FRANÇOIS HOLLANDE
Mis queridos amigos, vosotros que estáis aquí, que me miráis desde lejos, incluso desde la distancia, estoy aquí para hablar de Francia, y por lo tanto de la República. Estoy aquí para hablar de la Francia que sufre, pero también la de Francia de la esperanza. Estoy aquí para hablar de la Francia de hoy -una página a punto de desaparecer- y de la Francia del mañana – la que estamos escribiendo. Estoy aquí para hablar de la Francia que vamos a construir el 6 de mayo. Estoy aquí, en Siene-Saint-Denis, este departamento con múltiples colores, el más joven de Francia, que acumula tantas dificultades y al mismo tiempo goza de tantos puntos fuertes.
Cada una y cada uno de los aquí presentes, de los que están lejos, cada uno tiene su historia, sus raices, su carrera, sus preferencias, su singularidad. Pero todos nosotros pertenecemos a la misma nación, a sus valores, sus principios, su cultura, su lengua, sus instituciones, por lo que aspiramos al mismo futuro. Comienza el objetivo de esta campaña, que no es ir en la búsqueda de un enfrentamiento partidista. El objetivo de esta campaña va mucho más allá de nosotros, de la izquierda. El objetivo de esta campaña, a tres meses de la primera ronda, es Francia. Siempre se trata de Francia.
Reunido ante vosotros, gran multitud, miles, siento la profunda emoción que expresan vuestras creencias, vuestras voluntades, vuestra esperanza. Mido el orgullo de haber sido nombrado por los ciudadanos como el principal candidato para la elección presidencial. Soy consciente de cuál es mi tarea: ser el cambio, conseguir la victoria de la izquierda y restaurar la confianza de Francia.
Estamos aquí, queridos amigos, para cambiar el destino de nuestro país. Estoy dispuesto a asumir esta responsabilidad y, por tanto, les diré cual es mi concepción de la Presidencia de la República y que significa para mi el presentarme aquí hoy. ¿Existe acaso mayor misión que la de presidir la República Francesa?
Presidir la República es dedicarse al interés general, en donde debe proceder cualquier decisión. Esta es la experiencia de Francia por su razón y su corazón. Es prolongar la historia de nuestro país, que viene de lejos, de antes de la República y con la República, que a menudo, tan a menudo, ha iluminado al mundo. Esta es la altura fijada. Es mostrarse digno, en todas las partes y todos los lugares y todas las acciones que requiera la presidencia.
Presidir la República es preservar el Estado, su neutralidad, su integridad, frente al poder del dinero, del clientelismo y del comunitarismo.
Presidir la República esta estar profundamente unido al laicismo, ya que es un valor que libera y que protege. Y es por ello que suscribo el Acta de 1905, aquella que separa a la Iglesia del Estado, presente en la Constitución.
Presidir la República es rechazar todo aquello que procede de un solo hombre, de un solo razonamiento, de una única parte que puede devenir en un clan. Presidir la República es engrandecer los derechos del Parlamento. Es reconocer a la colectividades locales en su libertad. Es acometer un acto más de descentralización. Es promover a los interlocutores sociales. Es reconocer su papel en la Constitución. Se trata de involucrar a los ciudadanos en los grandes debates que les afectan, y el primero de ellos será el devenir de la energía en Francia.
Presidir la República es elegir a las mujeres y hombre que gobernarán Francia y respetar sus derechos, al igual que los del Primer Ministro. Presidir la República es estar dispuesto a compartir el poder que otorga el nombramiento para el cargo más alto. Es también no nombrar nunca al presidente o presidentes de los canales de radiodifusión de los servicios públicos audiovisuales y dejar esa tarea a una autoridad independiente.
Presidir la República es democratizar las instituciones. E introduciré la no acumulación de mandatos por parte de los Parlamentarios y una parte proporcional de la Asamblea Nacional, la paridad en el ejercicio de las responsabilidades y el derecho de los extranjeros a votar en las elecciones locales, sin miedo para nuestro ciudadanos, fomentando la cohesión del país, dejando de lado los miedos, la cautela y el conservadurismo.
Presidir la República es hacer cumplir las leyes, para todos y en todas partes, sin el favor de los familiares ni que la debiliten los poderosos, garantizando la independencia de la justicia, eliminando cualquier intervención sobre los negocios de la energía, preservando la libertad de prensa y la protección de las fuentes de información, ni usar la información o la policía con fines personales. Presidir la República es ser impecable en la lucha contra la corrupción. Y ¡ay de los funcionarios que sucumban a ella! Presidir la República es reconciliarse, unirse, sin perder en ningún momento la dirección a seguir. Es eliminar el estigma, la división, la sospecha y los conflictos entre los franceses, esos que estarán allí siempre, que estarán por menos tiempo.
Presidir la República es no levantarse ni rebajarse nunca. Presidir la República es ser firme, firme incluso en lo relativo a la inmigración ilegal y aquellos que la explotan. Pero se ha de tratar con dignidad a aquellos extranjeros en situación regular y también a aquellos que aspiran a serlo sobre la base de criterios objetivos. Se trata de darle la bienvenida a los estudiantes extranjeros que quieren aprender en este país para enriquecerlo e irradiar a Francia. Y nadie debe impedir sino más bien ayudar a la circulación de los estudiantes, académicos o artistas que vienen aquí a dar lo mejor de si mismos.
Presidir la República es llevar los valores de Francia al mundo. Es respetar a los demás pueblos para que ellos nos devuelvan su estima. Es abstenerse de dar lecciones y comprender su lugar en la historia. Es no olvidar nunca los fundamentos del genio francés, que son el espíritu de libertad, los derechos humanos, el compromiso con la diversidad cultural y con la lengua francesa, esa hermosa lengua hablada por muchos otros más que los franceses solo. Presidir la República significa no invitar nunca a los grandes dictadores a París. Es utilizar nuestro asiento en el Consejo de Seguridad de la Naciones Unidas para decretar la salida del poder de aquellos que aplastan a su pueblo, como Bashar Al-Assad en Siria. Es luchar de forma incansable por la paz en Oriente Medio.
Presidir la República es saber tomar decisiones difíciles, no solo a raíz de una tragedia. Pienso en nuestro muertos en Afganistán, a los que quiero rendir un homenaje aquí, con emoción, dignidad y respeto, como a todos los heridos que aún lo sufren en sus carnes. Pienso en los problemas de sus familias. Los he escuchado. Y pienso en sus seres queridos que se hacen preguntas. Estos hombres asesinados cumplieron con su deber… Su sacrificio infunde respeto a toda la nación. Pero también hay que tener la lucidez de afirmar, más allá de la dedicación de estos hombres con su país, que nuestra misión allí ya se ha completado. Se ha llevado a cabo durante más de diez años por Lionel Jospin y Jacques Chirac para un propósito específico, que era responder a los ataques terroristas contra los Estados Unidos. Yo la apoyé plenamente. Pero hoy nuestra misión ya está completa.
Es el momento de decidir nuestra retirada, y yo ya lo he decidido hace tiempo. Así que asumiré, si los franceses me dan su mandato, cualquier responsabilidad por la acción. Pondré sobre aviso a nuestros aliados y me aseguraré de que se lleve a cabo una retirada ordenada sin poner en peligro la vida de nuestros soldados.
Por último, presidir la República es dar lo mejor de uno mismo, sin esperar nada a cambio. Es ser ambicioso con su país y ser humilde con uno mismo. Consiste dedicarse plenamente a la causa que todos hemos escogido, la única causa que lo merece: la de servir a Francia. Presidir la República es poner el Estado al servicio de los ciudadanos.. Es dar ejemplo y comprometerse con su actuación y su propia remuneración. Y esto no lo digo simplemente por agradar o para complacer, sino porque esto tiene que ser un principio. Voy a reducir un 30% las asignaciones del Presidente y de los miembros del gobierno, ya que es necesario dar ejemplo en un momento en el que, precisamente, se les están pidiendo esfuerzos a nuestros ciudadanos.
Presidir la República es aquello para lo que me he preparado. Se el tamaño y la dureza de la tarea. Quiero ser digno de vuestra confianza y al mismo tiempo mantenerme fiel a mi mismo. Todo en mi vida me
ha preparado para este momento: mis compromisos, mis responsabilidades, mis éxitos, mis ensayos. Siempre siguiendo el camino que me había propuesto.
Soy socialista. No he heredado la izquierda. Me entregué a ella de forma lúcida. Yo crecí en Normandía en una familia bastante conservadora. Pero esta familia me ha dado la libertad para elegir, por su educación. Le estoy agradecido a mis padres. A mi padre porque aún teniendo ideas contrarias a las mías me ayudó a reafirmarme en mis convicciones. A mi madre, que es un alma generosa y me dió lo que me es más hermoso: la ambición de ser útil.
Yo elegí la izquierda porque era lo que me gustaba, soñaba con la conquista de François Mitterrand. Siempre defendía con firmeza los logros de la izquierda: los de 1981, los de 1988. La izquierda, a la que he servido como electo de la República, como diputado. La izquierda, que dirigí junto a Lionel Jospin, cuando nosotros gobernábamos el país con honor y reivindicamos los avances. Hoy soy yo quien os representa. Soy yo quien lleva vuestra esperanza. Soy yo el que tiene la obligación de ganar. Soy yo el que os conduce a la batalla para la victoria, después de tanto tiempo, diez años ya. Diez años en los que un derecho se ha instalado en el poder y deshizo todo lo que nosotros hemos construido.
Queridos amigos, dejadme que os diga más. Soy un electo de la Francia rural donde los agricultores demuestran la excelencia de su trabajo sin recibir a cambio lo que se merecen. Soy de Lemosín, en Corrèze, donde aprendí mucho. Fui alcalde de Tulle, una pequeña ciudad, de apenas 17.000 habitantes, pero grande en la historia, Tulle era una ciudad de la Resistencia. Sufrió el martirio de la guerra: 99 ahorcados y 200 deportados en el 9 de junio de 1944, tomada por la barbarie nazi. Cada 9 de junio, una procesión por las calles de la ciudad recordando la memoria de los torturados. Se cuelgan coronas de flores de los balcones,, en donde los cuerpos sin vida se balanceaban lentamente en el pasado. Tengo sus nombres en mi cabeza. Estos son mis héroes, nunca lo olvidaré, ellos hacen que siga adelante. Me recuerdan constantemente una hermosa lección de humanidad de aquellos que sacrificaron sus vidas, sus vidas por nuestra libertad. La resistencia no tenía celebridad, ni recompensa ni medallas. No buscaban nada a cambio, no quería beneficios por sus acciones. Eran hombres y mujeres con orgullo. No les inspiraba la ambición o la codicia. Ellos salvaron nuestro honor porque creyeron en los valores de Francia. Y su lucha es lo que me inspira hoy.
Soy presidente del Consejo General, un departamento de Corrèze. Uno famoso por sus personalidades políticas, pero también uno exigente. Aquel que se las arregla para conseguir con éxito su apoyo tiene al menos las cualidades del corazón, aunque no siempre tenga razón. No se me dio nada. Todo lo que gané, lo conquisté y lo hice crecer. Presenté mi candidatura a las elecciones presidenciales casi un año después. Me las arreglé para convencer a los votantes cuando muy poco imaginaban que pudiese tener éxito. Me aseguré de que tras la consulta, se reuniesen todos los que presentaron su candidatura, y los saludo con afecto, como doy la bienvenida a Martine Aubry, que nos permitió encontrarnos todos juntos, y Jean-Michel Baylet, quien nos aportó también a los radicales de la izquierda.
Queridos amigos, si estoy hoy aquí es fruto de la obstinación. No se puede dejar pasar la oportunidad. Esta es la culminación. Vosotros me conocéis bien, desde hace mucho tiempo, treinta años ya. Este es un contrato que recompensa, a unos y a otros, con fidelidad y tenacidad. Es cierto que no soy ostentoso, soy yo mismo, y en eso reside mi fuerza. Lo que vosotros veis aquí es lo que soy. Quiero llegar al poder, más no soy codicioso, solo quiero servir a los franceses. El poder. Conozco sus necesidades, sus utilidades y sus derivas. Estas características me complacen, pues he dedicado mi vida entera al compromiso. He sacrificado mucho.. He dado y recibido tiempo, trabajo y palizas, pero mi consistencia me ha hecho ser coherente con mis opciones. Nunca he sentido la necesidad de cambiar y eso me ha hecho ser yo mismo. Soy consciente de que el Estado, para ser eficaz, requiere una cabeza que lo dirija, pero no hay dirección segura si esa cabeza no se asocia con otros, no moviliza a las mentes ni saca lo mejor que hay en cada uno de nosotros o no escucha la voz de la manifestación, la reconciliación o la sanación. No me gustan los honores, los protocolos ni los palacios. No reclamo más que una simplicidad que no es utilidad, pero es la marca de la autoridad real.
Os voy a confiar un secreto, un secreto que he guardado durante mucho tiempo pero que seguro que ya habéis descubierto: mientras que otros están fascinados por el dinero, yo estoy fascinado por la gente. Veo en cada mirada una expectativa, en cada rostro una curiosidad, en cada apretón de manos un encuentro, en cada sonrisa una oportunidad.
Se que del Estado se derivan y se dan servicios en múltiples aspectos. Algunos me acusan de no haber sido ministro. ¡Cuando veo a los que están hoy en día me tranquiliza! ¡Son las mismas personas que criticaron a François Mitterrand por haberlo sido once veces! Y les recuerdo que, salvando las distancias ¿no llegó Georges Clemenceau a ser Ministro y Presidente del consejo a los 65 años? Pero yo no voy a esperar tanto, ¡os lo prometo! También sé que la historia puede ser trágica, que nada permanece inalterable, irreversible o inexpugnable para siempre y puede alterarse su corazón.
Las crisis, el fanatismo, el terrorismo, por no hablar de los desastres naturales: nunca estamos tranquilos. El curso de la humanidad nunca está tranquilo. El curso de la humanidad conoce sequías e inundaciones inexplicables. El hombre de Estado debe estar siempre preparado, para lo peor, y estar alerta con espíritu incansable y continuar la lucha por el progreso, la dignidad humana y la democracia, no dejarse llevar nunca por sus cambios de humor, ni por los cambios y modos de la historia, debe seguir su curso. Soy de voluntad optimista. Creo que lo mejor es posible, que un pueblo unido en torno a un proyecto común es capaz de construir su propia historia. Estoy convencido de que los franceses esperan un liderazgo fuerte, un discurso de los esencial, especialmente de aquel que debe conducirlos, apaciguarlos, respetarlos y darles confianza.
La confianza es una palabra que no se encuentra en las leyes ni en los reglamentos, que no cuesta nada pero que puede aportar mucho. Controla muchas cosas. No resuelve nada por si misma, pero hace que todo sea posible si se sabe mantener. Y es por eso que quiero devolverles la confianza a los franceses.
Dos momentos han marcado mi vida política, una violenta, el 21 de abril de 2002, una lesión que todavía llevo conmigo, me remonto a esa terrible noche donde la extrema derecha, por falta de vigilancia o de lucidez, pone a la Izquierda fuera de juego y permite que la derecha instalarse en el poder durante diez años. Pero he aprendido la lección. No dejaré, no permitiré que la clase obrera, los trabajados, vayan hacia una familia política que nunca ha hecho nada para servir a los intereses de estas clases. No dejaré que un partido caricaturice los problemas de las clases sin aportar al menos una solución creíble. No dejaré jamás que una formación política se presente como la voz del pueblo cuando se quiere servir solo a si misma. No voy a dejar que se alejen en nombre de los ciudadanos de Francia, nuestros amigos, que pueden pensar que el enemigo está aquí, que tiene un color y una religión, lo que sería contrario a los principios mismos de nuestra República. No dejaré que la ira o la angustia obstruyan la causa de la República, la integración europea o los derechos humanos. No permitiré que ningún partido político pueda exigir la restauración de la pena de muerte. Voy a luchar, voy a luchar hasta mi último aliento para evitar estos riesgos y para evitar que se trunquen las elecciones presidenciales. Porque lo que se espera la gran mayoría de nuestros ciudadanos, en la elección izquierda-derecha, es la opción más obvia para permitir que nuestro país tome decisiones reales.
La otra fecha grabada en mi memoria es más feliz, el 10 de mayo de 1981. Tenía 26 años. Se lo que representa para todos aquellos que han esperando durante décadas, tanto tiempo, un cambio al fin, la alegría de la victoria. Hubo, por supuesto, otros éxitos para la izquierda: en 1988 y 1997, pero no tuvieron el mismo alcance. Y ahora no quiero quedarme en la nostalgia. La epopeya de la izquierda no puede reducirse a dos fechas: la de 1936 y 1981. Quiero que la izquierda se instale por mucho tiempo, y me postulo para retomar ese hilo, con el fin de que la izquierda vuelva a estar al frente de Francia. Queridos amigos, presentes y ausentes, quiero ver su felicidad el 6 de mayo, su alegría, quiero ver la alegría de la conquista, el entusiasmo y al mismo tiempo la superación de la libertad. Quiero ganar con vosotros el derecho a presidir Francia.
Conozco nuestro país, lo he recorrido, lo he recorrido tantas veces y nunca me canso de descubrirlo. Conozco los cambios que han sufrido las ciudades, que crean, que emprender, que cambian sus formas gracias al trabajo paciente de nuestros agricultores, sus espacios marítimos trabajados por los pescadores, sus factorías de producción en donde la inteligencia de sus empleados se combina con la competencia de los ingenieros. No me olvido de los espacios en donde se hizo el silencio y la vida se ha retirado, donde la ira y la desesperación anulan el talento y la voluntad para tener éxito. Esta es la Francia a la que quiero servir.
Al igual que ustedes, conozca la gravedad de los tiempos que vivimos. La crisis financiera desestabiliza a los Estados, la enorme deuda pública de los mercados elimina todos los derechos. Europa es incapaz de protegerse de la especulación monetaria. Nuestro país se enfrenta a una tasa de desempleo récord y se hunde en la recesión y en la austeridad. El miedo está instalado en la sociedad. Lo mido todos los días. Este miedo destroza Europa e incluso merma la democracia. Se convierte en indignación ante la injusticia de un sistema de impotencia política que tiende a la indecencia. Esto degenera en violencia privada, familiar, social, urbana cuando este miedo se instala y se difunde a través de nuestra conciencia colectiva: la marcha hacia el progreso se ha detenido, y nuestros hijos tendrán que vivir peor que nosotros. Es esta idea contra la cual lucho. Es por esto que me presento como candidato a las elecciones presidenciales. Quiero restaurar la confianza de los franceses en su vida: Francia ha atravesado en su historia muchos retos, muchas crisis, guerras, revoluciones, siempre superándose, con el rechazo a la reducción, a la terminación, al retiro, nunca sucumbiendo a la conformidad, al miedo o a la ley del más fuerte, se mantuvo fiel a los valores de la República, y encontró en si misma el valor y el esfuerzo para defender su modelo social, para mantener el orgullo y levantar la cabeza, mirando con lucidez el desafío al que se enfrentaba, debatiendo libremente y tomando las decisiones correctas.
Nunca existe, reitero, nunca existe una única política posible, independientemente de la gravedad de la situación. La historia no es la suma de sucesivos fracasos, se nos enseña que siempre hay varios caminos posibles. El camino que yo os propongo hoy es el camino de la justicia, que es la esperanza de la promesa republicana.
Pero antes de hablar de mi proyecto quiero decirles una cosa. En esta lucha que se avecina, les diré quién es mi adversario, mi verdadero adversario. No tiene nombre, ni rostro, ni partido, nunca presentó su candidatura ni saldrá nunca elegido, sin embargo, tiene el poder. Este adversario es el mundo de las finanzas. Ante nuestros ojos durante veinte años, los mercados han tomado el control de la economía, de la sociedad e incluso de nuestras vidas. Ahora, es una fracción de segundo, es posible mover cantidades vertiginosas de dinero, suponiendo amenazas potenciales para los Estados.
Esta influencia se ha convertido en su imperio. Y la crisis que nos afecta desde el 15 de septiembre de 2008, lejos de debilitarse se ha fortalecido aún más. Frente a estos mercados, las promesas de regulación y los encantamientos del «nunca más» no fueron escuchados. Las cumbres del G20 se suceden sin resultados tangibles. En Europa se convocaron 16 cumbres de la última oportunidad sin consiguiente solución al problema. Los bancos, salvados por los Estados, comen ahora la mano que los alimenta. Las agencias de rating, con razón criticas por no haber previsto a tiempo las crisis de las subprime, deciden ahora el destino de la deuda soberana de los principales países, justificando así una austeridad cada vez más dolorosa. En cuanto a los fondos de cobertura, lejos de haber desaparecido, siguen siendo nuestros vectores de desestabilización. Por lo tanto, los mercados siguen gozando de la ausencia de reglas, moral o control.
Dicho esto, yo no percibo indulgencia alguna en este período de cinco años que llega a su fin. Pero eso ya no importa. Ya se han hecho los juicios. Es momento de empezar de nuevo, este quinquenio que termina en tormenta. Con la promesa de cargas impositivas mayores a las grandes fortunas, llegamos a gravámenes mayores impuestos a todos los franceses. Con la promesa de la vuelta al pleno empleo, terminamos con una tasa de desempleo récord. ¿Y qué decir del déficit, la deuda, la desindustrialización, la demolición de los servicios públicos, incluyendo la educación?
Una palabra resume este período presidencial: la degradación. Todo se queda deteriorado. No le estoy poniendo nota. Ni siquiera voy a hablar de la Cuentas Públicas. Estoy hablando de las condiciones de vida, la situación en si misma. A las condiciones de injusticia, se sumaron las decisiones inconscientes de los poderosos que llevaron a la connivencia con el poder, cuya paradoja es que la omnipotencia de estos nos lleva a la admisión de nuestra impotencia. Es por eso que el cambio no será solo el de un Presidente, un gobierno o una mayoría. Tenemos que ir mucho más allá: se trata de un cambio de política, de perspectiva, de dimensión que debemos ofrecer a nuestro país el 22 de abril y el 6 de mayo.
Si el mercado es el enemigo, entonces debemos enfrentar nuestros medios en nuestra casa en primera instancia, sin debilidad y sin irrealismo, pensando que será una lucha larga, una prueba dura, pero tenemos que mostrar nuestras armas. El fin del dominio de los mercados empezará aquí al aprobar una ley que obligará a los bancos a separar sus actividades de préstamo de sus operaciones especulativas. Ningún banco francés podrá estar presente en ningún paraíso fiscal.
Se prohibirán por completo los productos financieros tóxicos, que no están vinculados a las necesidades de la economía real. Se eliminarán las opciones sobre las acciones. Y las cajas de bonos. Finalmente, propongo un impuesto sobre todas las transacciones financieras, no la recuperación del impuesto sobre el mercado de valores que se retiró hace unos meses -llámenlo coherencia-. No, yo propongo un verdadero impuesto sobre las transacciones financieras como el que queremos aplicar en Europa. Propongo además que, si queremos evitar se juzgados por las agencias de calificación en donde se cuestiona la legitimidad, crear una agencia de calificación pública a nivel europeo.
El otro punto con respeto a la financiación europea. La eurozona de destruye ante nuestros ojos. Francia debe tener la ambición de cambiar el rumbo de Europa. Será necesario convencer a nuestros socios. A menudo me preguntan: «Â¿Pero como va a convencer a sus aliados en Europa, con las posturas que usted defiende, cuando ya el presidente saliente no lo consiguió?» Pero lo que va a cambiar será el voto francés, será nuestra capacidad para convencer. Los destinos de Francia y Europa están unidos. La grandeza de Francia no es posible sin la fortaleza de Europa. Nosotros necesitamos a Europa, nos debe ayudar a salir de la crisis, pero imponer una austeridad sin fin puede llevarnos a una espiral de depresión. Se necesitan una serie de disciplinas y de compromisos para con la deuda, que deberían ser respetados. Es el crecimiento lo que nos permitirá alcanzar una mayor seguridad. Por eso propongo a nuestros socios un pacto de responsabilidad sobre la gobernanza y el crecimiento. Es por ello que renegociaré el tratado de la Unión Europea (UE) establecido en el acuerdo del 9 de Diciembre para darle la dimensión que le falta, la de coordinación de políticas económicas, proyectos industriales, la reactivación de las grandes obras en el campo de la energía y dotarnos de herramientas para controlas la especulación, la creación de un fondo europeo que pueda intervenir en el mercado de la mano del Banco Central Europeo, que deberá estar en última instancia al servicio de la lucha contra la especulación. Voy a actuar en favor de la creación de eurobonos para poner en común una parte de la deuda soberana para financiar grandes proyectos. Defenderé, porque este es el sentido del proyecto europeo, una democracia que asocie a los parlamentos nacionales y a los europeos en decisiones que deberán concernir a los Estados. Propongo una nueva política comercial en Europa para evitar la competencia desleal, que fijará reglas estrictas en materia social, en cuestiones ambientales y con reciprocidad. Se instalará la contribución ecológica en las fronteras europeas para completar este dispositivo. Actuaré a favor de la paridad del euro y el dólar americano. No aceptaré que la moneda china siga siendo inconvertible, mientras que la primera potencia comercial siga la senda del exceso sin que su dinero sea revaluada.
Europa tiene muchas fallas, lo sé. Pero al mismo tiempo es nuestro bien común. ¡Defendámosla! ¡Lo necesita, y lo merece! Lo que falta en Europa es un movimiento -y se lo dice un europeo de corazón- pero no un movimiento de cualquier Europa: un movimiento hacia una Europa del crecimiento, de la solidaridad y de protección. Es la vocación de Francia de construir esta Europa con Alemania y con los países que estén dispuestos a acompañarnos.
Ninguno de los principales retos que ha de afrontar Europa se puede resolver sin el pacto de amistad e igualdad que los franceses y los alemanes han desarrollado después de la guerra. Propongo pues, a nuestros amigos alemanes, una nueva relación de verdadera igualdad. Por su parte, tendrán que mostrar su solidaridad. Alemania no puede permanecer fuerte en una Europa débil, no podrán seguir siendo ricos en una Europa empobrecida. Sé que muchos en Alemania lo comprenden así. Pero por nuestra parte también debe haber esfuerzos, los esfuerzos para aumentar la competitividad y la justicia fiscal. Este pacto construirá y abrirá un nuevo ciclo en Europa, el ciclo de la energía de la cooperación económica e industrial entre nuestros dos países. Por lo tanto, en enero de 2013 -no muy lejos ya del 6 de mayo-, si los franceses me dan su mandato, le enviaré a la canciller alemana el desarrollo de un nuevo tratado franco-alemán, un Tratado del Elíseo medio siglo después de aquel fundado por De Gaulle y Adenauer que instituyó un dinamismo para nuestros dos países.
Queridos amigos, quiero devolver la confianza a Francia en Europa. Ahora quiero contarles como voy a empezar la recuperación de Francia. Lo que está en juego no es nuestra soberanía de ayer, cuando el país estaba amenazado. Lo que está en juego es la soberanía de la República ante los mercados y la globalización. Es por eso que quiero recuperar Francia, recuperarla financieramente, económicamente, industrialmente. Nuestro país ha abandonado durante mucho tiempo la industria, cegado por la quimera de una economía sin máquinas, como si lo intangible pudiese reemplazar al trabajo obrero, al trabajo del capataz o del ingeniero y su saber hacer. La reindustrialización de Francia será mi prioridad. Crearé un banco de inversión público que, además de los fondos regionales, apoyará al desarrollo de empresas estratégicas. Promoveré la producción en Francia por la vía de la financiación y las ventajas fiscales a aquellas empresas que inviertan en nuestro territorio, que desarrollen su actividad y que creen puestos de trabajo en nuestro territorio, y que además fortalezcan sus exportaciones. Movilizaré los ahorros de los franceses mediante la creación de una cuenta de ahorros en la que el producto esté completamente dedicado a la financiación de PYMEs y empresas innovadoras.
Le exigiré a las empresas que deslocalicen su producción que devuelvan la cuantía total de las ayudas públicas recibidas. Daré prioridad a las PYMEs: ellas son las que contratan a trabajadores, a las que hay que ayudar en primera instancia; es por ellas que vamos a ampliar el crédito tributario para la investigación, por lo que vamos a bajar el impuesto de sociedades y por lo que vamos a crear una agencia para las PYMEs. Promocionaré la economía digital en colaboración con las organizaciones locales y las industrias de banda ancha para ofrecer una cobertura total en Francia en los próximos diez años.
El retorno del crecimiento económico depende también de la transición energética. Me he comprometido a que la producción de electricidad a través de fuentes de energía nuclear se verá reducida de un 75% a un 50% en el año 2025. Por supuesto, necesitamos una industria nuclear fuerte, inventar nuevas tecnologías, que son el progreso del mañana, pero también necesitamos a las energías renovables, también necesitamos un plan de ahorro energético, que nos permitirá tener perspectiva industrial. Para el ahorro de energía, implementaremos un plan para grandes proyectos: un millón de alojamientos nuevos y viejos recibirán subsidios para viviendo con un mejor aislamiento término y de calidad. Crearemos decenas de milas de nuevos puestos de trabajo dando un mayor poder adquisitivo a los hogares al reducir sus gastos en calefacción. No podremos volver a crecer, ni a industrializarnos, si no realizamos un gran esfuerzo en innovación. Nuestro destino como nación industrial se juega aquí. Confío en que la ciencia, el progreso, la investigación y la capacidad de los inventores no proporcionarán los productos para el mañana sin necesidad de temer por nuestro medio ambiente, dado que la investigación está para el servicio de la ecología y del medio ambiente.
Reactivar la economía, reactivar la industria, pero también enderezar las finanzas. El nivel de nuestra deuda pública nunca ha sido tan alto. La deuda pública se ha duplicado desde el año 2002. Los diez años de gobierno de la derecha han costado tanto como todos los gobiernos de la Quinta República juntos. No he repasado a todos los presidentes que han pasado por el gobierno pero, sea cuales fueren sus méritos o defectos, ninguno ha sido capaz de llevar a la deuda pública a tales niveles. Hubo que esperar hasta 2002 para tal deriva. Para controlar esta deuda, restableceré el equilibrio fiscal para el final del mandato si este se me confía. Para lograr este objetivo, volveré mi atención sobre las exenciones y múltiples ventajas fiscales que se les han concedido durante una década a los hogares de los más ricos y a las grandes empresas. Esta reforma generará alrededor de 30 mil millones de euros en ingresos adicionales, al mismo tiempo que se controla el gasto estatal. Todo nuevo gasto será destinado al ahorro, no se incrementará el número total de funcionarios, pero tampoco se sustituirán por un segundo funcionario aquellos que estén a punto de retirarse.
Esta recuperación, querido amigos, es esencial. Pero solo será posible si es justo. Cada nación tiene su alma. El alma de Francia es la igualdad. Fues por la igualdad que Francia inició su revolución y abolió ciertos privilegios en la noche del 4 de agosto de 1789. Fue por ello que el pueblo se alzó en junio de 1848. Fue por ello que la Tercera República estableció la educación obligatoria y el impuesto sobre la renta ciudadana. Fue por ello por lo que trabajó el Frente Popular en 1936. Fue por ello que el gobierno del general De Gaulle estableció el sistema de Seguridad Social en 1945. Fue por la igualdad que François Mitterrand fue elegido en 1981. Fue esa igualdad por la cual trabajamos con Lionel Jospin, por la cobertura universal de la salud y el subsidio para la autonomía personal. Es por esta igualdad por la cual debemos luchar y por la cual debemos ofrecer a los franceses el cambio.
La igualdad es lo que ha permitido que un niño huérfano de padre, criado por una madre pobre, sorda y analfabeta, se convirtiese en Premio Nobel de Literatura. Su nombre es Albert Camus. Después de recibir el premio, le escribió lo siguiente a su viejo maestro: «Mi primer pensamiento, después de para mi madre, fue para usted. Sin usted, sin esa mano afectuosa que usted me ha tendido cuando yo era pobre, sin sus enseñanzas y sin su ejemplo, nada de esto hubiese sido posible». Esta es la igualdad por la cual debemos luchar, porque, desde hace diez años, la igualdad se redujo en todas partes. Por todas partes, los privilegios prosperan al tiempo que una aristocracia (utilizo esta palabra deliberadamente) arrogante y codiciosa se asienta y prospera. Un 1% de la sociedad francesa vive aislada del resto de la gente. Viven entre nosotros, pero no viven con nosotros. A veces, ni siquiera viven entre nosotros. En los últimos años ha ido prosperando una constante secesión social: barrios relegados, incluso abandonados; del otro bando barrios seguros y protegidos en donde nada viene a inquietarles. Yo seré el Presidente del fin de los privilegios, porque no puedo aceptar que mientras unos se enriquecen sin parar, la incertidumbre se extienda, que las pobreza empeore y que haya 8 millones de personas por debajo del umbral de la pobreza, entre los que se cuentan muchos niños.
Pero entiéndanme bien, igualdad no es igualitarismo, es justicia. Igualdad no es asistencia, es solidaridad. No franceses no deben temer a la igualdad, no deben temer a la justicia y tampoco deben temer a la redistribución. Los franceses deben saber que, si me eligen como su Presidente, me haré tan solo una pregunta: antes de cualquier esfuerzo extra, antes de cualquier reforma, antes de cualquier decisión, antes de cualquier ley o de cualquier decreto yo me haré siempre una pregunta: ¿esto que se propone es justo? Si es justo, lo aceptaré, si no lo es, lo rechazaré. Solo la justicia deberá guiar nuestras acciones.
Es por ello que plantearé con el Parlamento la reforma fiscal que nuestro país necesita. Por la justicia revisaré las tasas impositivas sobre las fortunas, es por justicia que creo que las rentas de capital han de tener cargas impositivas como las tienen las rentas por el trabajo ¿Quién puede pensar que sea más normal ganar más dinero durmiendo que trabajando? Es por justicia que pretendo fusionar el impuesto sobre la renta con el impuesto sobre la contribución social general, en un contexto de un impuesto progresivo sobre la renta. Corresponde a la justicia el que establezcamos un impuesto del 45% a las rentas superiores a los 150.000 euros. No me harán creer que con rentas de 150.000 euros son las clases medias las que se deben preocupar. Es por la justicia que no quiero que nadie pueda gozar de las ventajas que ofrecen las lagunas fiscales para tener una reducción de 10.000 euros anuales en tasa impositivas.
Sé que la lucha será dura, que habrá miedos, que habrá inquietudes… Mañana, si somos responsable, aquellos que alcen la voz más fuerte obtendrán más de nosotros de lo que dan. Sé que no habrá manifestaciones de apoyo. Sería raro y excepcional. Nos desafiarán, tratarán de asustarnos y de asustar a las clases medias, aquellos que no verán beneficio alguno en las reformas que proponemos,,, y las grandes fortunas abandonarán nuestro territorio. Pero ¿los beneficios fiscales han acercado a las grandes fortunas a nuestro país? ¡No! ¿Los beneficios fiscales las han enriquecido todavía más? ¡Si! ¿Han disminuido los impuestos a las clases populares en los últimos 5 años? ¡No, han aumentado! ¿Han disminuído los más favorecidos en los últimos 5 años? ¡Si! El IVA no es el impuesto más preocupante para ellos, ya que afectará a todos los franceses, son aquellos que nosotros proponemos.
Pero no basta con una reforma tributaria. La igualdad debe cubrir todas las áreas de la vida en sociedad. La igualdad debe conceder la jubilación a aquellos que empezaron a trabajar antes, aquellos que realizan los trabajos más duros. Es por ello que debemos abrir una negociación para la reforma de las pensiones -dado que la actual no es solo injusta, si no que también está mal financiada-, así, antes incluso de que se lleve a cabo esta reforma, todos aquellos que hayan cumplido 60 años y hayan contribuido durante 41 años a las arca públicas, tendrán derecho a una jubilación con la paga completa. La reforma ha de atender a las dificultades, los recortes, el monto de las pensiones, la edad legal, las tendencias de los ingresos y la sostenibilidad de nuestro sistema de pensiones.
La igualdad también se debe manifestar en el acceso a la vivienda. Carecemos de posibilidades de vivienda en Francia. Las existentes alcanzan precios insoportables, no solo en las grandes ciudades. Es por ello que necesitamos más viviendas. Para ello se llevará a cabo la siguiente decisión: el Estado tomará la iniciativa, pondrá de inmediato, a disposición de las comunidades locales todo el espacio disponible para que se puedan construir nuevas viviendas en los próximos cinco años. Más viviendas y más viviendas sociales, por ello, el Folleto A -el destinado a la recaudación de financiación para la vivienda social- verá doblado su techo de fondos, de modo que todos los ahorros de los franceses sirvan para la financiación de más vivienda social.
Necesitamos más viviendas, más viviendas sociales y más viviendas baratas. Sabemos que llevará tiempo, pero para evitar el abuso, nos centraremos en aquellas construcciones en donde los precios son manifiestamente excesivos. Se necesitan ciudades más equilibradas. En la misma línea, se sancionará a aquellos municipios en los que se viole la ley de solidaridad urbana.
Igualda, igualdad siempre e igualdad en la salud. Nuestros profesionales sanitarios son de una calidad excepcional gracias a la experiencia del tiempo. Su trabajo es uno de los más difíciles. Sin ellos, el sistema ya se habría colapsado aunque, al mismo tiempo, muchos franceses deben pagar para ser atendidos por razones económicas o por razones de residencia. Vamos a luchar contra los desiertos médicos y trabajaremos en un nuevo sistema de fijación de precios, que distinguirá entre la actividad privada y el servicio público, se fortalecerán los hospitales de atención pública en sus tareas y misiones, y me comprometo a que nadie en nuestro país tenga que desplazarse más de media hora para ser atendido en una emergencia médica.
La igualdad, la igualdad sigue siendo el igual acceso de todos al agua, calefacción, electricidad… No es así sin embargo, una pequeña familia modesta paga el mismo precio por el agua que bebe que aquellos que la disfrutan sin dar cuenta del consumo. Por ello, voy a crear una tarifa progresiva, como la del gas o la electricidad, lo que garantizará, al menos por un cierto tiempo, unos precios estables y justos.
Igualdad es tener el mismo salario cuando tenemos las mismas habilidades y las mismas responsabilidades. ¿Como puede aceptar la República, Francia, que a las mujeres se les pague menos que a los hombres? Las exenciones por cargas sociales para las empresas serán eliminadas si se diese esta situación.
Igualdad, siempre la igualdad, es ayudar a aquellos territorios que más lo necesitan, y en particular, ahora que estoy aquí en Siene Saint-Denis, a nuestros suburbios. Eso significará dejar de ayudar de la misma forma a aquellos barrios pobres de ciudades con barrios ricos, que a aquellos barrios más pobres de ciudades que no tienen barrios pobres en si mismos. Cuento con el apoyo de todos los representantes electos locales para que me acompañen en esta tarea. Es necesario sensibilizarse de la terrible injusticia que supone para millones de franceses vivir en edificios que no son habitables o en ciudades que están degradadas.
La igualdad, la igualdad es también la seguridad para todos. Vivir con miedo es insoportable. La inseguridad es una injusticia social intolerable. Afecta al más pequeño, al más viejo, al más joven o al más frágil. La seguridad es un derecho y yo la haré respetar creando zonas de seguridad prioritarias allí en donde haya las mayores tasa de delincuencia, añadiendo personal adicional, 1.000 cada año, en la justicia, en las comisarías y en las fuerzas de seguridad ciudadanas. Y lucharé contra todo tipo de tráfico ilegal, contra todas las mafias. Tampoco toleraré la delincuencia financiera, la evasión fiscal, ni tampoco que una pequeña banda se introduzca en cualquier ciudad y haga vivir a sus habitantes un infierno. Todos ellos, criminales financieros, estafadores, pequeñas bandas organizadas, aquellos que creyeron que la ley no se ocupa de ellos, el próximo presidente les advierte ¡la República, sí, la República los detendrá!
La igualdad, la igualdad son siempre los mismos derechos para todos, sin importancia de género u orientación, el derecho a contraer matrimonio, a adoptar, para las parejas que así lo desean. El derecho de las personas con discapacidad a vivir una vida lo más normal posible. Yo me aseguraré de que cualquier ley incluya un componente sobre la discapacidad.
La igualdad es también el acceso a todo aquello que le es más preciado a cada uno, a la emancipación, al enriquecimiento (prosperar), a la cultura. La cultura, la mencionaba Baudelaire: «El mejor testimonio que podemos dar de nuestra dignidad, es la cultura». Y, de nuevo, tenemos que actuar. La educación artística se generalizará, el desarrollo cultural de Francia será una prioridad. E incorporará a los territorios olvidados, las áreas abandonadas, a los barrios degradados de nuestras ciudades. Y es por eso que vamos a iniciar una nueva etapa de descentralización cultural.
En cuanto a la ley Hadopi que es inaplicable, será reemplazada, si, digo bien, reemplazada porque se necesita un marco para asegurar los derechos de cada uno, será reemplazada por una ley que atienda al acto 2 de la excepción cultural, que defenderá los derechos de los creadores, porque necesitamos a la creación y a la producción, al tiempo que necesitamos acceso a la obras en internet. No debemos oponer a los creadores contra el público. Ambos están en el mismo bando, para la emancipación, el descubrimiento, la calidad y la excepción cultural de Francia.
Queridos amigos, quisiera citarles a Pierre Mendès France, que nos dijo «la verdad debe guiar necesariamente a nuestros pasos». Os debo la verdad. Conozco la limitaciones financieras, la magnitud de nuestro déficit, la gravedad de nuestra deuda, el débil crecimiento de 2012 y el peso de la herencia que recibiremos. No voy a prometer aquello que no puedo llevar a cabo. No puedo prometer el control de las cosas desde el primer momento.
Por tanto, este quinquenio abrirá reformas estructurales, aquellas que derivarán en la recuperación de la justicia, la recuperación económica, la reforma fiscal, un pacto educativo y la descentralización. Nos ocuparemos también de lo urgente, el empleo, incluido el empleo juvenil, la vivienda y la salud. Será entonces cuando podremos redistribuir lo que hayamos creado, aquello que hayamos fabricado, aquello a lo que nos hayamos comprometido, aquello que tendrá nuestro país para la recuperación. He aquí los tiempos que se proponen.
Pero no perderé ni un solo momento del mandato que me será confiado.
En el plano internacional, con una cumbre de la OTAN prevista para finales de mayo de 2012, allí nos comprometeremos a nuestra retirada de las tropas de Afganistán. En el plano europeo, si los franceses me dan su mandato, mi primer paso será reunirme con la Canciller Alemana para hablar de que todos debemos cambiar el enfoque de Europa, hacia una vía de crecimiento y creación de trabajo.
Aquí en nuestro país, sin siquiera esperar a la renovación de la Asamblea Nacional, voy a trabajar con los nuevos ministros y el nuevo gobierno, trabajaremos en las primeras medidas contra las finanzas y la reforma bancaria. No permaneceremos inactivos ni por un momento. Esto próximos cinco años no serán un «flip-flop», un «zig-zag», una contradicción. Sabemos hacia donde queremos ir. Conocemos el tiempo y el ritmo. Les hemos fijado a los franceses los objetivos, pero también los medios. Sabemos que contamos con recursos limitados, pero ¡lo haremos! Este es el enfoque que ganará. Y no se trata de improvisar el final de este período de medidas políticas, económicas y sociales que tanto han perdido durante los últimos cinco años, los franceses pueden estar seguros de que el cambio será para los próximos cinco años, desde este momento hasta el final.
Quiero hablar, para terminar, de nuestro futuro.. La idea republicana es un promesa. Una hermosa promesa, que es la búsqueda de una mejor forma de vivir, generación tras generación. La promesa republicana busca que cada generación viva mejor que la anterior. Y hoy esta promesa está rota. Nuestra juventud vive sacrificada, abandonada y relegada. El desempleo, la inseguridad, la devaluación de los estudios, la desesperación, la pérdida de autonomía, el difícil acceso a la vivienda… Además de lo que le dejamos a la juventud: un medio ambiente degradado, unas pensiones sin fondos, una gran deuda. Y, por tanto, ¡la juventud es nuestra oportunidad! ¿Cómo podemos aceptar que esta oportunidad se convierta en una carga? He estado pensado, incluso durante varios meses, que este podría ser el tema de la elección presidencial, más allá de la crisis o de lograr la recuperación, alcanzar la justicia, llegué a esta simple conclusión: es por los jóvenes de este país por lo que quiero presidir Francia. ¡Quiero devolver la confianza a los jóvenes! Y es por ellos que quiero hacer de la educación una gran causa nacional. Me he propuesto crear 60.000 nuevos puestos de trabajo en educación, no solo en profesores, también en supervisores, enfermeros, asistentes sociales y todos aquellos que contribuyan a la acogida y la compañía, a la recuperación de los jóvenes. Me dijeron: «eso es demasiado». A lo que respondía»Â¡Quizá no sea suficiente!». Es terrible luchar una batalla contra el fracaso escolar que cada año se cobra más de 150.000 víctimas, 150.000 que cada año no consiguen un título escolar, que están sin cualificación. Se dará prioridad a la educación infantil y primaria que son las etapas donde la juventud se encuentra con sus primeros fracasos. Los expedientes escolares que no sigan el ritmo de Europa serán revisados. En la educación media y secundaria, los alumnos con más dificultades recibirán apoyo personalizado, de modo que en cinco años, al cabo de estos cinco años me refiero, los alumnos que abandonan los estudios sin una titulación escolar se reduzca a la mitad. Ningún joven de entre 16 y 18 años -que es la edad de mayor abandono escolar en la mayoría de nuestras ciudades y familias- ningún joven de entre 16 y 18 años se quede sin soluciones a su formación, su trabajo o incluso de servicios cívicos. ¡Nadie se quedará a un lado, abandonado u olvidado! Es por nuestros jóvenes que tenemos que dar prioridad a la recuperación del empleo, crear poco a poco 150.000 nuevos puestos de trabajo futuros reservados para los jóvenes, especialmente en los barrios desfavorecidos.
Es por lo jóvenes, pero también por los mayores que propongo la idea del contrato generacional, que permita la contratación de los jóvenes de forma indefinida bajo la supervisión de trabajadores más experimentados, que los acompañarán hasta mientras este permanezca en su puesto antes de la jubilación. Esto es, la conciliación entre las edades, ¡la solidaridad entre las generaciones! A donde quiera que vaya, en las fábricas, dos tipos de trabajadores vienen a verme. Los mayores me preguntan ¿cuándo nos vamos? Y los más jóvenes solo tienen una pregunta: ¿cuándo podremos entrar a trabajar? Y yo les digo: » y si vosotros los mayores, si acompañarais a los jóvenes, si les dierais vuestras habilidades, vuestra experiencia, vuestra competencia ¿no sería esta la mayor tarea que se os podría asignar antes de vuestra jubilación? Y a vosotros los jóvenes, si vosotros entraseis en un puesto de trabajo con contrato indefinido, podríais al fin encontrar la autonomía que buscabais después de tanto tiempo». También pienso en los jóvenes estudiantes que proceden de familias con bajos recursos. Esos también podrán recibir becas de estudios que les den los recursos necesarios para alcanzar esa misma autonomía.
Aquí está el proyecto: hacer todo lo posible para recuperar a la juventud, no por ella, no por que la juventud vaya a ser una categoría o porque la quiera halagar, si no porque esto permitirá que aquellos que son padres o abuelos recuperen la esperanza en el futuro y orgullo en su éxito, que se digan: ¿pero, qué dejamos atrás?¿que queda detrás de nosotros? ¿que tipo de sociedad transmitimos a nuestros hijos, a nuestros nietos? ¿Una sociedad de desempleo, de inseguridad, de ansiedad? o al contrario, una sociedad en donde se dan oportunidades, en donde se dan las condiciones para el éxito y en la que se dicen: me iré pronto, ya sea por que me jubilo o por la muerte, me iré pronto, pero sé que por lo menos que aquello que dejamos será para las generaciones venideras, el éxito potencial que ni siquiera yo tuve para mi mismo.
Y aquí estoy, como candidato a la elección presidencial, si finalmente los franceses me conceden el mandato para ser el próximo presidente del país, no quiero que se me juzgue más que por un solo objetivo: al final de mi mandato, si así lo desean los franceses, dirán: ¿viven los jóvenes mejor en 2017 que en el 2012? Pido que se me juzgue solo por este compromiso, ¡por esta promesa! Cambiar sus vidas sería para mí mi mayor orgullo. Y este no es un compromiso que hago a la ligera. Quiero movilizar a toda la Nación por estos ideales.
Queridos amigos, os he hablado del sueño francés. Si, el hermoso sueño francés, el sueño que a lo largo de los siglos, desde la Revolución Francesa, han acariciado y enfocado los franceses. El sueño de una vida mejor, el sueño de dejar un mundo mejor, el sueño del progreso, un sueño que puede ser posible con cada nueva etapa de la humanidad, un sueño que no es propiedad nuestra, pero resulta que fuimos nosotros, Francia, quienes hemos inventado la República. Somos nosotros los que hemos traído ese ideal de sociedad a la cual, si se le dan los medios, si se organiza, si se trata con igualdad, libertad y fraternidad, puede alcanzar la emancipación de todos.
Este es el sueño que he intentado recuperar de nuevo y del cual la derecha se ha mofado. ¿Cómo? ¿Como es posible hablar de sueños en este momento? Es cierto que los tiempos que vivimos no son un sueño precisamente… ¿Cómo es posible hablar de sueños cuando la crisis condena cualquier ambición? Sería una quimera. Pero yo no quiero que llenéis vuestra cabeza de estrellas. Lo que quiero es invitarles a conocer la narrativa republicana, la que más ha avanzado desde hace décadas, la historia de la Revolución francesa, los hombres y mujeres que quisieron pasar a una historia desconocida que se abrió ante sus ojos, que fue la historia de la igualdad humana.
Si, esa narrativa republicana que se perseguía con las república, con la III República, Con la Liberación, con el Consejo Nacional de la Resistencia, ese sueño, esa narrativa de mayo del 68 también, que de alguna manera, viene de vuelta. Y en mayo de 1981 y muchas otras ocasiones. Esa es la historia de la República. Pero no es propiedad de la izquierda. Todos aquellos que han tenido éxito a los mandos del país durante décadas traían consigo la narrativa republicana. Siempre, y cualesquiera que fuesen la críticas que nuestros antecesores tuviesen hacia ese objetivo, esa fue también siempre su ambición, hacer avanzar a Francia. ¡Ahora especialmente, lleven ese sueño con ustedes!
Me voy a permitir citar a Shakespeare, quien promulgó esta ley universal: «Fracasaron, porque no empezaron por el sueño». ¡Nosotros vamos a triunfar, por que vamos a empezar por el sueño! ¡El sueño francés, la confianza en la democracia, una democracia que será más fuerte que los mercados, más fuerte que el dinero, más fuerte que las creencias, más fuerte que la religión! ¡El sueño francés de cumplir la promesa republicana sobre la escuela, el laicismo, la dignidad humana y el bien común!
El sueño francés es el crisol que permite que todos los colores de piel sean iguales en derechos y en deberes. El sueño francés que es la afirmación de los valores universales que van más allá de las fronteras, más allá de la Nación. No es un espacio limitado y lo proclamamos a todos en todo el mundo. ¡El sueño francés es nuestra historia, nuestro proyecto! ¡El sueño francés es una fuerza, el proyecto que os propongo, porque nos gusta, porque nos une!
Quiero que vayamos juntos hacia la Francia de mañana. Una Francia de trabajo, de méritos, de esfuerzo, de iniciativa, de la empresa, donde el derecho individual se basa en la igualdad de todos. Una Francia de justicia en donde el dinero tendrá el lugar que le pertenece, el de sirviente, no el de amo. Una Francia de la solidaridad, donde ninguno de los hijos de la Nación sea dejado de lado. Una Francia de civismo, donde cada uno se preguntará que puede hacer la República por el, si no que puede hacer el por la República! Una Francia de la diversidad en donde cada uno aportará sus diferencias, pero para la unidad de la República, donde los territorios de ultramar nos abren al mundo y donde los hijos de los inmigrantes deben permanecer fuerte, orgullosos de ser franceses, pues francés es el nombre más bello que se le puede dar a un ciudadano del mundo, una Francia del ejemplo, que se encuentra en los que estudian, los que unen, la excelencia, una Francia de la confianza en donde todas las fuerzas que la constituyen se movilizan para el futuro!
Francia, Francia no es el problema. ¡Francia es la solución!
He aquí la elección, queridos amigos, he aquí la elección que os espera. Siempre es lo mismo, siempre es así, dado que la democracia convive entre el miedo y la esperanza, entre la resignación y el comienzo, entre la agitación y el cambio ¡Pues el cambio es ahora!¡Es la hora de la recuperación! ¡Es la hora de la justicia! ¡Es la hora de la esperanza! ¡Esa la hora de la República!
¡Movilicémonos, unámonos y dentro de tres meses, dentro de tres meses, la daremos la victoria a la izquierda, haremos que Francia avance y lograremos el cambio! ¡Yo estoy preparado para el cambio!
¡Viva la República! ¡Viva Francia!
Enviado por Alejandro Peso Lago