Bienvenidos seáis, Jefes, Oficiales y soldados de la Católica España, hijos Nuestros muy amados, que habéis venido a proporcionar a vuestro Padre un inmenso consuelo. Nos consuela ver en vosotros a los defensores sufridos, esforzados y leales de la fe y de la cultura de vuestra patria, que, como os decíamos en Nuestro Mensaje-Radio, «habéis sabido sacrificaros hasta el heroísmo en defensa de los derechos inalienables de Dios y de la religión».
Al veros ante Nos cubiertos de gloria por vuestro valor cristiano, Nuestro pensamiento se dirige sobre todo a vuestros compañeros que murieron en campaña, y Nuestro corazón de Padre se conmueve ante le generosidad da tantas madres y ante las lágrimas de tantos huérfanos, a quienes la muerte ha privado de sus seres más queridos. Decidles de Nuestra parte que unan sus penas a las de la Virgen de los Dolores y las ofrezcan a Dios con cristiana resignación por la paz del mundo.
Recordamos aquellos días de amargura en que «la sombra de la patria vacilante» —patriae trepidantis imago en frase del poeta cordobés Lucano—, os hizo comprender que España, sin hogares cristianos y sin templos coronados por la cruz de Jesucristo, no sería España, aquella España grande, siempre valerosa y más que valerosa caballeresca y más que caballeresca cristiana. Y al resplandor de ese pensamiento quiso Dios que brotaran en vuestro corazón generoso dos grandes amores: el amor a la religión que os garantiza la eterna felicidad del alma, y el amor a la patria que os brinda el bienestar honesto de la presente vida.
Estos dos amores han sido los que encendieron en vosotros el fuego del entusiasmo, lo mantuvieron vigoroso en las horas del sacrificio y lo llevaron finalmente con valor al triunfo del ideal cristiano y a la victoria.
Recordando aquel pensamiento de S. Juan de la Cruz : «el alma que anda en amor ni cansa ni se cansa», Nuestro más vivo anhelo es, que esos mismos dos amores os alienten en la tarea de reconstruir la patria, emulando y a ser posible superando las tradiciones católicas de su glorioso pasado.
Con la firme esperanza del Apóstol S. Pablo, de que «el Dios de la paz y del amor estará con vosotros» (2Cor, 13, 2) y en prenda de abundantes gracias, hacemos que descienda sobre vosotros y sobre las personas y cosas que tenéis en el pensamiento o lleváis en el corazón, sobre el Generalísimo y sus fieles cooperadores, sobre estas Damas enfermeras, que os han asistido, sobre vuestras familias y sobre todos los fieles de la Católica España, Nuestra Bendición Apostólica.
Enviado por Enrique Ibañes