GIL CASTILLO
La sala de conferencias está llena. Ante la audiencia, una figura alta, de cabellos blancos, con su inconfundible acento “spanglish”, que nadie se atreve a interrumpir. El silencio es la prueba de la admiración que, junto a las miradas atentas, no dejan duda de que están ante alguien con una visión y una vivencia especiales. En aquellos que están oyendo, no se nota una admiración lejana. Al contrario: se trata de un respeto cálido, que sólo se puede demostrar ante aquellos que son una mezcla de sabiduría y corazón.
Así es Ralph Murphine, uno de los grandes profesionales, formadores y defensores de la consultoría de comunicación política en el mundo. Con sus más de 50 años de profesión, cientos y cientos de clientes atendidos, entre ellos 36 presidentes, siendo 23 candidatos y 13 presidentes en cargo, de 17 países diferentes, este estadounidense con alma latina figura entre los mayores consultores de la historia, uno de los fundadores de esta profesión y cada momento de sus pensamientos, sea en un auditorio lleno, sea en una conversación informal, valen como enseñanzas para toda la vida.
Tuve la alegría de conocer a Ralph hace casi dos décadas, en una conferencia en Miami. De allí para allá, quizá el destino quiso que nos encontráramos varias veces, ciertamente con infinitas ganancias para mi formación y por eso aquellos que esperan de este artículo la descriptiva de un perfil técnico, exento de emoción, sepan que eso sería imposible. ¡No osaría ahorrar buenos adjetivos sobre Ralph!
Lo que más me sorprende en esta trayectoria, que comenzó en 1967 e involucra a nombres de importantes clientes, en países como Estados Unidos, México, Guatemala, El Salvador, Costa Rica, Panamá, Colombia, Venezuela, Surinam, Ecuador, Perú, Paraguay, Bolivia, Argentina, Brasil, incluyendo un importante trabajo de apertura democrática con Mijaíl Gorbachov, en la antigua Unión Soviética, es el hecho de que Mr. Ralph Murphine cultiva la generosidad de los grandes, no ahorrando tiempo en fomentar contactos, en interconectar personas, en dividir sus conocimientos.
En esta última cuestión, incluso, la lista de instituciones de respaldo por donde impartió clases, seminarios, cursos y talleres también es inmensa: George Washington University, Harvard, Yale, Princeton, Georgetown, Kent, Florida International, además de las Universidades Católicas de Washington, Argentina, Ecuador, Universidad Iberoamérica y Tecnológico de Monterrey (México), Instituto de Ciencias Sociales de Moscú, Universidad de Leningrado, entre tantas otras instituciones. Es importante destacar que es uno de los idealizadores del Diplomado en Consultoría Política de la Universidad San Francisco de Quito, que trae una visión amplia y profunda de la consultoría, de la importancia de la profesionalización del sector, con un llamativo fundamental sobre la responsabilidad social del consultor político. En estos tiempos de post verdades y éticas relativas, la visión de Ralph de traer la discusión sobre este tema es más un legado valioso.
La experiencia de quien ya ha caminado y continúa trillando nuevos caminos en esta profesión, de constante construcción, le ha conferido una visión crítica sobre muchos aspectos. Temas que deberíamos profundizar en debates, como la gran pregunta planteada recientemente por él en su artículo “Sobre quiénes son –o quieren ser– consultores políticos, y quiénes no”, publicado por Beers&Politics, es un buen ejemplo. Esta lectura obligatoria trae una retrospectiva sobre la consultoría política y lo que puede acreditar o no un consultor político. ¿Formación? ¿Experiencia? ¿Premios? ¿Asociaciones? Las preguntas valientes que nos llevan a reflexionar sobre el tamaño de nuestra responsabilidad como profesionales y una vez más muestran por qué Ralph es Ralph: muy preciso con sus observaciones, muy equilibrado en sus ponderaciones y también muy ácido en su buen humor.
Hay otro aspecto que me llama la atención sobre la manera de ser de este maestro de varias generaciones: se trata de una capacidad infinita de comprender el mundo, los cambios sociales y tecnológicos, manteniéndose alineado con todas las innovaciones.
Particularmente, mi experiencia a lo largo de los años manteniendo contacto con Ralph Murphine es de un aprendizaje constante. Creo que hay muy pocos consultores, especialmente de América Latina, que no hayan aprendido de él. De cierta manera ha ayudado a moldear los principios de nuestra profesión en el continente. Y lo más encantador, en mi punto de vista, es que sigue haciendo todo con un gran entusiasmo.
Recientemente estuve en Ecuador y, en uno de esos momentos de raro privilegio, estaba Ralph hablando informalmente sobre los propósitos de nuestro trabajo, sobre la importancia de mirar al pueblo, de escucharlo, y eso me renovó las esperanzas sobre nuestro papel en esos tiempos de sociedades en transformación. En esta misma ocasión, una amiga en común dijo “Cada mecha de su pelo blanco vale oro”. Es verdad.
Volviendo a la sala de conferencias llena, para figura del hombre alto, de cabellos blancos, que repite “Soy gringo”, puedo ver los ojos brillantes de quien está allí para aprender de él. Aprender cómo ser profesional y humano.
Privilegiados aquellos que pueden tener a Ralph Murphine como consultor, como profesor y como amigo.
Gil Castillo es consultora política y chairwoman de la Alacop – Asociación Latinoamericana de Consultores Políticos. (@gil_castillo)
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