JUAN MANUEL VIZUETE CALAFELL
Cuando Ronald Reagan ordenó a Mijaíl Gorbachov que “derribara el muro” no sabía que tan solo 2 años después sus palabras se harían realidad. El telón de acero estaba cerca de derrumbarse tras más de 44 años dividiendo al mundo entre capitalistas y comunistas, entre libertad y autoritarismo.
A pesar de ser un discurso muy recordado, apenas tuvo importancia mediática en su momento, ni siquiera lo mencionó Der-Spiegel, el periódico alemán más importante. Fue con la caída del muro cuando adquirió su relevancia e importancia, siendo uno de los discursos más recordados de la Guerra Fría. “Si el muro no hubiese caído, nadie recordaría este discurso”, afirmó John Kornblum, embajador de Estados Unidos en Berlín.
A pesar de no haber encontrado mucha mención en su tiempo, este discurso es uno de los más memorables del presidente Reagan. Con la perspectiva del tiempo, podemos afirmar que fue positivo que no tuviese la importancia que merecía, pues tenía un tono agresivo que causó mucha controversia dentro de La Casa Blanca. Al logógrafo del discurso, Peter Robinson, se le llegó a comentar que evitase usar ese tipo de retórica propia de la Guerra Fría, pero decidió no hacer caso y a Mr. Reagan le gustó la idea. Pero fue, sin duda, un movimiento peligroso, ya que podría haber empañado las relaciones que poco a poco se construían entre EE.UU. y la URSS. La apatía (hacia el discurso) fue la mejor respuesta por parte de los soviéticos.
Este discurso de 25 minutos está cargado de simbolismo. No solo en el propio texto, sino también en el lugar donde fue ejecutado: ante las mismas puertas de Brandemburgo. Además de lo representativo de la ubicación, cualquier referencia a puertas abiertas en comunicación quiere decir futuro, apertura, oportunidad o esperanza. Cuando se eligen esta clase de escenarios nunca es cuestión de azar, prueba de ello es que se tuvieron que instalar cristales blindados a su espalda para protegerlo de francotiradores. No se elegiría un lugar así de peligroso si no fuese tan simbólico.
Algunas partes de este discurso:
Nosotros, los presidentes americanos, venimos a Berlín porque es nuestro deber hablar, en este lugar, de libertad […]. Veréis, como tantos otros presidentes antes que yo, vengo hoy aquí porque dondequiera que vaya, haga lo que haga: Ich hab noch einen Koffer in Berlin (aún tengo una maleta en Berlín).
Primero fue Kennedy y tras él llegaron Nixon y Carter. La visita de Reagan al “Berlín libre” era un evento habitual en la agenda de los presidentes estadounidenses. Este inicio del discurso lo cierra con una frase en alemán, como ya hizo John F. Kennedy con aquel famoso “yo soy un berlinés”.
Detrás de mi se alza un muro que rodea los sectores libres de esta ciudad, parte de un vasto sistema de barreras que dividen todo el continente de Europa. Desde el Báltico hasta el sur, esas barreras cortan Alemania en una herida de alambre de espino, hormigón, patrullas con perros y torres de vigilancia. Más al sur, puede que no haya ninguna barrera visible y obvia. Pero sigue habiendo guardias armados y puestos de control; sigue habiendo una restricción al derecho de viajar, sigue siendo un instrumento para imponer sobre los hombres y mujeres comunes el deseo de un Estado totalitario […]. De pie ante la Puerta de Brandemburgo, cada hombre es un alemán, separado de sus semejantes. Cada hombre es un berlinés, obligado a contemplar una herida.
Con estas palabras, Reagan extiende la lucha y el dolor de los berlineses al resto del mundo. Habla de una ciudad dividida, pero también de una Europa y un mundo partido por la mitad. Cada persona en ese mundo, puede sentirse como un berlinés, viendo toda su vida quebrada en dos. No cabe duda: señala la vergüenza de vivir en un mundo dividido en dos mitades por una barrera, sea esta visible o invisible.
Oímos mucho de Moscú acerca de una nueva política de reforma y apertura. […] Nosotros damos la bienvenida al cambio y a la apertura; porque creemos que la libertad y la seguridad van juntas, que el avance de la libertad humana sólo puede fortalecer la causa de la paz mundial. […]
Secretario General Gorbachov, si usted busca la paz, si usted busca la prosperidad para la Unión Soviética y Europa Oriental, si usted busca la liberalización: ¡Venga a este muro! ¡Señor Gorbachov, abra esta puerta! ¡Señor Gorbachov, haga caer este muro!
“La culpa es suya” podría resumir estas últimas palabras. La exigencia de derribar el muro significa que la responsabilidad de alcanzar la paz mundial recae, en boca de Reagan, sobre Gorbachov. Es una jugada peligrosa esta culpabilización, como ya se señalaba al principio del texto, pues podría haber supuesto un cierre mayor por parte de la Unión Soviética. Pero simplemente, pasaron de él.
Os prometo que mantendremos la capacidad para aplacar la agresión soviética a cualquier nivel que pueda darse […]. Pero debemos recordar un hecho crucial: Oriente y Occidente no desconfiamos el uno del otro porque estemos armados; estamos armados porque desconfiamos el uno del otro.
De los pocos momentos en los que Reagan hace referencia a la culpa conjunta. Una frase de cercanía y de justificación a ambos bandos: nuestra desconfianza es lo que nos separa. Sin lugar a duda, uno de los momentos más brillantes del discurso. Es un mensaje para construir una relación basada en la confianza mutua.
En Occidente estamos listos para cooperar con el Este para impulsar la verdadera apertura, para romper las barreras que separan a las personas, para crear un mundo más libre y más seguro. […] Invito al señor Gorbachov: trabajemos para acercar las partes oriental y occidental de la ciudad, para que los habitantes de todo Berlín puedan disfrutar de los beneficios que se derivan de una de las más grandes ciudades del mundo.
De nuevo, es una forma peligrosa de tender la mano -por un lado quiero la paz, pero por otro digo que eres tú quien debe dar pasos para ella-. Pide su acercamiento cuando minutos antes estaba diciendo que no darían un paso atrás para “aplacar la agresión soviética a cualquier nivel”.
Este discurso fue una demostración de fuerza muy propia de Reagan. Si el presidente buscaba un acercamiento, la retórica del discurso (aunque muy correcta en forma) dice justo lo contrario. Pero también debemos entender la situación, Reagan no quería simbolizar ninguna flaqueza cuando ya se veía a la URSS debilitarse día a día. Solo la fuerza del tiempo acabó dando razón a sus palabras.
Juan Manuel Vizuete Calafell es Socio-fundador de Retoria Formadores en Comunicación. Abogado, máster Asesoría en Imagen y Comunicación Política (UCJC). (@juanvizuete)
Traducción: https://www.retoricas.com/2009/08/discurso-ronald-reagan-berlin-1987_13.html
Texto del Discurso Íntegro: http://www.beersandpolitics.com/discursos/ronald-reagan/mr-gorbachev-tear-down-this-wall/312
Vídeo del Discurso Íntegro: https://youtu.be/5MDFX-dNtsM