Trabajadores, camaradas de Madrid:
Cuando los obuses del enemigo comienzan a batir las casas de nuestra ciudad; cuando sobre el cielo de la capital de la República vuelan los aviones facciosos, vertiendo metralla mortífera sobre mujeres y niños indefensos, parece increíble venir a celebrar un acto de esta naturaleza. Y esto no es necesario para levantar vuestro espíritu, que bien templado lo tenéis a través de días de lucha inenarrables, sino para deciros que estamos aquí y que nos hemos ido. Que estamos aquí junto a vosotros, como hemos estado siempre, y dispuestos también a cumplir con el deber de agradecer desde aquí, desde el Madrid inconquistable, a la Unión Soviética, al entrañable País Soviético, su solidaridad para con nuestro pueblo y su defensa de la República en Ginebra.
Desde aquel país nos dice el heroico pueblo soviético –que supo vencer no sólo al enemigo interior, sino también al enemigo exterior– y nos gritan mujeres: ¡Hermanos españoles, estamos con vosotros!
Gracias a esta solidaridad nos sentimos más seguros; no nos sentimos solos y podemos decirle al enemigo que ¡no pasará!
Es preciso que el mundo conozca el alto nivel moral de nuestro pueblo, que no se deja abatir por la superioridad enemiga.
Hemos dicho muchas veces que Madrid no se defiende sólo desde dentro, sino también desde fuera. Y no hace muchos días que el Partido Comunista publicó un llamamiento a todos los trabajadores, y principalmente a los comunistas, en este sentido. «Es necesario que el comunista –decía ese manifiesto– sea un soldado que organice, un comisario político que eduque y prepare a los combatientes; que sea el primero en la lucha y en el sacrificio.» Cumpliendo las decisiones de nuestro Comité Central, nos hemos desplazado a provincias, y no más tarde que ayer hemos recorrido las regiones de Levante, para demandar a los campesinos y trabajadores levantinos ayuda para Madrid, y ellos nos la han prometido, y han comenzado ya la organización del envío de víveres.
El hecho de que haya tantas mujeres en este mitin nos permite, sin temor a equivocarnos, proclamar con orgullo que no se ha extinguido la tradición heroica de las mujeres españolas, que en todos los momentos en que estuvo amenazada la integridad de la patria estuvieron junto a sus hombres y con ellos supieron luchar y morir. Y por ello nos sentimos profundamente orgullosos y seguros de la victoria. Porque una causa que defienden las mujeres y las madres, a pesar de los avatares de la lucha, será siempre una lucha victoriosa.
Desde esta misma tribuna dije que teníamos lo necesario para comenzar la ofensiva. Después, un día, os dije: Camaradas, hay que resistir los embates del enemigo, dos, tres, cuatro, ocho días, los que sean preciso. Habéis resistido, resistís y Madrid se ha hecho inconquistable.
Enviado por Enrique Ibañes