Rebelión en las granjas de ayer y de hoy

JAUME BERNET

Con Rebelión en la granja, escrita en 1945, estamos delante de una de las obras más amenas, cortas y fáciles de leer, pero que ya forman parte de la literatura universal. Con qué facilidad Orwell describe la progresión del poder en la Antigua Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, desde Lenin a Stalin, una revolución que llevó al pueblo soviético del reinado del zar Nicolás II, a la tiránica situación ocasionada por Stalin.

Resulta claro y explícito el título Animal farm, traducido como Rebelión en la granja, –no sea que en un país como España pongas a la venta un libro titulado “Granja animal”–: añadir rebelión da un punto de atracción hacia el público en general.

Recuerdo que la primera vez que la leí, sería en la década de los ochenta, a finales de EGB…, me pareció una bonita obra con un trasfondo muy claro, pero en ningún momento asocié el libro con el yugo estalinista. Ahora creo que fue un poco irresponsable hacerme leer un libro como éste y que nadie me contara lo que era la URSS, que si el protagonista principal, un tal Napoleón era la viva imagen de Stalin, que si un cerdo llamado Snowball era Trotsky, y así un largo etcétera. Con el paso del tiempo vas entendiendo el significado del libro, un libro por cierto, que no hizo mucha gracia al gobierno británico, ya que por aquel entonces, Gran Bretaña y la URSS, eran aliados frente a la Alemania nazi de Hitler.

La esencia del libro no sólo recuerda a la tiranía de Stalin, también se puede extrapolar a la revolución cubana con lo que sucedió con el popular líder revolucionario Camilo Cienfuegos, cuyo honor y gloria acabaron siendo arrebatadas por Fidel Castro y Ernesto Guevara (es más, al final el Che acaba eliminado por Fidel). En cambio, Camilo me recuerda a Snowball, que desapareció de forma misteriosa en un accidente aéreo en extrañas circunstancias.

También se da la situación de la muerte del general Sanjurjo en un accidente aéreo cuando salía de Portugal para ponerse al frente de las fuerzas sublevadas, en extrañas circunstancias dando todo el protagonismo al general Franco. Lo que nos deja muy claro el hecho de que no puede haber dos gallos en un mismo gallinero.

Pero hablemos del libro: ambientado en la Inglaterra rural, describe la vida de una granja mal llevada por el granjero Jones donde los animales son desatendidos y pasan hambre y frío. Un cerdo viejo llamado Mayor tiene un sueño en el que la granja es llevada por los animales y los humanos son substituidos por los mismos animales, se organiza una revuelta, liderada por los cerdos, que según nos cuenta Orwell, son los animales más inteligentes y en la batalla del establo de las vacas los humanos son expulsados de la granja y los animales toman el control de la misma. Se alzan dos cabecillas Napoleón y Snowball, y muy rápidamente empiezan las disputas entre ellos, aunque los animales son felices porque no son esclavos del hombre.

Snowball pretende hacer un molino de viento para mejorar las instalaciones, tener electricidad y agua caliente para mejorar la vida de los animales, pero Napoleón se opone rotundamente al planteamiento de su compañero. Tal es el nivel de discordancia entre los dos cerdos, que Napoleón, ayudado por sus perros, que ha adiestrado desde cachorros y ahora se han convertido en terribles perros guardianes, intenta matar a Snowball, pero éste, con dificultades, consigue huir.

A partir de esta fase del libro, Napoleón toma las riendas de la granja y decide reemprender el proyecto de Snowball del molino de viento después de deshacerse de él y apropiándose de su interesante idea para mejorar la calidad de vida de los animales que allí conviven. Mediante las argucias de la propaganda hace creer a toda la granja que Snowball era un traidor y que jamás estuvo a favor de la revolución. En este punto, resulta necesario mencionar a Joseph Goebbels, ministro de propaganda de la Alemania nazi. Su lema era: “Si dices una mentira, nadie te creerá; pero si esta mentira la repites un millón de veces, se acaba convirtiendo en verdad”. En el texto de Orwell el orador Squealer (en castellano soplón), una y otra vez construye falsas noticias sobre Snowball, con lo que consigue dar un giro de 180 grados a la imagen real de éste. Esto se puede asimilar con la realidad de nuestros días, como serían los ejemplos de algunos medios informativos nacionales que tergiversan los argumentos o posturas políticas a su conveniencia. Todavía hoy me pregunto cómo Donald Trump resultó elegido presidente de Estados Unidos, siendo las encuestas totalmente desfavorables, con acusaciones de abusos sexuales incluidas.

Con el paso de los años, los cerdos se van haciendo con el poder totalitario, la calidad de vida de los animales es cada vez peor con las inclemencias del hambre y del frío, aunque día tras día hacen creer a los animales que las cosechas son mejores, que las largas jornadas de trabajo son gratificantes y tendrán su recompensa. Mientras que los cerdos se mudan a la casa de Jones, tienen las mejores raciones de comida, duermen en cálidas camas y empiezan a beber alcohol.

La imagen final que retrata Orwell en su libro es la de cerdos y humanos bebiendo y jugando a naipes alrededor de una mesa y manteniendo una discusión sobre porqué cada uno “guarda un as en la manga”. Una vez más aparecen las trampas y la corrupción en escena. Al mismo tiempo, el resto de los animales de la granja observan dubitativos a través de la ventana sin saber distinguir quién es el cerdo y quién es el humano. Como ejemplo podríamos citar al político catalán Josep Piqué, que empezó militando en el PSUC (izquierdista) y acabó siendo ministro de Aznar en el PP, haciéndole reverencias a George Bush al pie del avión.

Podría hablar durante largas horas de la similitud de cada animal con algún personaje o pueblo de la antigua URSS, pero sin ir tan lejos, me veo a mí mismo reflejado en el libro, especialmente con una acción que realizan los animales, que podría pasar inadvertida, pero que en más de una ocasión todos nos hemos encontrado haciendo lo que los animales hacían. Pues corría el verano de 1995, en la bonita isla de Menorca, donde aproximadamente unos 300 gañanes cantábamos al unísono y con energía el himno de infantería “El ardor guerrero”, el cual no muestra apenas diferencia con el himno de la granja “Bestias de Inglaterra”.

Al volver a releer el libro, cuando Orwell describe como se lo aprenden, como lo cantan, y las veces que lo llegan a repetir las gallinas, ovejas, caballos, etc., para mí representa la viva imagen que guardo en la memoria de aquellos días y sólo me viene a la mente el hecho de pensar que no existía diferencia entre nosotros y los animales de la granja y pienso: ¡cuán manipulables y ciegos éramos!

Termino citando un gran filósofo de nuestros días, Pepe Rubianes, que decía: “Un tonto con dinero se convierte en facha”. Creo que un facha con poder se convierte en el pato Donald y éste sí que es el peor de todos los animales.

 

Jaume Bernet es Maestro industrial mecánico (@jaumeberi)

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