Lo personal es colectivo: jóvenes y medio ambiente

FLORENCIA PAZ

El sábado 7 de diciembre de 2019 cientos de personas convirtieron la Gran Vía de Madrid en una fiesta improvisada y en una gran protesta. Banderas con imágenes de animales y pancartas coloridas con mensajes como “This is change» [Esto es cambio]; «Climate and ecological emergency» [Emergencia climática y ecológica]; «Care» [Cuidados]; «Now or never» [Ahora o nunca], portadas en las manos de los y las manifestantes, como dibujadas en sus cuerpos, dieron color al evento. En tanto, la música y los bailes amenizaban las calles del centro de la ciudad. 

Esta acción organizada por el colectivo Extinction Rebellion se llevó a cabo en el marco de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático, la #COP25, que se realizaba ese año en la capital española. La denominaron «discodesobediencia» porque el objetivo era protestar con música y bailes contra la insuficiencia de las acciones que se tomaban a nivel global para enfrentar la crisis climática y denunciar las acciones de greenwashing de algunas empresas. Es decir, práctica propagandística en la que se realiza marketing verde de manera engañosa para promover la percepción de que los productos, objetivos o políticas de una organización son respetuosos con el medio ambiente con el fin de aumentar sus beneficios.

Mientras en las calles de Madrid se bailaba y se exigía más acción para combatir la emergencia climática, en otras 23 ciudades del mundo sucedía algo similar.

El 2019 fue el año en el que estallaron distintas protestas en todo el mundo. Desde Chile hasta Hong Kong, la ciudadanía se manifestó en las calles para reclamar demandas que variaban en sus lemas y objetivos. Y ese año, los colectivos medioambientales, compuestos principalmente por jóvenes, se manifestaron como nunca antes contra la crisis climática.  

Si bien el 2020 fue el año de la pandemia y del confinamiento, los y las jóvenes activistas encontraron la forma de seguir manifestándose gracias, entre otras cuestiones, a las posibilidades que otorgan las nuevas tecnologías. Por ejemplo, en Berlín el colectivo Friday For Future expuso sus pancartas frente al Parlamento, como una nueva forma de intervenir el espacio público. 

Según una encuesta de Naciones Unidas, la emergencia climática es la principal preocupación a futuro de la ciudadanía global. También, según sondeos de People´s Climate Vote, la encuesta climática más grande realizada hasta el momento, el 64% de las personas reconocen al cambio climático como una emergencia global. 

En 2021, los y las manifestantes volvieron a las calles, pero la novedad es que el protagonismo no fue solo de las organizaciones ambientalistas. Ellos convocaron, organizaron, movilizaron. Pero en las calles se percibe una causa común que empieza a despertar conciencias e involucramiento y que va más allá de quienes vienen trabajando en la causa ambiental.

¿Quiénes son las y los movilizados por el medio ambiente? En su mayoría son jóvenes que tienen entre 20 y 30 años. Algunos son millennials, otros centennials o, también, conocidos como la Generación Z. Nacieron no solo con la percepción de que su futuro está amenazado ―a nivel económico y social― sino, también, saben que el medio ambiente está en riesgo y esto afecta su propia capacidad de sobrevivir. Son conscientes de que, sin planeta, no hay futuro. No hay plan B. 

«En el año 2030 yo tendré 26 años. Mi hermana pequeña, Beata, tendrá 23. Igual que muchos de sus hijos o nietos. Nos han dicho que es una edad genial en la que tienes toda la vida por delante. Pero no estoy segura de que vaya a ser tan genial para nosotras». Esa frase contundente es de Greta Thunberg, principal referente de la juventud movilizada por la causa medioambiental. Con la huelga de Friday for Future, logró sumar a miles de estudiantes de todo el mundo para reclamar a los gobernantes que escuchen a los consejos científicos y actúen contra el calentamiento global. Su aparición ha modificado por completo el debate respecto al cambio climático. Su audacia, efectividad y simpleza en los mensajes logró motivar a la acción a importantes sectores de la ciudadanía en todo el mundo. Un estudio reciente presenta evidencia empírica que respalda este efecto y ofrece una posible explicación de por qué una líder joven podría ser una influencia poderosa en la acción colectiva.

Las principales aliadas de esta generación son las redes sociales. Son nativos digitales, por eso, en las manifestaciones hacen un uso natural de la transición on/off. Están en las calles y las redes. Y, eligen la desintermediación. No dependen de los medios de comunicación para hacer oír sus voces. Son generadores y difusores de sus propios contenidos. Además, la creatividad con la que se destacan sus acciones posibilita una mayor repercusión.  

También, saben que no necesitan de los partidos políticos para dar a conocer sus demandas. Su vocación es de movimiento transversal y estrictamente apartidista. Estos jóvenes se movilizan por causas, no por casas. 

Sin embargo, la relación con los partidos políticos es un reto que se les presenta al activismo medioambiental. Suelen ser muy reacios a reunirse con líderes políticos, pero establecer una relación con ellos es fundamental para conseguir los cambios que se proponen. De hecho, algunos de estos jóvenes activistas están eligiendo formar parte de los espacios de toma de decisión y han pasado de protestar en las calles a asesorar sobre políticas medioambientales o negociar escaños de poder. Es el caso, por ejemplo, de Jerome Foster, un activista de 18 años que a principios de 2020 protestaba cada semana frente a la Casa Blanca y se ha convertido en miembro del Comité asesor del presidente Joe Biden sobre política medioambiental y sus consecuencias para las comunidades con menos recursos.

Esta generación reclama con urgencia no solo políticas públicas a favor del medio ambiente sino cambios culturales de fondo que logren transformar las sociedades. Sus demandas interpelan nuestro consumo, formas de vida, pero también, nuestros sueños y aspiraciones. Porque como decía el escritor uruguayo, Eduardo Galeano «mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, puede cambiar el mundo». 

 

Florencia Paz (@FlorPazok), politóloga y consultora en Ideograma.

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