SERGIO JIMÉNEZ
Una de las imágenes de marca de la televisión inglesa son las series de época. Este año han coincidido dos sobre las dos últimas reinas que ha tenido el Reino Unido: la reina Victoria y la reina Isabel II. En este caso vamos a hablar de la última, protagonista de la serie The Crown, de Netflix, en la que la plataforma de streaming ha tirado la casa por la ventana. La serie fue creada por Peter Morgan, autor del guion de The Queen, con la misma protagonista, el cual ha sido acusado por algunos de “converso” a la monarquía.
Decir que The Crown va sobre la corona, sería una obviedad. Lo realmente interesante de la serie es que recurre a presentar los fundamentos de la institución a partir de los conflictos de la serie. Es decir, la serie va, literalmente, de explicar por qué motivo la corona actúa de una manera y no de otra, en un sistema curado a lo largo de los siglos.
Para hacer esto la historia parte de una monarquía estable bajo el reinado de Jorge VI (protagonista de El discurso del Rey), triunfante tras la II Guerra Mundial. Sin embargo, esta estabilidad no es más que un tiempo de calma de lo que realmente supuso la postguerra para Europa en general, y para el Imperio británico en particular: el fin del mundo que inventamos en el siglo XIX. La corona que heredará Isabel II tiene tres grandes frentes abiertos: unas élites políticas crecidas, triunfantes en la guerra, pero caducas; el inicio del declive del Imperio británico; y, más directamente, la propia legitimidad de la institución, tocada tras la abdicación de Eduardo VIII.
La coronación de Isabel II nos sirve para ir aprendiendo el funcionamiento y la legitimidad de la monarquía. La relación de la reina con el gabinete, con su familia o con el personal de la casa dibujan el contexto. Sin embargo, este tratamiento supera el conflicto personal de la reina, centrándose en la doble naturaleza que tiene como institución: la monarca y, a la vez, la dignidad. Esta última condición es la que la convierte en responsable de preservar el interés de la institución por encima de su voluntad. Este aspecto es fundamental para entender que la legitimidad de la corona depende del comportamiento de la institución en lugar del de la persona (modelo diferente al que tomó la monarquía española con Juan Carlos I).
A partir de este hilo conductor podemos asistir a aspectos de la vida de Isabel II. En diferentes episodios podemos ver su relación con el gabinete, la representación de la corona o su papel como jefa de la institución. De esta manera, podemos ver cómo la reina está sometida a la decisión del gabinete, representante de la soberanía popular y, a la vez, es garante de que éste funcione de manera efectiva. Otro aspecto importante es su presentación ante todos los dominios de la corona intentando aferrar el Imperio británico tras la guerra. Finalmente, como jefa de la casa debe mantener las normas que rigen precisamente a esa dignidad, incluso estando a favor de flexibilizar la norma.
Hay que hacer una mención muy especial a la crepuscular figura de Winston Churchill, interpretado extraordinariamente bien por John Lithgow. El primer ministro, héroe de la II Guerra Mundial, sirve de pigmalión de la Reina (y del público) explicando la relación entre soberana, gabinete y cámaras. Más allá de este papel, muy de agradecer para entender parte de los conflictos de la serie, el papel de Churchill es el de la caducidad de las élites políticas que dirigieron la II Guerra Mundial. Y no hablamos exclusivamente de esa decadencia física (ojo al capítulo noveno, para mí, de lo mejor en muchos años en cualquier serie), sino de la incapacidad de responder a un mundo en el que el Reino Unido ya no es la primera potencia mundial.
Lo cierto es que la serie vale la pena, no sólo por su contenido político, sino por sus aspectos formales. Sin embargo, creo que mentiríamos si pensáramos que la resolución que se da a muchos de los conflictos de la serie quedarán en agua pasada. El papel de la reina, tanto en la gestión de los importantes conflictos institucionales de la familia real, como en la relación con los sucesivos gobiernos (y la descolonización), serán algo que acompañen a Isabel II hasta prácticamente la actualidad. Todo esto, supongo que lo veremos en las seis temporadas que tiene planificadas Netflix.
Sergio Jiménez es doctor en Ciencia Política por la Universidad Complutense de Madrid. Editor de http://poderyseries.es/ (@craselrau)
Publicado en Beerderberg
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