Uno de los primeros y más importantes orígenes del mal que aqueja a la patria
consiste en el indiferentismo de la clase neutra. Yo no sé si su egoísmo es legítimo,
aunque sí sobran causas históricas para explicarlo. Lo que digo es que no se ha hecho un
ensayo para llamarlos con obras, que es el único lenguaje a que ellos pueden responder;
llamarlos con obras vibrantes, para despertarlos y conmoverlos, para arrancarlos de su
inanición y de su egoísmo, para traerlos por la fuerza a la vida pública. Por eso he dicho
y repito que España entera necesita una revolución en el gobierno radicalmente,
rápidamente, brutalmente; tan brutalmente que baste para que los que estén distraídos se
enteren, para que nadie pueda ser indiferente y tengan que pelear hasta aquellos mismos
que asisten con resolución de permanecer alejados (…).
No; más que nunca es ahora necesario restablecer aquella ya casi olvidada, de tiempo
que ha que fue perdida, confianza entre gobernantes y gobernados; y ya no hay más que
un camino, que es la revolución audaz, la revolución temeraria desde el Gobierno,
porque la temeridad es, no obra de nuestro albedrío, sino imposición histórica de los
ajenos desaciertos. Nunca habría sido fácil la revolución desde el Gobierno, nunca
habría sido recomendable, si hubiera podido dividirse la facultad y esparcirse la obra en
el curso del tiempo; pero cada día que pasa, desde 1898, es mucho más escabrosa,
mucho más difícil, y el éxito feliz mucho más incierto; y no está lejano el día en que ya
no quede ni ese remedio (…).
Ahora es menester oponer a las izquierdas que actúan en la vida pública todas las
derechas y traerlas con plenitud de sus fuerzas sociales a la vida y a la influencia del
Estado. La política conservadora tiene que adoptar los procedimientos democráticos y
las garantías constitucionales y los derechos individuales, que son ahora la fuerza conservadora,
la única que puede salvar a la sociedad; por eso no hay ni siquiera un solo
acto mío que no esté inspirado en esa convicción, y por eso creo que la política conservadora
consiste en traer íntegramente todo el fondo social a la influencia y a la
acción del Estado, de modo que la democracia comprenda absolutamente la acción
íntegra de las fuerzas de toda la nación, asistiendo al Gobierno.
La revolución desde arriba
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