CHRISTIAN SORIANO
La aparición de En Marche! y la irrupción de Macron en el espectro político francés supuso, hace poco más de un año, un viraje sumamente notorio en la forma de comunicar y entender la política en el continente europeo.
El hijo pródigo del Presidente Hollande y ex ministro del gobierno socialista, consiguió seducir desde el “centro” a conservadores, liberales y socialdemócratas y crear un proyecto que volvió a ilusionar a un electorado francés que encontró en él al líder carismático que alejaría el peligro de la derecha xenófoba de Le Pen y devolvería a Francia el prestigio perdido en los últimos años.
Emmanuel Macron sobresalía en un inestable contexto político en el que algunos amenazaban con hacer tambalear el proyecto europeo. El ex ministro decidió encontrar en la idea de fortalecer del sistema europeo el centro de su programa y, desde una perspectiva moderada y centrista, intentó atraer a todos aquellos que se encontraban alejados del sistema clásico de partidos, pero también de los extremismos que partidos comunistas y de extrema derecha intentaban representaban.
Macron entendió que la lógica partidista resultaba ya casi obsoleta y encontró en el modelo de las “start-up” la manera idónea de crearse un espacio político que muchos electores comprarían. Una Europa fuerte, una Francia unida y una ciudadanía valiente fueron los ejes principales del discurso del que acabaría desfilando por el Louvre como Presidente de la V República.
Tras su elección, las miradas de todo el continente se cernieron sobre sus pasos. Todos deseaban averiguar si las filigranas comunicativas e ideológicas de Macron respondían a simple demagogia o si verdaderamente era capaz de articular un ideario político que pudiera aglutinar lo mejor de conservadores y socialdemócratas, si podría llegar a conseguir un equilibrio que se antojaba, para muchos, sumamente imposible. Pero si alguien parecía decidido a hacer posible lo imposible o morir en el intento, ese era el candidato Macron.
Pero pasado un año de las frenéticas elecciones galas, ¿son las políticas y decisiones de Emmanuel Macron tan atractivas y seductoras como lo fueron sus eslóganes y tweets?
El más de un centenar de manifestaciones organizadas por los sindicatos en las últimas semanas y los mensajes equiparándole a Thatcher y otros líderes de la rama más liberal nos hacen pensar que una (gran) parte de la ciudadanía le ve, como ellos propiamente defienden, como el “Presidente de los Ricos”.
Y es que el 53% de los franceses considera que las políticas económicas del ejecutivo benefician a las clases más altas. La supresión parcial del impuesto sobre la riqueza y las medidas poco sociales, reforma laboral incluida, han acentuado esta percepción y convertido al líder carismático que atraía a todos en el sirviente de las élites que contenta sólo a unos cuantos.
El presidente galo ha decidido reducir en más de 5.000 millones de euros los impuestos de las rentas más altas. En consonancia con esto, las medidas más sociales que prometía en sus multitudinarios y aplaudidos mítines han quedado ya en el olvido del presidente francés.
El “pequeño Napoleón”, apodo extendido por Francia dado el simbolismo casi monárquico en el que se sumerge Emmanuel Macron durante sus actos en público, pretendía recuperar y reivindicar el espacio político del socio-liberalismo, pero ha acabado abanderando y erigiéndose como representante del neo-liberalismo europeo. «Emmanuel Thatcher», aclamaba una de las pancartas de las manifestaciones contra el presidente galo.
La ilusión y la esperanza que despertaban sus apariciones durante la campaña se desvanecen ante un electorado que le mira ya receloso tras ver que el líder transversal que debía devolver a Francia a lo más alto se ha convertido en el dedo ejecutor de unas élites financieras y económicas que han encontrado en la “Revolución Macron” la herramienta idónea para seguir construyendo su hegemonía en el sistema galo.
El prestigioso periódico Le Monde publicaba recientemente que solo el 33% de los franceses se declaran apasionados de Macron, muy lejos de los índices de popularidad que le acompañaban meses atrás. Los ciudadanos franceses empiezan a perder la ilusión en aquel perfecto comunicador que conmovía con sus mensajes e ilusionaba con sus promesas. Pero esta imagen de presidente valiente y de todos empieza a desvanecerse.
El último revés a la imagen del que fuera el presidente de moda ha sido la decisión de Donald Trump de romper el pacto nuclear con Irán. El hacer entrar en razón al presidente americano se presentaba como la oportunidad idónea de Macron para asentarse como el líder europeo con más influencia del continente y desbancar a Merkel del trono que ostenta desde hace años.
Pero ni así. El presidente americano decidió, firmó y Macron fracasó en su intento de volver a recuperar el orgullo y el apoyo que sus polémicas y controvertidas políticas le habían hecho perder.
El apretón de manos de Trump fue más fuerte, por mucho que Macron sonriera ante las cámaras.
El adalid de la comunicación del siglo XXI, el alumno aventajado de la nueva política ve como sus mítines son incapaces de sostener unas políticas que chocan frontalmente con los intereses de la mayoría social gala.
El espacio del “centro” que pretendía representar se estrecha a día que pasa y la percepción de ver en el nuevo presidente un colaborador necesario para la oligarquía francesa se acentúa a medida que su programa de gobierno empieza a desplegarse.
El efecto Macron, pues, se apaga. El que decía ser la luz que iluminaría a una Francia valiente y decidida ha acabado apagándose ante un escenario que se le gira cada vez más en contra. La oscuridad de la desconfianza del pueblo francés se cierne sobre la figura del presidente galo, que empieza a ver como sus sonrisas y gestos no son capaces de aplacar la hostilidad que sus decisiones empiezan a despertar.
Aquellos que un día le idolatraron y situaron en lo más alto de la política francesa han decidido silenciar sus discursos y apagar sus propuestas.
Y es que parece que la Revolución Macron está ya obsoleta, no funciona, se apaga. Macr-off, dirán algunos.
Christian Soriano es estudiante de ciencias políticas y de derecho en la Universitat Pompeu Fabra (@ChristianSG4)