CARME GUAL
La madrugada del 2 al 3 de marzo de 2016, este mes hace 6 años, cuatro sicarios asesinaron en su casa, en la vereda de Esperanza, Honduras, a la defensora ambientalista Berta Cáceres. Un año antes había recogido el Premio Goldman, considerado como el mayor reconocimiento del mundo para quienes defienden el medio ambiente. Sus palabras todavía resuenan hoy: “De los ríos somos custodios ancestrales el pueblo lenca, resguardados además por los espíritus de las niñas que nos enseñan que dar la vida de múltiples formas por la defensa de los ríos es dar la vida para el bien de la humanidad y de este planeta…”. Son palabras de una sabiduría arraigada, definitiva. Hay muchas Berta Cáceres en el mundo. En un planeta malherido por la emergencia climática, todavía hay quien mata por seguir depredando territorios, por destruir ecosistemas, para acabar con aquellas que protegen y respetan su entorno, que viene de los ancestros y debe transmitirse a las generaciones del futuro, para el bien de la humanidad. Berta Cáceres supo entrelazar la defensa de los territorios con los derechos de las mujeres, contra las violencias de todo tipo, internas, empresariales, militares, políticas y estatales. Al tiempo que pensaba y actuaba con su pueblo lenca, acogía todas las causas para enfrentar de la forma más efectiva el racismo contra los pueblos indígenas y negros. Como lo expresa su hija: «El compromiso con estas batallas de toda la vida y de la vida». Berta se llamaba defensora y luchadora de esa humanidad.
Berta Cáceres puso el cuerpo, la vida, para defender el río Gualcarque, en el noroeste de Honduras, que se encuentra entre los departamentos de Santa Bárbara e Intibucá, y que es considerado sagrado por el pueblo lenca. El gobierno, sin la consulta previa acordada con los indígenas, aprobó 24 proyectos hidroeléctricos en el país, entre ellos el de Agua Zarca en el río Gualcarque, que se concedió a la empresa DESA. La activista inició una fuerte campaña contra Agua Zarca consiguiendo que varios bancos se retiraran del proyecto. Llegaron las amenazas y la muerte. La repercusión del asesinato implicó la paralización de la construcción de la central por 50 años. La organización que ella fundó, el Consejo Cívico de Organizaciones Indígenas Populares – COPINH continúa la lucha.
El asesinato de Berta no es un caso aislado, forma parte de una estrategia extendida, una verdadera epidemia de violencia contra defensores y defensoras de derechos humanos (DDH), que año tras año las instituciones dedicadas a la protección de los derechos denuncian a nivel mundial. El último informe publicado por Front Line Defenders (FLD) sobre 2021 Global Analysis 2021 | Front Line Defenders incluye datos sobre la violencia ejercida sobre las DDH en todo el mundo, documentando hasta 358 asesinatos en 35 países. La investigación de FLD encontró que los cinco ámbitos más peligrosos de la defensa de los derechos humanos, en términos de número de violaciones (excluyendo los asesinatos) eran: Medio Ambiente/Tierra/Megaproyectos/Derechos de los pueblos indígenas (14,5%), Libertad de expresión (9,4%), Movimiento por los Derechos Humanos (9,3%), Derechos de las Mujeres (8,3%) y LGBTIQ+ (7,6%). Así, como en el caso de Berta Cáceres, las personas más perseguidas son las que defienden derechos sobre la tierra, el medio ambiente y los pueblos indígenas. Casi siempre esto sucede en el contexto de actividades de industrias extractivas, macroproyectos y grandes empresas. En este macabro ranking Colombia sigue siendo el país más mortífero del mundo para las personas defensoras de DDHH, líderes y lideresas, con 138 personas DDH asesinadas en 2021. El segundo lugar es para México y Brasil se sitúa en tercer lugar. En la mayoría de los casos es el propio Estado el perpetrador, a pesar de las obligaciones que emanan de diversos procesos de Naciones Unidas y, con demasiada frecuencia, con leyes y procedimientos nacionales que se incumplen.
Gobiernos e instituciones financieras internacionales deben asegurar que la ayuda y la inversión estén sujetas a la condición de responsabilidad, implementando medidas para salvaguardar los derechos humanos, que incluyan la protección del medio ambiente, el derecho a la libertad de expresión y de asociación. Las compañías privadas no deberían emprender proyectos en países donde estas medidas básicas de protección no se cumplen. Habría que poder sancionarlas, en sus propios países y en el mercado internacional. La epidemia de violencia contra los defensores ambientalistas debe ser abordada tanto desde el punto de vista nacional como internacional. Es necesario detener la impunidad con que se mueven los capitales depredadores, colonialistas y patriarcales, que están destruyendo nuestro mundo exhausto. Hay que aprender y replicar los modelos de aquellas comunidades que protegen los bienes comunes de la naturaleza y reverencian sus territorios ancestrales. La lucha indígena, ambientalista y feminista de Berta Cáceres es modelo y ejemplo para las luchas indígenas en toda Mesoamérica y debería serlo en todo el mundo. Como dicen sus compañeros de luchas “Berta no murió, se multiplicó”. Un ejemplo de ello es cómo la lucha antipatriarcal, anticolonial y feminista, transformó su realidad, con una reflexión comunitaria enfocada a la acción, conectando el trabajo intelectual y el de los cuidados. Repitiendo sus palabras, es necesario continuar con alegría y esperanza por el proyecto de vida… no podemos renunciar a la esperanza.
No sólo defendía un territorio ancestral, luchaba por la continuidad de la vida humana en ese planeta. Si verdaderamente escucháramos lo que nos dicen todos los informes científicos hace tiempo que todas y todos seríamos mucho más radicales al priorizar lo esencial, la vida y los ecosistemas que la hacen posible. Basta con leer la última publicación del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC), que advierte que los impactos del calentamiento global son ya evidentes a nivel mundial. Sin duda, deberían servirnos de catalizadores para acabar con el comportamiento empresarial desenfrenado y temerario que está impulsando la emergencia climática, con efectos devastadores bien visibles en comunidades de todo el mundo. Si no lo detenemos, el calentamiento implicará aún más conflictos por escasez de recursos y suelo, más abusos de los derechos humanos, con más asesinatos de defensoras de sus tierras, como Berta. También implicará el aumento de las migraciones y desplazamientos para encontrar zonas habitables y la interrupción de las cadenas de suministro en todo el mundo, con un importante incremento de la inestabilidad y la pobreza. Las comunidades y países que ya están sufriendo el peso de la crisis climática deben contar con el apoyo de los más ricos, y más responsables, mediante la financiación climática y mecanismos de pérdidas y daños bien financiados.
Como decía Berta Cáceres: “La madre tierra —militarizada, cercada, envenenada— nos exige actuar”.
https://www.frontlinedefenders.org/es/profile/berta-caceres
Carme Gual es Directora de la Agència Catalana de Cooperació al Desenvolupament de la Generalitat de Catalunya.
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Leer todo el monográfico 17: Pensadoras feministas