DIEGO VALADEZ
El pasado 14 de diciembre inició formalmente el periodo de precampañas previsto para la elección presidencial que se celebrará en México el próximo año. Entre el seguimiento mediático que acompaña a este suceso, las coaliciones partidistas que solicitaron su registro ante el Instituto Nacional Electoral fueron uno de los temas más controversiales. Sin embargo, la amplia cobertura periodística poco (o nada) les ha servido a los precandidatos presidenciales para ofrecer la idea de la coalición como un elemento atractivo para el electorado. Todo parece indicar que los equipos de comunicación de sus campañas consiguieron atraer las miradas de los medios de comunicación, pero no han sabido diseñar un mensaje que les sea redituable en términos electorales y, lo que es peor, parece que han puesto en riesgo la reputación de un instituto político de reciente aparición en nuestra vida electoral. Los casos de las coaliciones del precandidato Ricardo Anaya (Por México al Frente[1]) y del precandidato Andrés Manuel López Obrador (Juntos Haremos Historia[3]) son los más significativos, puesto que fueron quienes más llamaron la atención por la integración de partidos políticos con agendas e intereses profundamente contradictorios con su plataforma político-electoral.
Mi reflexión sobre los gobiernos de coalición en México viene a colación porque hace unos días tuve la oportunidad de escuchar al prestigioso Toni Puig, gurú de la comunicación política y de la marca-ciudad, decir que hoy en día resulta una hipocresía que un partido pueda gobernar con mayorías absolutas. Al margen del sistema electoral y del sistema de partidos que puedan condicionar los resultados electorales, la idea de Puig estaba dirigida a resaltar la vasta pluralidad de intereses que existen en las sociedades modernas, y que actualmente es impensable que un solo partido pueda reunirlos todos bajo una misma ideología. Me parece que la reflexión de Puig, que resalta la pluralidad de ideas e intereses, podría ser perfectamente aplicable al fenómeno que hoy tenemos en México, pero que no se ha sabido comunicar adecuadamente.
Que tres grandes coaliciones se disputen la presidencia en el 2018 es un hecho tan llamativo en sí, que permitiría dirigir al electorado mensajes atractivos sobre sus implicaciones de fondo, especialmente considerando: 1) que el candidato que gane la presidencia el próximo año podrá integrar por vez primera un “gobierno de coalición”, introducida en nuestro orden jurídico a través de la reforma constitucional del 10 de febrero de 2014; 2) que por primera vez en México se presenta una contienda presidencial en la que los nueve partidos con registro nacional se encuentran integrando algún tipo de coalición; y 3) que la formación de cada una de las tres alianzas impactará de forma directa en la integración del Poder Legislativo Federal, cuyas elecciones se celebran de manera conjunta con la presidencial.
Los equipos de comunicación de las tres precampañas pudieron haber diseñado un mejor mensaje de posicionamiento sobre sus respectivas coaliciones, destacando la vasta pluralidad de intereses que convergen en la sociedad mexicana y cómo ello necesariamente impacta en la oferta democrática que, en principio, representan los partidos políticos. Lamentablemente, tras más de un mes de su registro, en México ya son vistas con malos ojos por parte de muchos electores, quienes las perciben como fruto del oportunismo de los actores políticos y atenientes a intereses particulares específicos. Por supuesto, la mala percepción de las coaliciones no es imputable a los medios de comunicación ni mucho menos a los mismos electores, sino que es un claro fallo de la estrategia de comunicación de los equipos que están detrás de los precandidatos.
Desgraciadamente, en una democracia tan incipiente como la mexicana, un error en la estrategia de comunicación puede impactar directamente en la consolidación de instituciones que pudieran ser benéficas para su sistema electoral. De hecho, no es la primera ocasión en la que una mala comunicación política compromete o merma la estimación de este tipo de figuras jurídicas; tal fue el caso de las candidaturas independientes, las consultas ciudadanas y hasta al propio sistema electoral mexicano, como fue con la controvertida elección presidencial del año 2006 y el desconocimiento de los resultados electorales por parte de algunos actores. Todo ello ha significado un enorme retroceso en la consolidación de una democracia mexicana confiable y sostenible, a pesar de que su nacimiento tardó más de setenta años y una numerosa series de reformas político-electorales.
Hoy más que nunca las democracias necesitan de instituciones fuertes y fiables, y el primer paso para conseguirlo consiste en que el electorado y la ciudadanía las perciban como un bien valioso. Por lo que resulta imprescindible que los equipos de comunicación gubernamental, partidista y electorales tomen conciencia del papel fundamental que desempeñan en esta importante labor.
Es una lástima, pero en México el instituto de los “gobiernos de coalición”, como ocurrió con los otros casos, entró y se consolidó en la arena política con una muy mala estimación, y tomará mucho tiempo y esfuerzo para que recobre buen rumbo. Aún hay tiempo, pero el trabajo y el desafío ahora es mayor.
El reto de hoy, no sólo en México sino en el plano político global, es hacer de la comunicación política un área formada por especialistas y profesionales, que traten son seriedad y responsabilidad la encomienda que tienen en sus manos. Sólo así se podrán obtener, con mayor rapidez y firmeza, los beneficios que ofrece un sistema democrático, entendiéndolo como un proceso que permite expresar a los gobernados los intereses individuales y colectivos que más les apremian, permitiendo su sana interacción dentro de un plano de libertad, igualdad y respeto mutuo.
Diego Valadez es abogado por la Escuela Libre de Derecho. Ha realizado estudios en Análisis Político (ITAM) y en Elecciones y Partidos Políticos en México (COLMEX). Actualmente cursa el Máster en Comunicación y Marketing Político por la Universidad de Alcalá, España. Ha trabajado en el ámbito de la comunicación política, comunicación de gobierno, democracia y participación ciudadana tanto en el ámbito público (en el Instituto Electoral de la Ciudad de México) como en el ámbito privado en una agencia de comunicación política (SPIN Taller de Comunicación Política). (@DieguitoValadez)
[1] Coalición integrada por el Partido Acción Nacional, Partido de la Revolución Democrática y partido Movimiento Ciudadano.
[2] Coalición integrada por el partido Movimiento de Regeneración Nacional, Partido del Trabajo y partido Encuentro Social.