internacionales por la Universidad de Yale y licenciada en Derecho por la Universidad Autónoma de Barcelona, sus temas de investigación son diversos: la polarización social y política, el auge del populismo autoritario, los conflictos, la violencia política o los derechos humanos. Junto a More in Common, ha presentado el informe “Navegando la incertidumbre”, el cual ha intentado investigar la situación social y política en varios países europeos dos años antes del inicio de la pandemia. (@miriamjtg)
Entrevistado por Carlos Magariño
¿Qué dinámicas sociales puede provocar la sensación ciudadana de que la política no soluciona las problemáticas “reales” de la sociedad? Si, como se indica en su estudio “Navegando entre la incertidumbre”, la población ya no está tan ávida de cambio, ¿cuál puede ser la salida a este asunto?
La percepción de que la política no soluciona problemas reales seguramente se debe a dos factores. Por un lado, hay razones estructurales para que la ciudadanía esté frustrada. Las condiciones socioeconómicas en el país son difíciles desde hace años y los indicadores sociales y económicos han deteriorado. Esto ha tenido un impacto también en la calidad de nuestra democracia (por no mencionar también los casos de corrupción o de parálisis que hemos visto en nuestras instituciones).
A su vez, la polarización política también puede agravar esa situación. Hablamos de dos tipos de polarización, la temática (polos opuestos en uno o varios temas) y la afectiva (el uno contra los otros, la construcción de identidades de grupo excluyentes que llevan casi al odio de otro percibido como el enemigo). Cuando se instala la polarización política y se utiliza la polarización como estrategia, parece que lo que importa más es diferenciarse del “otro” y estar en posiciones opuestas, más que resolver las cuestiones que nos ocupan.
Según los datos de “Navegando la incertidumbre”, la población española está agotada y no está en un momento de querer grandes cambios a nivel personal, aunque hay una apertura mayor a cambios en la sociedad dada la insatisfacción existente. Confluyen la nostalgia por un pasado que se percibe como mejor con el miedo por la incertidumbre y el cansancio de los últimos años. Es importante reconocer donde está la genta ahora, tener en cuenta el contexto psicológico, y no agravarlo.
¿Qué consecuencias tiene en el tablero político que en España siga siendo significativo el eje izquierda-derecha? ¿Esa fractura limita la cooperación entre formaciones políticas y así retroalimenta la polarización?
La ciudadanía española percibe que la división entre la gente de izquierdas y de derechas es la mayor fractura existente en nuestra sociedad. La preponderancia de este eje prácticamente obliga a la gente a situarse de un lado u otro. Cuando se presenta una cuestión, si se liga a una de esas dos posturas, aquellos que se encuentran “en el otro lado” van a oponerse, porque se ligan temáticas a ideologías también ligadas a identidades de grupo. Puede llegar a importar más la etiqueta o el quién que el qué. Esta situación dificulta poder avanzar ante retos comunes que requieren acción colectiva y consensos.
¿Qué importancia tiene la globalización y los denominados “perdedores” que ha creado esta para explicar el auge de los populismos y el incremento de la polarización política y social?
Vemos que hay una correlación entre aquellos que se consideran como perdedores de los cambios sociales y el voto a partidos que podríamos calificar de populismo autoritario. La globalización puede ser un factor, pero desde luego no es el único. Llevamos años de cambios en muchos ámbitos y muy rápidos (por ejemplo, redes sociales, demográficos, en la economía…).
Por el trabajo de la académica Karen Stenner sabemos que no todos los humanos tenemos la misma capacidad para lidiar con el cambio a nivel psicológico. Esta politóloga nos habla de la dinámica autoritaria. Por un lado, existe un rasgo psicológico subyacente, presente en parte de la población, que predispone a necesitar homogeneidad y unidad y convive con la dificultad para lidiar con el cambio. En momentos de lo que se llama “amenaza normativa” (cambios ante lo que hasta entonces era normal), esa tendencia subyacente se puede activar. Es una de las teorías que explica porque es en el momento actual que los populismos están atrayendo a una parte mayor de la población.
¿Qué impacto tiene la polarización política en la legitimidad de la democracia y en su eficaz funcionamiento?
La polarización afectiva puede tener un impacto enorme dado que la legitimidad se atribuye o cuestiona según quien sea la persona que promueve determinadas políticas públicas o a quien beneficia el resultado de determinado proceso, no del proceso en si. Por ejemplo, podemos imaginar que, en las últimas elecciones norteamericanas, estas no se habrían deslegitimado por parte de determinado sector republicano si hubiera salido elegido el presidente Donald Trump. Habría sido el mismo proceso, pero lo importante son las identidades grupales y la lealtad a tu grupo y oposición al otro, por encima de lo demás.
¿La mayor desafección política y la menor identidad partidista de la juventud puede desacelerar en un futuro la expansión de la polarización? ¿Qué resultados se podrían observar ante una menor politización de los jóvenes?
Es interesante observar que parece que para los jóvenes la identidad partidista tiene menos importancia, pero aun no sabemos si es un efecto edad o de grupo. ¿Se van a volver más partidistas a medida que crezcan o bien este grupo no va a ser nunca tan partidista? Y no se trata solo del partidismo, el partidismo puede ser importante e ir acompañado de aquellos que difieren o puede llevar a la polarización afectiva.
Y cuando hablamos de menor politización, ¿a qué nos referimos?
No hay garantías de que la democracia y los derechos fundamentales sigan existiendo o se mantengan con fuerza, para que nuestra calidad democrática mejore van a ser necesarios esfuerzos conscientes.
En relación al cambio climático parece existir un consenso generalizado en relación a su importancia y magnitud. Sin embargo, las cuestiones económicas parecen ser más relevantes que el desafío climático. ¿Hasta qué punto la lucha contra el cambio climático puede ser abanderada por uno de los “polos” políticos y así perder legitimidad en el otro?
Que la lucha por el cambio climático se ligue a una identidad política es seguramente uno de los mayores riesgos para el avance en este aspecto. Este es un reto tan grande que es necesario que el conjunto de la sociedad tome conciencia y de apoyo a las medidas que se adopten e implementen. Si se califica a este tema como de izquierdas (o el contrario) vamos a estar excluyendo a aquellos que se perciben de derecha (o no de izquierdas). Que las cuestiones climáticas también se polaricen a nivel afectivo es algo que debemos intentar evitar.
Entrevista realizada por Carlos Magariño, estudiante de Ciencias Políticas en la Universidad Pompeu Fabra. Miembro del espacio La Cúpula (@cmagfer)