MIGUEL SÁNCHEZ
Cada cuatro años -a excepción del presente por ocasión de la pandemia del COVID-19- ya sea su versión de verano o invierno, celebramos los juegos olímpicos. Una competencia que remonta a las épocas de la Antigua Grecia, pero que no fue hasta 1896, por iniciativa de Pierre Coubertain que nació la versión moderna de los Juegos Olímpicos que conocemos en la actualidad.
La versión moderna se fundamentó en el ideal utópico de inspirar a la población mundial para luchas contra las diferencias políticas, económicas, raciales, religiosas y sociales entre naciones, mientras competían en diferentes disciplinas deportivas.
Las primeras versiones de los juegos se basaron en el ideal aristocrático de la formación del carácter mediante los deportes; y claro estaba que las competiciones se limitaban a los deportes de predilección de los aristócratas de las potencias mundiales participantes.
Los Juegos Olímpicos iniciaron con buenas intenciones. Tenían el objetivo de crear una armonía entre las naciones del mundo a través del deporte, la cual claramente no existía en su momento, y que probablemente todavía no exista. No obstante, sus mejores intenciones, la idea utópica de una armonía entre las naciones del mundo, no perduro en el tiempo. En especial, cuando se politizaron los Juegos Olímpicos.
Aunque el Comité Olímpico esté en contra de manifestaciones políticas por parte cualquier competidor o nación, es imposible evitar que la política se inmiscuya en las Olimpiadas. Desde 1936, podemos observar la politización de las Olimpiadas, como fue el caso de los juegos de Berlín. En los que, Estados Unidos intentó boicotearlos, por el rechazo hacia las propagandas nazis en contra de la comunidad judía y la promoción de los ideales del partido. Además, que no podemos olvidar que, en los juegos de Berlín, Hitler se negó a felicitar y estrecharle la mano a Jesse Owens por ser un atleta de color, hecho que iba en contra de sus principios.
En otra ocasión en Roma 1960, se condenó a Sudáfrica por el apartheid; y, por tanto, esta nación no regresaría a los juegos olímpicos hasta Barcelona 1992, luego de su abolición.
Los estadounidenses de color Tommie Smith y John Carlos, en los juegos de México 1968, luego de ganar medallas, se manifestaron a favor Black Power. Hecho que, llevó al Comité a quitarles sus medallas olímpicas, por el mero manifiesto político en las Olimpiadas.
Es indiscutible, que los Juegos Olímpicos de 1972 en Múnich son un ejemplo de los efectos negativos de la politización en grupos extremistas de la comunidad internacional. Específicamente, cuando un atentado terrorista asesinó a 11 deportistas israelíes.
Moscú 1980 fue boicoteado por parte de Estados Unidos y sus aliados, en respuesta al rechazo de la invasión soviética a Afganistán. Y un hecho similar se repitió en 1984, cuando en las Olimpiadas de Los Ángeles los países comunistas liderados por la Unión Soviética manifestaron la inseguridad a la cual se arriesgaban sus atletas.
En los Juegos Olímpicos de Atlanta 1996, Rusia participó por primera vez individualmente como nación, luego de la desintegración de la Unión Soviética; y un terrorista norteamericano de extrema derecha asesinó a dos personas e hirió a otras decenas.
Durante los juegos de Pekín 2008, el Gobierno Chino recibió fuertes críticas por la situación de los derechos humanos en dicha nación y la ocupación del Tíbet.
Si bien es cierto, que el Comité realiza múltiples esfuerzos para separar los Juegos Olímpicos de las ideologías políticas del momento. Estos intentos continúan fallando, dado que es imposible evitar que una nación o sus competidores politicen sus intervenciones en las Olimpiadas. En ese sentido, podemos decir que, los debates del genero y las controversias sobre las participaciones de las mujeres en los equipos olímpicos, representan una de las pocas ocasiones en las que el Comité aceptó politizarse para presionar a aquellos equipos de participación exclusiva masculina a incluir a mujeres dentro de sus delegaciones.
En la actualidad, más que las ideologías políticas de las naciones, los debates políticos que predominan están relacionados a escándalos de sobornos, corrupción y sobrecostos en inversión de infraestructura por parte de las ciudades anfitrionas de los juegos. Si bien notamos más este tipo de escándalos en países emergentes, como fue el caso de los Juegos de Río, recordemos que ser sede de los Juegos Olímpicos es un mecanismo para demostrar poder ante la comunidad internacional, emulando la idealización de una nación rica, estable y con calidad de vida ejemplar. Por lo que, es evidente que las naciones estén dispuestas a cumplir con dichas expectativas a toda costa.
Es evidente que todo es político, incluso las Olimpiadas, pero no podemos dejar la ilusión utópica y poética de este evento, en el que los atletas nos muestran la capacidad humana de unir naciones desiguales, desintegradas y sin nada en común, en un solo evento, con el objetivo de ganar el oro y representar a una nación.
Miguel Sanchez es Licenciado en negocios internacionales, con master en marketing, estrategia y comunicación política (@Mickeylodeon28)