Conciudadanos, autoridades militares, religiosas y civiles, amigos de países extranjeros; señoras y señores:
Al cumplirse un mes del pronunciamiento de las Fuerzas Armadas y de Carabineros hemos querido llegar a esta tribuna a presentar al pueblo de Chile la situación en que hemos encontrado a la nación y las repercusiones que en todo orden significan para su desenvolvimiento como país libre y soberano.
Hemos asumido este deber con absoluta responsabilidad y con la certeza de estar cumpliendo cabalmente con la misión que el Estado nos asigna, como fuerzas vigilantes de su seguridad interna y custodia de los más altos valores morales, intelectuales, sociales, políticos y económicos.
Los últimos años del Gobierno de la nación han arrastrado al país a variados trastornos destinados a producir entre los chilenos la miseria, el odio y la violencia. Por ello, como paliativo a tan nefastos sucesos, las Fuerzas Armadas y Carabineros asumieron el Gobierno inspirados en la noble misión que, como hombres de armas, les dispone la ley, la que no sólo es preservar fundamentalmente la soberanía de la nación cuando ésta se ve amenazada interna o externamente, sino en velar por mantener el orden interno y la seguridad física y moral de todos los conciudadanos.
Cuando el Estado de Derecho es vulnerado sin que se dé la ocasión a ningún pronunciamiento ni positivo ni negativo de las Fuerzas Armadas y de Orden y los acontecimientos se desarrollan bajo un aspecto físicamente pacífico, sin que se advierta la profunda descomposición moral y económica porque se atraviesa, es porque se ha llegado a un caos interno que coloca al Estado, en el más grave peligro para su normal desenvolvimiento.
En tal caso será obligación de las Fuerzas Armadas y Carabineros restablecer la vida normal del país, sin que aquello signifique quebrantar los sanos principios del respeto a la ley y a las normas que el Derecho establece. Si existiera alguna culpa será para aquellos que, con sus actitudes contrarias a la Constitución y a las leyes, prescindan de sus deberes como mandatarios, traten de producir el caos interno y no valoren que, por sobre sus ideas políticas, está la patria, y lleguen a poner en grave peligro su soberanía y su seguridad.
Más condenable aún será para aquellos a quienes por todos sus medios la ciudadanía les reprobó los actos ilegítimos que en el mandato de Gobierno asumían y mantenían. Actitud más que rígida era suicida.
El Parlamento, la Corte Suprema de Justicia, la Contraloría General de la República, los gremios, las mujeres, la juventud así lo expresaron reiteradamente, y su preocupación por los desbordes totalitarios del régimen marxista de un Gobierno ególatra sólo encontraron la fría respuesta de un mutismo insensible y sectario; pero ese reclamo multitudinario jamás fue escuchado por quienes tenían el deber de preservar los principios fundamentales que alientan nuestra institucionalidad.
No se acató a la Cámara de Diputados, que mostraba el grave quebrantamiento de la Constitución por el régimen marxista, señalaba el propósito inmoral de instaurar un sistema totalitario, con el desconocimiento y el atropello sistemático de los demás Poderes del Estado, ya que se privaba a los ciudadanos de sus garantías individuales, permitiendo la creación de poderes paralelos ilegítimos que ponían en grave peligro a la Nación.
Se burló del reclamo de la Corte Suprema de Justicia por la acción ilegítima de la autoridad administrativa, y de igual forma se rechazó los órganos legales de la Contraloría General de la República.
Al clamor de los gremios, de las mujeres y de la juventud, que veían con pavor la destrucción de la Nación, al negárseles el futuro de libertad y progreso del pueblo, no quedó otro camino a las Fuerzas Armadas y Carabineros, sino el poner término a ese estado de desquiciamiento de todo orden, y ofrecer una esperanza de paz y recuperación al pueblo chileno, hasta ese momento tan miserablemente traicionado.
No estamos aún en condiciones de medir en toda su magnitud el mal que se ha causado a nuestra patria, pero ya los chilenos hemos escuchado el balance del estado financiero de la Nación que ha hecho el Contralor General de la República, y las medidas de orden económico que se deben adoptar para enfrentar la grave crisis que se avecina, como lo indicara el señor Ministro de Hacienda en la presente semana. Cada una de las oficinas públicas, cada empresa estatizada o intervenida, cada Banco, cada Organismo del Estado, es una verdadera caja de sorpresas, que muestran parte de un proceso de corrupción moral y administrativa increíbles.
No sólo se dilapidaron los recursos materiales de la Nación, sino que se derrochó toda una energía creadora de un pueblo con mejores destinos, y por la corrupción moral de los funcionarios que alentaron la desidia y el ocio malsano, no se trepidó en dilapidar los recursos del pueblo de Chile en su propio beneficio, usufructuando de placeres y de una vida licenciosa, digna de un país en decadencia y corrompido.
Por ello, ningún funcionario político dejará de pagar su responsabilidad y nadie quedará impune por estos delitos que van contra la contextura misma de la Patria.
Pero también señalamos que no aceptaremos la injusticia para aquellos hombres que, de buena fe, creyeron en las falsas promesas sociales de estos nuevos mesías que difundían el odio y el rencor entre los chilenos.
Por ambiciones políticas, desde hace muchas generaciones se ha fomentado en Chile, consciente o inconscientemente, la división del pueblo: Se ha hecho lo posible por ahondar la brecha entre los pobres y los que no lo son; entre los que no han tenido acceso a la educación y los que la han recibido. Se ha tratado de ahondar diferencias entre campesinos y poblaciones urbanas; entre trabajadores del sector público y del sector privado; entre civiles y uniformados; entre los que profesan tal o cual ideología: En definitiva, se ha impulsado la tendencia paraestimular los factores que nos dividen, olvidando a aquellos que nos unen como chilenos, hijos de una tierra, hermanos de una tradición y forjadores de una Patria con mejores destinos.
Hoy al construir la nueva sociedad, lo hacemos tomando como base a estos factores.
La gesta del 11 de septiembre incorporó a Chile en la heroica lucha contra la dictadura marxista de los pueblos amantes de su libertad.
En ese mismo ánimo libertario, que movió a checoslovacos y húngaros, para luchar su enemigo poderoso e inclemente, es que se ha impregnado el espíritu de los chilenos, para derrotar al marxismo internacional.
Por ello, inicialmente en todo el mundo se ha hecho presente la campaña en contra de Chile desatada por los países socialistas; la calumnia y el engaño han entrado en juego permanente para distorsionar en el xterior la imagen real de Chile, pero ya los países se han dado cuenta de esta acción encubridora del comunismo internacional y la verdad volverá a triunfar sobre el embuste.
Los siniestros planea para realizar una masacre en masa de un pueblo que no aceptaba sus ideas, se habían preparado en forma subterránea. Países extranjeros enviaron armas y mercenario del odio para combatirnos; sin embargo, la mano de Dios se hizo presente para salvarnos, a pocos días, antes de consumarse tan horrendo crimen. Hoy sabemos qué habría ocurrido, ya que los documentos encontrados así lo indican: el marxismo internacional hubiera desatado la guerra civil, en cumplimiento de sus siniestros planes, y la vida de más de un millón de chilenos, se habría segado a sangre y fuego.
La situación se controla, pero persiste la amenaza externa e interna de chilenos que se sienten rabiosamente defraudados en sus propósitos totalitarios y, desde otros países, incitan a extranjeros a luchar contra sus propios hermanos.
Por ello, subsisten el estado de guerra interno y el estado de sitio, del cual la ciudadanía tiene que tomar cabal conciencia, porque de su espíritu de responsabilidad, depende el éxito de nuestras gestiones de paz y concordia, en que estamos empeñados para el bien de Chile y de sus hijos.
Para esto, es preciso que cada ciudadano comprenda la difícil tarea que desempeñan las Fuerzas Armadas y Carabineros, ya que para preservar la paz y la seguridad, arriesgan permanentemente su vida.
Conciudadanos, no es tarea grata y fácil la que estamos desarrollando; es labor difícil y sacrificada, que requiere el aporte solidario y colectivo de todos nosotros. El fracaso de nuestra misión será el fin de Chile y de sus hijos.
Por ello, nuestra actuación es sólo el resultado de una tragedia nacional, en la medida que hicieron o dejaron hacer el mal.
Por lo tanto, quienes ya comienzan a juzgar precipitadamente nuestras actuaciones, quienescreen que esto es un producto que puede ser repartido egoístamente, para satisfacer comodidades o ambiciones de grupos o personas, quienes de algún modo exigen pronta solución a sus problemas, están equivocados, y siguen haciendo el mal a la Patria. Han olvidado que nuestros soldados siguen aún combatiendo contra grupos de extremistas armados, que en la oscuridad hieren o matan en forma artera.
Esta lucha heroica, no es una lucha fratricida; por el contrario, es la batalla constante para extirpar de raíz el mal de Chile, y que sólo habremos obtenido la victoria definitiva cuando impere la justicia y la paz social que todo pueblo anhela y merece. Así, quienes precipitadamente exigen o emiten juicios aventurados sobre la actuación de las Fuerzas Armadas y Carabineros, no nos ayudan, y olvidan que es misión fundamental hacer de un país en ruinas una nación próspera; lo cual no es tarea para demagogos ni se resuelve en horas.
Desde el primer instante el gobierno ha señalado que en ningún momento se ha pensado en retroceder en las conquistas alcanzadas por los trabajadores; pero el país debe enfrentar en todas direcciones la más seria y honda de las crisis que en el curso de su vida independiente haya soportado. La cruda realidad no ha terminado, y de ello debemos tener plena conciencia –está en sus inicios-, por ello no prometemos ni ofrecemos otra cosa que nuestro sacrificio y esfuerzo personal; pero al mismo tiempo pedimos y exigimos el esfuerzo y sacrificio de todos los chilenos para consolidar la paz y la justicia social en nuestro pueblo.
Es imposible señalar, en un solo conjunto, las medidas que en forma inmediata o mediata y a largo plazo, se deberán aplicar, pero es necesaria la comprensión de cada uno, ya que si bien es cierto, tenemos metas comunes, se requiere que por un período más o menos largo, el país sea sometido al esfuerzo ordenado y a un sacrificio compartido, para erradicar de Chile el hambre y la miseria, elevar el nivel de vida de sus habitantes, y alcanzar una lugar de privilegio entre los pueblos del mundo civilizado.
No es tarea fácil; la destrucción ocasionada a la economía de Chile y la descomposición del espíritu laboral alcanzó límites incalculables. La indisciplina produjo tal desconcierto en todos los trabajadores, al extremo que en la semana un obrero tenía un rendimiento de 1,2 días de trabajo, es decir, 10 horas sobre las 40 que corresponde; el resto eran desfiles, reuniones, manifestaciones, etc.; ello nos da una pauta, para que se comprenda a los extremos que se alcanzó. Lo anterior, nos impone el aunar el espíritu de todos los chilenos tras un destino de progreso y de metas comunes, para llegar donde nos proponemos alcanzar para recuperar el país.
Hemos declarado que para este Gobierno no hay vencedores ni vencidos, porque entendemos a Chile como una Unidad de destino. La auténtica noción de Patria obliga a cada generación a ser fiel con los valores históricos que han heredado de sus antepasados y han dado forma a la nacionalidad. Ello obliga a sentirnos entre todos los compatriotas como hermanos, comprometidos en un mismo destino, a navegar en un mismo barco, cuyo arribo a puerto o cuyo naufragio depende de todos, y alcanzará finalmente a todos. Por tanto, proclamamos la unidad nacional como la aspiración más preciada y sólida para la recuperación de Chile.
Por la misma razón, rechazamos categóricamente la concepción marxista del hombre y de la sociedad, porque ella niega los valores más entrañables del alma nacional y pretende dividir a los chilenos en una lucha deliberada entre clases aparentemente antagónicas, para terminar implantando un sistema totalitario y opresor, donde se niegue los más caros atributos del hombre como ser racional y libre.
No pretendemos perseguir a nadie por sus ideas ni por su simple adhesión al régimen depuesto. Nuestra determinación es ser inflexibles para sancionar a quienes pretendan o hayan pretendido usar la violencia, como asimismo, a quienes hayan delinquido o abusado ilícitamente en el ejercicio de sus cargos. Pero es también nuestro anhelo que aquellos que equivocadamente adhirieron a quienes traicionaron al pueblo de Chile se incorporen ahora en plenitud a la reconstrucción nacional. Aspiramos a derrotar al marxismo en la conciencia de los chilenos, que podrán comparar y juzgar a cada cual por sus resultados.
Junto a la misión de reconstruir la unidad nacional perdida, proclamamos como nuestro objetivo próximo más inmediato alcanzar el desarrollo económico y la justicia social, que tanto anhela nuestro pueblo. Para ello hemos solicitado el concurso de los técnicos más capaces e idóneos en cada materia, con absoluta prescindencia de su filiación política o partidaria, y sin otro requisito que el estar dispuesto a cooperar en la tarea patriótica que nos hemos propuesto.
No se puede permitir que, por ideologismos excesivos o mezquinos sectarismos, se pierdan o posterguen las mejores capacidades de la nación.
La administración de empresas y servicios públicos y privados no pueden considerarse como parcelas para el cuoteo o repartijas políticas, sino como una misión de servicio público que requiere la formación de una escuela de eficiencia, honradez y continuidad.
Para lograr el desarrollo económico realizaremos una política pragmática y realista, evitando todo dogma, prejuicio o copia foránea. Fomentaremos la inversión pública y privada, nacional y extranjera, como único vehículo de aumento estable de la producción; todo ello, claramente señalado en una razonada planificación económica.
El verdadero nacionalismo no consiste en rechazar las inversiones extranjeras sino en sujetarlas a normas que aseguren como condición prioritaria el beneficio de Chile. Para promover las inversiones, la capitalización y el ahorro, ofreceremos la confianza que nace de la seriedad, del respeto a creer en las eglas del juego y de la valorización del trabajo esforzado de cada cual. El talento creador de nuevas fuentes de riqueza y cupación para los chilenos recibirá el más amplio apoyo de un régimen que pretende armonizar equilibradamente la niciativa privada con la necesaria intervención estatal en la marcha de una economía moderna: El rol del Estado moderno s, fundamentalmente, servir de árbitro entre productores y consumidores y a ello tenderá nuestro esfuerzo.
El Estado velará por la consecución efectiva de la justicia social, teniendo presente que el desarrollo económico sólo se justifica en plenitud, cuando sus frutos aprovechan equitativamente a todos los habitantes de la República, sin otras diferencias que las que pueden emanar de la mayor capacidad o espíritu de trabajo de cada cual. Seremos inflexibles para evitar todo privilegio contrario a este principio y seremos sumamente celosos para impedir que personas o grupos de cualquier género obtengan prebendas que atenten en contra del interés general. En formasimultánea se resguardarán y desarrollarán las legítimas conquistas sociales de los trabajadores y se buscará siempre conciliación. En efecto, el desarrollo económico y el progreso social son términos indisolubles. Cuando se sacrifica demagógicamente el primero, los beneficios sociales que se conceden, terminan siendo una simple ilusión, porque sólo se reparte pobreza. Cuando, en cambio, se posterga indebidamente el progreso social, el desarrollo económico no se traduce en justicia, fomentándose sólo tensiones inconvenientes.
Consideramos que el permanente equilibrio entre ambos aspectos es misión clave de todo gobernante.
Es conveniente la participación consciente y responsable de la ciudadanía, como clave de la democracia viva y depurada, que deberá abrirse paso hacia el futuro; para ello daremos nuestra prioridad a los Colegios, al profesional, a los gremios y a los trabajadores, para que en estrecho contacto con ellos, reflejen el auténtico pensamiento del pueblo organizado, en torno a sus actividades de trabajo o estudio. A través de ellos, se podrá recoger una voz técnica frente a los problemas, ilustrando de este modo las decisiones de Gobierno, condición indispensable para que esta relación se configure en forma fructífera. La despolitización de las organizaciones de estudio y de trabajo en general, no serán instrumentos de partidos o grupo alguno, sino expresión del verdadero sentir de quienes constituyan el grupo desde los más bajos niveles. Hoy la inmensa mayoría del país ha empezado a construir.
En la tarea de reconstruir al país tiene particular relevancia la participación organizada de la juventud y de la mujer, que tanto idealismo y decisión han mostrado en estos años.
En ellos está la savia del futuro y la base de la familia, pilares ambos de una Patria en marcha. Daremos horizontes a la juventud de hoy, de mañana y la seguridad para la mujer. Estos incentivos en el nuevo régimen permitirán a estos sectores tan vitales la más activa y eficiente participación.
Rindo homenaje a las madres chilenas, mujeres inspiradas con esa claridad divina que Dios les alberga en su corazón; ellas lucharon por el futuro de sus hijos, y por ello la historia les reconocerá en el tiempo, cuando se estudien las páginas tristes de este pasado.
En cuanto a los trabajadores, buscaremos una mayor participación plasmada en realismo y sin teorizaciones abstractas. Las fórmulas admitirán toda la variedad que exige la distinta naturaleza de las miles de empresas industriales, agrícolas y mineras del país, pero ellas deberán asegurar el respeto a las jerarquías técnicas y la disciplina laboral, sin lo cual se termina por destruir la unidad productiva como tal. Lo importante es mirar a la empresa, como una comunidad de seres humanos, donde todos son y deben ser considerados como sujetos, y no objetos, de su propio destino.La educación es un derecho fundamental de todo niño o joven de la patria. No sólo se trata de dar alimentación, vivienda y vestuario dignos a todos los chilenos. Es necesario, además, entregarles el acceso a la cultura, en tal forma que los coloque en igualdad de oportunidades sociales frente a la vida. La educación debe formar en el joven los grandes valores de la nacionalidad, sin buscar ninguna forma de adoctrinamiento o concientización política, ya que con ello se vulnera el sagrado respeto por la libertad interior de cada ser humano. Una verdadera educación que alcance a todos los chilenos, es, además, en este nuevo Estado, el camino indispensable para que Chile progrese en la ruta de la tecnología que caracteriza al mundo contemporáneo.
Para lograr los objetivos señalados es indispensable para el nuevo Gobierno dotar a sus actos de la más estricta moralidad pública, para iniciar con su ejemplo un cambio profundo en la mentalidad del país. El respeto al honor y dignidad de las personas, el sentimiento de fraternidad entre los chilenos, el sentido del deber y una mística en torno al trabajo de cada cual deben convertirse en normas esenciales de la reconstrucción espiritual del país. El orden, la limpieza material de nuestras ciudades y la disciplina en nuestros actos serán el reflejo de la depuración moral de la patria.
El Gobierno complementará y asegurará lo anterior a través del restablecimiento integral del principio de autoridad, que se ejercerá son contemplaciones contra todos aquellos grupos minoritarios y extremistas que intenten perturbar la convivencia pacífica entre los chilenos, como, igualmente, contra toda forma de delincuencia. Nunca más un pequeño grupo de audaces contará con la tolerancia oficial para crear y practicar una filosofía de violencia, que pretenda separa la unidad de los nacidos en este suelo, que tienen una enseña común y un ancestro cultural e histórico, que forman el block monolítico de la chilenidad.
Afianzadas las metas anteriores, las Fuerzas Armadas y de Orden darán paso al restablecimiento de nuestra democracia, la que deberá renacer purificada de los vicios y malos hábitos que terminaron por destruir nuestras instituciones. Una nueva Constitución Política de la República debe permitir la evolución dinámica que el mundo actual reclama, y aleje para siempre la politiquería, el sectarismo y la demagogia de la vida nacional; que ella sea la expresión suprema de la nueva institucionalidad y bajo estos moldes se proyecten los destinos de Chile. En ella, conforme a nuestras mejores tradiciones históricas, el pueblo deberá ser el verdadero origen y destinatario del ejercicio del Poder.
Reconstruir siempre es más lento y más arduo que destruir. Por ello sabemos que nuestra misión no tendrá la transitoriedad que desearíamos, y es así como no damos plazos ni fijamos fechas.
Sólo cuando el país haya alcanzado la paz social necesaria para el verdadero progreso y desarrollo económico a que se tiene derecho y Chile no muestre caras con reflejos de odio, será cuando nuestra misión habrá terminado. Para acelerar estas metas, pedimos a Dios su ayuda, y a nuestro pueblo su abnegación y patriotismo y a quienes tienen la responsabilidad del Gobierno, su propia entrega, sin limitaciones, en beneficio de la causa que han abrazado.
Todo ello requiere esfuerzos y sacrificios que estamos dispuestos a asumir, confiando en el éxito final de la misión que nos hemos propuesto, inspirados en el espíritu portaliano que alumbra hoy esta sala, en la cual el pueblo todo se ha fundido, en anhelos de paz y progreso.
Al terminar esta breve exposición, pido al Altísimo que nos ilumine y nos dé fuerzas para afrontar las difíciles tareas de Gobierno, y a mis compatriotas, la fe y el sacrificio para salvar a la Patria, dolida y enferma, de la dura prueba a que el destino la sometió, quizás si para señalarle con este golpe, cual será su verdadera misión.
No quiero dejar esta tribuna, sin antes rendir un homenaje a las esposas de nuestros soldados, hoy angustiadas y temerosas, pero jamás abatidas en su corazón espartano; a ellas nuestros agradecimientos y nuestra comprensión.
Conciudadanos, Juro ante la bandera de los Padres de la Patria, que a los que hoy la responsabilidad del Gobierno no nos lleva otro norte sino el servir a Chile, con toda fe y patriotismo y si es necesario dar nuestra vida, gustosos la daremos, ya que como hombres de armas juramos entregarla en bien de Chile y su destino y que hoy lo sellamos ante el país entero con un Viva Chile nacido de lo más profundo del corazón.