Hermanos de Venezuela:
Si pudiera con alguna frase expresar la emoción que he experimentado en el día de hoy, lo diría todo afirmando que he sentido una emoción mayor al entrar en Caracas que la que experimenté al entrar en La Habana (APLAUSOS).
De algún modo era, en cierto sentido, natural que el pueblo cubano quisiese dar al Ejército Rebelde las pruebas de cariño que nos dio. Por el pueblo de Cuba habíamos estado luchando durante siete años; de nosotros esperaba el pueblo de Cuba la liberación, de nosotros esperaba el pueblo de Cuba su libertad y, al fin, cuando tras largos años de sacrificio por parte del pueblo y por parte nuestra, que no fuimos más que sus conductores en esa lucha, cuando vimos coronada con la victoria aquella lucha, era lógico que los cubanos abriesen sus brazos para recibirnos. Sin embargo, de Venezuela solo hemos recibido favores (APLAUSOS). De nosotros nada han recibido los venezolanos y, en cambio, nos alentaron durante la lucha con su simpatía y con su cariño; hicieron llegar el bolívar hasta la Sierra Maestra (APLAUSOS), divulgaron por toda la América las trasmisiones de Radio Rebelde, nos abrieron las páginas de sus periódicos y algunas cosas más recibimos de Venezuela (APLAUSOS). Y después de haberlo recibido todo, después de haber estado recibiendo favores de este pueblo en nuestra lucha por la libertad, al llegar a Venezuela nos encontramos con que nos reciben con el mismo cariño con que nos recibieron los cubanos (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES).
No podía haber sido más puro este homenaje, no podía haber sido más noble este gesto, ni podía tampoco, hermanos de Venezuela, haber recibido de este pueblo noble y heroico un favor más grande que el que ha recibido el pueblo de Cuba del pueblo de Venezuela esta noche (APLAUSOS).
¿Por qué vine a Venezuela? Vine a Venezuela, en primer lugar, por un sentimiento de gratitud; en segundo lugar, por un deber elemental de reciprocidad para todas las instituciones que tan generosamente me invitaron a participar de la alegría de Venezuela este día glorioso del 23 de enero (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES), pero también por otra razón: porque el pueblo de Cuba necesita la ayuda del pueblo de Venezuela, porque el pueblo de Cuba, en este minuto difícil, aunque glorioso de su historia, necesita el respaldo moral del pueblo de Venezuela (APLAUSOS). Porque nuestra patria está sufriendo hoy la campaña más criminal, canallesca y cobarde que se ha lanzado contra pueblo alguno, porque los eternos enemigos de los pueblos de América, los eternos enemigos de nuestras libertades, los eternos enemigos de nuestra independencia política y económica, los eternos aliados de las dictaduras, no se resignan tranquilamente a presenciar la formidable y extraordinaria victoria del pueblo de Cuba que, sin más ayuda que la simpatía y la solidaridad de los pueblos hermanos del continente, sin más armas que las que supo arrebatar al enemigo en cada combate, libró durante dos años una guerra cruenta contra un ejército numeroso, bien armado, que contaba con tanques, con cañones, con aviones y con armas de todo tipo, armas modernas, las que se decía que eran invencibles, y nuestro pueblo, que estaba desarmado, que no tenía tanques, ni cañones, ni bombas de 500 libras, ni aviones, que no tenía entrenamiento militar, un pueblo inerme, sin entrenamiento, sin prácticas de guerra, pudo derrocar, en dos años de lucha frontal, a las fuerzas armadas de una dictadura que contaba con 60 000 hombres sobre las armas (APLAUSOS).
Se decía que era imposible una revolución contra el ejército, que las revoluciones podían hacerse con el ejército o sin el ejército, pero nunca contra el ejército, e hicimos una revolución contra el ejército (APLAUSOS).
Se decía que si no había una crisis económica, si no había hambre, no era posible una revolución y, sin embargo, se hizo la Revolución (APLAUSOS).
Todos los complejos rodaron por tierra, todas las mentiras que se habían ideado para mantener sometidos y desalentados a los pueblos rodaron por tierra, las fuerzas armadas de la tiranía fueron destrozadas y desarmadas, los tanques, los cañones y los aviones están hoy en manos de los rebeldes (APLAUSOS). Fue, lo que puede calificarse en toda la extensión de la palabra, una verdadera revolución, una revolución para empezar (APLAUSOS).
¿Y cómo se hizo esa revolución? ¿Cuál fue la conducta del Ejército Rebelde durante la guerra? Cientos de heridos fueron abandonados por el enemigo en el campo de batalla, nuestros médicos los recogieron, los curaron y los devolvieron. Miles de prisioneros fueron capturados en los campos de batalla, jamás se golpeó a un prisionero, jamás se asesinó a un prisionero. Nunca un ejército en el mundo, nunca una revolución en el mundo se llevó a cabo tan ejemplarmente, tan caballerosamente, como se llevó a cabo la Revolución Cubana (APLAUSOS).
Enseñamos a nuestros hombres que torturar a un prisionero era una cobardía, que únicamente los esbirros torturaban. Enseñamos a nuestros compañeros que asesinar prisioneros, asesinar a un combatiente cuando se ha rendido y cuando se le ha ofrecido la vida si se rinde era una cobardía, y no fue asesinado jamás un prisionero (APLAUSOS).
Pero hicimos algo más: le dijimos al pueblo que cuando la tiranía cayera no queríamos una sola casa saqueada, porque esas casas de los funcionarios malversadores y de los enemigos del pueblo, desde el mismo instante en que la Revolución triunfara, pertenecían al pueblo y había que cuidarlas (APLAUSOS).
Le dijimos al pueblo que cuando la tiranía fuese derrocada nadie tomase venganza por sus propias manos, porque las revoluciones eran calumniadas cuando después de la victoria aparecían los cadáveres de los esbirros arrastrados por las calles. ¿Es que esté mal que se arrastre a un esbirro? (EXCLAMACIONES DE: «Â¡No!») No, no está mal; pero nosotros le dijimos al pueblo: no arrastren a nadie para que los eternos detractores de las revoluciones no tengan pretexto para atacarla, porque ustedes saben que la reacción, la contrarrevolución comienza a desacreditar a la Revolución, basándose en los hechos que ocurren inmediatamente después del triunfo, y uno de los argumentos que usan son los saqueos y los hombres arrastrados por las calles (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES).
Nosotros le dijimos al pueblo cubano: no arrastren a nadie y no teman absolutamente nada, los crímenes no quedarán impunes; habrá justicia para que no haya venganza, y el pueblo confió en nosotros. Le dijimos que habría justicia y confió en nosotros: no arrastró a nadie, no golpeó siquiera a ninguno de los esbirros que cayeron en sus manos, los entregaron a las autoridades revolucionarias. Tenía fe en que íbamos a hacer justicia, y era indispensable que hubiera justicia, porque sin justicia no puede haber democracia, sin justicia no puede haber paz, sin justicia no puede haber libertad (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES).
El más terrible daño que se le ha hecho a nuestros pueblos es la impunidad del crimen, es la ausencia de justicia, porque en nuestros pueblos no ha habido justicia nunca (EXCLAMACIONES DE: «Â¡Arriba Fidel!»)
No me corresponde a mí hacer análisis sobre el proceso y sobre la historia de Venezuela, no; pero basta con analizar las cosas de nuestra patria, porque a fin de cuentas lo que ocurre en Cuba es lo mismo que ocurre aquí y lo que ocurre en todos los pueblos de América. Por algo nos sentimos tan identificados, por algo nos duelen las mismas cosas, por algo sentimos las mismas ansias ustedes los venezolanos y nosotros los cubanos (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES).
En nuestra patria nunca hubo justicia. La justicia era para el infeliz, la justicia era para el pobre, la justicia era para el que robaba poco. Jamás un millonario fue a la cárcel, esa es la verdad; jamás un malversador de los fondos públicos fue a la cárcel. Existían y existieron siempre una serie de privilegios onerosos.
Se hablaba de igualdad ante la ley, y era un mito, la ley caía sobre aquel que no tenía padrino, sobre aquel que no tenía dinero, sobre aquel que no tenía privilegio (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES). Los malversadores se postulaban para senadores y representantes, contaban con dinero suficiente para sobornar conciencias, porque donde hay hambre, donde no hay trabajo, donde hay miseria, desgraciadamente pueden los politiqueros y los mercaderes de la política hacer buenos negocios, y siempre había algún necesitado de llevar a su hijo a un hospital, o algún necesitado de llevar a sus hijos a alguna escuela, o algún padre de familia con hambre a quien ir a sobornar en ese momento de la necesidad para comprarle el voto (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES). Así, el que robaba millones de pesos siempre encontraba postulación en algún partido y salía electo.
Desde el momento en que era senador o representante, era impune, podía matar y no le pasaba nada. Los tribunales tenían que elevar un suplicatorio al Congreso, y jamás el Congreso accedía. No accedía a ningún suplicatorio para ningún miembro de la pandilla (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES); podían robar y no les pasaba nada. Cuando el juez elevaba el suplicatorio, el resultado era que lo negaban. Jamás el Congreso accedió a ningún suplicatorio judicial que fuese contra algún miembro de la pandilla. Si había robado antes de ser senador, pues tampoco lo alcanzaba la ley, porque tampoco accedían a la petición judicial. ¡Ah!, si en cambio la víctima era un miembro del Congreso, si un representante mataba a otro representante, ¡ah!, entonces sí accedían a los suplicatorios porque el interés lesionado, el derecho lesionado era el derecho de un miembro de la pandilla (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES).
A la cárcel iba a parar el que se robaba una gallina, un caballo. ¡Ah!, el que se robaba millones de pesos pertenecía al mismo club aristocrático que pertenecía el magistrado y allí almorzaban juntos (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES). La fuerza pública vivía del saqueo. No había policía que fuera a comprar a un establecimiento y quisiera pagar; los oficiales y los sargentos del ejército destacados en las zonas rurales cobraban dos sueldos, un sueldo del Estado y un sueldo mayor de la compañía propietaria de aquellas tierras. En cada central azucarero, la administración del central le pagaba un sueldo aparte al jefe del destacamento militar, que estaba siempre, por tanto, incondicionalmente al servicio de los intereses de la compañía contra los campesinos y los trabajadores (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES). Pero, aparte de eso, el principal delincuente era el agente de autoridad. La ley prohibía el juego, y el que protegía el juego era el agente de autoridad; la ley prohibía el tráfico de drogas, o la venta de drogas y estupefacientes, y el agente de autoridad era el que facilitaba el negocio (EXCLAMACIONES).
Les voy a exponer un dato: en el Buró de Investigaciones, el jefe del departamento contra el tráfico de drogas era el encargado de la distribución de la droga en La Habana (RISAS Y EXCLAMACIONES). No había jefe de policía, ni había coronel, ni había general que no se hiciera millonario a costa del juego, del contrabando, de la exigencia.
Esa era la historia de nuestra patria y esa fue la historia de nuestra patria durante 50 años. No había habido en el mundo, por lo menos en los últimos tiempos, un pueblo que hubiese luchado más por su libertad y por su felicidad que el pueblo cubano (APLAUSOS).
Recordarán ustedes la historia de América. ¡Quiénes mejor que los venezolanos pueden conocer la historia de América, si los venezolanos hicieron la historia de América! (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES)
Fue en la época en que los ejércitos de Napoleón invadieron a España. Mientras España se debatía en luchas intestinas, todas las colonias se sublevaron. No es que hayan dejado de ser colonias, pero la verdad es que aquella vez se sublevaron contra la metrópoli española. Se levantaron las colonias contra la metrópoli y lucharon heroicamente pero en un territorio inmenso, un puñado de pueblos valerosos, guiados por aquel conductor extraordinario que fue Simón Bolívar, lograron su independencia política en las primeras décadas del siglo pasado (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES).
Recordarán también que Bolívar no se olvidó de Cuba, recordarán también que entre sus planes estaba aquel que nunca llegó a realizarse —porque no pudo realizarlo, pero que no la dejó en el olvido— de libertar también a la isla de Cuba (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES DE: «Â¡Viva Fidel!»). No pudo El Libertador unir aquella isla al racimo de pueblos que libertara, y nuestra isla permaneció casi un siglo más bajo el yugo de la opresión y de la colonización.
Sola se quedó nuestra patria, los gobiernos de América la olvidaron, y sola tuvo que luchar contra España durante 30 años, sola tuvo que librar la batalla que todos los demás pueblos de América habían librado juntos. Y cuando después de 30 años de lucha, nuestro pueblo, nuestros ejércitos libertadores habían ya vencido virtualmente al ejército español, entonces Estados Unidos interviene en Cuba, dijeron que para liberarla, porque —según declararon— la República de Cuba, de hecho y de derecho, debía ser libre e independiente, y lo que pasó fue que cuando llegó la hora de entregarles a los cubanos la isla por la cual habían estado luchando durante 30 años, resultó que los mambises ni siquiera pudieron entrar en Santiago de Cuba; se quedaron allí dos años ocupándola militarmente y, al final, el Congreso se apareció con una enmienda impuesta por la fuerza a la Constitución de la república, mediante la cual le daba derecho a intervenir en los asuntos internos de Cuba (ABUCHEOS).
El resultado fue que todos los delatores, todos los confidentes que habían estado asesinando a cubanos durante la guerra, todos los esbirros, todos los asesinos, todos los que les robaron la tierra a los cubanos mientras estaban peleando, se quedaron con la tierra y se quedaron allí tan campantes en la isla sin que les pasara absolutamente nada, porque el poder extranjero los protegió. No hubo justicia, no hubo justicia, ¡no hubo justicia! Y así empezamos mal los primeros años de nuestra semirrepública, o mejor dicho, nada de república, de nuestra caricatura de república; porque cuando un país se reserva el derecho de intervenir en otro, ya ese país no se puede llamar independiente, porque la independencia no admite término medio, o se es independiente o no se es independiente (APLAUSOS).
¿Podía progresar nuestra patria bajo aquel régimen? (EXCLAMACIONES DE: «,No!») No. Los gobiernos robaban, había crímenes, había injusticias y el pueblo tenía que soportar, porque si protestaba, si luchaba contra aquello, entonces decían: «Vas a perder tu soberanía; mira, van a intervenir.» Entonces el pueblo tenía que soportar resignadamente todos los horrores, todos los abusos y todas las injusticias de los gobernantes y de los intereses explotadores en nuestra patria.
Así transcurrieron tres décadas. Aquello, naturalmente, derivó hacia la primera tiranía que padeció nuestro pueblo en la república: la tiranía de Machado. Lucha nuestro pueblo bravamente contra aquella tiranía, la derrota mediante el esfuerzo de las masas, el sacrificio de los estudiantes, de los obreros, de la juventud, y cuando el tirano se va, decide fugarse, pasó algo parecido a lo que quisieron que pasara esta vez, pero que no pasó. El general Herrera, entonces jefe del ejército, se queda de jefe del ejército y designan a un presidente de estos, descoloridos, cuyo único objeto es darle algún matiz de libertad al pueblo, tranquilizarlo y esperar la oportunidad de que se apacigüe; porque los pueblos cuando se embravecen, la reacción, los enemigos de sus libertades lo que hacen es que los apaciguan un poco, les conceden algunas libertades y esperan la oportunidad en que se duerman otra vez para imponerles de nuevo la fuerza (EXCLAMACIONES). Por eso lo pueblos no deben dormirse nunca, y ahora menos que nunca ningún pueblo de América debe dormirse (EXCLAMACIONES DE: «Â¡No!»).
A los 20 días los soldados y las clases del ejército se sublevan contra aquella oficialidad y derrocan al gobierno que siguió a la caída de Machado. Bien, los sargentos se hicieron coroneles, hubo un momento en que parecieron adoptar una postura revolucionaria —eso suele pasar—, aunque corto tiempo; se sumaron al movimiento distintos elementos civiles, revolucionarios, hubo un gobierno revolucionario durante tres meses, que fue el gobierno de Guiteras, o mejor dicho, el gobierno donde la figura más destacada fue la de Antonio Guiteras, que comenzó por adoptar una serie de medidas revolucionarias contra los monopolios que explotaban los servicios eléctricos, y el resultado fue que Jefferson Caffery, embajador de Estados Unidos, comenzó a hacerle la corte al sargento Batista, que ya era coronel, y a los tres meses el sargento Batista, siguiendo las orientaciones del embajador norteamericano, desaloja del poder al gobierno revolucionario, e instaura una dictadura que duró 11 años en el poder.
Esta es la verdad que nosotros no nos vamos a ocultar para decirla ni aquí ni en ninguna parte (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES). Al pan pan y al vino vino.
Viene la guerra mundial, un estado de opinión en el mundo entero contra la dictadura, porque a los infelices pueblos los volvieron a engatusar una vez más y les hablaron mucho de Hitler, de Mussolini, etcétera, etcétera, etcétera, les dijeron que era la guerra contra la tiranía, les dijeron que era la guerra por los derechos del pueblo, que los derechos humanos serían respetados, que existiría la Carta de las Naciones Unidas donde esos derechos estarían consagrados, etcétera, etcétera, etcétera y, efectivamente, en Cuba, en Venezuela, en Perú, en Guatemala y en distintos países, las dictaduras se replegaron ante el empuje de la opinión pública mundial, que estaba bajo los efectos del engaño, y sucedieron una serie de regímenes constitucionales con permiso de su «majestad», los ejércitos (EXCLAMACIONES).
¿En Cuba qué pasó? Pues es bien sencillo, porque estoy hablando de lo que pasó en Cuba, yo no tengo que hablar de lo que pasó en otros lugares, que fue más o menos lo mismo (EXCLAMACIONES DE: «Â¡Viva Fidel!»). En Cuba se dan unas elecciones más o menos honradas, gana la oposición —como pasa siempre que una dictadura va a unas elecciones—, sube un gobierno constitucional que fue una defraudación; pero, bueno, fue una defraudación porque la politiquería nunca puede hacer una revolución, la revolución es como la estamos haciendo ahora (APLAUSOS). Pero raras veces los pueblos pueden esperar nada de los politiqueros. Y el pueblo de Cuba creyó en el año 1944 que había cesado la etapa de la tiranía, que vendría un gobierno revolucionario, confundieron la política con la Revolución, y aquello fue una decepción.
Pero lo que pasó fue —lo peor de todo— que en los cuarteles se quedaron los amigos de Batista; aquellos soldados y aquellos oficiales que se cuadraban ante Batista, se quedaron en los cuarteles con las armas en las manos, y al cabo de ocho años un día volvió Batista, le permitieron que regresara —porque esos son los errores de los tontos de capirote que a veces dirigen a los Estados— cuatro años después de haber estado en el exilio, vino con sus millones robados, organizó un partidito de bolsillo y al amparo de la ley y de la Constitución se dedicó a conspirar. Un día se presentó en los cuarteles ante los mismos soldados y oficiales, que había dejado años atrás, soldados y oficiales que estaban echando de menos los privilegios y las prebendas que recibían en la época de Batista, llegó Batista y los soldados se le cuadraron. ¡Adiós Constitución, adiós república, adiós ilusión, adiós todo aquel día! (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES).
Estoy tratando de saber si un campanero mío trae el documento que escribí yo a los seis días después del 10 de marzo. Valdría la pena podérselo leer al pueblo de Venezuela (EXCLAMACIONES DE: «Â¡Que viva Fidel Castro!»).
Son errores que, naturalmente, los pueblos los tienen que pagar muy caros. Esos errores le costaron a nuestra patria 20 000 cubanos muertos, porque yo quiero decirles que en los campos de batalla no murieron más de 500 cubanos, en cambio, más de 19 000 cubanos murieron asesinados por la tiranía, por esos «angelitos» que ahora dicen que nosotros estamos ejecutando (EXCLAMACIONES DE: «Â¡Que los fusilen, Fidel, toditos!»).
Naturalmente que todo gobierno que llegue al poder por la fuerza tiene que gobernar mediante el terror, no es como actualmente ocurre en Cuba, donde ha llegado al poder la Revolución con el respaldo de más del 90% del pueblo, y no hacen falta ni policías en las calles (APLAUSOS). No hay que emplear la menor fuerza coercitiva, porque el primer interesado en que haya paz, haya orden y se hagan las cosas bien es el pueblo; pero cuando el pueblo está en contra de un gobierno que toma el poder a traición y por la fuerza, inmediatamente se inicia la era del terror: no se pueden permitir reuniones, no se pueden permitir actos públicos, tribunas independientes, no se puede permitir libertad de prensa, no se puede permitir nada. Empieza el robo y no se puede permitir que llamen ladrón al que está robando; torturan y no se le puede permitir que le digan torturador al que esté torturando; empieza el nepotismo, empieza el privilegio, empieza la malversación, empieza el negocio turbio, empieza la explotación en todos los órdenes y hay que acallar el pueblo y ahogar en sangre la protesta (EXCLAMACIONES).
A los venezolanos no tengo que hablarles de eso, por supuesto; saben de sobra, porque somos los venezolanos y los cubanos hermanos gemelos en la desgracia y en el dolor (EXCLAMACIONES DE: «Â¡Viva Fidel!»).
Se inició la era del terror en Cuba en el año 1952, a 80 días de unas elecciones generales, como se inició la era del terror en Venezuela en el año 1948 —fue más o menos unos meses después de las elecciones generales—, cuando más confiado estaba el pueblo de Venezuela, cuando más ilusionado estaba el pueblo de Venezuela con sus libertades y con las perspectivas de un formidable porvenir, a las que tenía derecho este pueblo por la extraordinaria riqueza de su suelo, porque es uno de los Estados más ricos del mundo que, de haberse invertido esa riqueza en bien del pueblo, no se sabe lo que sería Venezuela hoy, el estándar de vida más alto del mundo (EXCLAMACIONES DE: «Â¡Esos son los yankis, Fidel!»). Vino el miserable traidor de Pérez Jiménez y compañía (ABUCHEOS), y los venezolanos tuvieron que soportar 10 años; que, naturalmente, 10 años bajo la tiranía son 10 siglos bajo el terror, la policía de Seguridad, la tortura y todo género de acto de abuso, de persecución y de barbarie. Diez años y nadie se compadeció del pueblo de Venezuela, el bárbaro de Estrada asesinaba y torturaba, pero ningún congresista se paró allí en Estados Unidos a protestar contra eso (EXCLAMACIONES DE: «Â¡Viva Fidel Castro! ¡Viva Cuba!).
Durante 10 años las cárceles se llenaban con centenares y millares de presos políticos, sin juicio de ninguna clase, allí morían, y no se organizaba ninguna campaña de prensa contra aquello; las agencias internacionales no organizaban esas campañas en todos los lugares del mundo para protestar, porque si lo hubieran hecho se habría caído la dictadura de Pérez Jiménez, no habría durado ni dos años (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES DE: «Â¡Viva Fidel!»). Todo lo contrario, Pérez Jiménez obtuvo su reconocimiento, relaciones amistosas, armas, afecto, cariño, condecoraciones y aplausos de todas clases, naturalmente porque era el que convenía a esos intereses que organizan esas campañas; y el pueblo de Venezuela solo, absolutamente solo, sin que nadie lo ayudara, tuvo que soportar aquellos 10 años de horrible opresión y de vergonzosa y criminal tiranía, lo que tuvo que soportar hasta que un día pasó lo que pasa cuando los pueblos se cansan y se indignan, y hacen lo que hizo el pueblo de Venezuela. Cuando nadie en el mundo creía que Pérez Jiménez iba a ser derrocado, cuando nadie en el mundo lo creía porque en Venezuela había mucho dinero y se construían muchas obras y parecía consolidado aquel régimen, cuando menos se lo imaginaban, la ira del pueblo, la dignidad del pueblo, el valor del pueblo derroca la tiranía de Pérez Jiménez (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES).
Aquella digna actitud del pueblo provocó la reacción favorable y ganó la simpatía de los círculos más progresistas, lo que produjo un aliento extraordinario en el pueblo de Cuba: desde aquel día no se empezó a hablar más que de huelga general y de huelga general y que había que tumbar a Batista también, igual que habían hecho los venezolanos (APLAUSOS).
No tuvimos tan buena fortuna como los venezolanos, no organizamos la huelga tan bien como la organizaron los venezolanos y fracasamos. Fueron aquellos días muy críticos, en la Sierra Maestra no contábamos más que con 300 fusiles, y después de aquel 9 de abril —que todos recordarán con tristeza, porque fue una derrota de la Revolución—las fuerzas armadas de la dictadura prepararon la más poderosa ofensiva que habían organizado en ningún momento antes; ante el fracaso de la huelga se llenaron de aliento y se lanzaron contra nosotros en la Sierra Maestra. Una vez más, en manos de un puñado de hombres, quedó la victoria o la derrota de la Revolución, pero los rebeldes, que nos habíamos visto en situaciones más difíciles que aquella, nos atrincheramos en la Sierra Maestra y después de 75 días, en vez de 300 fusiles, teníamos 805 fusiles, incluyendo bazucas, morteros, ametralladoras de todas clases, hasta un tanque que le habíamos quitado al enemigo (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES DE: «Â¡Viva Fidel!, ¡Viva el ejército popular!»).
La ofensiva sirvió solo para armar al Ejército Rebelde que inmediatamente desató su contraataque, su contraofensiva, que terminó como ustedes saben; pero que no fue, sin embargo, tan fácil, porque no dejaron de ponernos algunas piedras grandes en el camino.
Nosotros habíamos mantenido la tesis siempre de que no aceptábamos golpe de Estado. Porque el problema de los pueblos no podía estar siendo resuelto por los golpes militares, porque eso reducía a los pueblos a la impotencia, los reducía a un cero a la izquierda en el proceso de su propia historia, y nosotros dijimos: «Los militares pusieron la dictadura, pero la dictadura la va a quitar el pueblo, no los militares (APLAUSOS). Si los militares desean luchar contra la dictadura, que se unan al Ejército Rebelde. ¡Golpe de Estado no!» Lo advertimos bien claramente, porque ya sabemos la historia de los golpes de Estado: se da el golpe de Estado, se restablecen una serie de libertades, se apacigua al pueblo, se le quita al toro de la plaza el capote rojo y cuando el pueblo está apaciguado, tranquilo, hasta un poco decepcionado, porque creen que le van a resolver además todos los problemas, sin darse cuenta de que no se pueden resolver los problemas si no es en una verdadera revolución, cuando empieza a desanimarse, es el momento en que precisamente esperan los eternos enemigos de las libertades de los pueblos para lanzarse de nuevo sobre el poder público y establecer la dictadura por otra temporada (EXCLAMACIONES DE: «Â¡Esa es la verdad!»).
Dijimos: «Golpe de Estado no, porque si hay golpe de Estado seguimos la Revolución; seguimos peleando si hay golpe de Estado, así que o se rinden o se pasan!», y se lo dijimos cuando no teníamos más que unos cientos de combatientes.
Continuó desarrollándose la lucha en Cuba y llega un momento en que el régimen estaba totalmente derrotado, en Oriente había 12 000 soldados copados por nuestras fuerzas; la provincia de Las Villas estaba tomada, la fuerza de Camagüey copada entre nuestras fuerzas de Oriente y de Las Villas (APLAUSOS). En esas condiciones se acerca un general y nos dice que nosotros habíamos ganado la guerra, que no quería más sangre, y propuso un movimiento de acuerdo con el Ejército Rebelde para entregarles todo el poder a los rebeldes. Aceptamos, el día 31 de diciembre tenía que llevarse a cabo el movimiento, pero el general no cumplió su palabra; antes de empezar nos traicionó, traiciona lo acordado con nosotros, se subleva en Columbia, da un golpe de Estado, se erige jefe del ejército y nombra a un presidente títere. Pero como dijimos nosotros: aquella mañana había dado un salto mortal en el vacío. Les dimos instrucciones a todas las columnas de continuar el ataque, de proseguir las operaciones militares y le dimos al pueblo la consigna de lanzarse a la huelga general revolucionaria.
El resultado fue que el mismo día se cayeron dos gobiernos, el primero de enero se cayó Batista y el gobierno que pusieron allí después de Batista (RISAS Y APLAUSOS). Y la huelga general no cesó hasta que todas las fortalezas militares estuvieron en manos del Ejército Rebelde. No había problemas, se acabaron para siempre las conspiraciones. El ejército quedó totalmente desarmado en Cuba, todas las armas pasaron a manos del Ejército Rebelde. En aquella revolución que se había producido en aquella forma, que inmediatamente después del triunfo establece un orden perfecto, porque era un orden en colaboración con el pueblo, se dio el caso insólito de que nadie fuese arrastrado —eso no se había dado nunca en ninguna revolución—, se dio el caso insólito de que una capital de más de un millón de habitantes, como La Habana, quedase sin policía y existiese allí un orden perfecto, absoluto; porque en La Habana —quiero que lo sepan— los que cuidan el orden son los boy-scout (APLAUSOS).
Los que auguraban que el triunfo de la Revolución era la anarquía, que el triunfo de la Revolución era un torrente de sangre, que era el desorden y el caos, se quedaron asombrados ante aquel formidable acontecer revolucionario; pero, además, se dieron cuenta de que aquella Revolución era invulnerable, porque aquella Revolución era una revolución consolidada, puesto que todas las armas estaban en manos de los revolucionarios; además, se daban cuenta de que los hombres que habían hecho aquella Revolución no estaban dispuestos a transigir con los intereses creados y que estaban dispuestos a hacer una verdadera revolución en su patria.
¿Cuál fue el resultado? El resultado fue que antes de los tres días se lanzase contra nuestro pueblo una campaña internacional de difamación. Los monopolios que controlan las agencias internacionales de cables, comenzaron a lanzar hacia todo el mundo la noticia de que nosotros estábamos realizando ejecuciones en masa de partidarios de Batista sin previo juicio. No decían que estaban siendo sometidos a juicios los criminales de guerra que habían asesinado y torturado a 20 000 compatriotas. No, decían que eran los partidarios de Batista y que estaban siendo ejecutados en masa sin previo juicio, y comenzaron a divulgar por todo el mundo aquella noticia para enajenarle a la Revolución Cubana la simpatía de los pueblos.
Los pueblos de América estaban acostumbrados a esos excesos, no era raro para los pueblos de América ver encumbrarse a los déspotas que asesinan en masa y ejecutan sin juicio a indefensos ciudadanos, por eso la mentira podía prender, por eso empezaron a decirles a los pueblos de América que el poder había sido tomado por una nueva camarilla de criminales, que un nuevo déspota estaba en el poder y que estaban allí realizando ejecuciones en masa. Les ocultaban a los pueblos la gran verdad de aquella Revolución ejemplar, no les dijeron a los pueblos el respeto que había tenido el Ejército Rebelde para los prisioneros de guerra; no les dijeron a los pueblos los cientos de vidas que salvaron en los propios soldados enemigos heridos los médicos del Ejército Rebelde, lo que puede atestiguar la Cruz Roja Internacional (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES DE: «Â¡Viva Fidel! ¡Viva Cuba libre!»).
No dijeron que durante dos años y un mes de guerra no había ocurrido jamás un solo asesinato de prisionero ni un solo caso de tortura o de maltrato a un prisionero de guerra; no dijeron que en nuestra patria había una libertad absoluta en todos los órdenes; no dijeron que había una paz y un orden absoluto; no dijeron ninguna de aquellas cosas positivas de la Revolución Cubana que podían servir de ejemplo y que servirían para enaltecer a los pueblos. No, comenzaron a calumniar a la Revolución. ¿Calumniarla por qué? Porque el pueblo cubano se tomaba el derecho de implantar por primera vez justicia en su propia patria, la justicia que nunca se había implantado (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES).
Hombres que habían estado asesinando durante siete años, hombres que asesinaron mujeres, hombres que violaron a madres de familias, hombres que asesinaron niños, hombres que llevaron el terror y la tortura a extremos inauditos, hombres que sacaban fotografías de nuestros compatriotas mutilados, de nuestros compatriotas torturados para luego ir a disfrutar sádicamente de aquel espectáculo en sus orgías y bacanales, porque esas fotos que hemos ocupado, esas fotos las tomaron ellos y las hemos ocupado en los despachos de los principales esbirros que en su fuga ni siquiera tuvieron tiempo de llevárselas (EXCLAMACIONES). No era posible que aquellos hombres, que aquellos bárbaros, que aquellos seres infrahumanos quedasen sin castigo. No. ¿Por qué iban a quedar sin castigo hombres que habían asesinado en algunos casos hasta a más de 100 cubanos? ¿Por qué iban a quedar sin castigo los que no tuvieron piedad para sus semejantes, los que no tuvieron compasión para sus semejantes, los que sembraron el luto, la muerte y el dolor por doquier durante siete años? ¿Por qué? ¿Por qué iba a renunciar nuestro pueblo a que se hubiera hecho la justicia? Nada hay más dañino a una sociedad que la impunidad del delito (APLAUSOS). Cuando el crimen permanece impune, la venganza toma el lugar de la justicia; los familiares, los amigos y los compañeros de las víctimas, que no pueden soportar la presencia en las calles de los criminales que les arrancaron la vida, se encargan de hacer la justicia por su propia mano y se siembra la vendetta, la anarquía y el desasosiego en la sociedad.
Nada hay más dañino a los pueblos que la impunidad del crimen, porque, precisamente, la impunidad del crimen fue la causa de que en nuestro pueblo se produjera esa camarilla de asesinos, se produjera ese tipo de hombre bajo, ruin, salvaje, que no tiene la menor sensibilidad por los derechos y por los sentimientos de los demás, que no tiene la menor sensibilidad ante el dolor de los demás. Ese tipo de hombre bajo se gesta solo en aquellas sociedades donde no hay justicia.
¿Qué decían los esbirros? Los esbirros se lo decían a los presos cuando los estaban torturando: «No me va a pasar nada, chico; aquí nunca le ha pasado nada a nadie. Mira a Pedraza, con sus millones, a pesar de la gente que mató cómo está en libertad y cómo disfruta de su riqueza y como no le pasó nada. Mira a fulano cómo no le pasó nada; mira al otro cómo no le pasó nada. » Y eso es lo que decían los criminales (EXCLAMACIONES). Por eso torturaron como nunca se había torturado en Cuba, por eso asesinaron como nunca se había asesinado en Cuba.
No podía por ningún concepto admitirse siquiera la idea de que el crimen permaneciese impune. No hay pueblo en la Tierra más sensible que nuestro pueblo, no hay pueblo en esta Tierra más compasivo que el pueblo cubano, ni más generoso que el pueblo cubano. Para comprender qué es el pueblo cubano, baste decir que allí no puede haber espectáculo de toro porque, sencillamente, el pueblo no quiere y le duele ver que aquellos animales caigan allí muertos en la plaza (APLAUSOS).
Si en la ciudad de La Habana el Ministro de Salubridad diese la orden de aniquilar a todos los perros callejeros, inmediatamente surgirían un sinnúmero de protestas contra aquella orden, porque nuestro pueblo es sensible incluso a que se mate un perro en la calle (APLAUSOS). Sin embargo, cosa insólita, tanto había sufrido nuestro pueblo con los criminales de guerra, tan profundo era su dolor, tan honda su tristeza, tan grandes sus heridas, que el pueblo estaba unánimemente de acuerdo en que se fusilara a los esbirros (EXCLAMACIONES Y APLAUSOS).
Y aquel pueblo generoso que no quiere espectáculos de toro porque se conduele de la muerte de aquellos animales en la plaza pública, aquel pueblo que no tolera siquiera que maten a los perros por las calles, estaba de acuerdo unánimemente en que los esbirros fuesen fusilados (EXCLAMACIONES). No se trataba de un sentimiento de odio, no se trataba de un sentimiento de venganza. Si nuestro pueblo se hubiese dejado llevar por el odio y por la venganza, el día primero habría arrastrado y habría dado muerte a todos los esbirros. No, era un sentimiento de justicia; era, además, la convicción de que había que aplicar justicia para que nunca más volviesen a aflorar en nuestra patria los verdugos y los asesinos (APLAUSOS).
No quería la sociedad cubana que dentro de ocho, dentro de diez, dentro de 15 años volviese a ocurrir lo que había ocurrido. Era necesario extirpar la semilla del crimen, era necesario acabar para siempre con la impunidad del crimen, y eso fue lo que se dispuso a hacer el pueblo de Cuba. ¿Cómo lo hizo? Ordenadamente, no los arrastró en la calle, se lo entregó a los tribunales revolucionarios, y aquellos tribunales de caballeros, aquellos oficiales del ejército que jamás mancharon sus manos asesinando a un prisionero, que jamás abandonaron a un herido, aquellos eran los jueces, y empezaron a aplicar la ley del Ejército Rebelde, y, por consiguiente, a aplicar la pena de muerte a los criminales de guerra (APLAUSOS).
Para evitar el menor error, para evitar la menor injusticia, no se estaban condenando a muerte a aquellos casos de un crimen aislado, se estaban condenando los casos de asesinatos continuados, se estaban condenando a muerte a aquellos esbirros que habían asesinado 10, 12, 20, 30, 100 compatriotas, para que no hubiese duda. Se hacía mediante tribunales, públicamente y en virtud de las leyes revolucionarias que habían sido aprobadas hacía mucho tiempo en la Sierra Maestra. Esa era la justicia que se estaba aplicando. Pero mucho antes de que la Revolución Cubana entrase en sus medidas de orden social y económico, se encontró con la campaña de sus enemigos, se encontró con el ataque sorpresivo de los enemigos de la Revolución; y comenzaron a atacarnos por ese ángulo, comenzaron a decirle al mundo que estábamos asesinando en las calles a los partidarios de Batista.
¿Qué hicimos nosotros? ¿Qué querían? Querían, en primer término, separar a la opinión pública de Cuba de la opinión pública del resto del continente, querían separarlos a ustedes de nosotros, querían separar a los peruanos, a los ecuatorianos, a los mexicanos, a los uruguayos, a los argentinos de nosotros, querían quitarnos los únicos amigos que habíamos tenido en la lucha, debilitarnos primero ante la opinión pública internacional, dividirnos luego en el interior del país y atacarnos después; cuando estuviésemos separados de la opinión pública internacional y divididos nacionalmente, atacar a la Revolución, mandar una expedicioncita de batisteros o de elementos reaccionarios contra la Revolución Cubana. ¿Qué hicimos nosotros? Salirle al frente a la campaña, convocar al pueblo de Cuba a un acto de masa para respaldar la justicia revolucionaria. Y allí, un millón de cubanos —cifra sin precedente en nuestra historia— dieron su respaldo unánime al Gobierno Revolucionario y a la justicia revolucionaria (APLAUSOS).
Invitamos a los periodistas de todo el continente y en 72 horas reunimos a 380 periodistas de todo el continente, allá, ante aquella concentración multitudinaria. Y al otro día me sometí al interrogatorio de aquellos 380 periodistas; que preguntasen libremente lo que quisiesen, que les iba a responder todas las preguntas, y se las iba a responder tajantemente y sin vacilaciones de ninguna clase (APLAUSOS).
Les dijimos que la Revolución Cubana no tenía nada que ocultar, que la Revolución Cubana actuaba a la luz pública, que su línea era demasiado recta para temer a las críticas, que su conducta era demasiado diáfana para tener que ocultar ninguno de sus actos y que al revés de lo que hacían las dictaduras que suspendían la libertad de prensa, al revés de lo que hacen los gobiernos corrompidos, que ocultan a la prensa y a la opinión pública del mundo sus actos, nosotros, con plena conciencia de que nuestra actuación era honrada y recta, nos sometíamos al veredicto de la opinión pública del mundo. Pregunten —les dijimos, y preguntaron— sobre todos los temas y, sobre todo, pregunten sobre los juicios, que se lo vamos a explicar para que los pueblos no sean engañados por los intereses que son enemigos de nuestros pueblos, para que los pueblos no sean víctima de la burla de esos intereses, para que los pueblos no sean divididos, para que los pueblos no sean distanciados, porque el interés de los enemigos de los pueblos de América es que nosotros permanezcamos alejados unos de otros.
Yo les aseguro que esta concentración de hoy será un motivo más para ganarme el odio de los enemigos de la Revolución Cubana, porque lo que no quieren es que los pueblos se unan (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES DE: «Â¡Viva Fidel Castro!»).
Creyeron que los rebeldes cubanos eran unos tiradores de tiros y que cuando la tiranía fuese derrotada les iba a resultar bastante fácil aplastarlos, pero se han encontrado con que no es tan fácil, porque hemos tocado a la puerta de los hombres de conciencia de América, estamos tocando a la puerta de los pueblos de América para que nos respalden. ¡Frente a las mentiras criminales de los intereses que han sido los enemigos de los pueblos, la verdad de la Revolución! (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES)
Reunimos al pueblo y aquella concentración multitudinaria de un millón de cubanos que levantaron las manos para respaldar los fusilamientos de los esbirros, era el mentís más rotundo que se les podía dar a los calumniadores y a los eternos detractores de nuestros pueblos, a los que consideran pueblos mezquinos y pueblos indignos. Aquel acto era el apoyo más sólido que podía encontrar el Gobierno Revolucionario cubano. Cuba no necesitaba de congresistas que se levantasen a hablar de justicia, mucho menos cuando ninguno de esos congresistas se levantó para protestar cuando 20 000 de nuestros compatriotas fueron asesinados durante siete años (APLAUSOS). Mucho menos podía estar de acuerdo nuestro pueblo en que se le amenazase con intervenciones, porque hemos dicho que la época de las intervenciones se acabó para siempre en América (APLAUSOS).
Se lanzó la campaña de calumnias y de amenazas, pero frente a la campaña nuestro pueblo se unió, se paró en firme y unánimemente dijo: «Â¡Que sigan los fusilamientos, porque los fusilamientos son justos y aquí nadie tiene …! (APLAUSOS).
Hombres de todas las ideas y de todas las clases sociales, hombres de todas las religiones, respaldaron al Gobierno Revolucionario en sus actos de justicia. Hay en nuestros pueblos suficientes hombres de sensibilidad y suficientes hombres de valor para pararse a condenar el crimen cuando haya crimen. Hay en nuestros pueblos suficientes hombres de sensibilidad, suficientes hombres de valor para pararse a denunciar una injusticia cuando hay una injusticia; que no tienen nuestros pueblos que esperar de periodistas extraños, que ni sienten ni padecen los dolores de nuestros pueblos, para que vengan a protestar del crimen y de la injusticia (EXCLAMACIONES).
Nuestros periodistas no son insensibles, nuestros líderes obreros no son insensibles, nuestros intelectuales no son insensibles, nuestros estudiantes no son insensibles, nuestras mujeres no son insensibles, nuestros sacerdotes, cualquiera que sea la religión que practiquen, no son insensibles y, por tanto, cuando ni un solo cubano en medio del más absoluto régimen de libertades que existía se levantó a protestar contra aquello, sino que, por el contrario, los hombres de todas las ideas y de todas las clases sociales la respaldaron, nadie tenía que levantarse en el extranjero a presentarse como amigo de la humanidad, como amigo de la justicia (APLAUSOS).
Porque no protestaron cuando a la dictadura de Batista se le mandaban bombas y se le mandaban aviones para asesinar cubanos, porque no protestaron cuando a la dictadura de Batista se le mandaban tanques y se le mandaban cañones para asesinar cubanos, lo menos que podía hacer era callarse la boca y esperar que el pueblo de Cuba actuara y dejar al pueblo de Cuba en paz (APLAUSOS).
Esa es la realidad, hermanos de Venezuela. Y les puedo hablar así porque sé que me entienden, porque sé que entienden a nuestro pueblo, porque les estoy hablando en el lenguaje que solo pueden entender los pueblos cuando han sufrido como han sufrido nuestros pueblos (APLAUSOS).
Los que no han tenido que soportar a los Pérez Jiménez y a los Batista, los que no han tenido que soportar a los Ventura y a los Estrada, los que no han tenido que soportar a estas pandillas de asesinos no pueden tener siquiera la menor idea de lo que es el terror, de lo que es el sufrimiento que han padecido estos pueblos (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES DE: «Â¡Viva Fidel!»).
Por tanto, aunque sigan los ataques —y los ataques seguirán, y los ataques seguirán cada vez más y cada vez más intensamente—, se hará justicia en nuestra patria, porque nada ni nadie puede pasar por encima de la voluntad soberana de nuestra patria (APLAUSOS).
Y lo que dije allá, lo repito aquí: ¡Aunque el mundo se hunda, habrá justicia en Cuba!» (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES DE: «Â¡Viva Fidel!»)
Por eso, hermanos de Venezuela, este recibimiento que se le tributa no a un hombre, sino a un pueblo, no a un mérito, sino a una idea, este homenaje desinteresado a quienes no han hecho sino recibir favores de ustedes, este homenaje que se le rinde a una idea justa, a una causa justa, a un pueblo hermano, este homenaje es el favor más emotivo y el favor más grande que en ninguna circunstancia pueda haber recibido nuestro pueblo (APLAUSOS). Porque el hecho de que al venir a Venezuela un representativo de la Revolución Cubana no le tiren tomates ni huevos podridos, sino que lo aclamen y lo aplaudan centenares de miles de venezolanos, demuestra de qué lado está el sentimiento de los pueblos de América, demuestra que los pueblos de América están demasiado despiertos, que los pueblos de América no tragaron la mentira (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES).
Y cuando yo llegué aquí a Venezuela, he tenido el orgullo y la satisfacción, y el motivo mayor de admiración hacia este pueblo, al ver que lejos de haber creído en la infamia este pueblo que ha sufrido, este pueblo que está sufriendo por la misma herida, me haya dicho unánimemente, no con una palabra, sino con un gesto ¡que se castigue a los asesinos! (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES DE: «Â¡Abajo el imperialismo, ,Viva Fidel!»)
Luego, esta América está muy despierta para que pueda ser engañada. Esta América está muy en guardia para que pueda ser sometida de nuevo. Estos pueblos han adquirido una conciencia demasiado grande de su destino para que vayan a resignarse otra vez al sometimiento y a la abyección miserable en que hemos estado viviendo durante más de un siglo (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES).
Estos pueblos de América saben que su fuerza interna está en la unión y que su fuerza continental está también en la unión (APLAUSOS).
Estos pueblos de América saben que si no quieren ser víctimas de nuevo de la tiranía, sino quieren ser víctimas de nuevo de las agresiones, hay que unirse cada vez más, hay que estrechar cada vez más los lazos de pueblo a pueblo, y a eso he venido a Venezuela: a traer un mensaje no de casta o de grupo, sino un mensaje de pueblo a pueblo (APLAUSOS).
Vengo, en nombre del pueblo que se sublevó contra la tiranía y la derrocó, a traer un mensaje de solidaridad al pueblo que se sublevó también contra la tiranía y la derrocó (APLAUSOS).
Vengo, en nombre del pueblo que hoy les pide ayuda y solidaridad, a decirles a los venezolanos que también pueden contar con nuestra ayuda y nuestra solidaridad incondicional y de cualquier forma cuando la necesiten (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES).
Y en este acto solemne, ante estos cientos de miles de rostros generosos que nos han alentado con su cariño y su simpatía, ante estos hermanos de Venezuela, que son mis hermanos, que son para mí como si fuesen cubanos, porque aquí me he sentido como en Cuba, les digo que si alguna vez Venezuela se volviese a ver bajo la bota de un tirano, cuenten con los cubanos (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES DE: «Â¡Viva Fide!»), cuenten con los combatientes de la Sierra Maestra, cuenten con nuestros hombres y con nuestras armas; que aquí en Venezuela hay muchas más montañas que en Cuba, que aquí en Venezuela hay cordilleras tres veces más altas que la Sierra Maestra, que aquí en Venezuela hay igualmente un pueblo enardecido, un pueblo digno y un pueblo heroico como en Cuba, que nosotros, que hemos visto de lo que son capaces los cubanos, nos atrevemos a decir de lo que serían capaces los venezolanos (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES).
Cuando venía hoy en el avión, en ese avión que tan generosamente me envió el pueblo de Venezuela para transportarme hasta esta tierra querida, cuando venía en el avión y veía la topografía de Venezuela, veía sus bosques y sus montañas imponentes, le decía a uno de los pilotos del avión: «Esas montañas son la garantía de que ustedes jamás volverán a perder la libertad.» (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES)
A este pueblo que nos brinda aliento y apoyo moral, solo podemos brindarle también aliento y apoyo moral, y podemos brindarle fe, podemos brindarle confianza en su destino. Que ojalá que el destino de Venezuela y el destino de Cuba y el destino de todos los pueblos de América sea un solo destino, ¡porque basta ya de levantarle estatuas a Simón Bolívar con olvido de sus ideas, lo que hay que hacer es cumplir con las ideas de Bolívar! (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES DE: «Â¡Viva Fidel!»)
¿Hasta cuándo vamos a permanecer en el letargo? ¿Hasta cuándo vamos a ser piezas indefensas de un continente a quien su libertador lo concibió como algo más digno, más grande? ¿Hasta cuándo los latinoamericanos vamos a estar viviendo en esta atmósfera mezquina y ridícula? ¿Hasta cuándo vamos a permanecer divididos? ¿Hasta cuándo vamos a ser víctimas de intereses poderosos que se ensañan con cada uno de nuestros pueblos? ¿Cuándo vamos a lanzar la gran consigna de unión? Se lanza la consigna de unidad dentro de las naciones, ¿por qué no se lanza también la consigna de unidad de las naciones? (APLAUSOS)
Si la unidad dentro de las naciones es fructífera y es la que permite a los pueblos defender su derecho, ¿por qué no ha de ser más fructífera todavía la unidad de naciones que tenemos los mismos sentimientos, los mismos intereses, la misma raza, el mismo idioma, la misma sensibilidad y la misma aspiración humana? (APLAUSOS)
Desde que vengo a Venezuela —y no sé distinguir a un venezolano de un cubano, de un dominicano—, cuando me ocurre lo que me ocurría hoy, que muchos me decían: «Â¡Trujillo ahora!, ¡Trujillo ahora!, ¡Trujillo ahora!» (EXCLAMACIONES), y me lo decían con tanto enardecimiento que yo me preguntaba: ¿Serán venezolanos o serán dominicanos? Pero es imposible que haya tantos dominicanos aquí, estos tienen que ser venezolanos y están hablando como dominicanos. Cuando todos estamos pensando igual, cuando todos estamos sufriendo igual, cuando todos estamos aspirando a lo mismo, cuando no nos diferenciamos en nada, cuando somos absolutamente iguales, ¿no parece sencillamente absurdo que unos se llamen cubanos y otros se llamen venezolanos y parezcamos extranjeros unos ante otros, nosotros que somos hermanos, nosotros que nos entendemos bien? (APLAUSOS)
¿Y quiénes deben ser los propugnadores de esa idea? Los venezolanos, porque los venezolanos la lanzaron al continente americano, porque Bolívar es hijo de Venezuela y Bolívar es el padre de la idea de la unión de los pueblos de América (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES DE: «Â¡Fidel, Fidel, Fidel!»).
Los hijos de Bolívar tienen que ser los primeros seguidores de las ideas de Bolívar. Y que el sentimiento bolivariano está despierto en Venezuela lo demuestra este hecho, esta preocupación por las libertades de Cuba, esta extraordinaria preocupación por Cuba. ¿Qué es eso, sino un sentimiento bolivariano? ¿Qué es eso, si no un preocuparse por la libertad de los demás pueblos? (APLAUSOS) Y al respaldarnos de esta forma apoteósica con que han respaldado hoy a la causa de Cuba, ¿qué es eso si no seguir las ideas de Bolívar? ¿Y por qué no hacer con relación a otros pueblos lo que se hace con relación a Cuba? ¿Por qué no hacerlo con relación a Santo Domingo, a Nicaragua y a Paraguay, que son los tres últimos reductos que le quedan a la tiranía? (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES)
Venezuela es el país más rico de América, Venezuela tiene un pueblo formidable, Venezuela tiene dirigentes formidables, tanto civiles como militares; Venezuela es la patria de El Libertador, donde se concibió la idea de la unión de los pueblos de América (APLAUSOS). Luego, Venezuela debe ser el país líder de la unión de los pueblos de América; los cubanos los respaldamos, los cubanos respaldamos a nuestros hermanos de Venezuela (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES DE: «Â¡Fidel, Fidel!»).
He hablado de estas ideas no porque me mueva ninguna ambición de tipo personal, ni siquiera ambición de gloria, porque, al fin y al cabo, la ambición de gloria no deja de ser una vanidad, y como dijo Martí: «Toda la gloria del mundo cabe en un grano de maíz.» (APLAUSOS)
He hablado de estas ideas no porque me mueva ningún afán de grandeza, difícil es que nadie llegue a ser grande luchando contra tantos obstáculos. Todos sabemos lo que les ha ocurrido a los hombres que han planteado estas ideas: los han asesinado más tarde o más temprano. Así que, por tanto, al venir a hablarle así al pueblo de Venezuela, lo hago pensando honradamente y hondamente, que si queremos salvar a la América, que si queremos salvar la libertad de cada una de nuestras sociedades, que, al fin y al cabo, son parte de una gran sociedad, que es la sociedad de Latinoamérica; si es que queremos salvar la revolución de Cuba, la revolución de Venezuela y la revolución de todos los países de nuestro continente, tenemos que acercarnos y tenemos que respaldarnos sólidamente, porque solos y divididos fracasamos.
La libertad en América, la democracia en América, la constitucionalidad en América ha tenido sus altas y sus bajas. Hace 10 años era una etapa de retroceso, las dictaduras afloraban. Derrocado fue el gobierno constitucional de Venezuela, derrocado fue el gobierno constitucional de Cuba, derrocado fue el gobierno constitucional de Perú y los gobiernos constitucionales de otros países; pocos eran los pueblos donde los perseguidos políticos podían ya refugiarse, apenas quedaba un rincón de América que no estuviese bajo una bota militar.
¡Ah!, hoy es distinto. El despertar de los pueblos de América, la liberación ejemplar de Venezuela, seguida por la liberación de Cuba, que será seguida por la liberación de otros pueblos, han puesto la democracia, han puesto la libertad, han puesto los derechos humanos, han puesto la constitucionalidad a la ofensiva en América y ahora apenas son tres países donde aún impera la tiranía. Y lo mismo que ellos nos agredieron, lo mismo que ellos se unieron para fomentar mailto:conspiraciones@militares
conspiraciones militares en nuestros países, ¡unámonos nosotros también ahora para fomentar la libertad en esos pueblos oprimidos! (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES). Sin miedo a nada ni a nadie, que no debemos tener miedo; si unimos las fuerzas de la opinión pública de América Latina, seremos indestructibles; sin miedo a nada ni a nadie, sino por simple instinto de conservación, porque todos hemos sufrido hondamente los años pasados, las décadas pasadas. Por instinto de conservación, por instinto de perpetuación de nuestra raza, de nuestros intereses, sencillamente, tenemos que unirnos y empezar predicando la idea. Y con la palabra la acción, y, si es posible, más hechos que palabras (APLAUSOS).
Repito que los cubanos estaremos al lado de los venezolanos y sabemos que los venezolanos sabrán cumplir con su deber. Ya tienen un gobierno constitucional producto de las elecciones libres y de la voluntad del pueblo (APLAUSOS). Tienen líderes militares, pero de militares que saben poner por delante, como verdaderos militares, el sentimiento de su pueblo y de su patria, como Wolfang Larrazábal (EXCLAMACIONES).
Tienen líderes civiles como el presidente electo de la república, Rómulo Betancourt (EXCLAMACIONES); tienen líderes civiles como los presidentes de los distintos partidos que se han unido ejemplarmente para defender la constitucionalidad y la libertad venezolanas; tienen guías, porque si Venezuela no tuviese guías inteligentes, Venezuela no estaría unida como está hoy, Venezuela no tendría una democracia sólida como la que tiene hoy. Unirse por encima, incluso, de todas las pasiones, unirse por encima de las antipatías que puedan haber entre unos partidos u otros partidos (APLAUSOS).
Yo no he mencionado nombres para que los critiquen o para que los aplaudan, yo no estoy con ningún partido en Venezuela, ¡yo estoy con Venezuela! (APLAUSOS) Y Venezuela ha de estar por encima de todos sus hombres, y Venezuela ha de estar por encima de todos los partidos.
Alguien me dijo hoy, con sobrada razón: Mientras estemos unidos, estamos seguros; la desgracia de Venezuela sería que nos dividiésemos (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES DE: «Â¡Unidad, unidad!»).
Venezuela unida, Venezuela cada vez más madura, Venezuela cada vez más alerta y Venezuela contando con Cuba, Venezuela con su pueblo, Venezuela con su riqueza, Venezuela con sus montañas, Venezuela tiene asegurado un formidable y brillante porvenir en América (APLAUSOS). Venezuela tiene asegurada su libertad.
Hago votos y expreso aquí mi más ferviente deseo de que nuestros hermanos venezolanos, los hermanos que llevaron la libertad a todos los pueblos del continente, y, por lo tanto, deben ser los primeros acreedores a disfrutar de ella, de una libertad segura, porque cuando los derechos y las libertades no están seguros, no se puede decir que haya libertades o que haya derechos, porque cuando hay miedo a perderlos, no hay libertad ni hay derechos, y de que este país nunca más vuelvan a ser víctimas de la ambición y de la traición (APLAUSOS). Expreso mi más ferviente deseo, en nombre del pueblo de Cuba, de que este pueblo digno de Venezuela, de que todos sus hombres dignos, civiles o militares, más que civiles o militares, para que desaparezca esa distinción, ciudadanos armados o ciudadanos sin armas, hermanos sin castas ni intereses sectarios o de grupos —repito—, expreso mi más ferviente deseo de que todos los hombres dignos de Venezuela marchen juntos para asegurar la libertad de Venezuela, para asegurar los derechos del pueblo venezolano, de manera que la libertad de que disfruten sea una libertad segura y sin ningún temor a perderla; de modo que los derechos que disfruten sean derechos seguros y sin ningún peligro de perderlos.
Estoy seguro de que Venezuela no los perderá. Basta haber visto este pueblo hoy, basta haber visto este pueblo hoy para ver que un pueblo tan formidable como este, para ver que un pueblo tan digno como este, difícilmente se deje arrebatar sus derechos (APLAUSOS). Es más, estimo que no hay quien se atreva a intentar arrebatarle los derechos al pueblo de Venezuela (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES DE: «Â¡No!»). Y algo más: estimo que mucho menos se atrevan a tratar de arrebatárselos ahora, cuando se ha demostrado que no hay poderes suficientemente grandes frente a un pueblo decidido a pelear, que no hay arma lo suficientemente moderna y lo suficientemente poderosa para vencer a un pueblo que luche por sus derechos (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES), que no hay quien se atreva a intentar arrebatarle los derechos al pueblo de Venezuela cuando se ha demostrado que es falso que los pueblos sean impotentes, que es falso que los pueblos sean capaces de rendirse ahí, peleando con las armas en las manos, y que no hay ejército en el mundo capaz de mantener oprimido a un pueblo si ese pueblo se decide a pelear por su libertad, como se decidió el pueblo cubano y como estoy seguro de que se decidiría en estos instantes el pueblo de Venezuela (APLAUSOS).
Hermanos de Venezuela, creo que ya he hablado bastante (EXCLAMACIONES DE: «Â¡No!»). Por hoy basta (EXCLAMACIONES DE: «,No!»). Si de algo pueden estar seguros es de que he hablado con el corazón, he dejado hablar el sentimiento (APLAUSOS); no sé si al dejar hablar libremente mis sentimientos haya transgredido alguna norma de la que un huésped esté obligado a guardar (EXCLAMACIONES DE: «Â¡No!»).
Yo no pretendo trazarle pautas a este pueblo, porque este pueblo es el que ha trazado siempre pautas a otros pueblos. Yo no he hecho más que hablarles a ustedes como les he hablado a mis compatriotas. Llevo en mi mente grabada la imagen de estos actos. Llevo en mi corazón el impacto de las multitudes que he visto reunirse allá y acá. Llevo dentro de mí toda esa fe que las multitudes son capaces de inyectarles a los hombres. He hablado hechos más que palabras, repito aquí, hechos como los estamos haciendo los cubanos, y las palabras también, cuando las palabras sean necesarias, como hemos hecho los cubanos, como han hecho los venezolanos.
Les decía, para terminar, que no he hecho más que creerme y actuar como quien se siente entre los suyos. Difícil es imaginarme que he salido de Cuba, porque he visto aquí lo mismo que he visto en Cuba, el mismo cariño, el mismo entusiasmo (APLAUSOS).
Les he hablado como les hablo a los cubanos, con la misma confianza, con la misma sinceridad y con la misma naturalidad.
Me falta solo decirles a mis hermanos de Ven