2014: cambio de ciclo en Latinoamérica

ROGELIO NÚÑEZ

América latina ha cambiado muy profundamente desde los años 80 y los acontecimientos que se vienen sucediendo desde 2013, y en este año 2014, no hacen sino mostrar que la región se encuentra a las puertas de acceder a un nuevo ciclo histórico, sobre el que aún existen más incógnitas que certezas.

Hace más de 30 años el continente, salvo Cuba, emprendió el camino de la democratización que se ha terminado por consolidar tres décadas más tarde. En los 90, Latinoamérica modificó profundamente su modelo económico: puso fin de la industrialización por sustitución de importaciones –predominante desde los años 30 del siglo XX- y apostó por las exportaciones y por una economía más abierta. Finalmente, el auge del decenio dorado (2003-2013) trajo una drástica reducción de la pobreza (no tanto de la desigualdad) y el ascenso de unas heterogéneas clases medias.

Ahora, la aparición de emergentes actores sociales con sus nuevas demandas está planteando un difícil reto a los sistemas de partidos de la región. Esas clases medias, nacidas y consolidadas dentro de las nuevas formas de hacer y participar en política (a través de Internet, Twitter, Facebook etc.), ya no encajan en el tradicional juego clientelista ni se acoplan a los sistemas políticos tradicionales. Esas clases medias vienen dando, desde mediados de la década pasada, un salto cualitativo que les ha situado en la primera línea política: movilizaciones estudiantiles en

Chile, contra la inseguridad en Argentina, paros campesinos en Colombia, lucha contra el TLC en Costa Rica, protestas en Brasil…

En general coinciden en pedir mejores servicios públicos (educación, sanidad y transporte), más seguridad ciudadana y un compromiso sincero del Estado en el combate contra la corrupción. También aspiran a tener más participación y un papel más relevante en la toma de decisiones políticas.

Esas exigencias y reclamos están transformando los sistemas políticos de la región provocando que algunos partidos hegemónicos estén cerca de perder su preeminencia. Figuras tan diferentes como Luis Guillermo Solís en Costa Rica, Manuel Zelaya en Honduras, Clara López en Colombia, Marina Silva en Brasil o Luis Lacalle Pou en Uruguay (incluso Sergio Masa y, en cierto sentido, Mauricio Macri en Argentina) encarnan esos deseos de cambio y renovación. Un cambio y una renovación que no están exentos de peligros, incongruencias y riesgos para la estabilidad y la gobernabilidad de estos países. Y eso fundamentalmente porque estos candidatos provocan entre el electorado una “revolución de expectativas” que, en algunas ocasiones, no son capaces de articular ni reconducir por carecer de experiencia (Solís en Costa Rica), aparato partidario en el que apoyarse (Marina Silva) o equipo de expertos y articuladores políticos con los que diseñar y mantener/pactar las reformas prometidas.

Las dificultades para encauzar los deseos de regeneración política de las nuevas clases medias aumentan, además, debido al contexto por el que atraviesa la región, menos propicio sobre todo económicamente hablando. Latinoamérica se halla inmersa en un proceso de desaceleración económica y esa desaceleración económica es un elemento más a tener en cuenta ya que incide en los procesos políticos (aumento del malestar ciudadano y de las exigencias de las clases medias).

Dentro de ese contexto, 2014 se ha convertido en una especie de gozne entre dos épocas y parteaguas de un cambio de ciclo. En realidad, en este año confluyen una serie de dinámicas de carácter coyuntural y general que explican, en gran parte, la actual situación de cambio de ciclo que vive Latinoamérica:

1-. En primer lugar, en muchos países se asiste al final, o al agotamiento, de determinadas hegemonías políticas.

Así ha ocurrido con el predominio del PLN en Costa Rica (2006-2014) o del lulismo en Brasil, en el poder desde 2003. En el caso brasileño ese deterioro se ha traducido en un dato muy significativo producido en las recientes elecciones de 2014: el PT ha ganado los comicios con la menor diferencia de votos en toda su historia. Ese deterioro de los oficialismos afecta, de forma similar, al chavismo en Venezuela, fuerza predominante desde 1999, o el kirchnerismo en Argentina, que ocupa la Casa Rosada desde 2003. Lo cierto es que todo esto no hace sino evidenciar que una década, o más, en el poder provoca que los partidos pierdan fuerza electoral, apoyos y frescura en sus propuestas.

2-. Además de desgaste, estas hegemonías partidistas han perdido parte de su conexión con la sociedad. Por un lado con las nuevas generaciones que no han visto otra cosa en el poder que, por ejemplo, al PT en Brasil o al Frente Amplio en Uruguay, y que llegan ahora a la mayoría de edad para votar.

Por otro, las clases medias emergentes, que han crecido en estos años de bonanza y estabilidad política, ahora piden otras cosas: mejoras en los servicios públicos (sanidad y educación), mayor seguridad ciudadana, y menos corrupción. Una agenda renovada ante la que los partidos en el poder están teniendo dificultades para adaptarse.

3-. Asimismo, la economía no acompaña en esta coyuntura. La ralentización que padece la región empieza a percibirse y, sobre todo, no contribuye a dar continuidad ni a sostener los proyectos de los diferentes oficialismos.

Conclusión:

En realidad, debido a todos estos datos analizados, puede considerarse que 2014 es el primer año de un cambio de ciclo en América latina. Un nuevo ciclo político que se abre y que se caracterizaría por la mayor volatilidad electoral y la debilidad de las hegemonías políticas. Esto muestra una clara diferencia con respecto a lo ocurrido hasta ahora, donde han predominado determinados liderazgos personales y partidistas. Todo ello dentro de una economía menos pujante y, en ciertos casos, hasta inmersa en una crisis (Venezuela); y una sociedad más heterogénea en la que están aflorando numerosas contradicciones, así como un malestar latente y, sobre todo, creciente. En definitiva, una América latina más difícil de gobernar.

Más difícil de gobernar pero que tiene por delante retos muy importantes. Los diez años de alto crecimiento sirvieron para que algunos países (unos más que otros) hicieran los deberes pero la región todavía tiene varias asignaturas pendientes por delante.

En el terreno político, hacer más ágiles y receptivos a unos partidos políticos aún anclados en viejas formas de entender la política (ancladas en los años 80). Y en el campo económico-social la apuesta pasa por la modernización de los muy ineficientes modelos educativos, el combate a la informalidad laboral y la creación de economías competitivas basadas en el conocimiento y en exportaciones con alto valor añadido.

Rogelio Núñez es investigador del IELAT, periodista y Doctor en Historia de América Latina Contemporánea

Publicado en Beerderberg

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