CRISTINA SÁEZ (CCCBLAB)
En 2015, Hamburgo quería postularse para acoger unos Juegos Olímpicos. Así que contactó con el Laboratorio de Ciencia de la Ciudad del Media Lab, un centro de innovación del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT) pionero en el mundo, para que estos les ayudaran a pensar y diseñar cómo debía ser la villa olímpica futura y hacerse con la candidatura.
Pero entonces todo cambió. Y, de la noche a la mañana, el encargo al que tuvieron que hacer frente los investigadores del Media Lab fue otro. A esta ciudad alemana empezaron a llegar decenas de miles de refugiados sirios. El alcalde quería seguir optando a ser sede de las Olimpiadas, pero ¿cómo? ¿Qué podía hacer con los refugiados? ¿Dónde podía colocarlos? Y, sobre todo, ¿cómo podía hacerlo de forma eficiente para que se integraran en el ecosistema metropolitano y no se crearan guetos?
«Es fue el reto que nos planteó el alcalde de Hamburgo y que tuvimos que resolver en tan solos dos meses: cómo ubicar a más de 70.000 refugiados en una ciudad de cerca de dos millones de habitantes», cuenta el arquitecto madrileño Luis Pastor, científico investigador del grupo de Ciencia de la Ciudad. «El alcalde, además, quería que se generara debate público, que se realizara un proceso participativo para decidir con los habitantes de Hamburgo dónde colocar a esos refugiados, de abajo a arriba», añade.
Los científicos del MIT Media Lab contactaron con HafenCity University Hamburg y junto a ellos usaron algoritmos, inteligencia artificial e inteligencia humana para resolver el problema. Usaron datos demográficos de los refugiados, y también datos de la ciudad como la normativa urbanística de cada zona; el número de colegios, hospitales y ambulatorios; las normas legales de cada zona; la diversidad cultural, económica y social, etc. Y desarrollaron una herramienta de interacción humano-ordenador, llamada CityScope, para fomentar la participación de los ciudadanos y la toma de decisiones.
«Lo primero que hicimos fue tratar de entender cómo la gente estaba usando la ciudad, y a partir de esa comprensión generamos modelos de simulación para proponer e intentar responder “qué pasaría si”. Por ejemplo, qué pasaría si de repente el transporte público de la ciudad tuviera que asumir a 10.000 personas más», señala Alonso, en el espacio que su grupo de investigación tiene en el imponente y futurista edificio de cristal del Media Lab, repleto de maquetas reales de ciudades en las que se proyectan, en tiempo real, datos de sus ciudadanos, del tráfico, del tiempo, etc. Depende. En función de cada proyecto.
Entonces, los investigadores llevaron a cabo un proceso de participación ciudadana en el que sentaba a representantes de diferentes sectores de la sociedad, «de la extrema derecha a la extrema izquierda», para que debatieran y escogieran dónde colocar a aquellos inmigrantes. «Se trataba de talleres en los que, usando los datos de los que disponíamos, esas mesas en las que participaba toda la sociedad debían decidir dónde colocar a los inmigrantes», apunta Alonso.
El proyecto, que bautizaron como FindingPlaces, fue un éxito rotundo. Permitió que unos 400 hamburgueses identificaran 160 ubicaciones de consenso para llevar a esas personas recién llegadas. Como remacha Alonso:
Comprobamos que las mesas participadas nos decían lo mismo que nos decía el algoritmo, y hoy en día hay más de 10.000 refugiados que ya han encontrado hogar en la ciudad y alrededor de ellos se está generando un ecosistema económico que funciona. Los ciudadanos de Hamburgo están viendo resultados. Y el proyecto, además, propició una interacción constructiva y colaborativa, generó conciencia social acerca de los refugiados y un sentimiento de empoderamiento en los participantes.
FindingPlaces es un ejemplo de cómo nuevas herramientas como los macrodatos, los algoritmos o la inteligencia artificial pueden ayudarnos a resolver problemas sociales y a repensar, en definitiva, el modelo de sociedad y de democracia que tenemos.
«La democracia se puede actualizar o mejorar usando tecnología y nuevas ideas, estoy convencido de ello», asegura en este sentido el físico chileno César Hidalgo, al frente del grupo Aprendizaje Colectivo, también del MIT Media Lab. «En el futuro, podremos automatizar varias de las labores de los gobiernos. Los políticos serán aumentados por algoritmos que trabajarán con equipos de personas especialistas para ser verdaderos sirvientes del pueblo», añade, cuando menos polémico.
En el grupo de Hidalgo, en el que trabajan físicos, ingenieros computacionales, psicólogos, economistas, geógrafos y diseñadores, tratan de diseccionar cómo aprenden los países, las organizaciones, los equipos y las regiones, y cómo usar ese conocimiento para mejorar la sociedad. Ahora Hidalgo anda embarcado en un nuevo y ambicioso proyecto de lo que él llama «democracia aumentada».
«Tenemos un sistema político que es imperfecto, que ha funcionado más o menos igual durante los últimos doscientos años. Y es mejorable», argumenta este físico, para quien lo primero que tiene que cambiar es sobre qué hablamos: abandonar el quién como foco del debate y pasar a pensar en el cómo. «Disponemos de herramientas que nos permiten que el ciudadano se empodere, fomentar su participación. Se evitarían muchos casos de corrupción o proyectos mal pensados o innecesarios.»
La idea de la democracia aumentada surgió hace apenas un año, cuando Hidalgo estaba en Chile presentando otro proyecto. En una reunión con periodistas de un diario digital, comenzaron a hablar de la relación, antiquísima, entre democracia y periodismo. En teoría, dice Hidalgo, los diarios escriben historias en las que describen el comportamiento de los políticos para que la gente pueda tomar mejores decisiones sobre qué líderes o partidos apoyar. El problema es que es realmente complicado no quedarse en la punta del iceberg.
«La inteligencia artificial puede ayudarnos a generar información contrafactual», lanza el chileno. Y se explica: imagínense que se pudieran tomar todas las leyes que está votando el parlamento, el congreso, y hacer que toda la sociedad también las votara. Eso permitiría comparar a los representantes políticos con sus votantes.
El problema es que hacer que la población participe en cada votación de ley resultaría extremadamente caro y complicado. De hecho, en el marco del Estado español hay algunos proyectos que están intentando empujar implementaciones de democracia directa, como decide.madrid.es.
Pero, ¿y si pudiéramos delegar nuestro voto? «Con un agente virtual, como un avatar, podríamos. Se trata de un algoritmo que aprende de ti, de tus preferencias, que tú entrenas, que se nutre de tus datos y predice tu elección», espeta Hidalgo. Y, de la misma forma que nuestro pensamiento evoluciona, el algoritmo evoluciona con él. Con nosotros.
Volviendo al ejemplo del diario, los medios de comunicación podrían disponer de una plataforma en la que los usuarios se podrían registrar, entrenar a su avatar para que éste pudiera realizar predicciones. El diario podría comparar en cada caso qué votó el congreso o un determinado político y qué la población. «El cuarto poder puede usar la inteligencia artificial como una manera de alcanzar un índice más elevado de participación y de dar una información contrafactual», asegura el chileno.
Imagínense que pudieran participar en decidir cómo se distribuye el presupuesto estatal, local, autonómico, dedicado a inversión pública. Imagínense que pudieran participar, puntuando las cosas que más les importan, como educación, transporte, recreación en los distintos barrios, etc. Disponer de esas valoraciones, por ejemplo, le daría al gobierno un patrón preciso de cuáles son las prioridades de la población. «Es una información muy valiosa para los tecnócratas del gobierno que tratan de diseñar cómo optimizar la inversión pública.»
Pensar que en el futuro puede que dejemos la toma de decisiones en manos de un mini-yo virtual que prediga ante cada situación qué es lo que nosotros elegiríamos resulta controvertido para muchos. Hidalgo, ante este planteamiento, como Alonso, insiste en que los algoritmos que tendremos en el futuro –tanto los que harán la compra en el súper por nosotros como los que dirán a nuestros candidatos políticos qué opinamos sobre tal o cual– no decidirán por nosotros. Nos ayudarán en la medida que determinemos. «Son una herramienta, como una bicicleta, que no va sola. Eres tú quien decide hacia dónde quieres ir, la bici simplemente te ayuda a llegar más rápido», asegura.
Pero, y los ciudadanos, ¿tenemos ganas de decidir continuamente, en una era en la que tenemos acceso a una cantidad ingente de información y en la que se nos pide todo el tiempo que hagamos elecciones?
Los algoritmos van a ser una auténtica revolución que nos va a ayudar a ser capaces de sobrellevar el exceso de información. Tienen que ser herramientas creadas por los ciudadanos, que funcionen en un sistema abierto y distribuido. Tu avatar puede correr en una instancia privada en tu ordenador o en la nube, y solo tiene acceso a una información concreta tuya. Es un sistema al que tú haces una pregunta y él da una respuesta.
Y esos algoritmos serán auditables de forma continua, a través de su comportamiento y también del código.
Está claro que es una revolución y que lo que pretendemos es empezar a explorar las aristas de la tecnología. Quizás aún queden sesenta u ochenta años para que esté madura. Seguramente cuando mi hija de cuatro años tenga mi edad, esta idea de aplicar la inteligencia artificial a la democracia le parecerá obvia. Ella ya tendrá una educación sobre lo que son los algoritmos, sobre cómo se comportan los datos, muy distinta a la de las generaciones actuales. Estamos diseñando esto para los usuarios del futuro. Es una transformación lenta, una revolución, para los ciudadanos futuros, a los que tenemos que dejar unas instituciones mejores de las que nos hemos encontrado.
El ágora estará en las plazas de los pueblos, sí, pero también, y sobre todo, en la nube.
Cristina Sáez es Periodista especializada en ciencia y cultura digital. Actualmente colabora con La Vanguardia, Muy Interesante, Quo México, Historia y Vida y Mètode, y ha trabajado también en los periódicos Público y Avui. (@saez_cristina). En @cccblab.
Publicado inicialmente en CCCBLAB (CC)