ANNA-CLARA MARTÍNEZ
Democratic Phoenix. Reinventing political activism es el último libro de una trilogía – Virtuous Circle y Digital Divide– que aborda la cuestión sobre la incidencia de los medios de comunicación y los efectos de internet en la participación política.
Pippa Norris, a través de un lenguaje claro y sencillo, analiza qué constituye la participación política, por qué ésta se halla, supuestamente, en declive y cuáles son las consecuencias paradójicas que ello conlleva. En su análisis, parte de la definición del concepto tradicional de participación política y manifiesta su férrea voluntad de ruptura con el mismo.
Sostiene que la tasa de participación electoral es un indicador inadecuado para valorar la forma en la que los individuos se hallan políticamente implicados. Asimismo, afirma que, por tanto, la noción tradicional de participación política está en declive y que muestra una serie de limitaciones. Por ejemplo, los partidos ven difícil la captación de afiliados porque el electorado ya no se identifica con ellos. Además, muchos partidos han renunciado a una parte o a la totalidad de sus ideales para poder entrar en la competición electoral y captar votos, hecho que ha conllevado una limitación del rol de los partidos y de sus procesos internos de selección. Por otra parte, el concepto de partido de masas, según los defensores de las nuevas teorías de la comunicación, ya está anticuado.
Es por ello que la autora afirma que se ha producido un cambio y sostiene que éste fue a raíz de la entrada del televisor en nuestros hogares. Por tanto, nos muestra cómo no son las tasas de votación las que están en declive en las democracias occidentales más antiguas, sino que lo que ha sucedido es una estabilización de las mismas, igual que lo ocurrido con las tasas de educación y las de desarrollo socioeconómico. En las sociedades alfabetizadas casi ya no hay incrementos ni elementos adicionales que nos proporcionen un aumento de la tasa de educación y, por ende, ello conlleva un mantenimiento de la participación política, es decir, no se produce subida alguna. Por tanto, sugiere Norris que cabe abandonar la noción del declive y debe pasarse a la valoración de otras formas de activismo, de carácter más social y no tan inminentemente político.
Así pues, parte de la definición que presenta Putnam sobre el capital social. Para el citado autor, la noción de capital social engloba las conexiones entre los individuos, es decir, las redes sociales y las normas de reciprocidad y confianza que surgen de las mismas. De hecho, Putnam va más lejos y afirma que las redes horizontales encarnadas en la sociedad civil, así como las normas y los valores relacionados con estos vínculos, tienen consecuencias importantes. Es más, el capital social se presenta en la esfera política como algo de notoria relevancia. Por tanto, siguiendo la línea definida por Putnam, la autora argumenta que, efectivamente el capital social está formado por las redes sociales y la confianza social, elementos a los que se ha aludido anteriormente. No obstante, sólo es la confianza social la que logra tener un efecto importante en la participación y no las redes sociales. De esta poca importancia de las redes sociales en la participación política deriva el interés de Norris por los nuevos y emergentes movimientos sociales, la política de protesta e Internet. La autora enfatiza en estas alternativas de participación y presenta datos sobre las tasas de solicitud de firmas (las tradicionales ILP en España), boicots económicos, entre otros, junto con las de la participación electoral, tasas de afiliación a partidos y a sindicatos.
Con ello, pretende demostrar que, si prestamos atención a las formas alternativas de participación, nos damos cuenta de que la tasa de participación política no está en declive, simplemente ha cambiado el concepto de la misma y la forma de entenderla. Norris otorga legitimidad a las formas alternativas de participación y argumenta que el hecho de haber aumentado debería servir de aliciente a los organizadores e impulsores de este tipo de actividades a seguir aunando esfuerzos para involucrar a los ciudadanos que no quieren o no pueden relacionarse con los métodos de participación más tradicionales. Según Norris, estos colectivos serían los jóvenes, las personas que han recibido menos educación, así como los subempleados y los miembros de grupos raciales, étnicos o sociales minoritarios. Los esfuerzos realizados por estos colectivos no pasan desapercibidos en el seno de las sociedades y, es por ello, que puede afirmarse que la implicación política y la participación están aumentando.
Norris P. (2002): Democratic Phoenix. Reinventing political activism. Cambridge University Press. 308 pág. ISBN: 9780521010535
Anna-Clara Martínez es abogada y politóloga. Máster en Abogacía y Máster en Política y Democracia.
Publicado en Beerderberg
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