El pasado jueves, 3 de abril, a las 18.30h, celebramos un nuevo Beers&Politics. En esta ocasión el título de la jornada fue “Cómo luchar contra los rumores políticos“, a cargo de Marc Argemí, consultor de comunicación de crisis, credibilidad y rumores. Marc es doctorado con una tesis sobre “La credibilitat dels rumors”, y ha publicado el libro «Rumors en Guerra. Credibilitat, Internet i Periodisme«.
Marc publicó un resumen en su blog, que copio aquí:
Los amigos de la comunicación política Beer & Politics me han invitado esta semana a la sesión que tendrá lugar en el marco del II Congreso de Comunicación Política de Cataluña. Me piden que hable de rumores.
La invitación ha sido la excusa para poner en orden algunas ideas sobre los rumores en la política, que dejo apuntadas en este post. Me ahorro los ejemplos y descripciones pormenorizadas.
Si nos centramos en el rumor político, podríamos definirlo de modo simple afirmando que es un artefacto sospechoso, que circula bajo radar (off the record, en los pasillos, en las cafeterías,…), y que en un determinado momento puede explotar causando efectos más o menos disruptivos. Estos rumores son como minas que alguien algún día –quizás uno mismo- dejó enterradas en cierto lugar, y que pueden accionarse incluso en el peor de los momentos, cuando la carrera hacia el poder llega al tramo decisivo. A veces es el enemigo (del propio partido) o el adversario (de otro partido) quien las coloca. Las más de las veces son las propias condiciones ambientales las que propician que surja el rumor.
No entramos aquí en la falsedad o veracidad del rumor político. El rumor, claro está, muchas veces se verá confirmado por la realidad: son lo que José María García llamaba la antesala de la noticia. Lo habitual es que tengan algo de verdad, en los datos o en la interpretación. O en ambas cosas. O en ninguna.
Me gustaría detenerme sólo en tres aspectos muy concretos: los terrenos más propicios para los rumores, las gratificaciones que proporcionan los rumores, y la lucha ante ellos.
Terrenos
Uno de los terrenos más propicios para el rumor político es la reputación del líder. Este terreno, aunque intangible, puede dibujarse metafóricamente dentro de cuatro coordenadas. El eje vertical lo componen las variables público-privado. El político tiene un personaje público, que puede ser observado en el parlamento, en el congreso (cámaras de representación), en los mítines, en los actos públicos y en sus intervenciones en los medios de comunicación (entrevistas, reportajes, comparecencias, etc.). Al mismo tiempo, cuenta con una privacidad, que es objeto de deseo de periodistas y de público general, por lo que pueda tener de revelador del tipo de persona en quien el pueblo está depositando la confianza.
Hacia abajo del eje (hacia el ámbito privado), los rumores suelen tratar de aspectos de la vida privada tales como sus hábitos intelectuales, deportivos, culinarios o de recreo, su papel en el entorno familiar, sus creencias, sus relaciones sentimentales, empresariales o de amistad, más o menos inconfesables, etc. Hacia arriba, hacia lo público, los rumores suelen ser interpretativos: versan sobre interpretaciones ocultas a hechos públicos cuya explicación oficial ha sido poco convincente.
El eje horizontal es el tiempo: pasado-futuro. El punto medio es el presente. Los rumores que rodean el pasado se mueven especialmente en el cuadrante inferior, es decir, son de la esfera privada del pasado del político. Hace un año, cierta revista publicó nueve factores que afectan a la reputación, y que hay que tener en cuenta a la hora de contratar a un directivo. Son también los grandes temas sobre los que pueden desarrollarse rumores nocivos.
Con respecto al futuro, los rumores se sitúan, sobre todo, en el cuadrante superior derecho de este eje de coordenadas: es decir, versan sobre las cosas que hará el político en su carrera pública. Lo que haga en el futuro con su vida privada, paradójicamente, sólo suele ser comentado como simple sospecha, pero no tiene mucha pervivencia ni incidencia real mientras no se tenga alguna prueba.
Gratificaciones
La diversidad de los rumores políticos se podría resumir en tres grandes categorías, según cuál sea la gratificación que el rumor proporcione.
En primer lugar, están los rumores que satisfacen una necesidad de conocimiento. Son aquellos que surgen en ausencia de una información que se demanda. Aquí el rumor será tanto más preciado cuanto mayor sea la necesidad del público de cubrir la incertidumbre que genera esa falta de información. Muchos de estos rumores son espontáneos. Son los rumores-noticia: aquellos que merodean las redacciones con más atrevimiento y que pueden acabar generando noticias. Aquí se engloban también los rumores interpretativos, que son el principal producto de las tertulias políticas matinales de radio y TV: expertos que ofrecen claves de interpretación para entender el pasado y para prever el desarrollo de los acontecimientos.
Si estos primeros son rumores que apelan a la inteligencia, en segundo lugar se encuentran los rumores que vienen motivados por el corazón: por simpatías y antipatías del público. Cuando alguien cae bien, se le suponen todas las bondades. Y al revés: la antipatía necesita de argumentos para ser reforzada. Son rumores que cumplen la función psicológica de justificar un odio o una adhesión. Suelen ser una mercancía muy comentada entre los líderes de opinión a pequeña escala. Los grandes comentaristas, en cambio, suelen ser menos proclives a dar por buenas según qué informaciones puramente afectivas, porque podrían acusarles de parcialidad. Se trata de los rumores-prejuicio: sirven para reforzar o justificar un prejuicio positivo o negativo.
Por último, hay los rumores motivados por la voluntad. Se trata de rumores puramente instrumentales, que son movidos o explotados por personas con objetivos que van más allá del líder político. Su vector es la voluntad del difusor o instigador de destruir la reputación del líder en aras a un beneficio personal. La gran fuente son los rivales políticos dentro y fuera del propio partido. Se trata de los rumores-pretexto, armas de mano para arrojar en un momento determinado pero que no suelen tener como finalidad última desentrañar la verdad, ni tampoco justificar una antipatía personal: buscan destruir o retener poder.
Lucha vs los rumores
Rumores siempre los habrá, y no todos ellos tienen la capacidad de erosionar la reputación. Algunos, aunque falsos, son completamente inofensivos. Los rumores nocivos son aquellos que van directos contra la credibilidad del líder: los que son capaces de cuestionar su capacidad como gobernante, su fiabilidad como persona y su empatía con el público. La lucha es compleja, y contempla un gran abanico de posibilidades, que va desde las acciones legales hasta el silencio, pasando por el humor, la presentación de información exhaustiva o la campaña de relaciones públicas.
Se pueden distinguir tres grandes líneas de trabajo.
En primer lugar, la prevención. El cuadrante pasado-privado puede prepararse bien, y cabe evaluar el riesgo de los aspectos de la vida pasada que pueden conformar la base de futuros rumores. El cuadrante futuro-público se puede preparar mediante una estrategia de comunicación que permita al público identificar un relato consistente en el tiempo, y en cierta manera, previsible. Que incluso cuando uno es sorprendente, lo sea de una manera coherente con el personaje. Todo paso tiene que incorporar una explicación. Una acertada gestión de las expectativas permite ahorrar mucho ruido rumorológico negativo.
En segundo lugar, la maximización de beneficios. Dime qué rumor compartes y te diré quién eres. El rumor político suele ser una manera indirecta de identificar grupos de público y preocupaciones predominantes. Normalmente, cada entorno tiene sus propios rumores, como se puede ver ya empíricamente en Twitter. La creación de clústers de conversación hace que –aunque se tenga la percepción de que todo el mundo comenta algo- en realidad los rumores que uno comparte no tienen por qué ser compartidos por un gran segmento de la población. Las más de las veces son la carta de presentación de un sector del partido o de la opinión pública. Para el líder político, el rumor circulante proporciona una información valiosa, que puede explotar en beneficio propio. A esto me refiero cuando hablo de maximizar beneficios: en ocasiones el rumor dice indirectamente lo que algunos públicos, en el fondo, piensan, pero que no se atreven a confesar abiertamente. Por eso, cuando se detecta al principio, permite establecer estrategias que vayan a la raíz del problema.
Por último, la minimización de riesgos: no hacer nada que contribuya a una extensión innecesaria del rumor nocivo. La acción reactiva, cuando sea necesaria, debe circunscribirse a un público determinado y debe tener un fin en mente muy claro, que a ojos de un espectador que no conoce el rumor pueda verse coherente con la política de comunicación general del líder político. Lo decisivo, aquí, es el principio de proporcionalidad.
Todo esto, como norma general, se cumple en la práctica. Ahora bien, cada caso es un mundo, y requiere un diagnóstico particular y un remedio casi artesanal.
Gràcies, Marc!