GERMÁN ZAMBRANA
Menos de una semana para decidir quién será el próximo presidente de los EE.UU. Para saber, por fin, si Trump continuará liderando sin rumbo a la nación más poderosa del planeta o un veterano demócrata acusado de pertenecer a las más altas élites del establishment toma su relevo. En estas semanas de alto voltaje, la política presidencialista de los Estados Unidos presta toda su atención a lo que hacen los dos candidatos. El cortoplacismo cognitivo nos hace olvidar al resto de actores políticos que forman parte del terreno de juego para centrar toda nuestra atención -siempre selectiva- a la nominación demócrata y republicana.
Si la madrugada del 3 de noviembre los demócratas consiguen poner punto y final a la presidencia de Donald Trump, buena parte del mérito lo tendrán activos políticos que han sido la voz del nuevo partido demócrata, incluso por encima del candidato Biden. Bernie Sanders, Pete Buttigieg, Amy Klobuchar, el último presidente demócrata, Barack Obama, la actual candidata a vicepresidenta, Kamala Harris, Elizabeth Warren y… Alexandra Ocasio-Cortez.
Nadie la conocía más que Joseph Crowley. Incluso él, seguramente, la conocía menos de lo que le hubiera gustado para evitar lo que ningún pronosticador o analista político predijo. Que el Congresista Joseph Crowley iba a perder su escaño en la Cámara de Representantes por el distrito 14 de Nueva York después de haber ganado todas las elecciones intermedias a congresista desde 1999 y de forma ininterrumpida hasta el 2019 menos aún. Y que quién iba a vencerle era una desconocida, jovencísima y de clase trabajadora de origen latino ya era un escenario que ni el mayor detractor de Crowley tenía como sueño húmedo.
Desafiar a Crowley en ese distrito electoral había sido cosa de valientes. Tan solo en 2004 se le presentó oposición dentro del partido para arrebatarle el escaño demócrata. Sin embargo, la elección de medio término de 2018 no iba a ser un mero trámite como hasta entonces. Hacía unos meses, una tal Alexandria Ocasio Cortez, de origen puertorriqueño y con únicamente 28 años, había emprendido la carrera -sin que prácticamente nadie la conociera- para desafiar el puesto de uno de los principales dirigentes del partido demócrata a nivel nacional. Tal era su reputación en el seno de la formación que se barajó su nombre para presidir la Cámara de Representantes en caso que los republicanos perdieran su mayoría en el congreso.
Con una campaña de bajísimo presupuesto en comparación a su rival y al resto de participantes de la contienda, de perfil bajo y volviendo a los métodos que un día hicieron grande a la política como el puerta a puerta y repartiendo folletos por las calles de Queens y el Bronx, Alexandria Ocasio Cortez (Puerto Rico, 1989) se impuso a uno de los principales miembros del establishment demócrata, Joe Crowley. Iba a ser la candidata demócrata a congresista del distrito 14 de Nueva York.
La derrota de Crowley dio inicio al boom mediático de la puertorriqueña. Los medios no cesaron en buscar explicaciones que arrojaran algo de luz a la histórica victoria de AOC ante el incumbente Crowley que llevaba casi dos décadas de diputado. Sin embargo, aún le iba a quedar un escollo para saltar al estrellato definitivamente. La principal noticia del 6 de noviembre de 2018 fue que los demócratas recuperaban la mayoría y el control del Congreso frente a los republicanos. Pasaba desapercibido que, con 29 años, la demócrata Alexandria Ocasio Cortez, de raíces latinas, se convirtió en la mujer más joven que llega al Congreso en la historia de los Estados Unidos. La candidata del Distrito 14 de Nueva York había derrotado por un amplio margen al republicano Anthony Pappas: 76,2% de los votos contra el 15,4%.
Sus poderosas intervenciones en favor del feminismo, de la justicia climática y de muchas de las más importantes causas del progresismo norteamericano han provocado la aparición de voces que abogan para que en el futuro sea candidata presidencial por el partido demócrata. Y es que bien podría ser la primera mujer en convertirse en presidenta de la nación más poderosa del planeta y la primera presidenta de origen latino. Unos títulos que suenan bien para cualquier campaña política o comercial. Incluso mejor que el hito conseguido por Obama de ser el primer presidente negro de la historia. Hace unas semanas, sin ir más lejos, volvió a dominar la opinión pública por su enérgico alegato contra un congresista republicano que la tachó de “maldita puta”. Su discurso sobre la indecencia de algunos hombres y el trato misógino hacia las mujeres legitimado y institucionalizado desde las más altas esferas del poder y que ha posicionado a Alexandria Ocasio-Cortez como una de las principales mujeres políticas del mundo.
¿Puede llegar Ocasio Cortez a ser presidenta de los EE.UU.?
En la actualidad, la ley prohíbe a la joven puertorriqueña postularse para la elección presidencial por su temprana edad. En EE.UU. no se puede ser candidata a la presidencia sin haber cumplido antes los 35 años. Eso impediría que Ocasio Cortez se pudiera presentar hasta la elección del 2024. Justo cuando acabaría el mandato de 8 años de Trump, o bien, el primer término de Joe Biden, ya pasados los 80 años de edad.
Al ser del ala más radical del partido demócrata y una de las principales impulsoras de la campaña de Bernie Sanders a la presidencia, a la que incluso la han llegado a tachar de socialista de forma peyorativa, hay analistas políticos que descartan que su candidatura pudiera tener éxito. Puesto que sostienen que los candidatos demócratas que suelen tener éxito en la presidencial suelen ser aquellos que cuentan con la habilidad de centrar su discurso hacia una retórica y un programa más liberal que pueda robar votantes a los republicanos más moderados. Las dos últimas campañas fallidas de Sanders en la carrera hacia la Casa Blanca dan la razón a este tipo de análisis.
Sin embargo, hay razones para creer que sí. Que Ocasio Cortez podría llegar a ser la demócrata encargada de suceder a Donald Trump en 2024 en el Despacho Oval después de ocho años del republicano.
Y ninguno de los motivos que hacen creer en esta posibilidad son de índole político. Todos tienen que ver con las cualidades que un líder debe presentar, ya sea un líder social, empresarial o deportivo.
AOC lo tiene todo para ser la commander in chief. Una historia, una meta, un carisma, seguidores y enemigos, y una nueva forma de entender la política.
Una historia y un carisma: El storytelling de una coctelera
Nos encantan las historias. De lo contrario odiaríamos los libros y el cine no se consideraría un arte. Nos fascina escuchar historias de superación, de supervivencia e incluso de fatalidades. De ahí que las noticias de sucesos sean siempre las más leídas. Son historias. Alexandria Ocasio Cortez ha sabido explotar con creces su historia de vida. Creció en el Bronx, uno de los barrios más humildes de Nueva York y tuvo que lidiar con la muerte de su padre por cáncer de pulmón en su segundo año de universidad.
Su madre tuvo que hacerse cargo sola de Ocasio y se dedicaba a la limpieza de casas y a ser conductora de autobuses para impedir que ejecutaran la hipoteca de su casa por falta de recursos económicos. De hecho, en varias ocasiones, Alexandria Ocasio Cortez ha declarado que esa batalla legal le permitió entender que hasta el poder judicial se aprovechaba de las familias con menos recursos para enriquecerse.
De lo más destacado de la adolescencia de Ocasio Cortez, y que ha sido de lo más destacado en el ámbito mediático, ha sido su etapa como camarera. Con el objetivo de ayudar a su madre, Ocasio Cortez trabajó poniendo cócteles y en una taquería de Manhattan.
Una de las principales acciones comunicativas que AOC ha protagonizado fue su vuelta a su vida de camarera. Dada su experiencia en la hostelería y fruto de las malas condiciones económicas en las que trabajó y que entonces perduraban, Ocasio Cortez volvió a ser, por un día, bartender para reclamar el aumento del salario mínimo a 15 dólares la hora.
Como explica la experta en liderazgo Annette Simmons en sus exitosos libros, “Las historias mejor contadas serán las que mejor se recordarán. Otras serán olvidadas o no llegarán a compartirse. Aquel que cuenta la mejor historia gana. La buena historia engancha con la acción, la emoción y la sorpresa.”
La historia de AOC es memorable, todo padre se acuerda de su hija que trabaja en un bar y lo compagina con sus estudios, genera emoción, pues se trata de una historia que va directa al corazón de la mayoría de los votantes -incluso de los republicanos-y sorpresa, pues nadie se espera que alguien de clase trabajadora llegue a ser congresista, siendo el americano uno de los sistemas políticos que más recursos económicos requiere para llegar a ostentar un cargo importante.
Todo líder es un buen contador de historias. Ocasio lo es.
Una meta: justicia social y climática
No destaca por ser la más preparada, ni la más formada. Ni siquiera será la congresista con la mayor tarea legislativa de la cámara, pero ha sabido convertir dos únicos conceptos en el eje de su acción política y comunicativa: la justicia social y climática.
Bajo el paraguas de estas dos ideas, propone subir los impuestos un 70% a los multimillonarios, educación universitaria gratuita para todos y medidas sin precedentes contra la emergencia política. Propuestas de las que se ha convertido en la principal abanderada.
La simpleza de las propuestas, la sencillez en la comprensión de las mismas es precisamente lo que han permitido catapultar a Ocasio hacia el liderazgo público y político. Ha sabido encontrar su área de oportunidad, sus cleveages claves para generar memorabilidad y la percepción de que únicamente ella es la que lucha por estas causas. De la misma forma que Trump luchaba por construir un muro, Ocasio lucha por la justicia social y climática. Con pocas medidas, sí, pero las necesarias para que las habilidades cognitivas de nuestro cerebro las asocie directamente a su persona.
Ocasio ejemplifica que no son necesarios programas electorales ni innumerables medidas para acabar con la desigualdad, basta con tener capacidad de síntesis para que el público recuerde tu meta.
Todo líder tiene una meta clara. Ocasio la tiene.
Los apoyos (y los enemigos)
Todo líder tiene seguidores (y enemigos). Trump ama a Ocasio. No hay semana en la que Trump no le dedique un solo tuit para criticarla, desacreditarla, insultarla o deslegitimarla. Le llaman socialista, comunista y todo lo que la vincule con lo que Trump llama “antifa”. En política, tan importante son los amigos como los enemigos porque, finalmente, son estos últimos los que desatan tus niveles de popularidad y los que provocan que haya gente que empatice con tu persona. Ante el insulto, la injuria y la calumnia, siempre hay detrás la ley no escrita más verídica de la política: bien o mal, pero que hablen.
Si en política resulta que no tienes adversarios es que nadie conoce tus propuestas, nadie las debate y nadie las cuestiona. Ocasio, afortunadamente, tiene a todo el establishment republicano en su contra. De forma similar a lo que ocurría con Obama en sus dos mandatos.
Por otro lado, su corta trayectoria ya la ha situado entre los suyos como una de las congresistas más conocidas de todo el Capitol Hill. De hecho, la BBC la ha elegido como una de las mujeres más influyentes del mundo y hay quien consideraba que Biden y, ante todo, Sanders debían elegirla como ticket presidencial para las elecciones del próximo martes.
Una nueva forma de entender la política: “Llamé a puertas hasta que la lluvia atravesó las suelas«.
Ocasio no deja indiferente a nadie. Ni a sus fanáticos ni a sus detractores. Pero su meteórico ascenso desde junio de 2018 hasta ahora, cuando se ha consolidado como una de las congresistas más populares de la legislatura, demuestran que ha entendido que la ciudadanía demanda un nuevo estilo de entender la política y, sobre todo, de relacionarse con sus conciudadanos.
Un hecho que demostró desde aquella misma madrugada del 6 de noviembre de 2018. El primer tuit que lanzó una vez cerraron las urnas del distrito 14, Ocasio mostró cómo habían acabado los zapatos con los que se había recorrido las calles de su comunidad haciendo campaña. “Llamé a puertas hasta que la lluvia atravesó las suelas”, dijo Ocasio al terminar la contienda.
Aquellos zapatos sucios, rotos, desgastados, manchados y listos para pasar a mejor vida bien podrían ser los de cualquier mujer u hombre que se dedica a la limpieza doméstica, los camareros y camareras que trabajan jornadas incansables por un puñado de dólares, los de una enfermera que dobla turnos para aplanar la curva generada por la pandemia o los de un obrero. Esos zapatos son nuestros zapatos. Podemos ver en ellos nuestro esfuerzo, nuestra perseverancia y la constancia que requieren nuestras metas. Desde ser congresista de la nación más poderosa del mundo, hasta el sudor que requieren los más humildes de los trabajos.
Probablemente, los zapatos sean la metáfora que mejor explican sus recientes éxitos políticos. En un momento en el que toda la política norteamericana huele a establishment, a riqueza y a despilfarro, una candidata que no se cambia los zapatos para hacer campaña puede valer la pena.
Más allá del potencial comunicativo que pudiera tener ese par de zapatillas, Ocasio ha sabido conectar con sus votantes con contenido muy alejado de la política. Uno de los éxitos comunicativos de Ocasio Cortez fue la charla en un Instagram Live que protagonizó con el rapero René Residente, también de origen puertorriqueño y líder del grupo musical Calle 13.
El personaje escogido para este Instagram Live fue estratégicamente decidido y una decisión premeditada, pues es uno de los raperos más escuchados del mundo. Residente es un firme defensor de los derechos humanos y de la educación pública latinoamericana, así como de los pueblos indígenas. De hecho, gran parte de su obra musical se ha centrado en la denuncia y protesta política. De llamar paramilitar a Uribe (Colombia) a dar conciertos con una zamarra que lucía el mensaje “educación pública gratuita”.
Causa que justamente defiende y representa a la perfección Alexandria Ocasio Cortez. Una de sus máximas políticas ha sido la educación y la sanidad gratuita para los EE.UU. y qué mejor que un cantante, alguien de la cultura, alejado del negocio turbio que representa la política, para llevar a la agenda pública estos debates. Un cantante haciendo de vocero político. Esa es la verdadera nueva política. Mensaje político con rap e Instagram.
Acciones comunicativas que ha repetido en incontables ocasiones. A Ocasio Cortez se la ha visto por Instagram comiendo palomitas, bebiendo vino y montando muebles de IKEA mientras hablaba de política. ¿A caso es una escena cotidiana muy diferente a la nuestra cuando hablamos de tal presidente, de tal medida y de tal polémica?
Su triunfal crecimiento en redes sociales no se debe únicamente a sus proclamas políticas. Probablemente, ese sea el menor de los motivos. Ocasio Cortez ha sorprendido por ser una congresista que ha roto los estereotipos del cargo. Nos ha enseñado su minúsculo apartamento en Washington, sin amueblar, incluso. No tiene una mansión con piscina en Beverly Hills como podríamos esperar. Pero, ante todo, nos ha enseñado su lado más juvenil, un guiño al votante más joven, al votante millenial y centenial que podría ser el bloque de votantes clave si algún día decide aspirar a la presidencia.
En mitad de la cuarentena, Ocasio Cortez sorprendió a sus votantes cuando decidió iniciarse en uno de los videojuegos más populares del confinamiento a nivel mundial, el Animal Crossing. Un juego en el que se pueden construir islas y casas y que la joven congresista utilizó para visitar las casas de sus votantes de forma virtual a través del videojuego.
Incluso, a través de Twitter llegó a pedir ayuda a sus seguidores para empezar en el juego y tuiteó: “¡Hola! Soy nueva en esto. Me gustaría visitar las islas de personas al azar y dejarles una nota en su boletín. ¿Puedo hacer eso? Si sí, ¿cómo? ¿Debería abrir mis mensajes directos por primera vez desde la audiencia de Zuckerberg para recibir códigos Dodo?”
Por si fuera poco, la semana pasada debutó en Twitch y realizó su primer stream y ya es un icono para la prensa femenina de los Estados Unidos, pues en la edición de noviembre será portada de la edición estadounidense de la revista Vanity Fair.
Todo líder tiene una forma particular de entender la política. Ocasio la tiene.
El destino le tenía guardado algo a Alexandria Ocasio Cortez. Quizá la NASA ya sabía de su potencial y es que, en 2007, AOC, fan de Star Trek, cuando aún era estudiante en el Instituto se presentó a un concurso de ciencia a nivel nacional al que llevó un proyecto de microbiología que se alzó con el segundo puesto. Gracias a dicho proyecto, el Instituto Tecnológico de Massachusetts decidió nombrar a un esteroide con su nombre:
23238 Ocasio Cortez: la presidenta que llega.
Germán Zambrana es periodista. Cursando el master Máster en Comunicación y Marketing Político UAB-MMP (@GermanZambranaR)