Pueblo y mujeres de Egipto, me dirijo hoy a vosotros. Me dirijo a los jóvenes de Egipto en la plaza de Tahrir. Me dirijo a todo Egipto con unas palabras que nacen del corazón.
Unas palabras de un padre a sus hijos e hijas.
Me gustaría deciros que estoy orgulloso de vosotros, del símbolo que sois de una nueva generación de egipcios que pide un cambio para mejorar y está comprometida con ese cambio, una juventud que sueña y construye su futuro.
Pero antes me gustaría hablaros de todos vuestros mártires heridos; su sangre no se habrá derramado en vano, y quiero subrayar que no dejaré de castigar a los culpables de esos crímenes con absoluta severidad. Quienes han cometido crímenes contra nuestros jóvenes serán juzgados de acuerdo con los tribunales y las leyes. Obtendrán duros castigos. Y quiero dirigirme a las familias de estas víctimas inocentes. Me entristece enormemente y me hiere el corazón ver lo que les ha pasado. Tanto como os hiere y os duele a vosotros.
Me gustaría deciros que mi respuesta a vuestras voces, a vuestro mensaje, a vuestras demandas, es un compromiso irrevocable, y estoy decidido a prometer categóricamente lo que ya os he prometido, con toda seriedad y sinceridad. Me comprometo a poner todo eso en práctica sin la menor vacilación.
Todo esto nace de un fuerte compromiso, un gran compromiso, con vuestra confianza.
Vuestras demandas son legítimas y justas. Cualquier sistema político puede cometer errores y cualquier Estado puede cometer errores. Lo más importante es reconocerlos y corregirlos lo antes posible, e identificar a quienes los han cometido, pedir responsabilidades a quienes los han cometido.
Quiero deciros que, como presidente de la República, no me avergüenza escuchar a los jóvenes de mi país y responderles.
Ahora bien, lo que sí me avergüenza, lo que está mal, lo que no voy a aceptar jamás, es hacer caso a las cosas que dicen en el extranjero, venga de donde venga o sean cuales sean sus razones, pretextos o excusas.
Jóvenes de Egipto, hijos de Egipto, hermanos, ciudadanos, he expresado con toda claridad mi intención de no presentarme a las próximas elecciones.
He dedicado mis esfuerzos a este país durante más de 60 años, en tiempos de paz y de guerra.
Afirmo mi compromiso y hago una promesa similar de seguir cumpliendo mi responsabilidad de proteger la Constitución, los intereses del pueblo, hasta que se haga el traspaso de poder y responsabilidad a quien quiera que escojan los electores el próximo mes de septiembre, en unas elecciones libres y limpias que tendrán garantizadas su transparencia y su libertad.
Ésta es la promesa que he hecho ante Dios y ante la nación.
Y voy a proteger esta promesa hasta que, juntos, llevemos Egipto a la seguridad, a las orillas de la Seguridad.
He expuesto mis planes para salir de esta crisis y para cumplir las exigencias del pueblo dentro de la legitimidad de la Constitución y de una forma que mantenga la estabilidad de nuestra sociedad además de las demandas de sus hijos y ofrezca un marco de actuación consensuado para el traspaso pacífico de poder mediante un diálogo responsable entre todas las fuerzas de la sociedad y con todos los sectores, con el máximo nivel de sinceridad y transparencia.
Presento esta visión en mi compromiso de sacar al país de esta difícil situación, voy a seguir trabajando hasta conseguirlo, una cosa tras otra, una hora tras otra, y aspiro a contar con la ayuda de todos los que deseen la seguridad y la estabilidad de Egipto.
Hago esta propuesta para ponerla en práctica.
Y estos planes los llevarán a cabo, dentro de lo razonable, nuestras Fuerzas Armadas.
Hemos iniciado ya un diálogo nacional muy constructivo, que incluye a los jóvenes egipcios que han encabezado el llamamiento al cambio y a todas las fuerzas políticas.
De este diálogo ha surgido el acuerdo de principio sobre opiniones y posturas que nos ha situado en la vía apropiada para salir de esta crisis. Debemos proseguir este diálogo para pasar del marco de actuación a un plan real, una auténtica hoja de ruta, con un calendario preciso y concreto.
Veo, día tras día, una transición pacífica y un traspaso de poder desde ahora hasta septiembre.
Este diálogo nacional ha decidido la formación de una comisión constitucional que examine las enmiendas constitucionales y legislativas necesarias.
Asimismo, ha aprobado la formación de una comisión que se encargue de supervisar la puesta en práctica, la sincera puesta en práctica, de lo que he prometido al pueblo.
Deseo que ambas comisiones cuenten con personalidades egipcias de prestigio y experiencia, merecedoras de nuestra confianza. Que estén formadas por líderes y expertos.
Por otra parte, todos los hijos de Egipto a los que hemos perdido como mártires durante estos tristes acontecimientos me duelen en el corazón.
Me he apresurado a ordenar, la semana pasada, una investigación cuyos resultados se presentarán a la fiscalía para que emprenda las acciones legales necesarias.
Ayer recibí el primer informe sobre prioridades constitucionales y enmiendas constitucionales de la comisión que he creado, compuesta por miembros del poder judicial y expertos legales, para estudiar las propuestas legales y constitucionales.
En vista del informe de la comisión y de acuerdo con los poderes confiados al presidente de la República, he pedido la enmienda de los artículos 76, 77, 88, 93 y 187 de la Constitución, además de abolir el artículo 179 y subrayar que se aprobarán otras enmiendas a medida que sea necesario.
El objetivo de estas enmiendas es facilitar las próximas elecciones y garantizar que sean libres y transparentes.
Los jueces deben investigar la identidad de los parlamentarios y las condiciones existentes para las elecciones.
Los partidarios de abolir del artículo 179 dicen que eso protegerá al país de los peligros del terrorismo y garantizará los derechos y libertades, las libertades civiles de los ciudadanos, que nos permitirá abrir la puerta a poner fin a la ley marcial en cuanto se den las circunstancias apropiadas y la estabilidad suficiente.
Ciudadanos, lo prioritario ahora es recobrar la confianza entre los egipcios, la confianza en nuestra economía y en el ámbito internacional, y hay que dejar claro que el cambio que hemos emprendido va a continuar y no vamos a volver a los viejos tiempos.
Egipto está atravesando momentos difíciles y no podemos dejar que siga así.
El daño a nuestra economía es diario, y va a llevar al país a situaciones en las que los jóvenes que están pidiendo el cambio y la reforma serán los primeros afectados.
El problema ahora no soy yo. Lo importante no es Hosni Mubarak, lo importante ahora es Egipto, su presente, el futuro de sus hijos; todos los egipcios están en la misma lucha, y, por tanto, debemos continuar el diálogo nacional que ya hemos comenzado con un espíritu de grupo, no de enemigos.
Para que Egipto se recupere de esta situación y nosotros recobremos la confianza en nuestra economía y demos a los ciudadanos paz y estabilidad para que la vida pueda volver a la normalidad en las calles.
Yo también fui joven, era joven cuando ingresé en el Ejército y cuando prometí fidelidad a la nación y me sacrifiqué por la nación. He pasado mi vida defendiendo la tierra y la soberanía de Egipto. He visto sus guerras, sus derrotas y sus victorias. he vivido días de ocupación y frustración y días de liberación. Aquellos fueron los mejores días; el mejor día de mi vida fue aquel en el que icé la bandera de Egipto sobre el Sinaí. Y cuando pilotaba aviones. No ha habido ningún día en el que me haya dejado afectar ni haya cedido a las presiones extranjeras.
He defendido la paz, he trabajado por la estabilidad y la paz de Egipto y he trabajado por el progreso de Egipto y de su pueblo. Nunca he tenido como meta hacerme con el poder.
Creo que la mayoría del pueblo egipcio sabe quién es Hosni Mubarak, y me duele lo que han dicho algunas personas de mi propio país.
Soy consciente de los peligros que nos aguardan y creo que Egipto está viviendo una fase muy importante de su historia. Ello me obliga a poner los intereses de la nación por encima de cualquier otra consideración.
He decidido delegar en el vicepresidente algunos poderes del presidente, como dicta la Constitución. Sé muy bien que Egipto superará esta crisis.
Su pueblo no se dará por vencido, volverá a levantarse, desviará las flechas de sus enemigos y de quienes odian a los egipcios.
Nos alzaremos como egipcios y demostraremos nuestro poder y nuestro empeño en superar esta situación mediante un diálogo nacional. Demostraremos que no somos seguidores ni marionetas de nadie, que no recibimos órdenes ni dictados de ninguna entidad, y que nadie toma ninguna decisión por nosotros, más que la calle. Lo demostraremos con el espíritu y la determinación del pueblo egipcio, con su unidad y su firmeza, con nuestra decisión, nuestra gloria y nuestra dignidad. Son los fundamentos de nuestra civilización, que nació hace más de 7.000 años.
Este espíritu vivirá en nosotros mientras vivan Egipto y su pueblo, todos, trabajadores, agricultores, intelectuales. Este espíritu vivirá en los corazones de nuestros ancianos, nuestros jóvenes, de musulmanes, coptos, incluso en la mente de quienes todavía no han nacido.
Vuelvo a decir que he vivido y vivo por esta nación. He cumplido mis responsabilidades. Egipto estará siempre para mí por encima de cualquier individuo. Lo estará hasta que entregue mi responsabilidad a otras personas. Ésta es la tierra en la que he vivido y es la tierra en la que moriré. Siempre será mi tierra amada. No me iré de ella hasta que me entierren. Su pueblo estará siempre en mi corazón, erguido y con la cabeza alta.
Que Dios proteja a Egipto y que Dios defienda a su pueblo. Que la paz esté con vosotros.