Honorables sirios,
Honorable pueblo libre y revolucionario,
Hace ahora 3 años y 4 meses que algunos decretaron en nombre de ustedes: «¡El pueblo exige!».
Sí, el pueblo exige, el pueblo ha decidido ¡y el pueblo ha actuado!
Ciudadanos sirios, _hermanas y hermanos míos,
Hace años que algunos dicen reclamar la libertad. Pero ustedes han demostrado ser libres en una época de unanimismo y soberanos en una época de complacencia servil.
Ellos se llenaron la boca hablando de democracia. Pero ustedes la ejercieron de la manera más noble que existe. Ustedes rechazaron que el extranjero viniese a dirigir la Patria. Ustedes escogieron su Constitución, su Parlamento y su Presidente de tal manera que la decisión es de ustedes mismos y que la democracia la hacen ustedes mismos.
Ellos no hicieron otra cosa que decir «el pueblo sirio es uno». Pero ustedes se irguieron ante el huracán de discordia que ellos desataron y ustedes impidieron que los vientos de la división alcanzaran los corazones y las mentes de ustedes demostrando de esa manera que ustedes son un solo pueblo que late con un solo corazón.
Ellos aullaron que se arrodillarían únicamente ante Dios. Pero ustedes no se doblegaron, ustedes no renunciaron, ustedes no abdicaron ante los amos de ellos. Muy por el contrario, ustedes se mantuvieron apegados a la Patria y ustedes resistieron manteniendo la fe en un Dios único, que nada tiene que ver con las potencias extranjeras, con el petróleo ni con los dólares… Y cuando ellos gritaron «Allah Akbar» , Dios resultó, en efecto, ser más grande que quienes los apoyan a ellos, porque Dios está de parte del justo y la justicia está del lado del pueblo.
Han pasado años en los que ellos recurrían a los discursos mientras que ustedes les respondían con actos. Ellos se ahogaron en la ilusión. Ustedes construyeron la realidad. Ellos trataron de hacer creer en la existencia de una «revolución». Ustedes fueron los verdaderos revolucionarios. Felicitaciones para ustedes, por la Revolución de ustedes, por la victoria de ustedes.
Felicitaciones para la Siria a la que ustedes han probado pertenecer.
Felicitaciones para Siria como pueblo que ha enfrentado todas las formas de hegemonía y de agresión desplegando para ello todos los medios físicos, intelectuales y patrióticos a su disposición. Algunos de ustedes han podido luchar con las armas en la mano, otros han trabajado por transmitir la verdad y otros de ustedes han resistido en sus corazones y se han quedado aquí a pesar de las peores amenazas.
Felicitaciones para este pueblo que ha desafiado todos los temores y todos los terrores participando en el referéndum y, después, en las elecciones; un derecho que ustedes han ejercido incluso bajo el fuego del enemigo, haciendo fracasar así a todos los que les daban órdenes, a todos sus agentes e instrumentos. Un pueblo cuya firmeza modificó todos los datos. Un pueblo que ha hecho que las circunstancias y los hechos hoy sean diferentes. Algunos han modificado sus posiciones, otros han retrocedido, han desaparecido algunas denominaciones, se han roto alianzas, se dividido coaliciones, se han dispersado consejos… Y la brújula ha comenzado nuevamente a indicar la dirección correcta a aquellos que ya no la veían, ya fuese por ignorancia o por ceguera.
Han caído las máscaras, dejando al descubierto la terrible fealdad de quienes decían trabajar por la libertad y la revolución cuando en realidad querían clavar sus colmillos en el cuerpo de Siria, sembrando muerte y destrucción, devorando corazones e hígados humanos, degollando y decapitando… no dejaron de recurrir a ningún procedimiento, por muy abyecto y horrible que fuese. ¡Pero fracasaron!
No lograron convencerlos a ustedes de que ellos se preocupaban por los intereses del pueblo y por sus derechos. No lograron hacerles creer que ustedes necesitaban tutores para manejar sus asuntos y los del país que es de ustedes. Al final, ellos han fracasado definitivamente en su esfuerzo por lavarles el cerebro y por quebrar la voluntad de ustedes.
Ustedes han desafiado ese huracán de discordia a pecho descubierto. Ustedes se han erguido como una lanza ante la traición. Y el universo ha oído las voces de ustedes, a pesar de todos los intentos por interferirlas y ahogarlas. Ustedes han dicho, fuerte y claramente, una verdad que ellos han tratado de escamotear, que ellos han querido asesinar y enterrar, y ustedes han obligado al mundo a ver esa verdad tal y como es. Una verdad que apareció para echar abajo, en unas horas, imperios políticos, petroleros y mediáticos. Si… esas pocas horas en que ustedes se unieron para expresar su opinión y su firme voluntad bastaron para borrar las falsedades y el terrorismo moral y sicológico que se abate sobre Siria desde hace años.
Estas últimas elecciones no eran un simple procedimiento político, como en todas partes del mundo. Se trataba de una verdadera batalla para cuyo éxito hubo que librar todas las batallas anteriores ya que, para los enemigos de la Patria, se trataba del argumento con el cual esperaban deslegitimar el Estado, hacer creer que el pueblo sirio esta débil y divido, que es incapaz de ejercer su propia autodeterminación y justificar una intervención extranjera con diversos pretextos.
Mientras que para nosotros, como ciudadanos, estas elecciones significaban nuestra verdadera pertenencia a la Patria, mucho más que por tener un simple documento de identidad o un pasaporte. Era nuestra batalla por defender la soberanía, la legitimidad, la voluntad nacional y la dignidad de nuestro pueblo, tanto como el referéndum fue a favor de esa misma soberanía frente a todas las formas de terrorismo. Poco nos importaba quién iba a ganar o a perder sino quiénes van a verse anulados.
Lo importante es que, con sus votos, ustedes han descalificado a los terroristas, a los agentes sirios que les han servido de cobertura, a sus amos y vasallos y, por ende, al conjunto de Estados –pequeños o grandes–, a quienes deciden, dictan y ordenan y a quienes se inclinan y cumplen órdenes.
Ustedes han ido todavía más lejos eliminando a los arribistas que se aprovecharon de la crisis a expensas de otros, a quienes se distanciaron en espera de ver de qué lado se inclinaba la balanza de las fuerzas en pugna, eliminaron a quienes se pronunciaron contra la voluntad del pueblo boicoteando las elecciones o llamando a boicotearlas, incluso a posponerlas, poniéndose así del lado de los enemigos del pueblo.
En cuanto al voto «real o simbólico» de los sirios que residen en el exterior, la máquina mediática hostil –que desde hace años se esfuerza por hacer creer que todo sirio residente en el exterior está en contra de la Patria y del Estado– ha recibido una estruendosa bofetada propinada por nuestros expatriados y refugiados, quienes se han pronunciado, sorprendiendo al mundo. Al hacerlo, confirmaron el patriotismo de los sirios y su tenacidad en la defensa de su propia independencia y de la soberanía de su país. Acudieron masivamente a las urnas, algunos a despecho de sus propios sufrimientos morales y/o físicos, otros arriesgándose a perder sus medios de subsistencia, a pesar de sus necesidades y de las amenazas que pendían sobre sus cabezas si decidían participar.
Si hubo quienes se aterrorizaron ante la idea de ver a un sirio votando por un candidato fue porque entendieron que no se trataba de una simple elección sino de la defensa de la unidad, de la soberanía y de la dignidad de la Patria. Es por esa razón que prohibieron las elecciones en sus países y en los países árabes que se les subordinan. ¡Esa es la hipocresía de Occidente! Dijeron defender un pueblo al que le impidieron expresarse en cuanto entendieron que ese pueblo iba a pronunciarse en contra de sus deseos e intereses. A pesar de eso, les estamos agradecidos, porque con su ignorancia y su inconsciencia han fortalecido la determinación de los sirios y la legitimidad de estas elecciones, en vez de desvirtuarlas como querían.
Con estas elecciones, los sirios, más allá de nuestras fronteras, han demostrado que sus corazones y sus almas siguen siendo sirios, confirmando así que la principal razón del éxodo de ciudadanos es el terrorismo y el brutal salvajismo de los grupos armados; cosa que ya habíamos dicho desde el primer momento. ¿Cómo creer, sin estar loco, que un ciudadano agredido por su propio Estado al extremo de huir de su tierra pueda respaldar ese mismo Estado con tanto entusiasmo y a pesar de todas las dificultades? ¿Cómo es posible que un ciudadano que odia a su Estado, como dicen algunos, sea capaz de darle una prueba tan grande de solidaridad, en vez de apuñalarlo por la espalda, como ellos esperaban?
A todas esas personas hago llegar mis saludos y mi agradecimiento, asegurándoles que soy ahora más optimista que antes en cuanto al retorno a una situación favorable que permitirá el regreso de todos los ciudadanos leales y tan valiosos para la Patria, y que confío más que nunca en que, en cuanto desaparezcan las razones que los obligaron a partir, serán los primeros en regresar para respaldar la Patria.
Queridos ciudadanos,
Ustedes han demostrado a través de la historia ser un pueblo que no teme a los desafíos, sea cual sea el adversario. Ustedes han hecho fracasar a los detractores. Ustedes han puesto de relieve la superficialidad de esos detractores y su ignorancia. Sus centros de estudios necesitarán años para encontrar explicaciones satisfactorias a sus errores y sus cálculos y decisiones erróneas de todo este periodo. Pero no encontrarán las respuestas porque se han acostumbrado a los lacayos y han contado siempre con sus sirvientes. No han conocido, no han entendido o tratado con patriotas honestos. Se inclinan por consiguiente a razonar en términos de sumisión, de sometimiento, de dependencia, y son incapaces de entender nuestro sentido del honor, de la soberanía y de la libertad.
Quien trate de prever el comportamiento y las reacciones de un pueblo de antiguas tradiciones debería disponer de la misma profundidad histórica y civilizacional para entender dónde residen su solidez y su resistencia, cualidades que se manifiestan claramente durante las grandes crisis y al calor de etapas históricas decisivas. Hoy son ustedes los más autorizados para enseñar a esos satélites serviles que existen en nuestra región árabe en qué consisten los conceptos de soberanía, de determinación, de desafío y de dignidad para ellos desconocidos. Son ustedes los más autorizados para darles lecciones de democracia y enseñarles cómo participan los pueblos en las decisiones y los destinos de las naciones. A ustedes les toca mostrarles lo que ellos nunca han sabido sobre las elecciones, sobre la libertad, los derechos, el Estado y la civilización porque lo único que conocen es la opresión, el extremismo, la sumisión, la humillación y la exportación del terrorismo.
Para muchos sirios estas elecciones presidenciales han sido como balas disparadas contra los terroristas, y contra quienes se esconden detrás de ellos, antes de terminar su trayectoria en las urnas electorales, las que han demostrado que todos los discursos de los imperios de la política, del petróleo y de los medios –discursos repetidos durante años– no resisten más que unas pocas horas ante la voluntad de un pueblo unido, libre y honesto. Y también han demostrado que todos los terroristas y sus cómplices no valen gran cosa y que no nos intimidan. Cierto es que pueden infligirnos dolor y daños, pero no pueden vencernos. Pueden amenazarnos pero no pueden intimidarnos.
Quiero homenajear aquí al Dr. Hassan al-Nuri y al señor Maher Hajjar. Al presentarse como candidatos a la elección presidencial han dado prueba del espíritu civilizado de los sirios en la práctica de la democracia, del respeto de los derechos ciudadanos y de la Constitución, garante número uno de la unidad de la Nación y de su estabilidad. Rindo homenaje a ambos, sin importar quién haya salido vencedor, porque esta ha sido la victoria del pueblo y, por consiguiente, una victoria para la Patria.
Saludo también a todos y cada uno de los ciudadanos que acudieron a las urnas, a pesar de los disparos de mortero, de los francotiradores y de las amenazas de todo tipo. Saludo a esa mujer majestuosa que se mantuvo, desde las 5 de la mañana, frente a un colegio electoral, sosteniendo el retrato de su hijo mártir y proclamando que ella había venido a votar en su propio nombre y en nombre de todos los que han caído por la Patria.
Saludo a ese soldado heroico, condenado a la silla de ruedas pero decidido a votar a pesar de sus heridas. Y también saludo a esa mujer, más que centenaria, que –a despecho del peso de sus años– también acudió a las urnas.
Saludo a todo un pueblo que ha sabido sobreponerse a sus sufrimientos, salir adelante con sus esperanzas y ambiciones para hacer oír su propia voz en el mundo. Así logró alcanzar la victoria, una victoria que nunca hubiese sido posible sin la sangre de los mártires y la sangre de los heridos, sin la resistencia de sus familias, que han sabido crecerse ante el dolor. Sin ellos no habríamos podido proteger la Constitución, la Ley, las Instituciones y, por consiguiente, no habríamos logrado proteger la Soberanía de Siria. Ellos nos han enseñado el sentido del sacrificio, del coraje y de la tenacidad. De ellos proviene nuestra fuerza y es gracias a su grandeza y su heroísmo que la Patria ha resistido. Ellos marcaron nuestras fronteras con su sangre y, con la fuerza de su determinación y con sus hazañas, nos reunieron alrededor de la misma esperanza. El Estado no escatimará esfuerzos por compensar, en lo posible, su ausencia junto a sus familias y sus hijos.
Señoras y señores,
La guerra desatada contra el pueblo sirio es una guerra sucia. Pero, a pesar de la injusticia y de los sufrimientos que han golpeado cada hogar de este país, a pesar de toda la sangre derramada y de toda la destrucción, este pueblo se negó a someterse. Porque somos un pueblo que ante las circunstancias más difíciles reacciona con más determinación, al que las presiones hacen reaccionar de manera aún más desafiante, que enfrenta los intentos de humillación con aún más determinación, más orgullo y más confianza en sí mismo. Hoy miramos el futuro con más decisión porque ese futuro pertenece al pueblo y a nadie más.
Nuestro país ha sufrido los asaltos de invasores desde el alba de la Historia, hace miles de años. Los colonos franceses salieron de aquí hace cerca de 7 décadas. Pero Siria se mantiene viva, capaz de resistir, de construir y de renacer a la vida partiendo de esta matriz adolorida. En eso reside la grandeza de un pueblo, la grandeza de su Historia y de su Cultura. Un país no se define únicamente por su superficie, su demografía, sus finanzas o su petróleo. Un país es, en primer lugar, una civilización, una cultura y un pueblo consciente de su papel histórico, de su soberanía y de la necesidad de enfrentar los desafíos del presente para construir el futuro.
Y es precisamente por haber desempeñado ese papel que Siria está siendo atacada. La agresión que está sufriendo no apunta a personas ni gobiernos, como algunos creyeron al principio. Apunta a las bases mismas de la Patria, a su papel y al modo de pensar de sus ciudadanos para acabar convirtiéndolos en una manada teledirigida e inmersa en infinitos conflictos por generaciones y generaciones, para desviarlos de sus ambiciones nacionales y de su ansia de prosperidad, con todo lo que ello significa para la sociedad y para el Estado.
No… el objetivo de esta agresión no era liberar al pueblo, como se hizo creer a los crédulos, ya que vemos cómo utilizan hasta los menores aspectos negativos de un país árabe para acentuar su subdesarrollo y su dependencia de ellos. Prueba de eso son sus alianzas con los países árabes más retrógrados, con los países árabes más corruptos y más represivos en contra de sus pueblos. En nuestro caso, no han dirigido sus ataques a nuestras carencias sino contra nuestra soberanía nacional, nuestra identidad y nuestra pertenencia al arabismo. Han dirigido sus ataques contra el verdadero Islam, contra el cristianismo autentico y contra nuestro modo de vivir juntos como nunca lo hicieron antes en ningún lugar. Han dirigido sus ataques contra todo lo que ha caracterizado a Siria a través de toda su Historia.
El Occidente colonial sigue siendo colonialista. Sus métodos son diferentes pero su naturaleza profunda no ha cambiado. El fracaso de sus planes conjuntos con sus lacayos árabes no significa que van a cesar de desangrar Siria, porque esta es una solución de reemplazo que les permite tratar de alcanzar a más largo plazo los objetivos que se habían tratado en un inicio y, desgraciadamente, con la complicidad de algunos sirios que vendieron su propia Patria, a falta de poder vender un honor del que carecen.
Nuestra visión fue muy clara desde los primeros días de la agresión. Seguramente recordarán ustedes ciertas reacciones negativas e incrédulas después de lo que declaré desde el inicio de la crisis. En aquel momento, muchos pusieron en duda los términos de «complot» y de «agresión» y sólo cuando ya era demasiado tarde se convencieron de que lo que estaba sucediendo no tenía nada que ver con las legítimas exigencias de un pueblo perseguido, ni con manifestaciones por la libertad y la democracia, sino que era parte de un gran proyecto que incluía toda la región en su conjunto y que no se limitaría a nuestras fronteras.
Eso pudo verse cada vez más claramente desde que comenzó la invasión contra Irak. En aquel momento, las posiciones que expresábamos contra aquella invasión no eran fruto de un deseo de confrontación. Como ustedes saben, la diplomacia siria nunca se ha caracterizado por la charlatanería ni por las «bandaradas» . Si así hubiese sido habríamos buscado la confrontación inútilmente o habríamos actuado como lo hace el Hermano Erdogan , quien dice querer liberar al pueblo sirio de la opresión y sueña con rezar en la mezquita de los Omeyas [en Damasco]. Sin embargo, cuando se trata de Gaza, [Erdogan] nuevamente se convierte en dulce corderito que abriga hacia Israel el mismo tierno sentimiento que un bebé por el seno de su madre y ya ni siquiera se atreve a expresar el piadoso deseo de rezar en la mezquita de Al-Aqsa [en Jerusalén]. Ustedes seguramente habrán notado que sólo expresó el deseo de rezar en la mezquita de los Omeyas y no en la Al-Aqsa. ¡Eso es charlatanería! En cuanto a la bandarada, es lo que sucede cuando un ser humano decide echarse con la cara hacia el piso y convertirse en un agente pagado por alguien, incluso cuando este último no lo necesita. No apreciamos la charlatanería ni las bandaradas. Estos dos casos son excesivamente peligrosos y conducen al abismo a quienes así se comportan así como a sus Estados y sus pueblos.
Nuestras posiciones en contra de la invasión de Irak tampoco fueron dictadas por un espíritu de contradicción ni por el deseo de cosechar aplausos. Rechazamos aquella invasión porque era el punto de partida de la consagración del confesionalismo y de la particion. Estábamos realmente muy inquietos ante una evolución tan peligrosa y, en nuestra opinión, tan fatal. Hoy se ha convertido en una realidad que estamos pagando muy caro.
Partiendo de un razonamiento idéntico, advertimos –desde el inicio de los incidentes– que lo que está sucediendo en Siria no detendrá aquí sino que ha de ir mucho más lejos, expandiéndose a través del terrorismo, que no conoce fronteras. Algunos dijeron entonces que «el presidente sirio amenaza al mundo», cuando en realidad dije:
Pero ellos consideraron que aquello era una amenaza del presidente sirio.
Sin embargo, lo que hoy vemos en Irak, en Siria, en Líbano y en todos los países afectados por la enfermedad de la falsa primavera , en todos sin excepción, ¿no aporta acaso las pruebas tangibles que confirman nuestras repetidas advertencias? Muy pronto, otros países árabes y otros países de la región, así como los países occidentales que apoyaron el terrorismo, tendrán que pagar muy caro esa actitud. Muchos entenderán entonces, algunos probablemente demasiado tarde, que la lucha del pueblo sirio por la defensa de su Patria tiene que ver con ellos, en la medida en que el pueblo sirio defiende también a numerosos pueblos que tarde o temprano se verán expuestos a ese mismo terrorismo por culpa de la miopía de sus políticos, de su ignorancia absoluta de los intereses de sus propios países, por culpa de su reflexión superficial, de su poca capacidad para entender nuestra región y tratar con sus pueblos.
Llegados a este punto, podemos preguntar si, como los «occidentales», estamos condenados a aprender de nuestras experiencias sólo cuando ya es demasiado tarde. ¿Será así? ¿Teníamos que esperar 3 años y pagar la miopía de algunos de entre nosotros con la sangre de nuestros hijos, con nuestras almas, nuestra economía, nuestra seguridad, nuestra reputación, antes de acabar descubriendo que lo que está sucediendo en nuestro país es parte de un plan urdido contra nuestra Patria? ¿Y que no se trata de primavera ni de libertad, ni de democracia?
¿Teníamos que pagar un precio tan alto, y seguir pagándolo, para que algunos lleguen a darse cuenta por fin de que por falta de conciencia crearon un vivero para el terrorismo y proporcionaron un punto de apoyo a la agresión? ¿Teníamos que esperar 12 años para entender que la invasión de Irak no traería a nuestra región otra cosa que terrorismo y veleidades de partición?
Pero aún, ¿teníamos que esperar 30 años y a que nos invadieran cortadores de cabezas y comedores de corazones y de hígados humanos para descubrir que la explotación de la religión y el terrorismo son las dos caras de una misma moneda? No nos bastó la experiencia de los crímenes de los Hermanos del Diablo, en los años 1980 , para aprender la lección?
Fue muy al inicio de la crisis cuando hablé de los «Hermanos del Diablo». Algunos dijeron entonces que yo estaba cortando toda posibilidad de diálogo, que debía considerarlo un partido político y referirme a ellos como es debido: ¡ «La Hermandad Musulmana»! A quienes dijeron eso, les presentamos hoy todas nuestras excusas, porque la manera como nos referimos a ellos en aquel momento resultó inadecuada. Tendríamos que llamarlos simplemente «Diablos» porque los asesinatos, el terrorismo, la corrupción, la fitna y todos los demás pecados son de inspiración diabólica.
Si las lecciones del presente agregadas a las anteriores de nuestra Historia no fuesen suficiente, eso querría decir que nunca aprenderemos nada y que no seremos capaces defender nuestra Patria ¡ni hoy ni mañana! Y quien no defiende su Patria, ni la protege, no la merece, ni merece vivir en ella.
Dado lo anterior y dada la visión muy clara que teníamos de lo que se tramaba contra Siria, decidimos desde el inicio de la agresión seguir dos vías paralelas: golpear al terrorismosin descanso y trabajar a favor de la reconciliación con quienes deseaban volver al camino correcto. Teníamos la convicción de que las soluciones eficaces eran puramente sirias, sin ninguna interferencia del extranjero, a menos que se tratara de un respaldo honesto.
Todos los que han querido emprender ese camino del regreso han descubierto, por sí mismos, que el Estado actuaba como una madre tierna, capaz de expresar su cólera ante el hijo ingrato y también de perdonarlo en caso de arrepentimiento sincero. Son de hecho numerosos los que han vuelto para combatir en las filas del ejército nacional, hasta ofrecer sus vidas por la defensa de la Patria. Reitero, por lo tanto, mi llamado a los que se han dejado engañar para que depongan las armas porque seguiremos combatiendo a los terroristas –donde quiera que se encuentren– hasta restablecer la seguridad en todo el territorio sirio. Ya no nos importan traidores, agentes de potencias extranjeras ni corruptos porque el país ha ido limpiándose de ellos. Ya no queda para ellos lugar entre los sirios, cuya consideración por demás han perdido.
En cuanto a quienes esperan el fin de la guerra gracias a una mediación extranjera, sepan que están haciéndose ilusiones porque la «solución política» de la que ellos hablan se basa en las «reconciliaciones internas», cuya eficacia ya ha podido verse en varios países de la región. Nosotros seguimos insistiendo en esa vía por lo que representa en vidas sirias salvadas, en materia de restablecimiento de la seguridad y para el regreso de personas desplazadas y en cuanto a cortar el camino a todos los planes externos basados en lagunas internas.
Las «reconciliaciones nacionales» no reemplazan el Diálogo Nacional, iniciado por el Estado, con las fuerzas y partidos políticos así como con los representantes de la sociedad. El Estado proseguirá ese diálogo con apertura a todas las ideas. El Diálogo no está por lo tanto exclusivamente vinculado a la actual crisis, ni a la que hubo antes o a la que resultó de ella sino que tiene que ver también con el porvenir del país y las prerrogativas del Estado en todos los aspectos, sin excepción alguna.
Dicho esto, aunque el Estado tendió la mano a todos al inicio de la crisis, ahora, después del precio cruel que ha pagado la Nación, este Diálogo ya no integrará las fuerzas que han demostrado ser antipatrióticas. Dicho de otra manera, [me refiero a] ¡las fuerzas que evadieron el diálogo apostando por un restablecimiento del equilibrio a su favor para finalmente decidir cambiar de rumbo después de haber perdido aquella apuesta y las fuerzas que decían preocuparse por la patria cuando sus declaraciones servían de excusa a los terroristas, a cambio de promesas y financiamiento ofrecido por el extranjero! En cuanto a quienes son notoriamente dependientes del extranjero, no dialogaremos con ellos como sirio sino [considerándolos] representantes de los Estados a los que han prometido su obediencia y en nombre de los cuales se expresan.
Esta crisis ha demostrado la realidad del «vivir juntos» entre sirios y echado abajo la perniciosa argumentación sobre una «guerra civil», cuyo objetivo era ocultar que se trata de una agresión externa a través de un montaje interno. En efecto, el uso ahora exclusivo de esa expresión para describir lo que sucede en Siria no es otra cosa que un intento más de dar un aspecto de legitimidad a los terroristas haciéndolos aparecer como parte de un conflicto entre sirios, en vez de instrumentos despreciables en manos del extranjero.
Además, una guerra civil supuestamente debe incluir líneas de demarcación entre etnias, confesiones y cualquier otro tipo de grupos rivales; líneas de demarcación que separan claramente los diferentes componentes sociales antes de conducir al completo derrumbe del Estado y de la sociedad. ¿Es eso lo que estamos viendo en Siria? ¿Puede hablarse de «guerra civil» cuando el ejército, las instituciones, la calle y la población se mantienen unidas? ¡Se trata de una ilusión que quieren imponernos cuando la realidad muestra totalmente lo contrario!
La realidad es que estamos ahora más allá de la coexistencia que prevalecía antes de estos acontecimientos. Estamos viviendo los inicios de una completa fusión entre los sirios. La imágenes de los sirios de todas las confesiones acudiendo a las urnas, el consenso popular y la fuerte participación en las elecciones han venido a confirmar esa evidencia. Como los miembros de un mismo cuerpo, todos los componentes étnicos y confesionales de la sociedad se unen para ayudarse entre sí y para servir a ese cuerpo del que forman parte, independientemente de sus colores y funciones. Ya no se habla de coexistencia o de tolerancia sino de complementariedad y de cohesión.
Pero, de todas maneras, no podemos avanzar hacia el futuro sin hablar, con toda transparencia, de las raíces de lo que nos sucede en este momento. Si bien este pueblo demostró su patriotismo, no deja de ser cierto que fue doloroso, vergonzoso y hasta infamante que una parte –por muy mínima que haya sido– haya sido el punto de apoyo de esta guerra. Sin ella no habrían sido posibles la irrupción de los terroristas extranjeros, las injerencias políticas y económicas, las intervenciones militares y los intentos de destruir la soberanía nacional ni siquiera habrían sido posibles. Por consiguiente, aunque los factores externos son evidentes, dadas las declaraciones de los agresores y de sus instrumentos, ese factor interno es fundamental en el tratamiento de la situación actual y para evitar que algo similar vuelva a suceder en el futuro. A pesar del consenso entre los sirios, quienes consideran que fue la ignorancia lo que llevó a esa gente a tratar de destruir la Patria, nosotros pensamos que esta crisis está basada principalmente en un déficit moral.
Es, en efecto, la ausencia de moral lo que desfigura las leyes, desprecia el honor, vende las patrias y conduce a la destrucción de las naciones. Es ese el mayor obstáculo para el desarrollo de las sociedades, que no depende únicamente de las reglas y las leyes –por muy importantes que sean estas– sino que depende esencialmente de una educación basada en la moralidad. Sin moral no hay desarrollo porque esas dos exigencias son inseparables. Los comportamientos morales pueden llevar a la aplicación correcta de las leyes y las leyes correctas pueden desarrollar la moral, a condición de que hayamos sembrado previamente sus semillas en la familia y la sociedad.
En la práctica, las reglas suponen que el ser humano existe para servir a los demás y beneficiarse de un servicio público, ya sea asalariado, funcionario o incluso miembro de una asociación caritativa. Por consiguiente, sin moral, el sentimiento nacional no estaría presente en nuestra conciencia y el servicio público ya tendría sentido. Cada uno de nosotros actuaría de forma egoísta y se aprovecharía del prójimo. Eso lo que hemos visto a menudo durante esta crisis, en la que muchos no tomaron las armas, pero han robado, extorsionado y saqueado, resultando en definitiva tan peligrosos como los terroristas.
Es así como el déficit moral nos aleja de nuestros objetivos ya que, en un momento dado, ya no disponemos de los instrumentos necesarios para concretarlos. Y así aspiramos al desarrollo sin poder alcanzarlo y luchamos contra la corrupción sin lograr acabar con ella.
Esto no nos dispensa de la revisión de leyes y reglamentos, ni constituye un pretexto que exima al Estado de sus responsabilidades. Si el comportamiento honesto y la educación ética son esenciales, el papel del Estado y de sus instituciones son fundamentales, sin olvidar que toda construcción que carece de bases sólidas está condenada a desmoronarse. Por eso es importante la lucha contra la corrupción ya esos dos problemas [el déficit moral y la corrupción] están estrechamente vinculados, siendo la corrupción moral el desafío más importante que se plantea a todas las sociedades y a todos los Estados. [La corrupción moral] es la base de la corrupción administrativa y financiera, que a su vez engendran una corrupción aún más grave: la corrupción nacional generadora de individuos capaces de vender su Patria y la sangre de sus hijos al mejor postor.
La lucha contra la corrupción debe desarrollarse simultáneamente sobre varios ejes. Golpear con un puño de hierro a todo corrupto comprobado es necesario pero eso no impide la aparición de otros corruptos más taimados, más sutiles que quedarán impunes y que perpetuarán indefinidamente las condiciones que favorecen únicamente sus propios intereses.
No basta por lo tanto poner la lucha contra la corrupción en lo alto de la pirámide. Se necesita una reforma administrativa de las instituciones públicas que se hallan en el centro de esa pirámide. Es una reforma global que habíamos iniciado hace años y que seguíamos llevando adelante pero es evidente que la crisis la ha retrasado.
Un segundo eje es la revisión de los programas educativos para que no se limiten a enseñar sino que se dediquen también a educar. Es un trabajo monumental que el ministerio de Educación ha asumido desde hace un año. Pero, también en este campo la aplicación de los programas es necesariamente progresiva y a largo plazo. En ese contexto se hace aún más importante que esta evolución implique también a las instituciones religiosas que deben formar los cuadros responsables que tanto necesitamos ¡hoy más que nunca! Con ese objetivo, el ministerio de Waqfs , los ulemas sirios y los religiosos han dado un gran paso colaborando sobre todo en la revisión de las referencias y las instituciones ya han iniciado ese aprendizaje y van a proseguirlo.
Por supuesto, no debemos olvidar el importante papel de los medios de prensa, que no cambiarán gran cosa si se limitan a hablar de los corruptos, a criticarlos o incluso a atacarlos públicamente. Sólo investigaciones realizadas con seriedad, con pruebas que las apoyen podrán ser tomadas en cuenta por los investigadores y los tribunales encargados de luchar contra la corrupción.
Ese es el papel del Estado, es el camino más corto y más rápido. Pero el papel más importante, que se ejerce a lo largo de años y se sitúa en la base de esta pirámide, y que es por tanto el basamento mismo de la lucha contra la corrupción, es el papel que debe desempeñar la sociedad y, más particularmente, la familia.
Para construir una sociedad que no sea corrupta, nosotros todos, padres y madres, debemos dar a nuestros hijos una educación correcta. Tenemos que plantearnos la cuestión de saber si lo que hemos observado como corrupción, explotación, secuestros, robos, traiciones y tantos otros vicios aparecerían en nuestra sociedad si los padres de esos delincuentes les hubiesen asegurado una educación correcta. Por otro lado, ¿qué pasó con los millones de personas honestas, que trabajan tanto en el sector público como en el privado? ¿Con todos esos jóvenes que decidieron enrolarse [en el ejército] exponiéndose a morir por la defensa de la Patria? ¿Con los ciudadanos que han seguido cumpliendo con su deber hacia la Nación y con las familias que resistieron sin abandonar su tierra a pesar de lo difícil de la situación? Ellos no actuaron siguiendo órdenes de un superior o directivas administrativas. Lo hicieron porque sus familias les inculcaron una buena educación, ofreciendo así personas honestas y patriotas a la comunidad nacional.
Una educación que hace que el ciudadano respete la ley por convicción y no por temor a un castigo, que el funcionario está motivado por servir al público y no por un interés personal y que el propietario de un capital está consciente de que si defrauda el fisco está robándole a 23 millones de personas mientras que un simple ladrón le roba solamente a una sola o a unas pocas personas.
Esa es la base educativa que produce un ciudadano dispuesto a ayudar su familia y su sociedad en momentos de crisis en vez de explotarlos. Es lo que impide que un ciudadano se convierta en un mercenario utilizado contra su Patria cada vez que un conspirador o un extranjero se lo pide. Es lo que permitirá al Estado realizar su cometido con profundidad y con más eficacia. Convirtamos entonces la lucha contra la corrupción en nuestra prioridad, no sólo para las autoridades implicadas sino para cada uno de nosotros. No nos limitemos a hablar de la corrupción, ¡ataquemos sus raíces y cesemos de aferrarnos a sus ramas!
Señoras y señores,
Los Estados que se esconden tras el terrorismo han tratado de destruir todas las bases de la vida en Siria. Paralelamente a las operaciones asesinas que afectaron a indiscriminadamente todos los sectores de la población se dedicaron a la destrucción sistemática de nuestra infraestructura, construida a lo largo de décadas de esfuerzos, con el dinero y los esfuerzos de varias generaciones de sirios. Es innegable que esa destrucción global han afectado a todos y cada uno de nuestros ciudadanos en su vida cotidiana, sus medios de subsistencia y sus bienes. Eso determina nuestra preocupación específica por los bienes de los particulares.
Decimos esto sin olvidar las constantes incursiones de los terroristas contra los campos petrolíferos que representan los principales ingresos al tesoro de la Nación, los ataques contra esas instalaciones para destruirlas, los sabotajes contra las líneas eléctricas que alimentan las ciudades de cada provincia. Es por ello que en todo el país sólo podemos disponer de una cantidad limitada de horas de electricidad al día. En cuanto al turismo, que estaba en pleno desarrollo y que constituye una fuente importante de ingresos para el Estado y la ciudadanía, podemos decir que cayó casi a cero. Ese vandalismo generalizado ha obligado a modificar las prioridades del Estado, sobre todo teniendo en cuenta que numerosos individuos carentes de conciencia han dejado de pagar sus facturas e impuestos.
Todos esos problemas han ido acumulándose y han llevado a una situación económica difícil que está afectando a cada ciudadano sirio, sin excepción. Además, los peores daños han afectado la infraestructura vital para la economía. Habrá que poner particular énfasis en la reconstrucción de esa infraestructura así como en la reconstrucción de las viviendas, de las fábricas, las carreteras, de todo lo que fue destruido o dañado. Ese trabajo tendrá consecuencias positivas para toda la ciudadanía, sabiendo que ¡la reactivación de la economía no será posible sin la reconstrucción!
Sí, señoras y señores,
La próxima etapa económica llevará el nombre de «reconstrucción». Todos juntos dedicaremos nuestros esfuerzos a ese sector así como a los sectores complementarios. En este punto, insisto en la artesanía y las pequeñas y medianas empresas que pueden desarrollarse rápidamente y crear numerosos empleos. Además, seguiremos apoyando los dos sectores estratégicos: el sector público y el sector agrícola. Ambos han sido y siguen siendo herramientas fundamentales de la economía siria y que ahora constituyen los instrumentos más importantes de resistencia ante la crisis.
Decir que «la próxima etapa económica llevará el nombre de “reconstrucciónâ€Â» no significa que tengamos que esperar el fin de la crisis. Tenemos que comenzar desde ahora. Por su parte, el Estado ya ha votado leyes que estimulan y facilitan la inversión en ese campo. Por ejemplo, el gobierno adoptó recientemente toda una legislación sobre la zona de Kafar Suseh, en Damasco. Comenzaremos la reconstrucción por esa zona. A ella se asociarán propietarios de tierras –que no son necesariamente personas acomodadas, la mayoría son más bien pobres porque no han podido explotar sus tierras por múltiples razones–, empresarios, trabajadores y el Estado, que posee intereses allí. La repartición de las cuotas se terminará en alrededor de una semana y está previsto que iniciemos la reconstrucción en esa zona hacia fines de año o inicios del año próximo, con la aplicación de ese modelo en otras provincias sirias, si las condiciones de seguridad así lo permiten.
Iniciemos entonces, de la mano, la reconstrucción de Siria para seguir siendo dignos de ella ¡y que nuestra carrera contra el tiempo sea para reconstruirla, no para destruirla! Demostremos, como hemos venido haciéndolo desde hace 3 años, que la voluntad de los sirios es mucho más fuerte que las fechorías de los terroristas y de los agentes pagados por el extranjero.
Queridos hermanos y hermanas,
En este día nos dirigimos todos hacia una nueva etapa. En este momento, lo que más cuenta para nosotros es nuestro consenso sobre la protección de la Patria, su reconstrucción moral, sicológica, física, material… y también nuestro consenso sobre la erradicación del terrorismo y el trabajo a favor del regreso de quienes se desviaron del buen camino en el seno de su propia Patria.
Y ya que estamos mirando hacia el futuro, admitamos que tenemos que remediar inmensas lagunas a nivel nacional. Eso implica que tenemos que conjugar nuestros esfuerzos, ayudarnos unos a otros para emprender juntos esta nueva etapa y para que haya una relación interactiva entre el pueblo, sus instancias dirigentes y su gobierno. Dirigir y gobernar no significa pasar por alto la opinión del pueblo, ni que el pueblo se limite a esperar que todo venga de sus dirigentes.
Si queremos tener éxito, tenemos que marchar juntos hacia el porvenir que deseamos. De ahí la pertinencia de la divisa «Juntos» , que significa que debemos compartir el sentido de las responsabilidades a todo lo largo de nuestro recorrido y que es juntos como reconstruiremos lo que fue destruido. Seguiremos golpeando al terrorismo, como también proseguiremos los procesos de reconciliación en todas las regiones del país hasta que no quede ya ni un solo sirio en los centros de relocalización ni en los campamentos de refugiados. Lucharemos contra la corrupción con la Ley y la moral. Fortaleceremos nuestras instituciones mediante la igualdad de oportunidades y la eliminación del favoritismo. No tenemos razón alguna para quedarnos inactivos o ser negativos ante los desafíos que nos esperan.
La mayoría de los aspectos negativos de nuestra sociedad son resultado de cierta cultura que se incrustó en nuestras mentes. Pero tenemos que sustituirla por una cultura de la iniciativa, de la cooperación y de la preocupación por los demás en vez de hundirnos en el individualismo y el derrotismo.
Algunos han de preguntarse: «¿Qué hacer si los funcionarios no responden a nuestras expectativas?». La pregunta es pertinente pero no podemos generalizar un caso al conjunto de todos los funcionarios. Siempre habrá alguien que escuche y que preste interés. A nosotros corresponde no bajar los brazos e insistir por todos los medios para hacer que nos oigan para contribuir a la construcción, al desarrollo y a que se rectifiquen los errores.
Yo estoy perfectamente consciente de que son muchas las expectativas sobre lo que acabo de decir. También sé que las expectativas son mucho más numerosas que las que puedo mencionar en un simple discurso. Son expectativas legítimas en su gran mayoría y a menudo muy lógicas, pero las guerras imponen prioridades que es absolutamente indispensable identificar. Tenemos un ejército heroico que defiende la Patria ofrendando miles de mártires, que defiende a las víctimas inocentes del terrorismo que caen cada día, a los ciudadanos secuestrados o desaparecidos que han dejado familias que sólo esperan verlos regresar. Otros han tenido que abandonar sus hogares y se han convertido en personas sin techo y otros más ya no tienen ni siquiera una vida decente… Es por lo tanto imposible, en esa situación, que otras prioridades prevalezcan sobre las preocupaciones que implican a tantos compatriotas.
Cuando hablamos de mártires y de ciudadanos inocentes masacrados, no mencionamos simples cifras. Tras ellos hay familias que han perdido un padre, una madre, un hermano, una hermana, un hijo, una hija… Y cuando hablamos de ciudadanos desaparecidos, es imperativo que nuestra primera prioridad sea tratar de saber qué ha pasado con ellos y cómo encontrarlos. ¡Agreguen ustedes a eso que hay quienes ya ni siquiera tienen cómo alimentarse!
Es cierto que teníamos algo de pobreza antes de esta crisis pero no era absolutamente comparable a lo que hoy estamos viviendo. Es para aliviar a todos esos y para alcanzar nuestros objetivos que tenemos que dedicar todos nuestros esfuerzos a respaldar nuestras fuerzas armadas, tanto a nivel del Estado como de la sociedad. Porque no podemos decir a las familias de nuestros desaparecidos, de los militares, de los hambrientos que son más importantes las prioridades de quienes se han cansado o han perdido el entusiasmo. Ignorar eso sería negar la realidad.
Queridos hermanos y hermanas,
Es la firme resistencia de ustedes lo que determinó la muerte de la falsa «primavera árabe» para reorientar la brújula en la dirección correcta. Una verdadera primavera habría comenzado en los países del atraso árabe. Una verdadera revolución de los pueblos por la libertad, la democracia y la justicia habría comenzado en los países más retrógrados, en los más opresivos y tiránicos; en esos países que están detrás de cada catástrofe que se ha cebado en esta nación, detrás de cada guerra desata contra ella y que han dado origen a todas las desviaciones intelectuales y a todas las depravaciones morales; en los países que representan la mayor realización de «Occidente», la mayor causa de todos los éxitos de Israel y de su surgimiento en nuestra región. Testigo de ello es la posición actual de esos países ante la agresión israelí contra Gaza.
¿Y qué ha pasado con el entusiasmo y la fingida buena voluntad que supuestamente mostraban hacia Siria o hacia el pueblo sirio? ¿Por qué no apoyan a Gaza? ¿Dónde están sus yihadistas? ¿Por qué no los mandan a defender a nuestros hermanos de Palestina? Para responder a esas preguntas, señoras y señores, tenemos que saber lo que realmente está sucediendo en Gaza.
Lo que está sucediendo en Gaza no es un acontecimiento aislado ni instantáneo. Desde la ocupación de Palestina hasta la invasión y los actuales intentos de partición de Irak, después de la partición de Sudan, hemos estado asistiendo a una serie de acontecimientos impecablemente planificada por Israel y Occidente. ¡Todo esto resulta evidente! Agreguemos a eso que la ejecución de los planes sucesivos ha pasado siempre por los Estados de la tiranía y el atraso.
Pero hablemos de los hechos en vez de quedarnos en la teoría. ¿No fue Abdul Aziz ben Abdul Rahman Al-Faisal quien confirmó a Gran Bretaña en 1915 que «no veía inconveniente en dar Palestina a los pobres judíos?»
¿No incitaron esos países [del Golfo] a Occidente e Israel a desatar la agresión de 1967, cuya factura seguimos pagando todavía, para deshacerse del «fenómeno Gamal Abdel Naser» que, en aquella época, había amenazado sus tronos?
¿No apoyaron esos países [del Golfo] a Irán, bajo el reinado del shah, para volverse después contra ese país cuando el gobierno iraní –después de la Revolución– decidió respaldar a Palestina y convirtió la embajada de Israel en embajada palestina?
¿No apoyaron esos países [del Golfo] los crímenes que la Hermandad Musulmana y los «Hermanos del Diablo» cometieron en Siria durante la segunda mitad de los años 1970 y hasta los años 1990? ¿No los respaldaron en contra del pueblo sirio y de su Estado, que nunca cometieron contra ellos ningún acto de hostilidad?
Esos mismos Estados [del Golfo] son los que adelantaron en 1981 la «Iniciativa de paz» presentada por el rey Fahd, amenazando a los palestinos con ríos de sangre si la rechazaban. Y, efectivamente, apenas un año después de que las organizaciones palestinas rechazaran esa iniciativa vino la invasión israelí contra el Líbano, cuyo resultado fue la salida de la OLP, no en aras de proteger el Líbano sino para proteger Israel.
Son también los Estados [del Golfo] los que nos sorprendieron con la más extraña de las iniciativas resumida en 3 palabras: «Normalización por Paz», posteriormente modificada para convertirse en «Iniciativa árabe de paz» en la cumbre de Beirut de 2002. La versión modificada, aún siendo menos negativa que la versión inicial, no valía la tinta que uso para redactarla el primer ministro israelí Ariel Sharon, quien no tardó en lanzar un ataque contra los palestinos, ataque que costó cientos de mártires, sobre todo en Naplusa y Yenin.
Después, cuando Israel atacó el Líbano en julio de 2006, el llamado “Saud†consideró que la Resistencia libanesa era inconsciente y temeraria mientras que esos mismos países [del Golfo] estimulaban a Occidente e Israel para que este último no pusiera fin a las hostilidades antes de la eliminación de la Resistencia libanesa.
Y fue precisamente porque esos países [del Golfo] cumplieron satisfactoriamente sus misiones que se les dio la tarea de financiar el caos al que se ha llamado «primavera árabe» y que recibido órdenes de la Liga Ãrabe, cuando otros países han renunciado, reduciendo su papel a lanzar llamados a la OTAN y a poner bajo asedio los pueblos árabes y los Estados que se rebelan contra sus amos.
Todos estos acontecimientos y muchos más son parte de una serie destinada a disolver la cuestión palestina. Todo el dinero que esos países [del Golfo] han gastado desde su creación ha perseguido ese único objetivo. Y ahora desempeñan en Gaza el mismo papel que ya jugaron en Siria. Allí, lo hacen a través del terrorismo israelí. Aquí, lo hacen a través de un terrorismo de 83 nacionalidades. Los procedimientos son muy numerosos pero el objetivo es siempre el mismo y también es siempre el mismo amo.
Esto último nos lleva a subrayar otra cuestión de importancia. Hay quienes dicen no estar interesados en lo que sucede en Gaza, convencidos de que nosotros mismos ya tenemos suficientes preocupaciones y problemas. Otros se expresan con ironía ante esta agresión de Israel contra los palestinos. reaccionando así ante la ingratitud y la poca lealtad de ciertos palestinos hacia todo lo que Siria les aportó durante décadas. Son comportamientos ingenuos ya que lo que está sucediendo en Siria y en toda la región está directamente vinculado a Palestina y a lo que sucede en los territorios palestinos. En este caso en específico, distanciarse es como sentarse a mirar como el fuego devora la casa del vecino en vez de ayudarlo a apagar el incendio creyendo que estamos al abrigo de la misma desgracia, cuanto en realidad el fuego avanza poco a poco.
Se hacen ilusiones, quienes creen que podemos vivir con toda seguridad y distanciarnos de la cuestión palestina porque esta última seguirá siendo el tema central basado también en nuestros principios y en las realidades que se imponen y que demuestran la estrecha correlación entre lo que sucede en Siria y lo que sucede en Palestina, sobre todo cuando sabiendo la estrecha correlación que existe entre las políticas internacionales y regionales cuando se trata de nuestra región.
Todo esto exige de nosotros que sepamos distinguir entre el pueblo palestino que resiste –al que nosotros debemos respaldar– y los comediantes que portan la máscara de la resistencia en función de sus propios intereses, para mantener una apariencia o obtener algún poder. No hacerlo sería ponernos, consciente o inconscientemente, al servicio de los objetivos israelíes, que apuntan a que nos disputemos aún más entre nosotros y a hacernos creer que nuestras crisis son locales y sin relación entre sí. Creer esa ilusión nos llevará a tomar malas decisiones que conducirán a soluciones ineficaces, que a su vez nos impedirán resolver los problemas que enfrentan nuestros Estados respectivos.
Señoras y señores,
Un pueblo como ustedes, que se ha mantenido en pie, que ha resistido y que se mantuvo en un país sometido a una agresión de una crueldad nunca vista, es un pueblo digno de la más alta consideración y del mayor respeto; es un pueblo digno de su tierra, de su historia y de su civilización; es un pueblo que devuelto a la Revolución su verdadero sentido; es un pueblo que ha demostrado que los sirios viven y mueren con honor porque su dignidad es más importante que la vida misma y su fe en Dios está estrechamente vinculada a su fe en su Tierra, en su Patria y en su Pueblo.
Aunque hayamos realizado últimamente grandes hazañas en nuestra guerra contra el terrorismo, nunca podremos olvidar nuestra amada [ciudad de] Raqqa, la que vamos a liberar con la gracia de Dios. En cuanto a Alepo, [ciudad] de la resistencia, y sus heroicos habitantes, no descansaremos hasta devolverles la libertad y la seguridad. Las operaciones militares cotidianas alrededor de esa ciudad y el número de mártires, que llegaron de todas las regiones del país para defenderla al precio de sus propias vidas, demuestran claramente que Alepo está en el corazón de cada sirio. ¿Y cómo podría un cuerpo olvidar su corazón?
Todos mis saludos al Ejército Ãrabe Sirio, a sus oficiales y a cada uno de sus soldados, que lo han dado todo por la defensa de la Patria, dejando tras de sí a sus familias con la firme intención de vivir para reunirse nuevamente con ellos.
Todos mis saludos a los Comités Populares de Defensa , a todos los hombres y mujeres jóvenes que han tomado lar armas para defender el honor y la dignidad de su país hasta convertirse en importantísimos auxiliares de nuestro Ejército en numerosas regiones del país.
Y sobre todo, todos mis saludos a este pueblo que, al respaldar a su Ejército y sus hijos enfrascados en el combate, ha contribuido grandemente a hacer posible sus hazañas.
No olvidaremos a los hijos fieles y heroicos de la Resistencia libanesa que se alzaron codo con codo con nuestro propio Ejército para librar juntos honorables batallas de ambos lados de nuestras fronteras comunes . A ellos hacemos llegar nuestro saludo, así como a cada una de las familias de sus mártires, que pagaron nuestra fidelidad con su fidelidad considerando que la defensa de Siria era para ellos un deber tan imperioso como la defensa del sur del Líbano.
Todos nuestros agradecimientos a Irán, a Rusia y a China, países que han respetado las decisiones del pueblo sirio a largo de 3 largos años y que han defendido con justicia todas las normas de la Carta de las Naciones Unidas sobre el respeto de la soberanía de los Estados y la no injerencia en sus asuntos internos.
Honorables sirios,
Nos esperan desafíos considerables y grandes tareas. Nuestro éxito a pesar de las dificultades y nuestra confianza en nosotros mismos no significan que podamos bajar la guardia. Nuestros enemigos son pérfidos pero es grande nuestra determinación. Es nuestra propia voluntad lo que nos permitirá convertir la adversidad en fortuna. Y si el precio que hemos pagado es exorbitante, hagamos que el futuro esté a la altura de todo lo que eso nos ha costado.
Se abre una nueva etapa. Estamos preparados para ella porque Siria merece todos nuestros esfuerzos. Nada le negaremos, como nuestros héroes que no le negaron ni siquiera su propia sangre, ni sus vidas.
En lo que me concierne, yo seguiré siendo de ustedes. Viviré entre ustedes, inspirándome en ustedes y orientándome gracias a la vigilancia de ustedes. Con ustedes… de la mano.
Y Siria seguirá siendo una ciudadela inexpugnable, por sí misma y por su dignidad.
¡Que la paz sea con ustedes!
Enviado por Enrique Ibañes