ELENA BARRIOS
“Predicad el Evangelio. Y, si es necesario, usad las palabras”. Esta frase, atribuida a San Francisco de Asís, ha sido también utilizada por el actual Papa ante un encuentro que mantuvo en Roma con un grupo de obispos. Y podría resumir cómo es la comunicación basada en gestos del Pontífice.
La Comunicación de gestos del Papa es una de las más ricas que se pueden encontrar en un mundo ya de por sí especialmente rico en símbolos y gestos como es el católico. De él todo comunica: la elección de su nombre tras ser elegido Pontífice, sus elocuentes silencios, sus palabras pronunciadas con dulzura argentina -o con fuerza si el momento o el tema lo requiere-, o todo tipo de anécdotas que los medios han ido recogiendo prolíficamente en estos últimos años.
Los gestos de este Papa son elocuentes y abundantes. Desde que llegó quiso marcar un antes y un después, dejar claro que venía a hacer las cosas de una manera diferente y que, todas ellas, estarían marcadas por la humildad, la sencillez, la cercanía y la coherencia. Desde quedarse a vivir en la Residencia Santa Marta (en vez de en el tradicional Palacio Apostólico del Vaticano), desechar el uso de los clásicos zapatos rojos que han usado sus antecesores o salir en persona a comprarse unas gafas a una óptica cercana al Vaticano. Lo nunca visto en las calles de Roma.
Este Papa hace las cosas distintas. Ha recuperado el mensaje universal de la Iglesia Católica, recuperando las palabras de Cristo y pronunciándolas de un modo que llega mucho más allá de los católicos. Es prolífico en frases y discursos que bien podrían haber sido pronunciados por un dirigente espiritual que nada tuviera que ver con la Iglesia Católica. Por ejemplo, cuando recuerda el mal que hace la murmuración, la crítica o el materialismo… (“El apego al dinero te destruye a ti y a tu familia”, por ejemplo, comentaba hace unas semanas). Porque este Papa no dice qué es pecado, sino recuerda qué cosas alejan al hombre de la felicidad, de la familia, qué cosas acaban por entristecer el corazón del hombre y al católico, además, acaba alejándole de Jesús. Es un mensaje nuevo y viejo al mismo tiempo. Es un mensaje para católicos y para no católicos. Para los que están cerca de la Iglesia, los que lo estuvieron un día y los que nunca lo han estado.
Un silencio que habla por sí solo
Los gestos del Papa son mensajes en sí mismos, cargados de simbología y fuerza muchas veces. Tanto en lo que hace, como en lo que dice y en lo que no dice. Especialmente simbólico fue el gesto de silencio que mantuvo en su visita a Auschwitz, cuando entró en una celda él sólo y allí se quedó, en silencio, sin habla. ¿Qué puede haber más elocuente que un silencio prolongado y programado en un sitio así? Ya no sólo importa tanto el gesto de la visita (sus dos predecesores la hicieron con anterioridad) sino lo que hizo: rezar en silencio. El Papa más elocuente, argentino, guarda silencio.
De hecho, es el primer papa del que tenemos noticia que llama por teléfono a ciudadanos anónimos que le escriben o que tienen problemas, y que charla con ellos. Fue el caso, por ejemplo, de la mujer que quería abortar, del trabajador agrícola que perdió las piernas en un accidente, o de una víctima de abusos sexuales de la diócesis de Granada, con el que se solidarizó.
Porque es precisamente ante estos casos de pederastia donde Francisco protagoniza de nuevo una nueva comunicación cargada de gestos. Si su pontificado está viéndose salpicado constantemente por la acusación de nuevos casos de abusos en cada país al que visita, más fuerza y energía tiene en la denuncia que el papa está haciendo de estos casos. No habla de ellos como “pecado”-que lo situaría en un mal dentro del ámbito religioso-, sino que los califica de “crímenes” situándolos como un “terrible mal cometido contra el hombre”. Le preocupa cómo poder aliviar a quienes lo sufrieron. Y acusa no sólo a quien los cometieron: sin complejos pide y hace responsables no sólo a los actores, sino a los que lo conocieron, lo ocultaron y lo perpetuaron.
Francisco además habla con ejemplos sencillos, adaptados al público que le escucha. Como cuando fue a Copacabana y habló a los jóvenes comparando el seguir a Cristo con el lograr la Copa del Mundo de fútbol. Aunque no ha sido el primero en utilizar este tipo de recursos. Ya Juan Pablo II, otro de los grandes papas carismáticos de la Iglesia de los últimos años, ya hiciera por ejemplo en su visita a El Rocío (Huelva). Allí recordó a viva voz a los peregrinos la importancia de la confesión, animándoles a “quitarse el polvo del camino” al llegar a la Ermita.
El Papa en las redes
El Papa habla con frases sintéticas, que se convierten fácilmente en un titular, un tuit o un tarjetón con frase fácilmente compartible por whatsapp o redes sociales. Es una nueva forma de comunicar, adaptada a este momento. Pero también hecha a imagen y semejanza de este Papa: fresco, natural, directo, breve, sencillo, actual y universal.
Como consecuencia de su nueva forma de comunicar, Francisco ha mantenido la comunicación en redes sociales que inaugurara Benedicto XVI en su pontificado, actualizándola y adaptándola a su propia personalidad y modo de hacer las cosas. Por ejemplo, un clásico de sus cuentas en Twitter (tiene 9 en diferentes idiomas) son las píldoras diarias extraídas de sus homilías pronunciadas en la misa diaria que celebra en Santa Marta y que cuenta con su propio hashtag en Twitter (#SantaMarta).
Pero ha ido más allá. Usando la capacidad de viralización de los mensajes cortos en las redes sociales, Francisco ha creado un nuevo canal de comunicación con los católicos resumiendo en un vídeo de un minuto la intención mensual del Papa para invitar a los feligreses a unirse a él en sus rezos. Todo tipo de temáticas han pasado mensualmente durante los tres últimos años por #ElVideoDelPapa: el diálogo interreligioso, el respeto a la creación, las mujeres en la sociedad, el respeto de los pueblos indígenas, el comercio de armas, la misión de los laicos, las redes sociales… nada parece escapar a las intenciones de este Papa: ni los temas más tradicionales ni algunos de reciente introducción y ciertamente temática novedosa.
Es el caso, por ejemplo, de la reciente incorporación de la ecología en el debate eclesiástico: la primera encíclica propia de Francisco “Laudato Si” (la anterior en realidad era un trabajo conjunto con Benedicto XVI), dedicada al cuidado del medio ambiente como un imperativo moral para los católicos. Esta encíclica fue publicada sólo unos meses antes de la aprobación por Naciones Unidas de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, el mandato universal de alcanzar las metas marcadas en la Agenda 2030 para lograr un mundo sostenible en el plazo de 15 años. Un nuevo gesto que comunica, y mucho, sobre la posición del cabeza de la Iglesia en un asunto en el que hasta ahora los católicos pasaban de perfil.
El Papa Francisco habla y actúa con coherencia, que es la clave para la credibilidad de un mensaje difícil y especialmente denostado en la sociedad actual. Predica con el ejemplo y demuestra con sus obras y sus gestos la frase del santo cuyo nombre eligió para su pontificado. Porque predicar es mucho más que decir palabras: es hacer vida el mensaje de Jesús. Y este Papa lo demuestra con sus obras y sus gestos.
Elena Barrios es Consultora de Comunicación Institucional y Corporativa (@elenabarrios)
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