Camaradas:
Estamos sesionando (esta Conferencia de Mujeres Comunistas y el presente
Congreso de la Internacional Comunista) y realizando nuestro trabajo en un
momento que no parece tener aquel carácter definitivo, aquella claridad y
rasgos distintivos fundamentales que aparecían, a primera vista, en el
Primer Congreso Mundial, cuando se reunió inmediatamente después de la
guerra. Nuestros enemigos y nuestros oponentes están diciendo ahora que
hemos errado total y absolutamente en nuestros cálculos. Los comunistas
habíamos supuesto y esperado, dicen, que la revolución proletaria mundial
estallase durante la guerra o inmediatamente después de ella. Pero ahora ya
está terminando el tercer año desde la guerra, y aunque en el intervalo han
tenido lugar muchos movimientos revolucionarios, sólo en un país, a saber,
en nuestra propia Rusia atrasada económica, política y culturalmente, el
movimiento revolucionario llevó a la dictadura del proletariado. Esta
dictadura ha sido capaz de mantenerse hasta este momento, y espero que
continúe manteniéndose por un largo tiempo. En otros países, los
movimientos revolucionarios han conducido sólo al reemplazo de los
regímenes de los Hohenzollern y de los Habsburgo por regímenes
burgueses, bajo la forma de repúblicas burguesas. En otros, el movimiento
se dispersó en huelgas, manifestaciones y levantamientos aislados que
fueron aplastados. En general, las columnas principales del régimen
capitalista siguen en pie, con la sola excepción de Rusia.
De esto, nuestros enemigos han sacado la conclusión de que, puesto que el
capitalismo no se ha derrumbado, como resultado de la Guerra Mundial, en
los primeros dos o tres años de la posguerra, se deduce que el proletariado
mundial ha demostrado su incapacidad y, a la inversa, el capitalismo
mundial ha demostrado su poder para sostener sus posiciones y restablecer
su equilibrio.
Y en este preciso instante la Internacional Comunista está discutiendo si el
futuro inmediato impondrá el restablecimiento de la dominación capitalista
sobre bases nuevas y más elevadas, o se dará la batalla del proletariado
contra el capitalismo, lo que llevará a la dictadura de la clase obrera. Esta
es la cuestión fundamental para el proletariado mundial y, por lo tanto, para
su sector femenino. Por supuesto, camaradas, no puedo siquiera intentar dar
aquí una respuesta completa a esta cuestión. El tiempo con que cuento es
demasiado breve. Intentaré hacerlo, como me lo ha encargado el Comité
Ejecutivo de la Internacional Comunista, en el Congreso. Pero hay una cosa
que está completamente clara, según creo, para nosotros los comunistas, los
marxistas. Sabemos que la historia y su movimiento están determinados por
causas objetivas, pero también sabemos que la historia la hacen los seres
humanos y se realiza a través de ellos. La revolución la lleva a cabo la clase
obrera. Esencialmente, la historia nos plantea la cuestión del siguiente
modo: el capitalismo preparó la Guerra Mundial; ésta estalló y destruyó
millones de vidas y miles de millones de dólares de la riqueza de los
distintos países. Lo sacudió todo. Y aquí, sobre estos cimientos
semiderruidos, dos clases se encuentran trenzadas en lucha: la burguesía y
el proletariado. La burguesía intenta restaurar el equilibrio capitalista y su
dominación de clase; el proletariado, derrocar el dominio de la burguesía.
Es imposible resolver esta cuestión lápiz en mano, como quien suma una
lista de comestibles. Es imposible decir: la historia ha dado un viraje hacia
el restablecimiento del capitalismo. Sólo podemos decir que si se
desaprovechan las lecciones de todo el desarrollo precedente, las lecciones
de la guerra, de la Revolución Rusa, de las semirrevoluciones en Alemania,
Austria y otros lugares, si la clase obrera se resigna a poner el cuello bajo el
yugo capitalista; entonces, quizás, la burguesía podrá restaurar su
equilibrio, destruirá la civilización de Europa occidental y transferirá el
centro del desarrollo mundial a Norte América, al Japón y Asia.
Generaciones enteras tendrán que ser destruidas para crear este nuevo
equilibrio. Los diplomáticos, militares, estrategas, economistas, todos los
agentes de la burguesía, están ahora dirigiendo todos sus esfuerzos hacia
ese fin. Saben que la historia tiene sus causas objetivas profundas, pero que
la realizan los seres humanos, sus organizaciones y sus partidos. En
consecuencia, nuestro Congreso y vuestra Conferencia de Mujeres se han
reunido aquí, precisamente, para impulsar, en esta fluida situación
histórica, la firmeza de la conciencia y de la voluntad de la clase
revolucionaria. Aquí reside lo esencial del momento que estamos viviendo,
y lo esencial de las tareas a encarar.
La toma del poder ya no aparece tan simple como nos pareció a muchos de
nosotros hace dos o tres años. A escala mundial, este problema de
conquistar el poder es extremadamente difícil y complicado. Debe tenerse
en cuenta que en el propio proletariado hay distintas capas, se dan distintos
niveles de desarrollo histórico, e incluso, distintos intereses coyunturales.
Esto determina que cada sector se mueva con un ritmo propio. Una tras
otra, cada capa proletaria es arrojada a la lucha revolucionaria, pasa por su
propia escuela, se quema los dedos, retrocede a la retaguardia. Le sigue otra
capa, tras la que viene aun otra, y todas ellas son arrastradas, no
simultáneamente, sino en diferentes períodos; pasan por el jardín de
infancia, el primero, el segundo y otros grados del desarrollo
revolucionario. Y combinar todo esto en una unidad, ¡ah, es una tarea
colosalmente difícil! El ejemplo de Alemania nos lo muestra. Allí, en
Alemania Central, el sector del proletariado que antes de la guerra era el
más atrasado y el que más confiaba en los Hohenzollern, se ha vuelto hoy
el más revolucionario y dinámico. Lo mismo sucedió en nuestro país
cuando el sector proletario más atrasado, el de los Urales, se convirtió en
determinado momento, en el más revolucionario. Sufrieron una gran crisis
interna. Y, por otra parte, volviendo a Alemania, por ejemplo a los obreros
avanzados de Berlín y Sajonia, consideramos que tomaron temprano el
camino de la revolución e inmediatamente se quemaron; no sólo no
pudieron tomar el poder, sino que sufrieron una derrota; por lo tanto, desde
entonces se volvieron mucho más cautelosos. A la vez, el movimiento
obrero de Alemania Central, muy revolucionario, que comenzó con gran
entusiasmo, no pudo coincidir con aquellos obreros, mucho más avanzados
pero más cautelosos y, en alguna medida, más conservadores. Por este solo
ejemplo, ustedes ya pueden ver, camaradas, cuán difícil es combinar las
desiguales manifestaciones de los obreros de diferentes gremios y de
diferentes grados de desarrollo y cultura.
En el progreso del movimiento obrero mundial, las mujeres proletarias
desempeñan un rol colosal. Lo digo, no porque me esté dirigiendo a una
conferencia femenina, sino porque bastan los números para demostrar qué
papel importante ejercen las obreras en el mecanismo del mundo
capitalista: en Francia, en Alemania, en los Estados Unidos, en Japón, en
cada país capitalista… Las estadísticas me informan que en el Japón hay
muchas más obreras que obreros y en consecuencia, si son fidedignos los
datos de que dispongo, allí las mujeres proletarias están destinadas a ejercer
un papel fundamental y a ocupar el lugar decisivo. Y, hablando en términos
generales, en el movimiento obrero mundial la obrera está al nivel,
precisamente, del sector del proletariado representado por los mineros de
Alemania Central, a los que nos hemos referido, es decir, el sector obrero
más atrasado, más oprimido, el más humilde de los humildes. Y justamente
por eso, en los años de la colosal revolución mundial, este sector del
proletariado puede y debe convertirse en la parte más activa, más
revolucionaria y de mayor iniciativa de la clase obrera.
Naturalmente, la sola energía, la sola disposición al ataque, no bastan. Pero
al mismo tiempo la historia está llena de hechos como este que señalamos,
que durante una etapa más o menos prolongada previa a la revolución, en el
sector masculino de la clase obrera, especialmente entre sus capas más
privilegiadas, se acumula excesiva cautela, excesivo conservadurismo,
mucho oportunismo y demasiada adaptabilidad. Y la forma en que
reaccionan las mujeres contra su propio atraso y degradación, esa reacción,
repito, puede desempeñar un papel colosal en el movimiento revolucionario
en su conjunto. Esta es una razón más para creer que en la actualidad nos
encontramos en un recodo de la historia, una momentánea parada. Tres
años después de la guerra imperialista, el capitalismo todavía existe. Este es
un hecho. Esta detención muestra cuán lentamente marcan su huella en las
mentes humanas, en la psicología de las masas, las lecciones objetivas de
los acontecimientos y de los hechos. La conciencia sigue con retraso a los
acontecimientos objetivos. Lo vemos ante nuestros propios ojos. Sin
embargo, la lógica de la historia se abrirá camino hacia la conciencia de la
mujer trabajadora, tanto en el mundo capitalista como en el Este de Asia. Y
una vez más, será tarea de nuestro Congreso no sólo reafirmar nuevamente,
sino también señalar con precisión y en base a los hechos que el despertar
de las masas trabajadoras en Oriente es hoy parte integral de la revolución
mundial, tanto como el alzamiento de los proletarios en Occidente, Y ello
se debe a que, si el capitalismo inglés, el más poderoso de la debilitada
Europa, ha logrado mantenerse, es precisamente porque se apoya, no sólo
en los no muy revolucionarios obreros ingleses, sino también sobre la
inercia de las masas trabajadoras de Oriente.
En general, a pesar de que los hechos se han desarrollado mucho más
lentamente de lo que esperábamos y deseábamos, podemos decir que nos
hemos fortalecido en el tiempo transcurrido desde el Primer Congreso
Mundial. Es cierto que hemos perdido algunas ilusiones, pero en
compensación hemos comprendido nuestros errores y aprendido algunas
cosas y en lugar de las ilusiones, hemos adquirido una visión más clara.
Hemos crecido; nuestras organizaciones se han fortalecido. Tampoco
nuestros enemigos perdieron el tiempo en este período. Todo esto muestra
que la lucha será dura y feroz. Ello hace aun más importante el trabajo de
esta Conferencia. De ahora en adelante, la mujer debe comenzar a dejar de
ser una “hermana de la caridadâ€, en el sentido político del término.
Participará en forma directa en el principal frente revolucionario de batalla.
Y es por eso que, desde el fondo de mi corazón, aunque sea con algún
retraso, saludo a esta Conferencia Mundial de Mujeres y grito con ustedes
¡Viva el Proletariado Mundial! ¡Vivan las Mujeres Proletarias del Mundo!
Enviado por Enrique Ibañes