ANDRÉS OBANDO
Los intereses son el volante en el auto de nuestras vidas. En la política, negocios, comunicación, relaciones interpersonales, etc.; existen objetivos que buscamos con cada decisión y acción. Estos están guiados por nuestro beneficio propio y, si es posible, también por el de los demás. No son necesariamente sinónimos de un utilitarismo egoísta ni antónimos de altruismo, sino que representan una condición humana intentando satisfacer necesidades individuales, auténticas o fabricadas. Dentro de los intereses debemos puntualizar lo último, que pueden encajar dentro de dos condiciones: legítimos o ilegítimos. Cuando decimos legítimos nos referimos específicamente a los que cumplen las condiciones de ética y legalidad, mientras que los ilegítimos pues todos los que sean contrarios a ellas. No buscamos calificarlos como buenos o malos más bien, en un ejercicio complicado de no emitir juicios de valor, este texto busca ser descriptivo dentro de las narrativas de dos productos audiovisuales que han causado reacciones relevantes: la película “Don’t Look up” del director Adam McKay emitida en Netflix y la serie “Succession” creada por Jesse Amstrong emitida en HBO Max. A partir de este punto haremos spoilers de ambas.
En la película “Don’t Look up” encontramos un rico repertorio de intereses dentro de la trama. El primero es el que comparten Randall Mindy (Leonardo DiCaprio) y Kate Dibiasky (Jennifer Lawrence) el de reconocimiento, al mencionar, por ejemplo, en cada ocasión sus títulos académicos de doctor y candidata a doctorado, respectivamente. Este mismo interés después se fusiona con la necesidad de validez en su cruzada para que los datos científicos sirvan de base para las decisiones políticas y prioridades en las acciones inmediatas del gobierno de la presidenta Janie Orlean (Meryl Streep). El Dr. Mindy conserva esta máxima cuando se vuelve una celebridad, ya que cambia su personalidad para encajar en el mundo de la fama. Con respecto de la primera mandataria y su hijo Jason Orlean (Jonah Hill), escribimos sobre ambos ya que en la historia son presentados como seres inseparables, por lo menos hasta antes de que ella lo abandone inconscientemente (o no) en el mitin previo a subir a la nave para abandonar la tierra. En ellos el interés por el poder es el predominante, todas sus acciones se enmarcan en la permanencia en la dirección del gobierno, por eso, toman en serio la amenaza de meteorito solo cuando les es electoralmente rentable. Asimismo, suelen enfocar sus esfuerzos en mantener cercanos a sus principales públicos objetivos o stakeholders, en particular a Peter Isherwell (Mark Rylance), un personaje fusión de los hombres más ricos de nuestro mundo: Elon Musk, Bill Gates, Jeff Bezos, entre otros. Él cumple un papel de control radical sobre la presidenta y el mundo de los negocios a través de su empresa de tecnología Bash. Sin embargo, su interés, como lo deja claro en su impasse con el Dr. Mindy, no está en el dinero sino en la “evolución del ser humano”, es decir, se cree un ser superior, iluminado, elegido, que debe apadrinar a toda la humanidad, un megalómano. No podemos dejar de mencionar a los presentadores de televisión Brie Evantee (Cate Blanchett) y Jack Bremmer (Tyler Perry) ya que representan el papel de los medios de comunicación masivos. En sus palabras, su interés está en entretener, pero podemos excavar más en esa superficie para encontrar que lo que realmente buscan es ser venerados por su condición pública, su alimento es la aceptación de los consumidores de sus contenidos y estilos, esto incluso les hace parecerse en algún punto, aunque lejano, a Isherwell.
Después de estar en un mundo distópico apocalíptico como el de “Don’t Look up”, viajamos a una realidad más cercana a la nuestra, pero igual de desastrosa en varios aspectos, “Succession”. Esta serie enfoca su argumento en los juegos de poder dentro de una familia norteamericana multimillonaria dueña de medios de comunicación, parques de diversiones, cruceros, etc. Siguiendo una lógica jerárquica, que es uno de los principales ejes de la historia, primero debemos mencionar a Logan Roy (Brian Cox), el alfa del imperio. El padre y CEO de las empresas trata de maquillar sus intereses a medida que lo vamos conociendo. En ocasiones suele parecer un hombre de familia amoroso, en especial cuando su fin es poder publicar en los medios una versión alterna de sus hijos y de él mismo, que sea muy lejana al baño de sangre diario que existe entre todos ellos. Sin embargo, sus ojos están fijamente obsesionados con ser un emperador inmortal, incluso en los momentos donde parece buscar a su sucesor, título que parece estar negado eternamente para Kendall Roy (Jeremy Strong) su hijo mayor. Kendall es un personaje más simple, dentro de toda su complejidad psicológica, porque él no quiere en sí poder o el puesto de máximo directivo en Waystar Royco, su fin último es ganarse el respeto de su padre, que, según sus planes, solo lo podrá alcanzar destronándolo, he ahí el porqué de todos sus (demasiados) intentos de motín fallidos. En la siguiente línea de influencia, debemos colocar a Siobhan Roy (Sara Snook) y Roman Roy (Kieran Culkin), su nivel de importancia va mutando acorde a los juegos o decisiones de Logan, por ello los tratamos al mismo tiempo ya que todavía no tenemos claro para quién será la victoria. Shiv es la única que ha tenido una propuesta directa de Logan para asumir el trono, lo cual definió a su personaje quien, a pesar de al inicio de la serie tener intereses en el manejo político, después comparte norte con la presidenta Orlean y su hijo. Sin embargo, no podemos dejar de mencionar que ella tiene una lucha extra contra el machismo de su padre y la industria, lo cual hace que su dedo apunte también hacia un interés de lucha por igualdad de condiciones y oportunidades, pero esto no deja de lado que el final de su camino sea el poder. Roman es un gladiador más en la arena de Logan, pero es el único que llega a obtener su confianza, incluso al nivel de tener en sus manos decisiones transcendentales de negocio como convencer a otros CEO que vendan sus empresas al conglomerado de Waystar Royco. Sus intereses van variando: desde la necesidad de validez como un candidato a sucesor serio hasta su fijación sexual con una de las manos derechas de su padre Gerri Kellman (J. Smith-Cameron); aunque esta última es la predominante. El hijo mayor de Logan, Connor Roy (Alan Ruck), se encuentra en el último puesto en la línea de sucesión, por ahora, ya que sus intereses apuntan a convertirse en el presidente de los Estados Unidos, algo que podría sonar en extremo descabellado teniendo en cuenta que es un hombre que decidió estar lo más alejado posible del mundo sucio de negocios de su familia, sin embargo, tiene sangre Roy, así que en las próximas temporadas podría (o no) tomar un rol más relevante. No podemos terminar sin mencionar a dos personajes que tienen el mismo objetivo pero que lo quieren conseguir de manera distinta pero no opuesta, Tom Wambsgans (Matthew Macfadyen) y Greg Hirsch (Nicholas Braun), el primero, esposo de Shiv y, el segundo, nieto del hermano de Logan. Ambos tienen una necesidad extrema de ser parte de los Roy, por lo que sus intereses son lograr la aceptación familiar y social para no ser considerados forasteros. Es así como ellos, incluso en gran parte de la historia hasta ahora, actúan como equipo, aunque realmente poseen una dinámica de amo-mascota.
Como conclusión podemos decir que los intereses en ambas propuestas audiovisuales se inclinan más hacia los que definimos como ilegítimos, algo que, aunque no suele ser una realidad que nos guste aceptar, es en extremo común en la vida diaria de la humanidad. Los intereses como volante del auto de nuestras vidas, no son intransigentes o inamovibles, tienen la habilidad y capacidad de cambiar de rumbo totalmente, si adelante existe un abismo, un muro o algo que impida el paso, pero claro, esa modificación de norte solo puede hacerla el conductor (nosotros mismos), y como los seres humanos somos seres tan extrañamente complejos, en ocasiones quien maneja el vehículo decide que lo mejor no es virar y evitar el obstáculo, sino estrellarse contra él y más bien acelerar.
Andrés Obando es consultor en comunicación política, especializado en estrategia (@AndresObandoB)